LA CONSTRUCCIÓN DEL PARTIDO, UNA NECESIDAD FUNDAMENTAL DEL PROLETARIADO
1. Es el propio capitalismo el que engendra les condiciones para su destrucción. Sin embargo, esas condiciones objetivas no bastan para derrumbarlo. El proletariado se ve sojuzgado en todos los planos -económico, político e ideológica- por la burguesía. Aún cuando el sistema capitalista de producción constantemente motiva la movilización obrera contra la explotación, ésta naturalmente no pasa de tener como objetivo el de recortar la dominación burguesa.
Burguesía y proletariado son clases antagónicas, y constantemente se da la tendencia a su mutua destrucción; pero, mientras la que tiende a lograr la burguesía es sólo parcial, para lograr superexplotar a la clase obrera (sin obreros no habría capitalismo), el proletariado tiende objetivamente a la destrucción total de la burguesía, ya que para terminar con la explotación debe liquidar la dominación burguesa.
Pero, esta tendencia surgida del seno del modo de producción capitalista, no puede manifestarse en plenitud y llegar a su realización espontáneamente. Es preciso que el proletariado, dominado en la sociedad capitalista, pase a ser dominador, y ello es pasible sólo si actúa unido y con el objetivo de tomar el poder.
Bajo el capitalismo es imposible que la totalidad de la clase llegué a tener una clara conciencia política. La división social del trabajo, el desarrollo desigual de las fuerzas productivas, la proletarización de las capas pequeño-burguesas, genera un desarrollo desigual de las luchas de la clase obrera y, por ende, una diferenciación en sus niveles de conciencia.
Si la clase obrera en su totalidad no puede llegar a tener una clara conciencia política, si sus luchas espontáneas no pueden llegar más que al recorte de la dominación, de dónde el proletariado puede adquirir su conciencia? Del desarrollo del pensamiento científico. El socialismo científico debe penetrar en la clase obrera. No en el conjunto sino en la capa de los obreros avanzados; aquellos que se destacan en la dirección de las luchas cotidianas de la clase y que adquieren, por su experiencia práctica, un nivel de conciencia sin llegar a cuestionar directamente la sociedad capitalista de conjunto, y por ende la necesidad de su destrucción, los prepara para su compenetración con el pensamiento socialista científico.
Esto implica la organización de todos los elementos que adhieren a la teoría revolucionaria, que se propone servir de guía de acción a las masas hacia la conquista del poder; es decir que en tramos de lleno en la cuestión de la organización revolucionaria, del Partido.
El núcleo de los intelectuales revolucionarios (elaboradores y portadores da la teoría revolucionaria) unidos a los obreros avanzados, son los componentes sociales básicos del Partido Revolucionario del Proletariado. Ciertamente estos componentes básicos no pueden guardar una proporción permanente. En los primeros pasos de construcción del Partido, los intelectuales revolucionarios son quienes tienen un peso relativamente elevado. Posteriormente al incorporarse numerosos obreros de 'vanguardia, la organización pasa a ser por su composición social una organización de clase, en tanto militan en sus filas los mejores, los más concientes elementos proletarios.
El partido es sinónimo de separación organizativa de la vanguardia con respecto a la clase y a las masas, no para aislarla sino para que pueda jugar mejor su rol de avanzada en la lucha de clases. Representa un nivel de conciencia distinto —en tanto superior— al de los organismos de masas, desde los sindicatos a los organismos de tipo soviético; el partido no sólo defiende los intereses inmediatos del proletariado sino también sus intereses históricos, en tanto que los organismos de masas surgen como organizaciones para la defensa del proletariado en la sociedad capitalista asociando -en algunos casos— a las masas trabajadoras según su papel en la producción.
Estos organismos jugarán un rol en la defensa de los intereses históricos del proletariado, sólo si existe una dirección, un partido revolucionario, capaz de orientarlos en ese sentido.
Por su propia especificidad -que los revolucionarios debemos respetar- en los organismos de masas entran todos aquellos dispuestos a luchar por sus reivindicaciones inmediatas sin restricciones de otro tipo. Mientras que al Partido sólo entran aquellos que han accedido a un nivel de conciencia superior, que reconocen la necesidad de organizarse independientemente del resto de la clase como partido político y que, por supuesto, acuerdan con sus posiciones políticas e ideológicas, con trabajar según una disciplina interna, con su programa y estén dispuestos a consagrar su vida a la lucha por la revolución socialista.
La separación organizativa del partido en relación a las masas no significa para nada que tenga intereses distintos a los del proletariado. Un partido revolucionario no se diferencia del proletariado en un sentido da clase, ni tiene otros fines ni otras tareas que las del proletariado. Esto es esencialmente lo que encarna la relación del partido con la clase obrera.
El partido tiene la tarea histórica de tratar de unificar bajo su bandera a la mayoría de los obreros, es por ello que un verdadero partido de clase no se. opone a las necesidades de las luchas obreras ni interpone otro interés partidario que no sea preservar en todas las circunstancias su independencia organizativa y política como partido.
Interpretado en este sentido, el partido es quien elabora el programa, las tácticas y las consignas con las que orienta a las luchas obreras, basándose siempre en la interpretación fiel de los propios intereses y necesidades de la clase, sin ceder por supuesto a visiones obreristas o pequeño-burguesas que surgen naturalmente en el seno de ella.
El Partido es la herramienta histórica con que la clase adquiere su conciencia. Su construcción no es un fin en sí mismo, sino sólo un medio, aquellos revolucionarios que por una práctica errada o una concepción equivocada incurren en este error, terminan contraponiendo sus intereses de casta o secta a los intereses del proletariado perdiendo así la capacidad de construir el partido de la revolución.
2. Resultaría absurdo establecer un límite numérico para hablar de Partido. Un núcleo revolucionario relativamente reducido en una situación revolucionaria, o en un alza significativa del movimiento de masas, puede ganar una influencia decisiva, merced a una política acertada, sobre los sectores más combativos del proletariado. Por otra parte, una organización pequeña, que se apoya en una organización Internacional de gran peso, tiene mayores posibilidades de incidencia. Tal es el caso de algunos Partidos Comunistas en las primeras épocas de la III Internacional: el Partido Comunista Chino pasa de un núcleo inicial de 50 miembros en 1921 a un partido de varias decenas de miles de militantes en 1927, dirigiendo importantes organizaciones de masas. Este rápido desarrollo obedeció a los dos factores anteriormente señalados. Ciertamente que la posibilidad de mayor o menor crecimiento está relacionada también con la mayor o menor virginidad política del proletariado, y con la existencia de corrientes reformistas en el movimiento obrero. Allí donde las masas movilizadas llevaron al estallido de una crisis revolucionaria y no existía prácticamente el reformismo, el Partido Comunista creció rápidamente, como en el caso más arriba mencionado. En 6 años el PCCh pasó de ser un grupo minúsculo a dirigir millones de personas en lucha.
Una situación pre-revolucionaria se caracteriza porque las premisas para una revolución están echadas; es decir, que no hay posibilidad de un crecimiento armónico del capitalismo, y las masas se movilizan por sus intereses inmediatos; pero, las condiciones subjetivas -el grado de conciencia y organización del proletariado y el desarrollo de la vanguardia- no están maduras. En tales situaciones, un Partido revolucionario, aún siendo minoritario con respecto a la clase y a los reformistas, puede mediante una política acertada aportar a la conversión de la situación pre-revolucionaria en revolucionaria, mientras que una organización pequeña se ve obligada en los hechos a acompañar el movimiento de masas, pudiendo jugar el rol de vanguardia sólo parcial y coyunturalmente.
Lo que define a una organización como revolucionaria no es el número de sus integrantes, sino su programa y su acción política. Sin embargo, las ideas revolucionarias, y las consignas, necesitan el material humana para ser transmitidas a las masas y organizarlas para la acción. Es por ello que una organización revolucionaria que pretenda hegemonizar a sectores significativos de la vanguardia obrera, necesita una mínima acumulación de cuadros obreros revolucionarios organizados en torno a su programa. Una pequeña organización puede constituir un firme embrión de Partido cuando ya constituye un polo de referencia para sectores crecientes de la vanguardia obrera, y por consiguiente en sectores del movimiento de masas, aunque todavía no puede influir significativamente en el conjunto del mismo.
Resumiendo este problema de fuerzas: podemos decir que sería ridículo que una organización que tiene 100 obreros en sus filas en un país de millones de trabajadores pueda constituir un partido de la clase obrera. Para que dicho partido exista realmente debe tener la fuerza suficiente como para jugar un rol en la lucha de clases y no sólo en situaciones revolucionarias sino en los periodos de preparación del ascenso.
3. En el país no existen partidos obreros reformistas da masas, así como no existe en el campo revolucionario ninguna organización que pueda considerarse un auténtico embrión de Partido proletario revolucionario. Las organizaciones revolucionarias o populares que pudieran constituirlo (PRT, Montoneros), responden a concepciones y llevan adelante una línea política que las aleja del marxismo revolucionario.
Analicemos brevemente las raíces da la inexistencia de un Partido Revolucionario en la Argentina.
Las condiciones subjetivas para la revolución (grado de conciencia y organización de las masas, y existencia del Partido revolucionario) están condicionadas por el marco objetivo, aunque no determinadas mecánicamente por ésta.
Una prolongada etapa de relativa "paz social", de disminución de las luchas de masas, no es el marco propicio para el desarrollo de tendencias revolucionarias; una burguesía fuerte en el plano económico puede absorber más fácilmente las luchas obre ras por reivindicaciones económicas, sobre todo si estas son parciales.
Con esto queremos decir que las raíces de la inexistencia del Partido revolucionario, deben buscarse también en la peculiaridad de la estructura socioeconómica del país y en la modalidad de dominación política ejercida por la burguesía.
La clase obrera argentina protagonizó desde inicios del siglo jornadas memorables de lucha por reivindicaciones económicas y por libertades democráticas. Sin embargo, estas luchas tenían sólo embrionariamente un carácter político. Un ejemplo de ello es que en cuestiones tales como la reivindicación del sufragio universal, no jugó ningún rol decisivo, y fue un sector de la propia burguesía (el radicalismo) el que llevó el peso esencial de la lucha por esta reivindicación democrática.
La existencia de poderosas organizaciones obreras en el plano sindical (FORA, UGT) no tuvo su correlato en el plano político. Por un lado, los anarquistas, que por su propia ideología no apuntaban a elevar políticamente en un sentido partidario a los trabajadores; por el otro, el Partido Socialista que nace reformista (bersteniano) y su fracción sindical, tomó cada vez más un carácter netamente sindicalista, siendo dicha fracción la que aportaría al peronismo parte de los elementos que constituirían su burocracia sindical. El Partido Socialista no aportó significativamente al desarrolla político del proletariado, aunque fuese de contenido reformista. El Partido Comunista vegeta, desde su fundación, como un grupo muy poco ligado al movimiento obrero durante años. Cuando comienza su penetración en la clase obrera, a mediados de los años '30, la Internacional Comunista estaba en pleno proceso de burocratización, e impregnada entonces de reformismo la política del PC.
Es así como la tremenda combatividad del proletariado, a lo largo de varias décadas, no se traduce en un desarrollo político que cristalizase por lo menos en la existencia dos grandes partidos reformistas.
El cambio de composición del proletariado que comienza a operarse en la década del '30, unido a la especial coyuntura económica producida por la guerra, facilita la puesta en práctica del proyecto populista, como ya se analizó en el capítulo anterior. Pero, es necesario destacar que este fenómeno se vio precedido por la burocratización de las organizaciones sindicales; y, más específicamente, por la traición del stalinismo, que a partir de 1941 llega a su máxima degeneración con la carnereada a las huelgas de la carne y que posteriormente confirmaría con su participación en la Unión Democrática.
Una situación propicia para la burguesía unida a las traiciones del stalinismo, producen una ruptura de las tradiciones obreras. El peronismo significó el entierro momentáneo de toda visión clasista en el movimiento obrero.
Es así que una de las causas fundamentales de la inexistencia del Partido la encontramos en las traiciones del stalinismo. De ningún modo podríamos afirmar que sin las traiciones del stalinismo y el desclasamiento del PS el peronismo no habría logrado dominar al movimiento obrero en el período de postguerra. Pero, una política revolucionaria del PC, desde fines de la década del 30, lo habría fortalecido, estableciendo una diferente relación de fuerzas durante el período peronista, capitalizando en mayor medida cuando el peronismo entraba en crisis y ante el golpe de Estado de 1955.
Las fuerzas de izquierda se encuentran desprovistas de referencias teóricas y políticas, originándose la peculiar pobreza de análisis que caracteriza a la nueva vanguardia en la Argentina. El stalinismo, causante de las mayores derrotas de la clase obrera a nivel mundial, se combina con las particularidades de nuestro país, encontrándose dicha vanguardia no sólo desprovista de referencias teorico—políticas sino, también, ante una clase ganada por el proyecto populista.
Aún cuando los motivos esbozados más arriba son los que explican en última instancia la inexistencia del Partido revolucionario, no podemos liberar (y liberarnos) a la izquierda revolucionaria de responsabilidades. Los errores de los revolucionarios cuentan, pero tampoco podemos generalizar sino que deberemos pormenorizar su carácter. Los que provienen de la adscripción a una política y una dirección internacional (caso PCR y su maoísmo), de las que componen una deformación (o degeneración) de un programa general correcto (caso PO, PST), etc.
Por sobre estas caracterizaciones que deben formar parte de nuestra lucha teórico-política, nos interesa señalar los rasgos que caracterizan a los nuevos sectores del activo.
4. La revolución cubana fue un revulsivo de las filas de la vanguardia, y aún cuando en nuestro país no haya tenido, en el inicio, la repercusión alcanzada en otros países de Latinoamérica, causó en los hechos un reordenamiento en su seno (el conflicto chino-soviético también provocó algunos movimientos pero de menor alcance).
El Golpe de Estado de 1966 habría de reactualizar las enseñanzas de la Revolución Cubana; contribuyendo a ello, también, los combates del Che en Bolivia.
En esos años se va gestando una nueva vanguardia que hace su presentación en la escena política nacional a partir del Cordobazo; fecha que marca, a su vez, un grave fracaso de las organizaciones de izquierda para prever, y mínimamente dirigir, la lucha de masas. El Cordobazo marca el inicio de la crisis del populismo y de la quiebra del predominio de la burocracia sindical sobre el movimiento obrero. Surge, entonces, una vanguardia amplia
que va adquiriendo un carácter de masas, y que si bien esté entrecruzada por diversas tendencias políticas, no esté mayoritariamente encuadrada desde el punto de vista organizativo en ninguna de ellas.
La etapa prerrevolucionaria abierta con el Cordobazo lleva a nuevas atomizaciones; la que se dio, no obstante, sobre la base de un crecimiento generalizado y gigantesco del activo, tanto revolucionario, como sindical, estudiantil y popular. Podemos contar por miles a los integrantes de organizaciones revolucionarias (aún cuando esas organizaciones sean centristas políticamente) y por decenas (o tal vez centenas) de miles a los componentes de la vanguardia amplia.
Hoy, las ideas revolucionarias entran en contacto con amplios sectores del activo obrero, debido a la conexión entre las organizaciones políticas y los sectores de vanguardia del proletariado. Globalmente, podemos decir que las condiciones hoy son mucho más propicias para las tareas de construcción del Partido, pero los peligros son también mayores. La crisis del sistema ha avanzado más rápido que la concientización y organización de las fuerzas revolucionarlas. Las condiciones subjetivas en esta situación prerrevolucionaria han madurado en dirección positiva, pero debido más al avance de la vanguardia amplia que por el crecimiento y coherentización de una organización revolucionaria.
La radicalización de importantes sectores del movimiento obrero ha disminuido en cierta medida, la distancia que mediaba entre vanguardia y masas. Un síntoma de ello es que las mismas organizaciones que se caracterizaban por su accionar militar esencialmente desvinculado de la lucha de las masas, hoy tienden a hacerlo en relación a importantes conflictos. Esto no disminuye para nada sus desviaciones sino que las coloca en otro plano. Ya no se trata tanto de la mala utilización de un método como eje diferenciador sino que se pone en primer plano lo esencial que es la concepción política, y la línea política para el movimiento de masas en la actual coyuntura.
La Revolución Cubana y, posteriormente, el proceso abierto con la instauración de la Dictadura Militar en 1966, produjeron importantes avances en la vanguardia. Su camino está jalonado de innumerables errores; producto, por un lado, de su ruptura empírica con el stalinismo, y por el otro, de los errores políticos cometidos por la IVo Internacional y de los sectores que adherían a ella.
Empero, en la cambiante realidad del país se han producido reacomodamientos y una evolución de sectores de la vanguardia revolucionaria que, sobre la base de un trabajo unitario de largo alcance, posibilitan su evolución hacia las posiciones del marxismo revolucionario. Estas transformaciones son evidentes si comparamos con el periodo anterior. Desde el '67, la organización trotskista asume la nueva realidad de la lucha de clases impulsando la lucha armada, pero con una concepción oportunista respecto al castrismo. El proceso comienza a invertirse luego del fracaso total del foco como concepción política y del paulatino cambio hacia posiciones reformistas de la dirección cubana.
Comienza a extenderse, entonces, en los sectores que provenían del castrismo, la adopción de las adquisiciones del marxismo. Conceptos clásicos que habían sido abandonados, empiezan a ser retomados. Es así que, mientras hace tan sólo 5 años, uno de los ejes polémicos era el reconocimiento o no de la necesidad de construir el Partido Revolucionario; hoy, prácticamente, no hay grupo u organización que no inscriba esa tarea en sus bases políticas, desplazándose la polémica hacia los caminos, las bases programáticas y los métodos de construcción del Partido.
No obstante, los notorios avances de la vanguardia revolucionaria siguen acompañados por sus antiguos defectos y taras: el impresionismo, el eclecticismo, el oportunismo, el militarismo,
etc., siguen campeando en sus filas.
5. La organización impulsa la construcción de un polo marxista revolucionario como una táctica que permita avanzar hacia la construcción del Partido en el actual período de la lucha de clases en la Argentina. Objetivo que esté enmarcado por las condiciones objetivas y subjetivas del período —la existencia de una nueva vanguardia amplia con carácter de masas cuya acción se da al margen de las organizaciones tradicionales- y por las actuales posibilidades de la organización y perspectivas de desarrollo.
La concreción de este objetivo por los marxistas revolucionarios será un paso importante y producirá un cambio cualitativo en el espectro de la vanguardia revolucionaria; que se expresará por la existencia de una organización capaz de ejercer sobre la vanguardia amplia una influencia alternativa al reformismo, al populismo y al centrismo.
Como táctica de construcción del Partido, el polo surge del análisis de la crisis de dirección del proletariado, del carácter de la vanguardia amplia, de las corrientes políticas que actúan en el seno del movimiento de mases, y de la debilidad y crisis de orientación del marxismo revolucionario en la Argentina; en el marco de una situación pre-revolucionaria avanzada.
En los últimos dos años se ha modificado dentro de la vanguardia amplia la participación relativa de los distintos sectores que la componen: una joven vanguardia obrera ha asumido el protagonismo de las movilizaciones y luchas, que antes llenaba la pe-queña-burguesía radicalizada, fundamentalmente la estudiantil, convirtiendo al movimiento obrero objetivamente en el eje de la vertebración de la acción y movilización unitaria de la vanguardia amplia.
Los factores económicos, sociales y políticos que han influido en la recomposición social de la vanguardia amplia, también han actuado sobre la vanguardia organizada; y lo seguirán haciendo en la actual tendencia con una intensidad y extensión —según surge del análisis del período- todavía mayores.
La táctica del polo está íntimamente ligada a ese proceso de recomposición social y política, de la vanguardia amplia y la vanguardia organizada; que hoy tiene como marco la crisis del populismo y la irrupción al terreno de las luchas de cada vez más amplios sectores del proletariado, a lo largo y a lo ancho del país.
En ese sentido, la táctica del polo debe prever la posibilidad de mejores condiciones de trabajo de los revolucionarios en el seno del movimiento obrero y de una mayor disponibilidad política de los trabajadores, y que sectores de la vanguardia revolucionaria evolucionen hacia el marxismo revolucionario para responder a las tareas que hoy están planteadas para la clase obrera.
Aprovechada esa situación favorable por los marxistas revolucionarios, el resultado será una organización capaz de actuar en el proceso desde una alternativa política; pero aún así, en ese estadio, no alcanzará a construir un embrión de partido. El desarrollo de ese polo conducirá al embrión de partido que aparecerá, entonces, como la culminación de una acumulación de fuerzas superior en el seno de la vanguardia amplia, abarcando sectores de masas.
La existencia del embrión de partido difícilmente se dé sin un proceso de quiebras organizativas en la vanguardia revolucionaria y amplia; y como consecuencia de un profundo reacomodamiento en su seno. El concepto de polo está ligado a la posibilidad de competir con las principales organizaciones; mientras que, el embrión, es el inicio de la posibilidad de monopolizar las fuerzas de la vanguardia, lo que llevará aparejada la creciente extinción de los grupos menores.
6. La construcción de un polo marxista revolucionario implica un proceso de clarificación política, reagrupamiento de fuerzas, dinamizado por una política de inserción en el movimiento de masas que haga posible verificar en la práctica las orientaciones; como único camino para avanzar en la construcción de una salida organización que tenga un peso y una influencia real sobre la vanguardia amplia.
Este objetivo de construcción sólo puede ser impulsado por organizaciones que tienen una participación directa y activa en la lucha de clases. Por eso la clasificación política y el reagrupamiento de fuerzas, deben sintetizarse al mismo tiempo en una política de inserción en el movimiento obrero y estudiantil.
En la medida que existe ya una vanguardia amplia fuertemente polarizada políticamente y un desarrollo significativo del movimiento de masas, una organización —aunque pequeña— superando los límites del propagandismo (clásico o armado), puede disputar parcialmente en dirección de la lucha de masas tomando iniciativas de acción y elaborando propuestas unitarias, que traduzcan en la práctica sus orientaciones.
En verdad nuestra organización no deja de tener un carácter propagandista por su grado de desarrollo; pero otra cosa distinta sería si lo fuera por carecer de una política para el movimiento de masas y no tener el objetivo de ganar la dirección de sus movilizaciones y organismos; y si además, debemos agregar, renuncia a plantear una táctica precisa en la perspectiva de la construcción del Partido.
La organización adhirió a la táctica del polo marxista revolucionario cuando resolvió mantener una relación privilegiada con la LCR para iniciar un proceso hacia la fusión; así concretaba en una práctica su visión en cuanto e la imposibilidad de la construcción del Partido a partir del autodesarrollo; y rompía con la autosuficiencia que caracterizó durante años a las pequeñas organizaciones de la izquierda revolucionaria en la Argentina.
Hoy esa visión de construcción debe ser profundizada para precisar sus lineamientos tácticos, ser más coherente con el objetivo que se propone alcanzar v responder a la situación actual de la lucha de clases. Lo contrario serla retroceder a posiciones voluntaristas, probadamente ineficaces a incompatibles con la superación de la debilidad del marxismo revolucionario en la perspectiva de construir una salida organización con un claro perfil político e ideológico, alternativo al reformismo, al populismo y al centrismo.
Para eso es necesario precisar lo que significa no tener una concepción basada en el autodesarrollo como camino para la construcción, en este período, de una organización marxista revolucionaria: es adherir a un criterio de construcción que combina el trabajo de penetración y desarrollo da la organización en el frente de masas, con la unidad de acción con las organizaciones de la izquierda revolucionaria; tendiendo al reagrupamiento de las fuerzas con una metodología capaz de garantizar la práctica común, el intercambio de experiencias, la profundización de los acuerdos y la superación de las diferencias con la polémica política e ideológica; en forma planificada en cuanto a los objetivos, ritmos y socialización del proceso.
7. En función de las condiciones políticas del actual periodo, en referencia a las masas y a la vanguardia amplia, la construcción de un polo marxista revolucionario debe considerar como una de sus aspectos fundamentales la elaboración de una correcta táctica que resuelva la relación de la organización con la vanguardia revolucionaria.
En la medida que negamos el camino del autodesarrollo como forma de alcanzar el objetivo del polo, partimos del reconocimiento de la posibilidad (o necesidad) de un frente único revolucionario, en algún momento del proceso hacia el reagrupamiento de fuerzas.
Pero ese reconocimiento de ninguna manera significa abandonar las premisas tácticas y metodológicas capaces de garantizar la construcción de una sólida organización con un perfil político que responda a las orientaciones del marxismo revolucionario.
En tanto variante táctica que surge de un análisis preciso, aceptar la posibilidad de una política de frente único no implica automáticamente —sino en proyección— la constitución de un organismo, que esté regido por una disciplina interna; tampoco implica que centremos todas nuestras expectativas y orientaciones en su constitución cuando las condiciones no estén dadas.
Un Frente Único, y más aún un Frente Único Revolucionario, es una sumatoria de fuerzas políticas con una personalidad independiente de la lucha política que se da entre sus integrantes. Esto implica un importante grado do acuerdos políticos llevados adelante por organizaciones asentadas sobre un relativo nivel de fortaleza política en sus definiciones y en su práctica verificable —entre organizaciones débiles y pequeñas— sólo en una actividad compartida que se inicja en los niveles de unidad de acción y reconoce a la misma como parte de Ia táctica de construcción del Partido en el actual periodo; la del polo marxista revolucionario.
Por eso para la organización el frente único no es una etapa previa a la del polo ni una alternativa táctica, sino la variante organizativa más probable de un proceso de fusión con otras fuerzas, en el, estadio más avanzado del mismo, antes de constituir una nueva organización marxista revolucionaria.
Por eso es que la táctica del polo no es sectaria, ni lleva implícita una sobrevaloración de nuestras posibilidades. Al contrario, implica la intención de instrumentar la superación del marxismo revolucionario, de aportar al proceso de recomposición de la vanguardia amplia y organizada; con una visión que parte de reconocer las limitaciones y la necesidad de la práctica en común como base para el intercambio de experiencias, y como marco de la polémica política e ideológica.
Ahora, con una mayor definición de esta táctica de construcción, es mucho más claro detectar el déficit de nuestra relación con AA de frente único: al darse sobre acuerdos débiles y carecer da una perspectiva precisa de acumulación de fuerzas y síntesis, no tuvo una metodología que permitiera la superación de la debilidad de ambas organizaciones en ese marco y una profundización de los acuerdos; llegándose al estado de una ruptura en los hechos que nunca fue saldada crítica y autocríticamente.
8. Es útil señalar las desviaciones en que cayeron las organizaciones que intentaron llevar a la práctica la construcción de un polo marxista revolucionario en la Argentina, y sacar conclusiones que nos permitan enriquecer una táctica de construcción superadora.
a) En el caso de la LC, esta organización cayó en el inmediatismo de querer resolver la construcción del polo mediante operaciones políticas superestructurales, y de este modo superar la dispersión de las organizaciones que se reivindicaban del marxismo revolucionario.
Para eso, partió de tener una concepción propagandista en relación a como llegar a ser una alternativa para la vanguardia amplia, en tanto no se sustentaba en una política para el movimiento de masas y una práctica en su seno. Además de una sobrevaloración de sus propias fuerzas y de reconocer en la adhesión a la IVo Internacional la base de los acuerdos con las otras organizaciones.
Su propia constitución como organización se había sentado en esos criterios (fusión de la Fracción Roja Bolchevique, Espartaco y Patria Socialista) y tuvo todo el aval de la IVo Internacional para emprender la tarea a otra escala; de ahí su euforia y suficiencia para autoproclamarse el eje del reagrupamiento de los marxistas revolucionarios y de la construcción del polo, como de la recomposición de la vanguardia amplia en la Argentina.
Al poco tiempo de dar los primeros pasos quedó desnudada la debilidad intrínseca de esta concepción de construcción: a una primera acumulación numérica de fuerzas, le sucedió un proceso centrífugo que llevó a la ruptura y dispersión de las mismas. Ni la LC resolvió superar su heterogeneidad y debilidad política inicial, ni el tipo de adhesión a la IVo Internacional que sustentaban las organizaciones fue condición suficiente para empezar a construir sobre la base de acuerdos sólidos.
b) En cuanto a la LCR, esta organización había dado algunos pasos teóricos en cuanto a precisar las características de la vanguardia amplia en la Argentina, las condiciones de su surgimiento y su comportamiento político; señalando también las causas de la crisis de orientación del marxismo revolucionario y su dispersión, para concluir con la tesis de que su superación no podrá ser obra del autodesarrollo de alguna de las organizaciones existentes.
Con esos elementos, la LCR le propuso al GOR mantener una relación privilegiada, para encaminarse en un proceso a la fusión entre ambas organizaciones. Este proyecto presuponía un perfil político más definido, y de hecho excluía a AA. con quien el G. se relacionaba en el marco de la propuesta del documento de las franjas.
Con esta perspectiva, la LCR dejó de lado la superación de sus debilidades y la postergó para resolverlas en el marco de la nueva organización que resultarla de la fusión. Entre las más graves podemos señalar la construcción de un equipo de dirección y la penetración en el movimiento obrero.
Con esta postura de un relativa abandono de seguir actuando plenamente corno una organización independiente, recortó las posibilidades del proceso de fusión y el marco de un trabajo unitario cada vez mayor en los frentes de masas, y se inhabilitó para verificar y cotejar en la práctica sus orientaciones.
c) En cuanto al G., asumió la relación privilegiada con LCR en forma muy heterogénea y se pueda decir imprecisa; siguiendo una metodología que impidió procesar integralmente la relación y comprender la trascendencia política de su avance al conjunto de la organización.
El análisis de estas experiencias, si bien sintético, deja como saldo un principio que la organización hace suyo: que todo proyecto político do reagrupumiento de fuerzas reconoce un proceso particular y colectivo que tiene una metodología coherente, con el objetivo de construir una organización marxista revolucionaria, y que éste no puede ser apresurado mediante operaciones políticas superestructurales y/o variantes en esencia voluntaristas; tanto a nivel del conjunto de las organizaciones como de cada una de ellas.
9. Con una visión más precisa del criterio de construcción del polo marxista revolucionario en el actual período y la incorporación crítica y autocrítica de las experiencias analizadas, la organización está en mejores condiciones de trabajar para alcanzar esa objetivo.
La tesis -que sostenemos como correcta- sobre la imposibilidad de que la construcción de un polo alternativo para la vanguardia pueda ser encarada por el autodesarrollo de una organización de las existentes, esté indisolublemente ligada a que la organización tenga una táctica permanente de unidad de acción con la izquierda revolucionaria.
No se nos escapa las dificultades que encontraremos para desarrollar la táctica enunciada. Sobre todo teniendo en cuenta que una pequeña organización se ve sometida a presiones que pueden desviarla, tanto hacia posiciones sectarias como oportunistas.
Estas dificultades reafirman la necesidad de tener claros principios políticos e ideológicos como garantía fundamental para poder influir sobre organizaciones no trotskystas, y contribuir a su evolución hacia el marxismo revolucionario en el marco de la actividad común.
Para la organización, entonces, la unidad de acción tiene como finalidad dos niveles que se influencian y estimulan recíprocamente: uno, el de llegar con mes fuerzas al movimiento de masas desde posiciones comunes con la izquierda revolucionaria, y, otro, el de servir de marco al proceso de construcción del polo marxista revolucionario.
Formulada la unidad de acción con este carácter, la organización adapta como premisas operativas para adecuar los lineamientos tácticos de la unidad de acción a las situaciones concretas que se presentan en el corto y mediano plazo, a las siguientes:
a) La unidad de acción entre la organización y la izquierda revolucionaria parte de definir correctamente los acuerdos políticos y de planificar su puesta en práctica, y termina -para cada experiencia- con balances críticos y autocríticos de la misma .
b) La unidad de acción entre la organización y la izquierda revolucionaria tendrá como marco, preferentemente, el trabajo conjunto en un sector del frente de masas; y la organización impulsará la polémica política e ideológica para profundizar los a cuerdos y delimitar las diferencias, con una metodología que garantice el intercambio y la socialización de la experiencia al conjunto de ambas organizaciones.
c) La unidad de acción entre la organización y la izquierda revolucionaria asumirá el carácter de privilegiada, cuando el grado de los acuerdos sobre los que se apoya es importante reconocido a partir de las formulaciones programáticas de la otra organización tanto como de su práctica- y coincidente en cuanto a entender la unidad de acción como parte de la táctica de construcción del Partido en el actual periodo.
Cuando la unidad de acción privilegiada evoluciona hacia una perspectiva probable de reagrupar fuerzas, la organización planteará formas organizativas superiores y los planes abarcarán la actividad global de ambas organizaciones. En este estadio, la unidad de acción privilegiada podrá tener una dirección política compartida, aún cuando las organizaciones mantengan su respectiva delimitación organizativa en todos los planos, la independencia política sobre los puntos programáticos diferenciados y el derecho a aparecer con su perfil político propio en los sectores de intervención; es decir que podrá adoptar la forma de un frente único revolucionario cuya perspectiva en el corto plazo será un congreso de fusión de las organizaciones que lo integran.
10. De esta forma sostenemos que, en el actual estado de desarrollo y consolidación política de la organización, la unidad de acción será la expresión de su política de frente único; que en situaciones particulares podrá evolucionar hacia la forma de un frente único revolucionario.
Pero lo que caracteriza a nuestra política de frente único no es su evolución táctica, sino su subordinación al objetivo de construir una organización marxista revolucionaria, capaz de convertirse en un polo alternativo para la vanguardia amplia, en el actual período.
Esto quiere decir que la organización sólo se disciplina a un frente único estable con otra u otras organizaciones cuando es el resultado de un proceso de unidad de acción sobre acuerdos importantes; verificados en la práctica común en los frentes de masas y tiene como perspectiva en el corto plazo la fusión de las fuerzas sobre bases políticas definidas en un Congreso conjunto, del cual surja una organización con más fuerzas y un perfil poli tico marxista revolucionario más definido.
En caso contrario, y como el primer nivel de un proceso que trabajaremos para profundizarlo, la política de frente único de la organización, en tanto táctica de construcción, del polo marxista revolucionario, significará lograr la unidad de acción en ámbitos determinados y sobre ejes precisos (por ejemplo la constitución de un bloque de izquierda en las coordinadoras, una campaña de propaganda y agitación contra la represión, etc.).
La unidad da acción de la organización con la izquierda revolucionaria, entonces, parte de tener acuerdos sobre ejes precisos, pero no de la constitución de una organización permanente de frente único. Las organizaciones que realizan acuerdos de tal tipo no están atadas a ningún lazo disciplinario; la coordinación sobre un eje determinado no obliga a lo mismo en todos los Aspectos de la vida política de una organización.
La constitución de un frente único revolucionario cuando no están dadas las condiciones significa -en los hechos— abandonar la perspectiva de trabajar para la construcción de una organización marxista revolucionaria, en tanto que las diferencias políticas obligan a una polémica permanente y distracción de nuestras pequeñas fuerzas; se arriesga el proceso de homogeneización y definición política da la organización; debilita nuestro trabajo partidario en el movimiento obrero, lleva inevitablemente a una dilución política y organizativa, y crea las condiciones para que se pierdan nuestras referencias programáticas y teóricas.
Otra variante puede ser que la organización impulsara alguna forma de frente único revolucionario que represente una visión deformada del mismo, como lo es el MSR. Es decir una organización que crea una estructura organizativa para elementos independientes de la vanguardia revolucionaria y grupos más pequeños, en donde el rol hegemónico de una organización debilita a los de más componentes para dirigirlo. Una estructura de frente de ese tipo no es más que una táctica de la organización hegemónica para captar a los elementos independientes y a pequeños grupos. El fin no es reprobable pero el medio es engañoso.
Hoy nuestras fuerzas deben ser volcadas fundamentalmente a la consolidación de una organización políticamente homogénea; en la penetración en el movimiento obrero, ganando para sus filas a los mejores elementos de la vanguardia obrera; desde allí la organización estará en mejores condiciones para encarar la unidad de acción con la izquierda revolucionaria a diferentes niveles, como táctica de construcción de un polo alternativo para la vanguardia.
11. El criterio de construcción que ha superado la visión del autodesarrollo, y en el actual periodo trabaja para el logro de un polo marxista revolucionario, combina sus tácticas de acumulación de fuerzas en los frentes de masas con las orientadas al reagrupamiento de fuerzas de la vanguardia revolucionaria.
Por vanguardia" revolucionaria entendemos a aquellas organizaciones y militantes que se caracterizan por orientar su actividad teniendo como norte el enfrentamiento conciente al sistema; y para considerarlas en cada situación debemos analizar sus posiciones y su práctica tomando como referencia algunas definiciones básicas generales:
a) Aceptación del carácter proletario de la revolución en la Argentina.
b) Aceptación por principio de la necesidad de la dictadura del proletariado como camino inevitable hacia la construcción de la sociedad socialista.
c) Aceptación de que el único camino para le dictadura del proletariado es el alzamiento armado da las masas destruyendo el Estado burgués.
d) Reconocimiento de la necesidad de construir el Partido Revolucionario del Proletariado y como tarea central en la actualidad,
e) Participación en los organismos de masas, especialmente en los sindicatos (coordinadoras, comités de lucha, etc.) fomentando la organización autónoma da la clase.
f) La organización clandestina de sus militantes.
g) El ejercicio de la violencia, por lo menos en el nivel de autodefensa de las actividades propias de la organización y del movimiento obrero: represalias a carneros, burócratas, patrones; en tomas de fábricas; defensa armada de los locales sindicales, volanteadas y participación en asambleas; defensa de manifestaciones; etc.
h) No avalar a nucleamientos burgueses, y no defender las ins tituciones del Estado burgués.
No tomamos estos lineamientos como algo rígido, de modo que si no se correspondiera exactamente con ellos se dejaría de ser revolucionario, sino que los consideramos en su conjunto, en su relación orgánica y en su resolución; teniendo muy en cuenta el proceso que esté haciendo la conciencia colectiva del sector u organización de la vanguardia que analizamos, y su curso más pro bable.
Entonces, esta caracterización de la vanguardia revolucionaria no hace más que dotar a la organización de un criterio que explique la situación de determinadas organizaciones en la actualidad, de tal manera que le permita instrumentar la táctica de unidad de acción en los niveles que corresponda; sin ningún tipo de sectarismo ni oportunismo.
La mayor parte de las organizaciones, grupos y militantes de la vanguardia revolucionaria, sigue una política de carácter centrista; es decir, líneas fuertemente teñidas de resabios del stalinismo, de populismo, de combinaciones de oportunismo con vicios sectarios, variaciones acríticas del derechismo al ultraizquierdismo y viceversa. Esta política centrista es el producto de la ruptura empírica con el stalinismo, no sólo en el plano nacional sino también, y fundamentalmente, en el internacional. La política centrista de esas organizaciones es pasible de evolucionar tanto a posiciones del marxismo revolucionario, como también llevarlas a la cola del reformismo. El centrismo permanentemente oscila entre esos dos extremos, y puede durante mucho tiempo no tocar ninguno de los dos.
Vale la pena reiterar que cuando analizamos a la vanguardia revolucionaria, debemos partir de lo que son las organizaciones: no sólo lo que plantean, sino también lo que hacen y cómo están ubicadas en el proceso revolucionario. Es así como comprendemos que organizaciones políticamente centristas puedan ser consideradas revolucionarias, aún cuando esto en una acepción estricta de la palabra resulte contradictorio.
Por otra parte, es preciso comprender que en política no hay una condición suficiente para ser considerado revolucionario. La práctica es el criterio último de la verdad, pero lo es en relación a los grandes procesos revolucionarios, no a la mayor o menor cantidad de militantes, a la penetración en el movimiento obrero o al número de acciones. El bolchevismo probó en 1917 que era el Partido Revolucionario llevando a las masas al poder; la lucha anterior del Partido bolchevique fue la defensa del marxismo contra el revisionismo, contra el oportunismo, preparando las condiciones para dar la gran pruebo práctica.
Pero, incluso después de haberla dado, no estuvo inmunizado contra las desviaciones, ni recibió el título de revolucionario por la eternidad; todo lo contrario, el partido de Lenin degeneró, expulsando y aniquilando a los auténticos revolucionarios. Este ejemplo es una prueba de lo que decíamos antes sobre la inexistencia de una condición suficiente para ser considerado revolucionario. Si consideramos al trotskysmo la condición necesaria significa que sólo a partir de su defensa política, de la aceptación de sus bases, podemos elaborar una política verdaderamente revolucionaria.
Como vemos, el término vanguardia revolucionaria no señala a un sector homogéneo y estático. Junto a organizaciones en ascenso, otras se encuentran en crisis y llegan incluso, a desaparecer de la escena.
Estos reacomodamientos y fracturas se explican, en gran medida, por la complejidad que ha adquirido la lucha de clases, tanto en el orden nacional como en el internacional. En la dispersión de las fuerzas de las FAL, no sólo jugó la imposibilidad de conciliar su ultramilitarismo con el ascenso de la lucha de masas en nuestro país sino también la declinación del castrismo. A sí como en el crecimiento experimentado por el PRT, que lo ubica como segundo polo de la vanguardia amplia, no sólo jugó su posición de lucha contra la dictadura, primero, y posteriormente contra el gobierno peronista, sino además las proyecciones de la victoria de la revolución vietnamita (aunque de manera indirecta).
Otro factor de importancia, en este proceso de dispersión y reacomodamientos, es la ausencia da una política para la Argentina por parte de la IV Internacional -fundamentalmente de la TMI-, que en una seguidilla impresionante de errores ha llevado a la actual crisis del marxismo revolucionario lo que hoy nos obliga a superar esta situación contando casi exclusivamente con nuestras propias fuerzas.
Aún cuando consideramos que en el conjunto de la vanguardia revolucionaria los aspectos revolucionarios tienen preminencia sobre los rasgos reformistas; y que esto determina en términos generales que debemos apuntar, en todo momento, a lograr su evolución hacia las posiciones del marxismo revolucionario; no quiere decir que hoy sea posible lograrlo con el conjunto: no debemos concebir el reagrupamiento de las fuerzas de la vanguardia revolucionaria como un proceso lineal o ininterrumpido.
En la actualidad, sólo con una franja muy minoritaria de la vanguardia es posible pensar la concreción de dicho proceso de reagrupamientos, puesto que dos cuestiones de importancia inciden en éste: por un lado, el grado de acercamiento programático; y, por el otro, la relación de fuerzas existente.
Es obvio que en el caso de organizaciones como el PRT no podemos pensar en términos de reagrupamiento. Sí, en cambio, debemos tender a lograr en la actualidad la neutralización de sus rasgos reformistas y oportunistas, cimentando —con ellos- en lo máximo posible, la unidad de acción en los organismos de masas, coordinando respuestas a la represión, etc.
12. En el seno de la vanguardia amplia actúan un conjunto de corrientes cuya política en los hechos, y también en la mayoría de los casos en sus programas, no apuntan al derrocamiento del sistema capitalista sino a su reforma, luchando contra los aspectos más irritativos del mismo. Esta amplísima franja está compuesta por organizaciones cuyas concepciones varían desde el reformismo pequeño-burgués hasta el reformismo proveniente de degeneraciones de corrientes del movimiento comunista mundial (PST).
Como no representan a una burocracia cristalizada, sino que expresan la radicalización de sectores medios de la población, y de modo indirecto, la combatividad y radicalización de los trabajadores, no podemos tildar a es tu amplísima franja como lisa y llanamente reformista. Evidentemente, los Montoneros no son lo mismo que el PST: en muchos aspectos aquellos estén a la derecha, pero al mismo tiempo tienen raíces sociales más profundas y una práctica combativa que en numerosos casos los coloca a la izquierda.
Estas corrientes se caracterizan por una acentuada volubilidad política, tal el caso del viraje "izquierdista" de Montoneros al autoproscribirse, o la progresiva derechización del PST. Este fenómeno contrasta con la relativa estabilidad del stalinismo: la burocratización del PC y su dependencia de Moscú atemperan cualquier posibilidad de cambio brusco.
Las notorias diferencias de origen, de sectores sociales representados, de táctica política entre estas organizaciones no nos pueden hacer olvidar que desde el punto de vista de los intereses históricos del proletariado nuestro objetivo debe ser quitarles espacio político, ganarles sectores de sus bases, ya que éstas están compuestas por honestos militantes obreros y populares, si bien sus direcciones y sus proyectos políticos son incompatibles con la construcción del Partido revolucionario del proletariado y con el triunfo de la revolución proletaria.
Con los sectores reformistas o populistas de la vanguardia amplia deberemos tratar de impulsar parcial y coyunturalmente, una táctica de unidad de acción-abordamiento. La unidad de acción parte de una necesidad objetiva de presentar un frente único ante el enemigo de clase; el desbordamiento, es decir el impulso de la movilización por objetivos superiores a aquellos que motivaron la unidad de acción y con métodos revolucionarios, tienen el fin de mostrar a las bases de esas corrientes que su direcciones son inconsecuentes y terminan frenando y negociando las luchas.
La táctica de unidad de acción-desbordamiento sólo es posible donde existe una relación de fuerzas dada, en que los revolucionarios aún siendo minoría tienen la capacidad como para disputar prácticamente la dirección de la movilización; por eso en nuestro caso sólo puede ser aplicada en algunas ocasiones y no podemos considerarla como posible de generalizar,
13, Un gran porcentaje de la vanguardia amplia (tal vez la mayoría) no esté encuadrada organizativamente en el plano político, y constituye lo que se llama el activo independiente.
En el movimiento obrero, este activo que frecuentemente está a la cabeza de las luchas de las masas y dirige organismos recuperados -tal el caso de comisiones internas, cuerpos de delegados, seccionales, o de organismos como las coordinadoras de gremios en Córdoba— es disputado por todas las organizaciones mencionadas.
Los independientes permanecen como tales porque frecuentemente, subestiman el rol de la organización política, sobreestimando la espontaneidad de la clase obrera en el proceso da su concientización política; contribuyen a acentuar estas deformaciones las actitudes sectarias de las diferentes corrientes políticas que no aparecen como opción para importantes sectores del movimiento obrero al anteponer sus intereses de grupo a los del movimiento de masas.
Por cierto que ganar importantes sectores del activismo independiente es fundamental para toda organización revolucionaria, pero debemos tener conciencia de que será una ardua tarea. La única política que puede rendir frutos es la que se base en propuestas de unidad de acción —con este sector— en los organismos de masas. Esta unidad de acción buscará favorecer al desarrollo y coordinación a nivel nacional de los polos clasistas actuales y los que se constituyan en el proceso de recomposición del movimiento obrero (coordinadoras, comisiones internas, etc.); llevando a cabo, al mismo tiempo, una implacable lucha contra el independientismo como producto de una concepción política espontaneísta.
Aquí llegamos a un punto crucial de toda nuestra visión de acumulación de fuerzas para la organización revolucionaria: no podemos reclutar individualmente, reagrupar fuerzas de la vanguardia revolucionaria, ganar sectores de base al populismo, reformismo, etc., sino lo hacemos sobre la base de propuestas para el movimiento de masas. Todo obrero conciente o activista estudiantil por muy interesado que esté, por ejemplo, en la discusión sobre las diferentes corrientes del movimiento comunista mundial, espera ante todo sugerencias concretas para guiar la lucha que cotidianamente lleva a cabo o dirige contra la patronal, la burocracia, el gobierno, la represión, la limitación, etc.
Esto confirma que en última instancia, el polo marxista revolucionario se constituirá en torno a un programa de acción para las masas, que partiendo de sus necesidades tienda a movilizarlas mediante consignas, que sólo son realizables durante un corto período de tiempo dentro del sistema capitalista, ya que la concreción generalizada de dichas consignas generan una dinámica tendiente a la destrucción del mismo.
Considerando que estas necesidades se dan en el periodo de descomposición del capitalismo, en una situación de crisis generalizada de la economía capitalista mundial, que sienta las premisas objetivas para la construcción del socialismo, reafirmamos la actualidad de dicho programa de transición, cuyas consignas expresan un cuestionamiento a la propiedad burguesa y al sistema de dominación política del capitalismo. Tales consignas son: escala móvil de salarios y de horas de trabajo; el control obrero de la producción y la apertura de los libros de cuentas; el arma mentó del proletariado y capas populares, etc.
Ahora bien, si nuestro programa se basa en el desarrollo social y se dirige en último instancia a las masas, la instrumentación del mismo, la agitación de determinadas consignas en lugar de otras, debe tener en cuenta el estado de ánimo de las masas y las fuerzas de los revolucionarios.
Es por esto que es inseparable de nuestro programa la elaboración de planes da acción capaces de nuclear tras sus objetivos a las Fuerzas revolucionarias.
Toda organización debe planificar su actividad y presentar planes de unidad da acción a las otras fuerzas de la vanguardia. Es decir, debemos corporizar los lineamientos tácticos esbozados en los puntas anteriores (a partir del sexto), esto se expresará en las Tareas de los revolucionarios en el actual período, en el subcapitulo correspondiente (período], y en el que trata la poli tica para el movimiento obrero.
14. El carácter explosivo de las luchas en nuestro país, la particularidad de la ofensiva represiva, ponen en el tapete la cuestión de la clandestinidad y de la violencia con singular énfasis.
Es claro que al caracterizar que en el país la dominación capitalista no se da en el marco de la democracia burguesa sino esencialmente bajo formas bonapartistas, desembozadamente represivas, la organización marxista revolucionaria se construye en la clandestinidad y sólo desde allí es lícito estudiar el aprovechamiento de los resquicios legales, siempre y cuando no implique poner en manos de la represión a la organización. El desarrollo de estos puntos nos lleva a la conclusión del tipo de organización que debemos construir. Nosotros concebimos a la organización como político-militar.
La violencia la consideramos en dos aspectos, y pensamos que su impulso es parte inseparable de nuestro proyecto de construcción del polo marxista revolucionario.
a) El aspecto derivado de las luchas de las masas: la autodefensa, la propagandización y agitación de sus necesidades, la educación de los militantes obreros para realizarla y la organización de los mismos para tal fin. Pero, entendemos que la organización debe impulsar esa autodefensa incluso donde los trabajadores no están debidamente organizados y sin apuntar a una concepción sustitucionista, realizarla aún donde los trabajadores debidamente organizados apoyan la acción, dan datos, colaboran de diversa manera, etc. Es decir que le damos al término de autodefensa una acepción amplia no sólo por quienes la practican sino, también por estar ligado a la defensa de un conflicto, o de una organización sindical.
b) La utilización de las acciones armadas efectuadas por la vanguardia, para denunciar, propagandizar y agitar. De ningún modo aprobamos las acciones que tienen una dinámica de sustitución de la lucha de masas, aún cuando en determinados aspectos una acción determinada pueda aparecer ejerciendo algo que deberán hacer los obreros. Por ejemplo: una acción de denuncia de un negociado de la burguesía, es ni más ni menos, que una apertura de los libros de cuentas; es evidente que esto en forma generalizada deberán hacerlo los trabajadores cuando establezcan el control sobre la producción. Pero, pese a esta aparente similitud, es preciso aclarar que la apertura de los libros de cuentas en manos de los obreros es su aprendizaje para la administración de la economía en el socialismo, mientras que una acción de la vanguardia pretende algo mucho más elemental, por ejemplo: mostrar que la burguesía que tiene toda la legislación a su favor la viola constantemente, o cómo aún cuando diga que su empresa no es rentable en realidad ha realizado ganancias fabulosas.
En la acción de la vanguardia la denuncia tiene sólo un valor demostrativo; cuando las masas efectúan ese control estamos en presencia de un cambio cualitativo de su conciencia, al realizar ellas mismas su experiencia.
Por cierto que nuestro objetivo es que las masas hagan esa experiencia y no que la vanguardia les demuestre qué es lo que deben hacer; pero, consideramos que el camino de concientización de la clase y de construcción del partido es muy complejo, y que como parte de ese camino la vanguardia debe utilizar la acción armada, aún aquéllas que hoy no están directamente relacionadas con la lucha de masas pero que son parte del proceso de lucha de clases más general. Y, aún cuando no pensemos que las masas van a realizar ese tipo de acciones en forma inmediata, como las que tienen que ver con la ejecución de torturadores y personeros de la represión.
Por otro lado, debemos señalar que hay acciones que siendo lícitas como medio de propaganda y agitación para una organización, nunca podrán ser realizadas por las masas porque tienen un carácter exclusivo da acción de vanguardia como por ejemplo, las tomas de fábricas para realizar una arenga.
(DE “EL PARTIDO Y LAS TAREAS DE LOS REVOLUCIONARIOS”. PRIMER CONGRESO DEL GOR. MARZO DE 1976)