Acostumbrados a estos magros eventos, el Ecuador entero asistió una vez más a vivir la farsa electoral convocada por el régimen de turno en aras de modificar la constitución con el pleno afán de consolidar la propuesta política de la burguesía burocrática del Ecuador.
La tendencia en Latinoamérica esta establecida. El reordenamiento político ha sido definido en salvaguarda de los viejos estados que si no establecen espacios o marcos de renovación se desmoronan ante los desesperados ojos del imperialismo y las burguesías criollas que han entendido que difícilmente pueden seguir gobernando de la manera como lo han venido haciendo durante siglos.
“La participación civil, la “revolución de los pueblos”, la “revolución civil” son las consignas que buscan comprometer la decisión de las mayorías en los arbitrajes políticos de los gobiernos que van renovando su participación en la estructura productiva del país con aquello de la participación ciudadana, proyecto que en el Ecuador diera inicio el régimen del Dr. Rodrigo Borja, expresión de la social democracia ecuatoriana.
Nunca antes el país ha vivido una aplicación tan literal en la propuesta económica de los preceptos económicos de Keynes, al igual que la fundamentación filosófica de Kant.
La crisis que vive el viejo estado demandaba con urgencia inusitada un puente conciliador entre la burguesía y las grandes mayorías. Había que dejar de lado la arrogancia, la prepotencia y los desafueros burgueses (en alguna medida, desde luego) a cambio de controlar un proceso de descontento popular que inclinaba los esfuerzos de lucha a la búsqueda de una etapa más decidora, más objetiva y en alguna medida también subvertora.
Ahí la figura de la nueva social democracia y de la burguesía burocrática que tiene la capacidad de absorber, coptar los berrinches de una izquierda” revolucionaria” que clama participación en las decisiones del Estado y desde luego en la danza y repartición de cuotas.
El desgate del modelo neoliberal ha entrado en un proceso de transición a un nuevo modelo liberal en donde la “optimización” del servicio y producción estatal tiene un rol más competitivo con la empresas privadas nacionales y transnacionales y que trata de no ser excluyente, y para esto maneja hábilmente el populismo nutrido de un discurso con una fuerte carga ideológica de izquierda.
Hemos visto como en la campaña electoral al asumir el estado la regulación de los gastos de propaganda, el baratillo de ofertas electorales que nada tenían que ver con el tema de la Asamblea se vio constreñido por la propaganda electoral gubernamental que abierta y descaradamente canjeaba votos por obras, presupuestos, asignaciones y otras tantas ofertas que definitivamente calaban en las aspiraciones de muchos sectores populares. El resultado se reflejó en los resultados, la contundente victoria del régimen y una recuperación del Presidente Correa en la “aceptación” a su gestión de los ecuatorianos.
A pesar de que el MPD no ganó sino pocos escaños (3) calificó su “victoria” como un hecho trascendente al interior de la izquierda revolucionaria. Por supuesto que aun no sabemos a cual izquierda se refiere, con toda seguridad a ese séquito de oportunistas chuchumecos que viven metiéndole a nuestro pueblo “gato por libre” con su discurso seudo revolucionario y como contraparte con su comportamiento oportunista, revisionista y contrarrevolucionario.
La propuesta de la Asamblea se ha consolidado. Esa es una verdad que debemos aceptar así nos disguste, el camino de la reestructuración y de las reformas estatales está en marcha. Las masas se han dejado embaucar una vez más y la crisis en la que viven han dejado de convertirse momentáneamente en un torrente que busque canalizar su organización en aras de luchar por el poder para ceñirse a un hábil proyecto de la burguesía burocrática que lo ha arrastrado a vivir la ilusión constitucionalista y falsamente redentora de que pueden erigirse en el marco del viejo estado y sus reformas.
Pero no caben aquí lamentos. Hay que evaluar, hay que trabajar más denodadamente. Hay que denunciar y combatir el carácter de clase que tiene la propuesta gubernamental de elaborar una nueva Constitución.
Las masas no han ganado nada, salvo una ilusión constitucional. Lejos, muy lejos está el Poder de estos vericuetos.