Operación Mercurio (Ajusticiamiento del almirante Hermes Quijada)

OPERACIÓN MERCURIO
(AJUSTICIAMIENTO DEL ALMIRANTE HERMES QUIJADA)

A principios de abril de 1973 el aparato de Inteligencia del ERP 22 de Agosto recibió una información: en la calle Arenales 1974, en el 6º piso, vivía el Contralmirante Quijada. Este, había sido el encargado en nombre de las FFAA de hablar por televisión deformando lo ocurrido en Trelew el 22 de Agosto y justificando el hecho.

De allí, que los compañeros inmediatamente sé pusieran a trabajar sobre la información recibida. La primera tarea era confirmar la veracidad de la información.

En el primer "chequeo" se vio a 20 metros del presunto domicilio de Quijada una numerosísima custodia de civil; allí vivía Mor Roig, el ministro del Interior de la dictadura. En cambio no se observó ninguna custodia en Arenales 1974, que pudiera señalar la veracidad del dato.

En el segundo "chequeo", se observó en un garage situado exactamente enfrente del domicilio del contraalmirante, a un agente de consigna. Alentados por el resultado, los compañeros obtuvieron fotos de Quijada y se apostaron esperando su salida del edificio.

Después de algunas decepciones se logró determinar que la mayoría de las veces Quijada salía entre las 8.30 hs. y las 9.30 hs. y subía a un Dodge Polara blanco que previamente retiraba del garage un chofer.

Los datos obtenidos pasaron al Comité de Operaciones. Allí se decidió en principio descartar toda acción sobre el domicilio del contraalmirante, dada la presencia de la fuerte custodia de Mor Roig a 20 metros del lugar. Importaba entonces averiguar el recorrido posible que hacía, buscando un lugar favorable para la operación.

Mercurio en Marcha

Quijada tenía tres posibles direcciones a tomar: seguir por Arenales hacia el Norte, doblar a la derecha por Ayacucho o seguir una cuadra por Arenales y doblar a la izquierda por Junín.

En consecuencia, para seguirlo se estacionaron dos autos. Uno sobre Ayacucho y otro sobre Junín. Cualquiera de los que lo viera estaba en condiciones de seguirlo y en la espera no serian detectados por la custodia, pues estaban fuera de su vista.

Se hicieron varios intentos con esta disposición, pero nunca se pudo seguirlo más de unas pocas cuadras. Incluso una vez, el Gallego Palmeiro, que sería su ejecutor, siguió a Quijada dos cuadras; al cabo éste dobló y frenó bruscamente, obligando al Gallego a seguir de largo. Quijada estaba atento, pero eso no lo iba a salvar en definitiva.

A fines de Abril se decidió realizar la operación con la información que se tenía hasta ese momento, por lo que era obvio que ésta iba a ser llevada a cabo en el centro de la ciudad.

A los pocos días de su regreso de Cuba conocí al Gallego en una reunión. Cuando se enteró de que manejaba motos me dijo: -Alguna vez vamos a hacer algo con eso. Y un tiempo después me mandó una cita y me dijo lo de "Mercurio". -Allí se necesitan dos combatientes y una moto para poder salir rápido de la zona. ¿Qué te parece?

Y me pareció bien, así que compramos una moto a los pocos días y comenzamos a practicar.

El Gallego pensaba que debían frenar al lado del auto de Quijada y él debla saltar de la moto, aprovechando el envión para ponerse al lado de la ventanilla, así que practicó el salto hasta que después de muchas caídas y no menos maldiciones lo pudo hacer perfectamente. Además anduvieron a toda velocidad en medio del tránsito haciendo piruetas y aprendiendo a conservar el equilibrio.

El arma elegida fue una ametralladora Halcón. El Gallego practicó varias veces con ella; Incluso el día anterior a la acción vació un cargador entero sin sacar el dedo de la cola del disparador. La Halcón andaba bien.

La moto, con los dos compañeros esperaría en Santa Fe, casi Ayacucho.

Sobre Ayacucho y casi en la esquina con Arenales un auto estacionado indicaría mediante guiños y señales con la mano, la dirección que había tomado el auto de Quijada.

En Arenales, en la esquina de la casa, una pareja simulaba hacer compras en un supermercado, mientras el hombre permanecía afuera listo para avisar al auto de la salida del Dodge.

En total y dada la necesidad de alternar a los compañeros por la vigilancia existente se utilizaron doce personas en la acción.

A las 8.35 hs. el chofer de Quijada retira el auto del garage y se estaciona frente al edificio. A las 8.45 hs., Quijada sube al auto y éste parte por Arenales rumbo a Junín.

El compañero del supermercado avisa al auto y éste hace la seña que verán el Gallego y su acompañante, pero equivoca el código y les indica: dobló por Ayacucho hacia Las Heras.

La moto se irá en esa dirección equivocada y el Contraalmirante Quijada agregará un fin de semana a su vida.

Trelew: la idea fija

Lunes 30 de Abril de 1973. A las 9 hs. el chofer está con el auto listo. A las 9.10 hs., Quijada sube y salen. En Junín doblan a la izquierda en dirección a Santa Fe, pero esta vez la moto ha recibido la señal correcta y ya están arriba de ella los que vengarán a los muertos de Trelew.

Con el Gallego habíamos decidido que el momento de inicio de la operación lo determinaría que se detuviera el coche de Quijada, que quedara en posición como para que nos metiéramos por el costado derecho, y que tuviéramos espacio para seguir después con la moto.

Apenas pasamos Santa Fe por Junín, nos pusimos cerca. En Córdoba los semáforos lo pararon, pero el Dodge quedó en el medio de otros dos coches. Esperamos. En Corrientes pasamos con luz verde y había dos motos de la policía detenidas. En Sarmiento lo agarró el semáforo. Acá, dijo el Gallego.

9.15 hs. la moto se acerca por detrás al Dodge blanco que está detenido sobre Junín a 15 metros de la esquina, disminuye su velocidad y el Gallego salta empuñando una ametralladora. La moto pasa por el costado derecho del coche y frena unos metros más adelante.

Y ya está el Gallego al lado de la ventanilla derecha.

Quijada: Una fracción de segundo para ver al joven alto, morocho, de anteojos, con una campera azul que le apunta con una ametralladora y una fracción de segundo para pensar que debería tomar la ametralladora que lleva sobre sus rodillas con las mismas manos con que empuñó aquel puntero que le sirvió para explicar lo de Trelew. Una fracción tan pequeña que la orden no llega a los músculos que deberían ejecutarla porque el fogonazo en el caño de la Halcón le dice que ya comenzaron a entrar en su pecho los primeros balazos y ya empezó a morirse.

El chofer: abrir la puerta de su lado y con la otra mano agarrar la pistola que lleva bajo la pierna y disparar un tiro hacia el joven que ataca mientras su cuerpo ya se va tirando hacia la calle.

Gallego: asegurar a Quijada, asegurar a Quijada. Y las ráfagas que en vez de "peinar" a lo largo del asiento delantero para poner fuera de combate a los dos, se incrustan en un solo destinatario.

Sólo tengo un pantallazo porque todo fue muy rápido. Detuve la moto. Al largarse el Gallego nos desviamos hacia un costado y la palanca de cambio pegó contra otro coche, y se torció. Quise enderezarla y se partió. La moto quedó en segunda y va no podía hacer cambios de velocidad.

Me di vuelta y vi al Gallego haciendo fuego; a la puerta del lado izquierdo del coche que se abría; una mujer que se fue sobre un kiosco de revistas v tiró abajo varios estantes; un Fiat 1500 que salió violentamente haciendo chirriar sus gomas contra el pavimento...

La puerta derecha que también se abría y el Gallego recamarando la ametralladora. Después ya venia hacia la moto.

La segunda ráfaga que alcanza al chofer en la mano con la que tiene la pistola y las otras que buscan al contraalmirante en la cabeza y en el pecho. El peso de su cuerpo cayendo sobre la puerta y abriéndola y la Halcón que se traba después de ocho tiros. Y el Gallego que dirán los testigos que sonríe, pero es que recibió un tiro del chofer y lo acusa con un rictus de dolor.

Quijada ya está muerto; unos pasos hacia la moto que espera en marcha. Cuando el Gallego se subió no sentí más tiros, aunque los diarios dijeron que un policía que pasaba por allí nos disparó. Entre el ruido de la moto y el del tránsito escuché que el Gallego decía "estómago". Y me puse contento porque pensé que en ese lugar le había puesto todas las balas a Quijada.

Cuando tomamos Pueyrredón noté que venia mal agarrado. Le grité que se afirmara mejor, y allí me dijo que tenía un balazo en el estómago. Entonces cruzó los brazos por encima de mis hombros y se reclinó sobre mi.

Llegamos hasta Pueyrredon y Libertador; había un embotellamiento del tránsito y la moto se paró. No podía ponerla en marcha de nuevo porque la palanca de cambios estaba rota, así que la dejamos en una plazoleta y ayudé al Gallego a caminar hasta el auto que esperaba en la playa de la Facultad de Derecho.

El Gallego Palmeiro recibió en la acción donde ajustició a Quijada, un balazo en el estómago sin orificio de salida. Conducido a una casa, murió cuando se lo iba a trasladar para intervenirlo quirúrgicamente.

Su primera pregunta al llegar a la casa había sido: -¿Lo maté?

Y cuando los compañeros que ya lo sabían por la radio le informaron que si, dijo: -¡Los vengué!

Los diarios de la época informaron profusamente de la muerte de Quijada. Lo que no dijeron, es que a partir de ese 30 de abril, el Gallego Víctor José Fernández Palmeiro, junto a los dieciséis mártires de Trelew, empezaba a vivir en el corazón de su pueblo.
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Fuente: "Liberación por la Patria Socialista", Nº 19.