El pueblo de Nicaragua sufre el sojuzgamiento de una camarilla reaccionaria impuesta por el imperialismo yanqui prácticamente desde 1932, año en que Anastasio Somoza G., fue designado jefe director de la llamada Guardia Nacional (GN), cargo que en las anteriores ocasiones había sido ocupado por oficiales yanquis. Esa camarilla ha reducido a Nicaragua a la condición de una neocolonia, a la cual explotan los monopolios yanquis y la clase capitalista del país.
La crisis económica que ha venido sufriendo el país se ha agudizado actualmente. En los años inmediatamente anteriores a 1966 la economía nacional creció a una tasa anual del ocho por ciento. En cambio, en los años de 1966 y 1967, descendió a 3.1 y 4.6, respectivamente. La producción del algodón, que desde el año 1950 había venido logrando un cierto crecimiento, en el futuro es poco lo que podrá aumentar. Por una parte, se presenta una saturación del mercado capitalista exterior abastecido por la producción nacional, y por otra, surge la competencia de la fibra artificial. De hecho la cosecha correspondiente a la siembra del año 1968 ha sufrido un serio descenso en los precios ofrecidos por el mercado capitalista exterior. Esto último ha inducido al gobierno del país a establecer relaciones comerciales con algunos países socialistas, en los cuales será colocada una parte de la cosecha de algodón. Este cultivo comprende el veintiséis por ciento de la tierra sembrada en Nicaragua.
En cuanto al café, que es el segundo producto de exportación, existe ya una superproducción, que no puede ser colocada en el mercado capitalista. Respecto al azúcar, fuentes oficiales afirman que es improbable que el ritmo de expansión de dicho producto pueda detenerse en el futuro inmediato. La explotación de minerales como el oro y el cobre, que se encuentra directamente en manos de inversionistas extranjeros, paga al fisco sumas ridículas por concepto de impuestos. Paralelamente ha continuado en aumento la entrega de las riquezas nacionales a los monopolios yanquis. En 1967, por ejemplo, fue puesta en vigor una ley que convierte a la compañía yanqui Magnavox, compañía especializada en la explotación de bosques, en amo absoluto sobre un millón de hectáreas del territorio nacional.
Al mismo tiempo, la camarilla gobernante maneja los fondos de los bancos estatales como si fueran fondos personales, mientras los vicios y el contrabando alcanzan dimensiones superlativas. La familia Somoza, que al asumir el poder disponía de recursos económicos muy limitados, ha obtenido un vasto feudo, cuyos dominios rebasan las fronteras de Nicaragua y se extienden a los demás países de Centroamérica.
En Nicaragua prevalece, además, una injusta distribución de la tierra. Informes estadísticos correspondientes al año 1952 señalan que unos pocos propietarios controlan el cincuenta y cinco por ciento de la superficie total de las fincas particulares.
Nicaragua ofrece condiciones excepcionales para el desarrollo de la ganadería. Sin embargo, ha descendido el consumo de productos derivados del ganado y el aumento de las exportaciones, en buena medida ha dependido de la venta al exterior de hembras que hubieran contribuido al aumento de la cantidad de animales.
Las ventajas que ofrecen a los grupos exportadores el cultivo de productos para el mercado extremo, y en este caso la siembra del algodón, ha provocado que el cultivo de los productos alimenticios se efectúe en las peores tierras, lo que al mismo tiempo ha obligado a la importación para atender este importante renglón.
Nicaragua está entre los países que han resultado más perjudicados por la llamada integración económica centroamericana. Es sabido que tal integración no ha sido más que un plan para multiplicar el sometimiento económico de Centroamérica a los monopolios yanquis. Este escandaloso hecho ha alcanzado tal magnitud que voceros del propio régimen nicaragüense se han visto en el compromiso de declarar públicamente que las industrias establecidas como resultado de la integración no favorecen el desarrollo económico nacional.
En Nicaragua, al igual que en los demás países de Centroamérica, no existe producción de petróleo. Sin embargo, se ha afirmado que si existieran posibilidades de explotar el petróleo en Centroamérica, los monopolios yanquis tienen interés en ocultarlo con el objeto de mantenerlo como reserva en caso de que se establecieran gobiernos revolucionarios en países donde actualmente saquean el petróleo.
Aunque el sector capitalista gubernamental representa la parte dominante dentro del conjunto de la clase capitalista del país, debe señalarse que en la explotación del pueblo de Nicaragua también interviene el sector capitalista que se denomina á sí mismo opositor. Muchas veces gobernantes y "opositores" explotan conjuntamente importantes renglones de la economía nacional, como en los casos del azúcar, la leche, la prensa, la banca, las licoreras, etcétera.
El sistema económico que refleja los puntos que se han señalado hace víctimas de la explotación y la opresión a las restantes clases que componen el pueblo de Nicaragua. La pésima alimentación de las clases trabajadoras ha provocado numerosas muertes por hambre. En 1964 se supo que centenares de campesinos de la comarca El Tempis que, en el departamento de Matagalpa, habían perecido a consecuencia del hambre. En diversas comarcas del norte del país es muy frecuente el padecimiento de bocio. En la comarca de Malacaguas se han presentado casos de demencia colectiva, provocados por la pésima alimentación; ceguera nocturna, originada por deficiencias de vitamina A y de proteínas, se padece en comarcas del municipio de Darío.
Hace pocos años el resultado de los exámenes realizados en una escuela ubicada en Las Jinotepes, comarca situada cerca de la capital del país, indicó que la totalidad de los doscientos alumnos padecían tuberculosis.
Solamente el 1.1 % de la población nicaragüense ha cursado la escuela primaria. Un cincuenta por ciento de la población no ha aprobado ningún grado de enseñanza. La proporción de alumnos que abandonan la escuela en el primer grado o repiten cursos es elevadísima (setenta y tres por ciento). Asciende a sólo un veintiuno por ciento la proporción de la población estudiantil procedente del sector de la sociedad con niveles de ingreso inferior o igual al promedio del país. De doscientos mil jóvenes de catorce a diecinueve años de edad apenas llegan a veinte mil los que realizan estudios de bachillerato, educación comercial, vocacional y agrícola.
La mortalidad infantil alcanza niveles pavorosos en Nicaragua. Más del cincuenta por ciento de las defunciones que ocurren en el país corresponde a personas menores de catorce años. De cada mil niños que nacen, mueren ciento dos. De cada diez muertos, seis se deben a enfermedades infecciosas, es decir, enfermedades curables. El coeficiente de reacciones positivas de malaria comprobado en recientes investigaciones oficiales es 9.28%, mientras que en Costa Rica es de 0.96% y en Panamá de 4.98%.
Nicaragua, víctima durante más de un siglo de la agresión yanqui
Para comprender la situación política actual de Nicaragua, es necesario tener en cuenta determinados rasgos que se han manifestado a través de la historia nacional. Nicaragua es un país que ha sufrido a lo largo de más de cuatro siglos la agresión y opresión extranjeras. Nicaragua afrontó junto con el resto de países de América Latina el dominio de la península ibérica. También sufrió en una región del territorio situado en la costa del Atlántico la dominación británica, que se prolongó ciento cincuenta años, hasta 1893. Nicaragua al mismo tiempo se cuenta entre las primeras víctimas de la política agresiva de Estados Unidos.
Poco después de ser proclamada por el gobierno de Estados Unidos la llamada doctrina Monroe en 1823, Nicaragua fue escogida como blanco de la rapacidad yanqui.
En la década del 30 del siglo pasado, representantes del gobierno de Washington recorrieron Nicaragua con el propósito de obtener información para preparar los planes de intromisión en el país.
A continuación se enumera una parte de los actos agresivos yanquis que ha padecido Nicaragua:
1850 Los gobiernos de Inglaterra y Estados Unidos suscriben el llamado tratado Clayton-Bulwer, por medio del cual dichas potencias, sin tomar en cuenta al gobierno de Nicaragua, deciden arbitrariamente compartir el derecho a construir una vía interoceánica en Nicaragua.
1854 En el mes de junio de ese año un barco de guerra de Estados Unidos, capitaneado por un marino de apellido Hollins, bombardea y reduce a cenizas el puerto nicaragüense de San Juan del Norte.
1855 Varios millares de filibusteros norteamericanos, encabezados por William Walker, intervienen en Nicaragua. Walker se proclama presidente de Nicaragua y es reconocido como tal por el gobierno yanqui de Franklin Pierce. Entre otras salvajes medidas decreta la esclavitud. El pueblo de Nicaragua, con el respaldo de los demás pueblos de Centroamérica, empuña las armas y logra expulsar a los intervencionistas.
1870 El titular de Relaciones Exteriores del gobierno de Nicaragua, doctor Tomás Ayón, dirige patrióticas notas al representante del gobierno de Estados Unidos, en las cuales protesta contra la intromisión de ese país en los asuntos internos de Nicaragua y exige la reparación de los daños materiales causados por el bombardeo de 1854, así como el cumplimiento de compromisos fiscales del millonario inversionista Cornelius Vanderbilt.
1893 Lewis Hanke, representante del gobierno de Estados Unidos, fracasa al pretender mediar a favor del sector reaccionario, contra el cual se produce una resuelta rebelión popular.
1907 Naves de guerra del gobierno de Estados Unidos ocupan las aguas del Golfo de Fonseca.
1909 El gobierno de Nicaragua, de orientación nacionalista, fusila a dos norteamericanos, de apellidos Cannon y Groce, respectivamente, culpables de participar en acciones armadas contra el gobierno de Nicaragua. El gobierno de Estados Unidos, por intermedio del secretario de estado de Estados Unidos, dirige una nota, conocida con el nombre de "Nota Knox", al gobierno de Nicaragua, en la cual declara abiertamente el derecho de intervenir en los asuntos internos de Nicaragua.
1910 Barcos de guerra de Estados Unidos intervienen a favor de los conservadores que se rebelan contra el gobierno de Nicaragua. En esa forma Estados Unidos impone un gobierno entreguista en Nicaragua.
1912 El país es ocupado por millares de infantes de marina de Estados Unidos. Se prolonga durante varios meses la resistencia armada contra la ocupación yanqui, al final de la cual muere con las armas en la mano el jefe patriota Benjamín Zeledón.
1914 Emiliano Chamorro, embajador del gobierno conservador en Estados Unidos, suscribe con Bryan, secretario de estado de Estados Unidos, el oprobioso tratado canalero conocido con el nombre de Chamorro-Bryan.
1927 José María Moncada, representante de la burguesía liberal y jefe militar del ejército popular que se ha enfrentado al gobierno impuesto por la intervención norteamericana, perpetra una traición y entra en arreglos con el representante del Departamento de Estado, Henry L. Stimpson, quien años más tarde llegó a ocupar la secretaría de guerra en el gobierno de Truman. Durante su permanencia en ese cargo, se produce el bárbaro bombardeo atómico sobre Hiroshima y Nagasaki. Augusto César Sandino, jefe de una columna del Ejército Popular, desconoce los arreglos de Moncada y se alza en armas contra la ocupación norteamericana y los traidores que la apoyan. El Ejército Defensor de la Soberanía Nacional, encabezado por Sandino, sostiene más de quinientos encuentros contra las fuerzas de ocupación. A los ocupantes yanquis les resulta imposible derrotar militarmente a los patriotas de Nicaragua, pero antes de abandonar el país a comienzos del año 1933, dejan organizada la fuerza reaccionaria denominada Guardia Nacional.
1934 El 21 de febrero de ese año. Augusto César Sandino cae asesinado. Anastasio Somoza G., jefe director de la Guardia Nacional, ordena la ejecución de este crimen después de recibir instrucciones del embajador yanqui Arthur Bliss Lane. El asesinato se produce en los días en que Augusto César Sandino y sus compañeros se preparaban para combatir contra el rumbo antipopular que llevaba el país. A fin de disipar las afirmaciones calumniosas en el sentido de que no le interesaba la paz, y tras recibir garantías de que su vida sería respetada, Sandino había decidido participar en conversaciones.
1936 Somoza derroca al presidente constitucional del país con la aprobación del gobierno de Estados Unidos.
1947 Somoza derroca al presidente constitucional del país contando nuevamente con la aprobación del gobierno de Estados Unidos.
1960 La flota norteamericana que surca el Mar Caribe es movilizada para proteger a los gobiernos de Guatemala y Nicaragua, que enfrentan un creciente descontento popular.
Nicaragua: base de agresión yanqui
Junto con el saqueo de las riquezas nacionales, el imperialismo estadounidense se ha propuesto disponer a su antojo de la posición geográfica de Nicaragua y utilizar el país como base de agresión contra varios pueblos de América Latina.
Se encuentra en vigencia el tratado canalero Chamorro-Bryan, que prácticamente convierte a Estados Unidos en dueño de Nicaragua. Tal tratado autoriza al gobierno de Washington a construir bases militares en Nicaragua y le otorga también el derecho de construir un canal interoceánico a través del país.
A continuación se señalan distintos hechos que demuestran cómo Nicaragua desempeña el papel de base de agresiones imperialistas contra otros pueblos de América Latina y especialmente contra los países de la cuenca del Mar Caribe.
1948 El gobierno de Somoza interviene con su fuerza armada en el territorio de Costa Rica, donde se desarrolla una contienda armada que culmina en la persecución del movimiento obrero de ese país.
1954 El gobierno de Somoza apoya a los mercenarios de Guatemala que se lanzan contra el gobierno democrático de Jacobo Arbenz.
1955 El gobierno de Somoza interviene militarmente en Costa Rica.
1961 De Puerto Cabezas, Nicaragua, parte la invasión mercenaria que es derrotada en Playa Girón por la Cuba revolucionaria.
1965 Tropas de la Guardia Nacional forman parte de las fuerzas extranjeras que encabezadas por los infantes de marina de Estados Unidos, ocupan el territorio de la República Dominicana. En el mismo año de 1965, mercenarios contrarrevolucionarios que son capturados en Cuba declaran que han desembarcado procedentes de campos de entrenamiento ubicados en territorio nicaragüense.
1966 René Schick, presidente nominal de Nicaragua, en viaje por Estados Unidos declara que el territorio de Nicaragua puede servir de base a fuerzas destinadas a agredir militarmente a Cuba.
1967 Anastasio Somoza Debayle da a conocer su decisión de enviar miembros de la Guardia Nacional a participar en la agresión a Vietnam.
1968 Se afirma que agentes de Somoza toman parte en el derrocamiento del gobierno de Arnulfo Arias, quien a pesar de su entreguismo, aparentemente no dio satisfacción a todas las exigencias del gobierno estadounidense.
Tradición de rebeldía
Un rasgo notable en la historia de Nicaragua, en particular en la etapa que se inicia con la independencia de la dominación española en 1821, es el empleo de la violencia en el relevo de las distintas fuerzas políticas, representantes de las clases explotadoras, que se han disputado la hegemonía del poder. Los cambios pacíficos entre los distintos bandos de las clases dominantes, un tanto frecuentes en otros países de América Latina, en Nicaragua no han tenido lugar. Esa experiencia tradicional predispone al pueblo de Nicaragua contra las farsas electorales y a favor de la lucha armada. No hay duda, pues, que el pueblo de Nicaragua cuenta con una rica tradición de rebeldía. Es cierto que muchas veces el pueblo de Nicaragua ha tomado las armas para combatir determinada forma de opresión, en movimientos encabezados por individuos, que por ningún concepto podían conducir a un cambio revolucionario progresivo. Lo anterior representa otro rasgo del pueblo nicaragüense en el curso de su historia. Este rasgo se refiere a la falta de una profunda conciencia revolucionaria.
El oscurantismo ideológico heredado de la época colonial ha continuado pesando decisivamente para impedir que el pueblo marche con plena conciencia a los combates por el cambio social. Es indiscutible que el pueblo de Nicaragua a lo largo de su historia ha sostenido numerosas batallas en que ha dado muestras de coraje. Pero ha marchado a esas luchas más bien por instinto que por conciencia. Quizás resulte oportuno repetir en el caso de Nicaragua las mismas palabras que Marx escribió en relación con España. Al respecto, Marx apuntó que el pueblo español había sido tradicionalmente un pueblo rebelde, pero no un pueblo revolucionario.
Las condiciones nacionales e internacionales que prevalecen en la hora actual permiten que hoy sea posible que por lo menos un sector del pueblo de Nicaragua inicie la lucha armada, consciente de que se trata, no de lograr simplemente un cambio de hombres en el poder, sino un cambio de sistema, el derrocamiento de las clases explotadoras y la victoria de las clases explotadas.
Origen y prolongación del régimen actual
No es posible analizar las condiciones que han permitido a la camarilla gobernante mantenerse en el poder durante más de tres décadas, sin detenerse a estudiar la situación del país al instalarse este régimen, así como la situación que se ha ido desarrollando a lo largo de más de treinta años..
Desde 1926 hasta 1936 el pueblo de Nicaragua vivió uno de los períodos más intensos de su historia. Más de 20 000 muertos produjo la lucha armada, mediante la cual el pueblo buscó un cambio. Fue una lucha que se inició contra el gobierno conservador impuesto por los norteamericanos, pasó por la resistencia sandinista y concluyó con el golpe militar de Anastasio Somoza a Juan B. Sacasa.
La lucha se desarrolló sin existir un proletariado industrial. La incipiente burguesía traicionó al pueblo nicaragüense y se entregó a la intervención yanqui. La burguesía no pudo ser relevada de inmediato de la vanguardia de la lucha popular por un proletariado revolucionario. La resistencia sandinista, que se convirtió en la heroica vanguardia del pueblo, presentaba una composición casi absolutamente campesina y precisamente en este detalle reside la gloria y la tragedia de aquel movimiento revolucionario. Fue una gloria para el pueblo de Nicaragua que la clase más humilde respondiera por el mancillado honor de la patria y al mismo tiempo fue una tragedia porque se trataba de un campesinado sin nivel político alguno. Además, hubo jefes de importantes columnas guerrilleras que no conocían una letra. Esto condujo a que una vez asesinado Sandino su movimiento no pudiera tener continuidad.
La prolongada lucha armada, que finalizó en traición y frustración, provocó un agotamiento de la fuerza popular. El sector encabezado por Anastasio Somoza logró la hegemonía sobre el Partido Liberal tradicional mientras la oposición al gobierno de Somoza pasaba a ser dominada por el Partido Conservador tradicional, fuerza política reaccionaria profundamente debilitada debido a que en los años 30 estaba fresca en la memoria del pueblo la entrega, por parte de ese partido, a los intervencionistas yanquis.
Un factor importante que contribuyó también seriamente a interrumpir la lucha antiimperialista fue la situación que se originó al estallar la Segunda Guerra Mundial, la cual concentró el foco de la reacción mundial en Europa y Asia. El imperialismo yanqui, enemigo tradicional del pueblo de Nicaragua, se convirtió en un aliado del frente mundial antifascista. La falta de una dirección revolucionaria en Nicaragua impidió que esta realidad fuera interpretada correctamente, y Somoza se aprovechó de la situación para consolidar el dominio de su camarilla.
Surgimiento del viejo sector marxista
Durante largos años, la influencia del sector marxista en la oposición al régimen de Somoza fue extremadamente débil. La oposición antisomocista estuvo bajo la hegemonía casi total del sector conservador, fuerza política representante de los intereses de un sector de la clase capitalista. Una de las causas que contribuyó a la debilidad del sector marxista se originó en las condiciones en que fue constituido el Partido Socialista Nicaragüense (organización comunista tradicional de Nicaragua). Esa organización nació en junio de 1944, cuando aún no había concluido la Segunda Guerra Mundial y en una época en que estaba en pleno vigor la tesis de Earl Browder, secretario del Partido Comunista de Estados Unidos, quien propugnó la conciliación con la clase capitalista y con el imperialismo norteamericano en América Latina.
En aquellos años, el movimiento obrero nicaragüense estaba integrado básicamente por artesanos y esto fue una base para incurrir en desviaciones antiobreras. Paralelamente, la dirección misma del Partido Socialista era de origen artesanal y no de raíces proletarias, como demagógicamente se afirma en el Partido Socialista Nicaragüense. Se trataba de una dirección que padecía de un bajísimo nivel ideológico.
Durante muchos años, en Nicaragua el intelectual revolucionario fue una rara excepción. Los intelectuales radicales y librepensadores de los años de la intervención armada de Estados Unidos, que como clase representaban a la burguesía que terminó claudicando, no pudieron ser relevados por intelectuales identificados con la clase obrera, en virtud de las razones expuestas anteriormente. En consecuencia, en Nicaragua el movimiento intelectual pasó a ser el monopolio de un elemento católico, que durante un período llegó incluso a identificarse abiertamente con el fascismo. De ese modo, permaneció cerrada para el movimiento revolucionario la puerta del pensamiento.
El Partido Socialista Nicaragüense nació en un mitin cuyo objetivo era proclamar el apoyo al gobierno de Somoza. Esto aconteció el 3 de julio de 1944 en el gimnasio de Managua y para ser rigurosamente objetivos es necesario explicar este gravísimo error, no como producto de la simple mala fe de los dirigentes, sino tomando en cuenta los factores que lo propiciaron. La dirección marxista no guardo la debida serenidad ante la hegemonía que el sector conservador tenía sobre el movimiento antisomocista; no supo distinguir entre la justeza de la oposición antisomocista y las maniobras del sector conservador.
Una vez que Somoza utilizó a su favor al sector pseudomarxista, desató una persecución contra el movimiento obrero que, debido a las condiciones de comodidad en que había nacido, no supo defenderse con la firmeza propia de los revolucionarios.
Paralelamente a lo anterior, el sector capitalista de la oposición (Partido Conservador, sector liberal opositor) practicaba todo tipo de componendas con el régimen somocista.
Papel de la lucha y victorias revolucionarias del pueblo de Cuba
El período que va desde el asesinato de Sandino, en 1934, hasta el triunfo de la Revolución Cubana en 1959, tuvo como característica principal la interrupción de la tradicional lucha armada como táctica sistemática para combatir al régimen imperante. Otra característica principal fue el dominio casi total que el sector conservador ejerció sobre la oposición antisomocista. Tal situación, que se prolongó durante veinticinco años, fue la que precedió a la nueva etapa originada con la lucha armada del pueblo cubano y su victoriosa revolución.
En ese largo período pacifiquero hubo escasas excepciones, pero casi siempre se trató de golpes de mano encabezados por el sector conservador, a espaldas y contra el pueblo. En abril de 1954 se frustró
un golpe armado, que si bien estaba bajo la hegemonía conservadora, contó con elementos que tenían inclinación revolucionaria. La actitud de estos elementos revolucionarios, así como la acción del patriota Rigoberto López Pérez, quien dio su vida al ajusticiar el 21 de septiembre de 1956 a Anastasio Somoza G., deben juzgarse como hechos precursores de la etapa insurreccional que se desarrolló pocos años después.
La rebelión del pueblo cubano influyó aún antes de culminar victoriosamente. Así se ve que ya, en octubre de 1958, se produjo la acción guerrillera en que pereció su jefe, el veterano sandinista Ramón Raudales. Posteriormente se fue registrando toda una serie de acciones armadas contra el gobierno reaccionario de Nicaragua, entre las cuales figuran las siguientes:
En las montañas de Jalapa, Ramón Raudales, en octubre de 1958; "El Chaparral", en junio de 1959; en Estelí, Manuel Díaz y Sotelo, en agosto de 1959; en las montañas de Matagalpa, Carlos Haslam, en la segunda mitad de 1959; en Yumale, Heriberto Reyes, en diciembre de 1959; Las Trojes y El Dorado, en los primeros meses de 1960;
Orosí, frontera sur, en la segunda mitad de 1959; en Río San Juan, frontera sur, Luis Morales, en enero de 1960; Río Poteca, frontera norte, enero de 1961; Río Bijao, noviembre de 1962; Río Coco y Río Bocay, en el año de 1963; choque de campesinos con autoridades locales en 1965, en la comarca Uluse, Matagalpa; acciones económicas contra bancos en el año de 1966; acciones en Managua, el 22 de enero de 1967; incursiones en Pancasán, en 1966 y 1967; acción económica bancaria en Managua y ciertos ajusticiamientos en algunos sitios del campo, en 1963; combate con la Guardia Nacional en Yaosca, Matagalpa, en febrero de 1969.
En algunas oportunidades, especialmente en los primeros meses de la nueva etapa, en la dirección de estas acciones influyeron elementos ligados a los partidos capitalistas tradicionales. Pero por lo general estos intentos han revelado de manera creciente la decisión del sector revolucionario de empuñar las armas para lograr la liberación del país.
El período de gestación de la lucha armada revolucionaria actual se ha prolongado casi diez años y esta prolongación se explica claramente por las características que se han expresado sobre el movimiento revolucionario.
Surgimiento de la organización armada revolucionaria
Especialmente en los primeros años de la nueva etapa, la dirección revolucionaria se vio precisada a tomar las armas contando con jefes que muchas veces carecían de la convicción política adecuada para dirigir la lucha por la liberación nacional. Al desarrollarse el proceso, tales jefes han sido relevados por compañeros que poseen una convicción profunda y una decisión inquebrantable para defender al pueblo con las armas en la mano.
Otro hecho muy sobresaliente en los primeros tiempos de la nueva etapa fue la falta de una adecuada organización revolucionaria vinculada a las grandes masas populares y en especial a las masas campesinas. En cuanto a la composición de lo que podríamos llamar grupos revolucionarios, deben señalarse que eran de extracción artesanal y obrera con un bajísimo nivel político e ideológico. En ese tiempo eran una excepción los militantes revolucionarios de procedencia estudiantil universitaria. En distintas acciones caían estudiantes, pero cada grupo en sí carecía del conjunto adecuado que pudiera llevarlo a constituir parte muy importante en la asimilación de las experiencias que se adquirían. Los grupos revolucionarios carecían de cuadros idóneos para resolver los difíciles problemas que la situación planteaba.
Un aspecto digno de tomarse en cuenta en relación con el trabajo que se ha desarrollado en el curso de la última década es que no se ha sabido combinar el trabajo conspirativo con el trabajo entre las masas populares. Por lo general solamente se le ha dado importancia al trabajo conspirativo, aunque después del fracaso del Río Bocay, en 1963, y del Río Coco, entre 1964 y 1966, se incurrió en el error de interrumpir el trabajo insurreccional para prestar atención al trabajo entre las masas.
Debe señalarse que durante algún tiempo, más exactamente desde 1962 hacia atrás, las distintas acciones armadas obedecían cada una a un grupo distinto. Es decir, que reflejaban la plena anarquía que padecía el sector revolucionario insurreccional. El Frente Sandinista de Liberación Nacional, FSLN, marcó la superación de ese problema, ya que dotó a tal sector de su instrumento político y militar.
Desde 1959 hasta 1962, entre los componentes del FSLN se mantuvo la ilusión de que era posible lograr un cambio en la línea pacifiquera de la dirección del Partido Socialista Nicaragüense. Es en el año de 1962 en que prácticamente se disipa tal ilusión al constituirse el Frente Sandinista, una agrupación independiente, aunque durante algún tiempo más se mantendrá la idea de que era posible llegar a determinada unidad con la dirección del Partido Socialista, cosa que la realidad se ha encargado de refutar.
El movimiento que culminó en Río Coco y Río Bocay fue la primera acción preparada por un grupo revolucionario más o menos homogéneo. Este primer intento fue como un tanteo del sector revolucionario.
Esta primera derrota empujó a una posición que revistió ribetes reformistas. Es cierto que no se renunciaba a la lucha armada y continuaba la convicción de que esta forma de lucha era la que iba a decidir el desenlace de la revolución nicaragüense. Pero la realidad fue que se interrumpió por algún tiempo el trabajo práctico para continuar la preparación de la lucha armada. Es cierto también que después de la derrota de 1963 nuestro movimiento resultó seriamente quebrantado, pero no se supo encontrar la manera adecuada de superar la crisis interna que se presentó.
Un factor que sin duda influyó en la desviación fue que nuestra derrota armada coincidió con un descenso en el movimiento antisomocista de Nicaragua. En 1963, se interrumpió el ascenso político que se había iniciado con la lucha y victoria del pueblo de Cuba. La base del descenso consistió en que la camarilla somocista realizó con éxito la maniobra de celebrar en febrero de 1963 una farsa electoral para imponer al monigote René Schick. De todas maneras, aunque se presentara ese descenso en la situación general, la dirección del FSLN no comprendió debidamente que esto no significaba más que un fenómeno parcial, ya que en lo fundamental el rumbo del movimiento revolucionario era de progreso y de tránsito hacia la maduración.
Era correcto que en ese período se pasara a un trabajo de recuperación de la organización insurreccional y a acumular nuevas fuerzas para reanudar la lucha armada, pero naturalmente esta meta exigía una continuación ininterrumpida de una serie de tareas de tipo insurreccional: acumulación de recursos materiales, adiestramiento de combatientes, realización de ciertos golpes armados propios de la fase estratégica defensiva, etcétera.
Esta desviación en la táctica se expresó también en la ideología que adoptaba el Frente Sandinista. Aunque se levantaba una bandera antiimperialista y de emancipación de las clases explotadas, se vaciló en presentar una ideología claramente marxista-leninista. A esta vacilación contribuyó la actitud que el sector marxista-leninista tradicional había sostenido habitualmente en la lucha popular nicaragüense.
Como ha quedado referido, tal sector en la práctica le ha hecho abiertamente el juego a la camarilla somocista. Tal factor, unido al atraso ideológico que había prevalecido en el sector revolucionario del país, condujo a vacilar en la adopción de una ideología que en el plano nacional estaba vinculada a la componenda. Puede decirse que hizo falta perspicacia para entender en esos momentos que bastaba únicamente que transcurriera cierto tiempo para que la juventud y el pueblo de Nicaragua comenzaran a distinguir entre los falsos marxistas y los verdaderos marxistas.
Por consiguiente, en los años 1^64 y 1965, se puso prácticamente todo el acento en el trabajo abierto que incluía el trabajo legal entre las masas. Se realizaron tareas clandestinas sobre todo en el campo, pero el acento principal del trabajo en el curso de ese tiempo fue legal. La realidad demostró que el trabajo legal realizado de esa manera no sirvió para acumular fuerzas y que fue mínimo el progreso que se realizó. No puede ocultarse tampoco que ese trabajo legal a través del hoy desaparecido grupo Movilización Republicana, del movimiento estudiantil y del movimiento campesino, adoleció de falta de disciplina, audacia y organización. También debe llegarse a la conclusión de que el trabajo revolucionario (ya sea público,' legal o clandestino), no puede ser impulsado aceleradamente si se carece de una fuerza armada revolucionaria. La carencia de esta fuerza es la que determinó la extremada limitación del trabajo legal realizado en los años 1964 y 1965.
Nuestra experiencia demuestra que la fuerza armada revolucionaria (urbana y rural) es el motor del movimiento revolucionario de Nicaragua. La lucha armada es la única que puede inspirar al combatiente revolucionario en Nicaragua a cumplir las tareas que la dirección revolucionaria decida, ya sean armadas o de otra calidad revolucionaria.
En el paréntesis entre los años 1964 y 1965 se desarrolló un importante contacto con el sector campesino. En comarcas situadas en rumbos opuestos de la región norte del país se establecieron permanentemente compañeros de extracción urbana y se realizaron viajes para conocer de cerca problemas campesinos y organizar en el campo la lucha revolucionaria. Debe decirse, sin embargo, que no se aprovechó en toda su dimensión el amplio contacto que se estableció con los campesinos. En el campo se celebraron algunas reuniones campesinas de masas, se enviaron algunas delegaciones campesinas a la ciudad a denunciar los problemas del campo y los campesinos se mantuvieron en algunas tierras desafiando la violencia de los latifundistas. Sin embargo, no se mantuvo el ritmo acelerado de la movilización campesina. El contacto se conservó sobre determinados puntos y no se extendió a otros lugares en los cuales los campesinos padecen terribles condiciones de vida y de trabajo. Además, si las pocas marchas campesinas sobre las ciudades se hubieran organizado con métodos más audaces, habría participado un número mucho mayor de campesinos, al tiempo que se pondría en acción a un número más amplio de lugares.
En vanos lugares se prolongó' por demasiado tiempo el contacto individual con ciertos campesinos sin proceder a la movilización de la masa campesina. Las invasiones de tierra por los campesinos que habían sido despojados casi no se realizaron.
En el desprecio de las posibilidades que se presentaron jugó un papel decisivo la falta de cuadros dirigentes dotados del desarrollo adecuado y la decisión necesaria para organizar la lucha de las masas populares. Careciendo de campamentos guerrilleros se tomaba imposible impartir adiestramiento a los cuadros para organizar la lucha de los diversos sectores del pueblo nicaragüense.
El movimiento armado de Pancasán
En el curso del año 1966 se dan pasos prácticos para reanudar la acción armada. Ese año el Frente Sandinista tiene conciencia de la desviación en que había incurrido a raíz de los golpes de 1963 y procede a la preparación de la base guerrillera de Pancasán. Aunque esta preparación constituyó un progreso en cuanto a labor organizativa en comparación con el movimiento armado del FSLN en 1963, respecto a táctica política y militar no representó un progreso serio. Fue un notable progreso de organización porque no fue ya la habitual preparación del movimiento armado en un país vecino, en el cual se presenta la circunstancia de la lejanía de la observación del enemigo principal, sino que fue la preparación de un movimiento armado en montañas situadas en el propio centro del país.
Una causa importantísima que impidió el éxito del movimiento de Pancasán fue el método equivocado que se siguió para hacer participar en la lucha al sector campesino. La forma que se utilizó fue la de reclutar un número de campesinos para que formaran parte de la columna regular. Es decir, que estos campesinos fueron mezclados en su totalidad con los combatientes obreros y estudiantes, o sea los combatientes de procedencia urbana.
Los militantes de procedencia urbana generalmente poseían una conciencia revolucionaria más elevada que la del conjunto de campesinos, que se desmoralizaban ante las primeras dificultades con que nos tropezamos: escasez de abastecimientos, ciertas marchas lentas y los primeros rumores de presencia de soldados enemigos por los caminos vecinos. Esto obligó a la Dirección a dar de baja a la mayoría de los campesinos, aunque hubo honrosas excepciones de campesinos que se negaron firmemente a aceptar la baja y que son un ejemplo de las posibilidades combativas de este sector.
Por otro lado, no se encontró la forma de hacer participar, en la primera etapa de la guerra revolucionaria que se preparaba, a los campesinos de comarcas situadas a algunas jornadas de distancia y con los cuales previamente se había establecido contacto organizándolos en la lucha por la tierra y por otras reivindicaciones. Algunos de los campesinos que llegaron a formar parte temporalmente de la guerrilla habían sido trasladados desde sus comarcas hacia los campamentos.
Cuando ya era un hecho la interrupción del movimiento guerrillero en Pancasán, se ha venido a saber que algunos de los campesinos que desertaron de la guerrilla, una vez que llegaron a sus comarcas, tomaron parte en asaltos armados a comisariatos o establecimientos comerciales rurales, lo mismo que en el ajusticiamiento de algunos conocidos delatores. Esto indica que algunos de los campesinos que se desmoralizaron, en buena medida sufrieron esa crisis porque no estaban organizados de la manera más apropiada, que probablemente hubiera sido la de una guerrilla irregular en lugar de una guerrilla regular. La experiencia conduce a reflexionar acerca de la posibilidad de organizar paralelamente la guerrilla irregular al lado de la guerrilla regular. No omitimos señalar que la importancia del trabajo entre los campesinos, podemos medirla mejor actualmente gracias a nuestra propia experiencia, y no sólo apoyamos en la que suministran otros movimientos guerrilleros de América Latina.
Otro aspecto que debe ponerse de relieve es el que se refiere a la insuficiente cantidad de cuadros para atender todas las tareas que exigía la preparación del trabajo, no solamente en la ciudad y el campo sino aún fuera del país. La dirección del Frente Sandinista toleró por demasiado tiempo el sectarismo que impidió promover la cantidad suficiente de nuevos cuadros, procedentes del sector obrero desarrollado políticamente y del sector universitario. Se deseaba alcanzar con desesperación metas excesivamente grandes, sin que se aprovechara siempre cada día para la realización de tareas adecuadas.
No se vinculó el trabajo insurreccional a la lucha popular general, especialmente a la lucha campesina, estudiantil, obrera. Estuvo bien que el Frente pusiera el acento principal en el trabajo insurreccional, pero fue un error abandonar otras formas revolucionarias de lucha. La táctica sectaria pesó demasiado y fue la que decidió la marcha del trabajo en el curso de la preparación del movimiento de la montaña.
El elemento que contribuyó a frenar la iniciativa que hubiera servido para resolver muchos problemas fue el resabio individualista que en muchas ocasiones manifestaron los compañeros de la dirección, en distintas ocasiones se mezclaron problemas individuales con problemas políticos. Esto llevaba decididamente, quizás, a quitarle debida seriedad a determinadas iniciativas.
En cuanto a la promoción de cuadros para atender las diversas tareas constituyó un error confiar en que podían trabajar entre las masas, por ejemplo entre las masas estudiantiles, compañeros que no habían experimentado las privaciones de la vida guerrillera. En nuestra organización desde hace varios años hay conciencia del lastre que lleva encima el movimiento revolucionario de Nicaragua, como resultado de la actitud de los partidos capitalistas, que durante muchos años se arrogaron la dirección de la oposición antisomocista. Sin embargo, a la hora de establecer la guerrilla en la montaña, no se reflexionó debidamente en que las tareas que exigía la ciudad no podían ser atendidas por militantes que, dadas las condiciones del momento, no contaban con la firmeza y la disciplina necesarias. En vista de esto, los compañeros que estaban al frente del trabajo de la resistencia urbana contaron con la colaboración práctica de un reducidísimo número de militantes. La situación de la resistencia urbana se agudizó con la actitud sectaria del elemento que tenía esta responsabilidad.
El trabajo organizado de masas (estudiantil, campesino, obrero) se paralizó. Por un lado, se carecía de la cantidad de cuadros necesarios para atender tal trabajo, por otro, se menospreciaba la importancia que esta actividad podía desempeñar en el curso del desarrollo de la lucha armada. Esta debilidad provocó que cuando se registrara la caída de compañeros en la montaña y en la ciudad, no surgiera una consecuente solidaridad por parte de todos los miembros del Frente.
En la ciudad se plantearon acciones violentas únicamente de tipo individual y no se trazó una política tendente al empleo de la violencia con la participación de las masas populares en la ciudad, cosa que es posible principalmente en Managua, capital del país, que cuenta con más de trescientos mil habitantes.
En las condiciones de Nicaragua, al igual que en la generalidad de países de América Latina, el centro de la acción de la guerra revolucionaria tiene que ser el campo. Sin embargo, también posee particular importancia el papel que debe desempeñar la ciudad, ya que en la primera etapa de la guerra, la ciudad tiene que suministrar al campo los cuadros más desarrollados, a fin de que dirijan la organización del destacamento político y militar. Por lo general, los elementos revolucionarios procedentes de la ciudad tienen mayor facilidad para desarrollarse en la primera etapa. Tales elementos comprenden el sector revolucionario de los obreros, estudiantes y cierta capa de la pequeña burguesía.
Hay que prestar atención a los hábitos que los partidos capitalistas y sus acólitos, a través de su política electorera, han impuesto a la masa popular. Estos partidos han condicionado a amplios sectores del pueblo para que participen en el bullicio electorero. Esta circunstancia debe tenerse en cuenta para entender cabalmente la razón por la cual muchos sectores del pueblo, a pesar de simpatizar con la lucha armada revolucionaria, no pueden demostrar con acciones tal simpatía. Esto lleva a considerar la necesidad de adiestrar debidamente a un amplio número de personas del pueblo para que se encuentren en capacidad material de apoyar la lucha armada. Buscar al pueblo no es suficiente, hace falta adiestrarlo para que participe en la guerra revolucionaria.
Algunas tareas actuales
Desde hace algunos meses se ha restablecido el trabajo en el campo. El FSLN está desarrollando paralelamente el trabajo de tipo político y el trabajo de tipo militar, que tienen como objetivo la reorganización de la lucha guerrillera.
En el campo ya se encuentra en marcha un estudio de los problemas campesinos y esta investigación ha requerido que los militantes permanezcan varias semanas en las zonas rurales. En este trabajo político participan militantes de procedencia urbana (obreros y estudiantes). Se ha dicho que la montaña (la base guerrillera) proletariza y estamos de acuerdo con este enunciado, pero puede agregarse, de acuerdo con lo que enseña nuestra experiencia, que el campo, el contacto político con los campesinos, también proletariza. El militante urbano en contacto con el campo en general, incluidas las zonas donde no está organizada una base guerrillera, vive la miseria que padecen los campesinos y palpa sus deseos de lucha.
Un fenómeno que se registra después del movimiento de Pancasán es la multiplicación en el país, de la autoridad política del Frente Sandinista de Liberación Nacional sobre amplios sectores de las masas populares. Hoy el Frente Sandinista puede reclamar, y la obtiene, una cooperación de la población mucho mayor que en el pasado. Incluso debe decirse que si no se cuenta con una cooperación mayor de la que en la práctica se recibe es debido a que faltan cuadros adecuados para reclamar este tipo de ayuda y también porque los cuadros activos actualmente no se movilizan con la debida sistematización.
Simultáneamente, se están encontrando nuevos métodos para que en las condiciones de clandestinidad en que actuamos (en un país pequeño con ciudades pequeñas) logremos la colaboración práctica de nuevos sectores del pueblo. Esto nos ha de conducir a no depender exclusivamente de los viejos militantes y colaboradores (estos últimos en una gran proporción "teñidos").
Por otra parte, se ha restablecido la organización de escuadras preparadas para actuar en la ciudad y se han realizado acciones de recuperación. Estamos actualmente en plan de realizar acciones en concordancia con el período de restablecimiento que aún atravesamos.
El Frente Sandinista de Liberación Nacional considera que en la actualidad y durante un cierto tiempo se atravesará en Nicaragua por una etapa en que una fuerza política radical va adquiriendo su fisonomía. Por consiguiente, en el momento actual se hace necesario que planteemos con gran énfasis que nuestro magno objetivo es la revolución socialista, una revolución que se propone derrotar al imperialismo yanqui, a sus agentes locales, a los falsos opositores y a los falsos revolucionarios. Esta propaganda, con el respaldo consecuente de la acción armada, permitirá al Frente ganarse el apoyo de un sector de las masas populares que sea consciente de toda la profundidad de la lucha que realizamos.
La fuerza que representan los partidos capitalistas por la influencia que todavía ejercen en la oposición, es necesario que se tenga en cuenta para trazar la estrategia del movimiento revolucionario. Hay que estar alerta contra el peligro de que la insurrección revolucionaria sirva de escalera a la fuerza reaccionaria de oposición al régimen somocista. La meta del movimiento revolucionario es doble. Por un lado, derrocar a la camarilla criminal y traidora que durante largos años usurpa el poder y, por otro, impedir que la fuerza capitalista de la oposición, de probada sumisión al imperialismo yanqui, aproveche la situación que desencadena la lucha guerrillera, y atrape el control del poder. En la tarea de salirles al paso a las fuerzas capitalistas traidoras ha de desempeñar un papel singular una fuerza revolucionaria, política y militar con arraigo en un amplio sector del pueblo. Tal arraigo depende de la capacidad que se tenga para extirpar de ese sector la influencia liberal y conservadora.
De acuerdo con la actitud que asuma el conjunto del pueblo ante los viejos partidos que hoy tienen una dirección capitalista, determinaremos la política a seguir más adelante respecto a esos partidos.
En cuanto a la situación del Partido Socialista Nicaragüense, puede afirmarse que los cambios que ha habido en la dirección de esa organización política son únicamente de forma. La antigua dirección se hace ilusiones respecto al sector conservador y clama por la construcción de un frente político en que estos contumaces agentes del imperialismo ocupen su lugar. La llamada nueva dirección justifica actualmente haber patrocinado la farsa electoral de 1967 apoyando la candidatura pseudo-opositora del político conservador Fernando Agüero. Igual que la vieja dirección, la llamada "nueva dirección" no cesa de hablar de lucha armada, mientras en la práctica concentra sus energías en el trabajo leguleyesco.
Los planteamientos anteriores no están en contradicción con la posibilidad de desarrollar cierta unidad del sector antisomocista en general. Pero se trata de una unidad por la base, con los sectores más honestos de las diversas tendencias antisomocistas. Esto se posibilita aún más en razón del aumento del prestigio del Frente Sandinista de Liberación Nacional y del creciente desprestigio que se suma al fraccionamiento de la dirección de los partidos capitalistas y similares.
El Frente Sandinista de Liberación Nacional comprende todo lo duro que es el camino guerrillero. Pero no está dispuesto a retroceder. Sabemos que nos enfrentamos a una sanguinaria fuerza armada reaccionaria como la Guardia Nacional, la feroz GN, que conserva intactas las prácticas de crueldad que le inculcaron sus creadores, los infantes de marina de Estados Unidos. Bombardeos de aldeas, degollamientos de niños, violación de mujeres, incendio de chozas con campesinos en su interior, la mutilación como tortura, esas fueron las asignaturas que los profesores norteamericanos de civilización impartieron a la GN en el período de la resistencia guerrillera (1927-1932) que encabezó Augusto César Sandino.
La frustración que siguió al período de la resistencia sandinista no ha de repetirse hoy. Ahora los tiempos son otros. Los días actuales no son como aquellos en que Sandino y sus hermanos guerrilleros se batían solitarios contra el imperio yanqui. Hoy los revolucionarios de todos los países sojuzgados se lanzan o se preparan para librar la batalla contra el imperio del dólar. Cúspide de esa batalla es el indómito Vietnam, que con su ejemplo de heroísmo rechaza la agresión de las bestias rubias.
El ejemplo combativo de nuestros hermanos caídos nos lleva hacia adelante. Es el ejemplo de Casimiro Sotelo, Danilo Rosales, Jorge Navarro, Francisco Buitrago, Silvio Mayorga, Otto Casco, Modesto Duarte, Roberto Amaya, Edmundo Pérez, Hugo Medina, René Camón, Rigoberto Cruz (Pablo Ubeda), Fermín Díaz, Selim Shible, Ernesto Fernández, Oscar Flores, Felipe Gaitán, Fausto García, Elias Moncada, Francisco Moreno, Carlos Reyna, David Tejada, Carlos Tinoco, Francisco Córdoba, Faustino Ruiz, Boanerges Santamaría, Iván Sánchez.
Cumpliremos fielmente nuestro juramento:
"Ante la imagen de Augusto César Sandino y Ernesto Che Guevara, ante el recuerdo de los héroes y mártires de Nicaragua, América Latina y la Humanidad entera, ante la historia. Pongo mi mano sobre la bandera roja y negra que significa 'Patria Libre o Morir', y juro defender con las armas en la mano el decoro nacional y combatir por la redención de los oprimidos y explotados de Nicaragua y del mundo. Si cumplo este juramento, la liberación de Nicaragua y de todos los pueblos será un premio; si traiciono este juramento, la muerte oprobiosa y la ignominia serán mi castigo".
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Escrito a finales de 1969 y editado clandestinamente en mimeógrafo. Se transcribe de la edición de la Secretaría Nacional de Propaganda y Educación Política del FSLN. Managua, 1980, 38 pp.