Alfaro: Rebelde y libertario

ALFARO: REBELDE Y LIBERTARIO

Tanto su vida como su época están atravesadas por conflictos sociales, políticos e ideológicos que han dejado una huella profunda en nuestro ideal. La vida de Eloy Alfaro se extiende en un período de rebeldía social y efervescencia de ideas, era una época marcada por una oposición entre el desarrollo de una oligarquía floreciente y el aumento de un pueblo de desposeídos que reclamaba derechos y libertad.

Contra el oscurantismo, el autoritarismo y los privilegios económicos y políticos se desataron grandes y pequeñas batallas entre conservadores y liberales.

“La lucha de intereses contrapuestos entre terratenientes y burgueses, entre conservadores y liberales, rebasó la polémica periodística, el debate parlamentario y las elecciones y, se manifestó en enfrentamientos militares, en asonadas golpistas, en rebeliones palaciegas, en una intermitente lucha guerrillera que asolaba los campos y ciudades; en determinadas situaciones inclusive tuvo expresiones de guerra civil” (Mi país, la tierra y sus gentes. pág. 93)

Alfaro tuvo en sus luchas el apoyo de la oligarquía que incluía a importadores, exportadores, comerciantes y banqueros costeños, a jóvenes e intelectuales serranos para la toma del poder. La comunión de estas fuerzas permitió alcanzar el triunfo de la revolución liberal después de un proceso de varias décadas, de triunfos y derrotas, de persecución y destierro. La oligarquía buscaba libertad para modernizar la producción agrícola, mejorar el crédito exterior, contratar con ventaja la mano de obra, abrirse al progreso material y al laicismo. Los montoneros, los indígenas, los campesinos, artesanos e intelectuales radicales querían igualdad, tierra y educación.

El “Viejo Luchador”

Eloy Alfaro, nació en Montecristi el 25 de junio de 1842, hijo del capitán español Manuel Alfaro González y la señora Natividad Delgado López.

Desde muy joven comprometió sus esfuerzos contra los conservadores (garcianos) una de las primeras acciones militares lo realizó junto a sus montoneros, en junio de 1864 en el sitio Colorado, de Montecristi. El fruto de esta operación militar fue tomar prisionero al coronel Francisco Salazar, gobernador de Manabí y representante del Gobierno de Gabriel García Moreno. El fervor por cambiar el sistema político del país continuó incluso frente a decisivos momentos como la derrota de Eloy Alfaro en el combate naval de Balsamaragua (Jaramijó) a bordo del Alajuela (diciembre de 1884), frente a las naves del Gobierno de José María Plácido Caamaño, y de los asesinatos de Nicolás Infante (Palenque, Los Ríos) y Luís Vargas Torres (Cuenca).

La grandeza de Alfaro se asienta en su enfoque histórico y en su porfiada voluntad, perseverancia, inteligencia y capacidad de mando, estas cualidades le granjearon progresivamente el liderazgo del liberalismo. Entendió que Ecuador necesitaba libertad y justicia. Libertad nacida de una razón deliberante que llegara hasta las últimas consecuencias en la vida pública: la separación de la Iglesia y del Estado. Y una justicia que diera alguna oportunidad de una vida mejor al indígena, al campesino, al negro, a los oprimidos y postergados desde el comienzo de la Colonia y a lo largo de la historia republicana. Pero esta visión se volvía eficiente gracias a una voluntad práctica de lucha por el cambio pese a la derrota, a la frustración y a que la victoria de la libertad tardó 31 años en llegar.

La chispa que atizó la insurgencia: la venta de la bandera

En 1894, las intrigas japonesas en Corea provocaron una guerra con China. Japón quiso fortalecer su Armada y acudió a la Casa Flint de Nueva York. Flint le sugirió que comprara el crucero de guerra chileno llamado Esmeralda, y como Japón le adujese que no podía hacerlo porque Chile se había declarado neutral, Flint dijo que acudiría a sus amigos ecuatorianos. Uno de ellos era José María Plácido Caamaño, ex presidente de la República y gobernador de Guayas. Caamaño aceptó fingir que Ecuador compraba el crucero a Chile y que lo vendía a Japón. El Esmeralda navegaría bajo el pabellón ecuatoriano hasta Hawai.

El 3 de enero de 1895, reventó la noticia. La protesta fue creciendo. El 12 de febrero, Milagro se levantó en armas y luego se extendió a otras ciudades de la Costa. Las provincias del norte y del centro de la Sierra se opusieron al Gobierno. El 9 de abril los conservadores y liberales se tomaron Guaranda y desconocieron a Cordero como Presidente. El 10 de abril se luchó en las calles de Quito. El 4 de junio de 1895 el pueblo de Guayaquil se lanzó a las calles y cuarteles. En medio de algunos enfrentamientos, los depósitos militares fueron tomados por los revolucionarios y simpatizantes de la causa.

El 5 de junio de 1895, fecha inalterable para la historia del Ecuador, fue proclamado Jefe Supremo y General del Ejército a Eloy Alfaro Delgado.

Alfredo Pareja Diezcanseco, en su “La Hoguera Bárbara”, reseña:

“En algunas mansiones, atisbando por las ventanas semiabiertas, se comentaba con tímidas palabras de despecho: -Han llamado al indio Alfaro: ¡Pobre país! Otros afirmaban que el indio montonero y anarquista no sabía leer ni escribir, y que, dentro de muy poco aquel pueblo insolente y bárbaro asaltaría los hogares, violaría doncellas y prendería fuego a las mejores y más bonitas casas de la ciudad.”

Los avances del nuevo Estado

El viejo luchador habría enarbolado el pabellón liberal como símbolo de una nuevo orden social y político que lo llevo a realizar la más grande revolución del Ecuador. La obra pública fue inteligente: sancionó la Ley de Instrucción de 1897, que reservaba al Estado el control de todo el ciclo de enseñanza, incluida la universitaria; la educación debía ser laica y gratuita, y la primaria obligatoria; inauguró los primeros colegios normales para preparar maestros de primaria, fundó el Colegio Nacional Mejía, entregó la recaudación de impuestos en la Costa a una compañía privada, la Sociedad de Crédito Público; adoptó el patrón oro como base del sistema cambiario y norma referencial para el comercio exterior; reorganizó las Fuerzas Armadas, abrió la administración pública a la clase media, y las oficinas del Estado a la mujer trabajadora.

Terminó con la injerencia de la Iglesia en el Estado, a él se deben el Conservatorio de Música, la Escuela de Bellas Artes, el Colegio Militar que lleva su nombre, la otorgación de derechos civiles a las mujeres. En 1897, se prohíbe la acuñación de monedas de plata y se determina que los bancos no podían emitir billetes por una cantidad que excediera el doble de su capital real, con el fin de evitar la excesiva emisión y la consecuente depreciación del papel moneda. En 1897, Alfaro celebró un contrato con el empresario estadounidense Archer Harman, de confesión protestante, para la terminación del ferrocarril Guayaquil-Quito.

La traición y muerte

La ambición de poder, de acumulación doblegaron a la franja derechista de los liberales, que junto a los conservadores avivaron a la muchedumbre enloquecidas de fanatismo, que al grito de ¡viva la religión!, ¡abajo los masones!, asaltaron el Penal García Moreno, lo asesinaron junto a sus leales compañeros de las gestas heroicas, el 12 de enero de 1912 para luego ser arrastrados por las calles de Quito hasta los prados de El Ejido, donde se encendió “La hoguera bárbara”

“Un crimen monstruoso, que es una vergüenza para la Patria, que es una mancha que estamos en la obligación de cambiar…”. ¡Cuantos de vosotros os habréis cubierto de gloria en los campos de batalla , arrancando al país de las malditas garras del oscurantismo, para que ahora caiga otra vez en manos conservadoras, de los enemigos que se han bebido, como chacales, la sangre de mi general…! (Cuando los guayacanes florecían. Nelson Estupiñan Bass).

Este breve recuento histórico deja algunas lecciones para reflexionar: una revolución triunfa si tiene líderes que la empujen. En el caso de la revolución liberal ese líder o “caudillo” fue Eloy Alfaro. Toda revolución tiene un contenido histórico. Por efecto del desarrollo de las fuerzas productivas el Estado debe ser sustituido por uno nuevo. Eso es lo dialéctico. Los pueblos son los que hacen las revoluciones y la forma más alta es la violencia organizada de los oprimidos. Es necesario apoyarse siempre en lo nuevo, en lo emergente, en las clases sociales que están dispuestas ha romper las cadenas que la oprimen y mantendrán siempre la convicción y la fidelidad a la causa y combatirán sin tregua a los traidores de los procesos revolucionarios. Viva Alfaro, Carajo. Rebelde y libertario.