AGRESIÓN DE URIBE AL ECUADOR, UN INTENTO MÁS POR REGIONALIZAR EL CONFLICTO COLOMBIANO
La violación de la soberanía ecuatoriana y la masacre a los combatientes colombianos, que pernoctaban 3 kilómetros adentro de la frontera de Ecuador, es la punta de una ofensiva para irradiar el conflicto en el resto de la región, un nuevo y descarado paso en la aplicación del Plan Patriota (segunda parte del Plan Colombia)
La presiones del imperialismo norteamericano y de Uribe Vélez para que los países fronterizos intervengan en el conflicto colombiano, apoyando la estrategia guerrerista que se proponía aniquilar a la fuerzas guerrilleras, ha resultado un fracaso. Primero, porque los gobiernos de Venezuela, Ecuador y otros países, han afirmado categóricamente que no intervendrán en la guerra interna colombiana; su posiciones significan algo más que cautela, pues conocen de las obsesiones guerreristas de Uribe Vélez, de su baja calidad moral, de sus vínculos con el narcotráfico y el paramiliarismo, que han invadido la institucionalidad política colombiana en todos sus estamentos: Congreso Nacional, Fuerzas Armadas, Policía Nacional, ministros y funcionarios del gobierno.
Segundo, porque las grandes inversiones norteamericanas (7 mil millones de dólares para armamento y combatientes), que solo es superada por las inversiones realizadas en Israel, hacen que varios de los gobiernos de América Latina miren con preocupación ese poderío militar, que lo cataloguen como una amenaza a su propia estabilidad, sobre todo porque este poder está en manos de un gobernante obsesivo, ultraderechista, que esta fomentando un estado policiaco y fascista.
Tercero, porque el triunfo obtenido por Hugo Chávez, en Venezuela (prácticamente en la misma época de creación del Plan Colombia) truncó las posibilidades de Colombia de tener un aliado por la frontera norte. A esto se suma el triunfo de Rafael Correa, en Ecuador, quien desde su campaña expresó su rechazo a las imposiciones imperialistas: planteó que los militares norteamericanos de la Base de Manta se irían en el año 2009; se opuso reiteradamente a la aspersiones de glifosato en la frontera ecuatoriana; terminó sellándole, a Bush y Uribe, las posibilidades de aplicar la táctica de ‘yunque y martillo’, que pretendían usar contra la guerrilla, por el sur de Colombia.
Cuarto, porque el Plan Colombia y su segunda fase, el Plan Patriota, que fueran ideados por el Pentágono y el Departamento de Estado de EEUU, en 10 años de aplicación han sido un fracaso rotundo internamente, pues no ha podido derrotar militarmente a la guerrilla colombiana y, particularmente, a las FARC, organización que ha asestado duros golpes al ejército colombiano y ha extendido su estructura y actividades a todo el territorio. Esta situación le obligó a Uribe a invocar la intervención militar directa de las tropas norteamericanas, aspecto que no está descartado: como lo señaló la ex embajadora de EEUU en Colombia, Anne Patterson (Diario el Tiempo, marzo 2006), “Si Colombia lo pide, EEUU intervendrá el país para capturar guerrilleros de las FARC… La guerrilla es ahora nuestro principal blanco”.
Sin embargo, ese principal blanco no es fácil de derrotar militarmente: ahí están más de 50 años de lucha guerrillera para demostrarlo; ahí están más de 7 mil millones de dólares gastados infructuosamente en la ultima década; ahí está más de diez presidentes colombianos que han intentado derrotar por esta vía a la guerrilla, ninguno ha tenido éxito; el mamotreto de Uribe no será la excepción.
La agresión militar y la violación de la soberanía ecuatoriana constituyen una de las más graves acciones de provocación que últimamente ha realizado Colombia contra sus dos vecinos, Venezuela y Ecuador; esta acción está dirigida a reflotar a un desgastado George W Bush y a Álvaro Uribe (en sus afanes de reelección), pero sobre todo está dirigida a golpear los procesos democráticos y patrióticos que se desenvuelven en los dos países; esta operación es parte de la ofensiva imperialista para desestabilizar desprestigiar a estos regímenes en el plano internacional; la gran ofensiva mediática intenta vincular a estos gobiernos con las FARC, ataca a los dos gobiernos usando las más absurdas mentiras.
Es evidente que un gobernante apátrida y pro fascista como Uribe ha recibido varios espaldarazos del gobierno de Bush, quien se ha hecho de la vista gorda frente a las escandalosas denuncias sobre las vinculaciones del presidente colombiano con el narcotráfico y el paramilitarismo. Hoy no ha sido la excepción, pese a que está claro la violación de la soberanía ecuatoriana, la Casa Blanca ha declarado que “respalda las tesis del gobierno colombiano y que pedirá más ayuda económica al congreso para el combate a lo que ellos llaman terrorismo”. De fracasar Uribe, pese a esta ayuda, no sería nada raro que los imperialistas lo desechen y tenga el mismo destino del ex presidente de Panamá, Antonio Noriega, quien guarda prisión en alguna cárcel norteamericana.
La popularidad que se dice tiene Uribe al interior de Colombia, es una burbuja que ha crecido sobre la base de la mentira, de la manipulación mediática; tiene como soporte el terrorismo de Estado, los tentáculos criminales del paramilitarismo; el poder económico del narcotráfico; esta situación no es nueva en Colombia, pues el poder oligárquico ha tenido su sustento principal en estas prácticas y pese a eso no han logrado detener la lucha del movimiento popular colombiano y de las fuerzas insurgentes como las FARC.
Esta provocación del eje Washington –Bogotá debe servir para que los pueblos y los gobiernos democráticos, con posiciones nacionalistas y patrióticas, como los de Ecuador y Venezuela, unifiquen sus estrategias para enfrentar una arremetida regional contra uno de los pocos y groseros reductos del fundamentalismo neoliberal, del autoritarismo del crimen y la corrupción: Colombia.
Es una oportunidad para afirmar la conciencia antiimperialista, para desenmascarar y unir los pueblos en la lucha por la ruptura definitiva de la injerencia y el dominio del imperialismo norteamericano.
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Artículo de Semillero Insurgente, revista de los Grupos de Combatientes Populares