Esta nueva edición de las resoluciones del V Congreso del Partido Revolucionario de los Trabajadores tiene una importancia singular por el marco político en que es lanzada, por los objetivos que nos proponemos alcanzar con ella.
El IV Congreso de nuestro Partido (marzo de 1968) fue la culminación de un proceso de construcción revolucionaria muy embrionario que dio como fruto una pequeña organización revolucionaria en vías de proletarización, liberada en lo fundamental de la presión dominante de las clases hostiles, no proletarias. El IV Congreso del PRT caracterizó científicamente la situación del país, entendió el carácter de la crisis del capitalismo, de su régimen de dominación política y apreció correctamente las potencialidades de la clase obrera y el pueblo argentino, lo que permitió vislumbrar la perspectiva de guerra revolucionaria que a partir del cordobazo (mayo de 1969) comenzó a vivir nuestra patria. Esa comprensión armó políticamente a la organización y le permitió desarrollar ricas experiencias revolucionarias en el curso de una creciente actividad combativa de la clase obrera y el pueblo argentino. Entre esas experiencias sobresale la participación del Partido en el rosariazo de setiembre de 1969 en el cual la organización intervino de lleno en Empalme Graneros, en la toma de una Radio y en el curso de la lucha, con las masas en la calle, una unidad de combate del PRT tomó un puesto de la Gendarmería recuperando dos fusiles FAL y pistolas. Mientras en todo el país la organización fue incrementando su participación vanguardizando la aplicación de métodos violentos, los sectores con influencia pequeño-burguesa aún subsistentes, principalmente en la dirección, se resistían a la transformación de la organización que llevaba aparejado el cumplimiento fiel de las resoluciones del IV Congreso y esa resistencia se transformó en lucha de clases abierta en el interior del Partido a partir de octubre de 1969. La crisis que esa lucha provocó fue resuelta precisamente en el V Congreso (julio de 1970) que constituyó un nuevo salto cualitativo en la vida de la organización y el punto de partida en la construcción efectiva del Partido Revolucionario marxista-leninista en nuestro país.
Desde el V Congreso en adelante, con prácticamente todos los problemas teóricos y políticos de nuestra revolución resueltos débil aún en su organización pero ya con una primera estructura nacional de cuadros sólidos y lo que es fundamental, con un aceptable peso proletario en su estructura y en su dirección, el Partido se lanza firme y organizadamente a asumir sus grandes responsabilidades revolucionarias; se desembaraza de los elementos no proletarios que aún conservaban peso importante en la dirección; se reorganiza bajo sólidos y explícitos lineamientos principistas marxistas-leninistas, proletarios; crea el ERP en correspondencia ortodoxa con la concepción marxista-leninista de la guerra revolucionaria prestando especial atención al modelo vietnamita y se prepara para desarrollar operaciones de propaganda armada.
Las resoluciones del V Congreso han tenido una influencia decisiva en la formación de nuestra organización y la seguirán teniendo porque encaran y resuelven los problemas fundamentales, dominantes, de la construcción de la organización revolucionaria propias de la estructura económico-social argentina, a saber:
1) La lucha de clases en el seno del Partido marxista-leninista.
2) El tipo de fuerza militar necesaria para librar la guerra popular y prolongada, urbana y rural, de masas, que desarrolla y desarrollará en Argentina y la imprescindible necesidad de la dirección del Partido marxista-leninista sobre esa fuerza militar.
3) La comprensión y explicitación de que la lucha armada y no armada de las masas, pacífica y violenta, en todas sus variadas y complejas manifestaciones es parte inseparable de la guerra popular revolucionaria; que tiene carácter decisivo la permanente vinculación y convergencia, mutuo apoyo, interinfluencia, de la lucha armada y no armada, de las operaciones militares con las manifestaciones, huelgas, ocupaciones de fábricas, ocupaciones villeras de tierras, intervención electoral y otras formas de lucha no armada, violenta y pacífica, de las masas obreras populares.
4) Que esa convergencia, interrelación, ha de lograrse por medio de la hábil intervención dirigente del Partido marxista-leninista y los dos tipos de organizaciones revolucionarias fundamentales por él creadas y dirigidas, el Ejército Revolucionario del Pueblo y el Frente de Liberación Nacional.
Desde el V Congreso hasta ahora, en casi tres años de dura lucha, el PRT, aplicando las resoluciones votadas, ha logrado grandes avances,, ha dado sólidos pasos en el cabal cumplimiento de sus responsabilidades revolucionarias. Militantes y cuadros, entre ellos miembros del Comité Central, han dado su vida con honor, cayendo algunos en combate, otros asesinados en la cámara de tortura, otros ejecutados fría y premeditadamente por el enemigo. Pero su sacrificio no ha sido vano, su ejemplo y su sangre se han convertido en formidable aliciente que galvaniza y une cada vez más a los mejores elementos revolucionarios de nuestro pueblo en torno al PRT, bajo la bandera y la estrella que simbolizan al Ejército Revolucionario del Pueblo.
La autoridad que ha ido adquiriendo con su consecuente lucha ha rodeado a nuestro Partido del aprecio y el interés de la vanguardia, así como la actividad guerrillera del ERP le ha ganado el cariño y la admiración de amplios sectores de masas. Este interés de la vanguardia se ha acrecentado ante el avance del GAN, la concreción de la elección y la proximidad del establecimiento del gobierno parlamentario del Frejuli que se propone detener y desviar el proceso revolucionario en marcha. Agotado el intento de la burguesía de aplastar la lucha de las masas y consolidar el capitalismo en Argentina mediante una bárbara Dictadura Militar, los políticos burgueses y la casta militar deciden recurrir a la alternativa parlamentaria. Conscientes de la potencia que han adquirido las fuerzas revolucionarias se ven obligados a echar mano, en este nuevo intento de revitalización del agonizante capitalismo, a todas sus cartas, a la proclamada unidad entre todos los políticos burgueses, a un nuevo gobierno de "unidad nacional que "pacifique" el país, que aniquile las fuerzas revolucionarias actualmente en desarrollo, que aleje el peligro de una revolución socialista. Ese plan llamado GAN se ha concretado corporizándose en el nuevo gobierno parlamentario de Cámpora-Solano Lima que entra en escena agitando la bandera de la tregua. Frente a él se alza el ERP dirigido por nuestro Partido como clara y sólida opción revolucionaria, aunque con fuerzas insuficientes y distintos déficits relacionados con su pequeñez y juventud. Así, la vanguardia obrera y la intelectualidad revolucionaria visualizan cada vez más al PRT como consistente organización marxista-leninista que permite y necesita canalizar la energía de los miles de elementos revolucionarios proletarios y no proletarios, que han hecho sus primeras y muy ricas experiencias en el reciente período de lucha antidictatoríal de nuestro pueblo.
Como uno de los medios de satisfacer ese interés, de hacer conocer nuestra línea, de mostrar la estrategia, la táctica y los métodos de acción revolucionaria que nuestro Partido ha aplicado en el logro de sus avances, reeditamos hoy el folleto del V Congreso y tina selección de documentos y resoluciones posteriores.
Nuestra esperanza es que esta edición contribuya a consolidar nuestros lazos con el proletariado, a fortalecer al PRT y colocarlo en las mejores condiciones posibles para afrontar exitosamente las grandes y complejas tareas de la revolución socialista argentina.
Mario Roberto Santucho, junio de 1973.
INTRODUCCIÓN
Entre los días 29 y 30 de julio de 1970 se reunió clandestinamente el V Congreso del Partido Revolucionario de los Trabajadores. Desde su IV Congreso, en marzo de 1968, el Partido había vivido accidentadas alternativas en sus esfuerzos por transformarse en un partido proletario y de combate, alternativas que entre noviembre de 1969 y julio de 1970 se manifestaron como una profunda crisis, producto de la eclosión abierta de la lucha de las clases en su interior. Este proceso culminó justamente en el V Congreso, que marcó un viraje fundamental en la vida de la organización.
Protagonistas de esta importante reunión fueron compañeros representantes de las células de la organización diseminadas en distintos puntos del país. El V Congreso se caracterizó por la firme determinación en asumir las complejas y variadas tareas propias del proceso de guerra revolucionaria que comenzaba a vivir nuestra patria y nuestro pueblo, por su buena composición social y por la seria, responsable, entusiasta y afanosa discusión que terminó por definir con precisión la línea del Partido e iluminar así, mediante la aplicación correcta de los principios generales de la ciencia marxista-leninista a las condiciones concretas de la revolución argentina, el largo y victorioso camino a recorrer.
El folleto que ahora presentamos a la vanguardia obrera y a los intelectuales revolucionarios contiene como material fundamental las resoluciones del V Congreso de nuestro Partido. Saldamos con esta edición una deuda revolucionaria: la demora excesiva en la publicación de estos materiales. Si bien se habían adelantado impresiones mimeografiadas y una edición parcial y muy defectuosa técnicamente, su circulación fue escasa. La presente edición completa, con el agregado de algunas resoluciones posteriores del Partido y del programa del ERP, constituye un material que expone adecuadamente la línea general de la organización.
La importancia dirigente fundamental del Partido surge nítidamente del análisis de este material que muestra el carácter consciente de la actividad desarrollada por nuestra organización y la discusión y elaboración permanente de la línea. Los pocos meses de experiencia vividos por nosotros a partir del V Congreso nos han permitido comprobar cotidianamente y comprender más claramente la corrección de la concepción marxista-leninista sobre el papel del Partido en un proceso de guerra revolucionaria, concepción que nos esforzamos por aplicar consecuentemente, conscientes de que ello constituye uno de nuestros aportes fundamentales a los problemas de la revolución argentina y latinoamericana.
Julio de 1971
LA LUCHA DE CLASES EN EL SENO DEL PARTIDO
El siguiente análisis de la lucha de clases en el Partido utiliza como punto de referencia Polémico un proyecto de resolución del Comité Central, de autocrítica y convocatoria al V Congreso, presentado por Candela, Polo, Bernardo, Alonso y Matías, en abril del presente año. Este documento es una de las primeras exposiciones oficiales del Centrismo, y pese a su carácter elemental, las tergiversaciones y graves faltas a la clandestinidad que contiene, resulta útil su respuesta, por cuanto expone algunos de los principales argumentos que el Centrismo utilizó en la lucha interna.
Debido a la estructura del documento centrista, que constituye no un análisis objetivo, una crítica revolucionaria, un aporte a la línea del Partido, sino que es un alegato fraccional, con contenido de clase dirigido a minar la moral del Partido, a confundir a los sectores más débiles en base a tergiversaciones, exageraciones y mentiras. El primer paso de la crítica a dicho documento es, necesariamente, un análisis de la lucha de clases en el seno del Partido, una recapitulación de la situación interna del Partido, del contexto en que el documento ha sido elaborado, de las fuerzas sociales que representan las tendencias en lucha. Naturalmente que los teóricos del centro, pese a su nueva preocupación crítica, no tienen ningún interés en desentrañar esta vital cuestión. Nosotros, con el interés superior de hacer de nuestra organización un Partido Proletario Revolucionario, lo hemos venido haciendo desde la época del morenismo e insistiremos una vez más conscientes de que la importancia fundamental de esta batalla radica en que de ella puede emerger el Partido inmunizado del virus morenista, principal forma en que la pequeña burguesía se introduce en nuestro Partido para actuar negativamente en su seno como agentes de las clases hostiles a la Revolución Socialista.
La teoría marxista del Partido Revolucionario enseña que en todo momento tal organización está expuesta a la manifestación de la lucha de clases en su seno. Ello es inevitable en su primera etapa, en el período del nacimiento de tal organización; muy probable en el período de formación y desarrollo y aún posible su retorno en Partido Proletario maduro. Mientras subsista el capitalismo en el mundo, mientras se desarrolle la lucha de clases en la sociedad, todo partido revolucionario sufrirá su influencia, la presión de las clases en pugna. Ello puede permanecer latente, oculto, desenvolviéndose en forma subterránea, solucionándose en parte por el ejercicio de la crítica y de la autocrítica, o puede hacer eclosión transformándose en manifiesta [lucha de clases] con el surgimiento de tendencias, tal como ha ocurrido en nuestro Partido.
La lucha de clases en el Partido se corresponde con la lucha de clases en el seno de la sociedad. La exacerbación de los antagonismos de clase, la maduración de la situación, agudizan la lucha de clases en el seno del Partido, clarificado sus distintas tendencias y preparando un desenlace que -de resultar un triunfo del ala proletaria- acelera la maduración del Partido Proletario Revolucionario, poniéndolo en condiciones de jugar su papel dirigente y creador.
La lucha de clases en el seno del Partido tiene una importancia fundamental porque el triunfo del proletariado en esta lucha interior, apunta a la resolución de uno de los problemas fundamentales de toda revolución: a) la creación por el proletariado y la intelectualidad revolucionaria del Partido Revolucionario, herramienta principal y decisiva que hará posible el triunfo posterior de la revolución, b) la adopción de una línea correcta para un determinado período.
Las manifestaciones de la lucha de clases acarrean graves trastornos al Partido y suelen darse con suma dureza e intensidad. Todos recordamos las históricas batallas de Lenin en el seno de la socialdemocracia rusa. El Partido Comunista chino también soportó fuertes luchas e importantes desgarramientos. En el caso de estos dos partidos fueron varias las divisiones y rupturas Irreversibles. El Partido Comunista vietnamita, en cambio, culminó sus lucha interiores con la unificación del grueso de los tres partidos preexistentes, merced a la autoridad política de Ho Chi-Minh y el criterio proletario de la amplia mayoría de los cuadros dirigentes vietnamitas. El agente introductor de las concepciones y métodos burgueses y pequeñoburgueses en el seno de las organizaciones revolucionarias es, principalmente, la intelectualidad revolucionaria, constituida por elementos provenientes de esas clases. El basamento proletario de un partido revolucionario, lo constituyen sus cuadros y militantes obreros. Como explicaba Lenin, ambos elementos son imprescindibles para el Partido, desde que éste es la fusión de la vanguardia obrera con la teoría revolucionaria. La vanguardia obrera, hasta lograr en el curso de la lucha revolucionaria el dominio de la teoría, precisa de la intelectualidad revolucionaria de origen burgués Y pequeñoburgués. Pero esta fusión, esta unión obrero-intelectual, debe realizarse como una elevación recíproca en el seno del Partido: los obreros de vanguardia elevándose en su compresión de la teoría y los intelectuales revolucionarios, elevándose en la adopción del punto de vista, características y métodos proletarios.
Aquellos intelectuales que al no ejercer la autocrítica para corregirse y superarse persisten en sus limitaciones de clase, se convierten en virus pequeñoburgueses y burgueses, pasan a constituir tendencias con la agudización de la lucha de clases, convirtiéndose en agentes de las clases enemigas en el seno del Partido Revolucionario.
Lo mismo ocurre con aquellos obreros que adoptan las características, métodos y punto de vista pequeñoburgueses y burgueses o se burocratizan.
Todo intelectual revolucionario no proletarizado, todo obrero aburguesado o burocratizado, puede orientarse correctamente en el curso de la lucha interna, comprender sus errores y corregirse en el ejercicio de la crítica y la autocrítica. A ocurrido incluso en la historia, particularmente en el caso de León Trotsky, Lunacharski y otros revolucionarios rusos, que la preeminencia circunstancial del individualismo, la pedantería intelectual y otras limitaciones pequeñoburguesas, los han apartado durante años de la corriente proletaria. Pero con su consecuencia revolucionaria, su contacto con las masas obreras, terminaron por reintegrarlos al ala proletaria en una etapa posterior, cuando comprendiendo sus errores pasados y la causa de ellos y autocriticándose sinceramente, pudieron reintegrarse al Partido, contándose desde entonces entre los más firmes revolucionarios.
Hechas estas puntualizaciones, que aunque están muy lejos de agotar la cuestión de clase en el seno del Partido nos ayudarán a orientarnos y comprender la prehistoria de nuestro Partido y la situación por la que actualmente atraviesa, pasaremos a una recapitulación del pasado partidario.
Durante 20 años vegetó en el seno del movimiento obrero una secta que adoptó diversos nombres resumibles en el de "morenismo", por su líder N. Moreno. Surgido de los grupos intelectuales burgueses que se reivindicaban trotskystas (Quebracho, Justo y Cía.), el morenismo se caracterizó al nacer por el criterio correcto de ir a las masas como primer paso para la construcción de un Partido Revolucionario. La extrema juventud de sus cuadros, su distanciamiento de la teoría y el método leninista, en esa época de difícil acceso y poco simpáticos por la contrapropaganda stalinista, el egocentrismo propio ha todo esfuerzo juvenil, llevaron al grupo de Moreno a sucumbir desde sus comienzos ante la enorme presión del movimiento de sindicalización masiva que vivía el país (1944-45), le imprimieron el sello sindicalista y espontaneísta del que no saldría jamás, que constituyó su característica más saliente y lo estimularon a desarrollar sobre esa base una concepción y un método ajenos y hostiles al marxismo-leninismo, que aún hoy ejerce su influencia nociva en la vanguardia y la ejerció en nuestro Partido hasta este V Congreso.
La estrategia morenista suponía que el proceso revolucionario, comenzaría por una huelga triunfante o una serie de huelgas triunfantes (un alza) que seguidas por una huelga general, culminaría en una insurrección de masas para cuya victoria al menor costo posible y con garantía de revolución profunda era necesaria la dirección del Partido Proletario Revolucionario. Suponía que las masas espontáneamente se orientarían hacia el programa del Partido y aceptarían su liderazgo. Que las Fuerzas Armadas de la burguesía se disgregarían al embate de las masas y que el triunfo de la revolución sería un proceso rápido e incruento. Soñaba con una revolución "antiséptica", sin ese ingrediente horrible de muertes y heridos, triunfante en base a habilidad política. Para él, el ejemplo era la Revolución Rusa (octubre), con menos muertos y sin la guerra civil que le siguió. La Revolución China era condenada y también su dirección por el alto costo en vidas. Esta ingenua y aristocrática pretensión empañó durante años al Partido y es la causante de la ausencia total de moral de combate, de la alergia a los riesgos más mínimos, característica de la mayoría de los dirigentes del morenismo. Señala, asimismo, que en la Argentina los sindicatos son elementos principalísimos de aglutinamiento y dirigentes de las masas (como los Soviets rusos), que el papel fundamental de motor y dirección de la revolución correspondía a un puñado de fábricas de mayor concentración, lo que permitiría a un pequeño pido encaramarse en ese proletariado y vía las organizaciones sindicales de masas (CGT) ejercer su liderazgo en todo el país. De esa estratégica extraía la táctica de centrar los esfuerzos en las organizaciones sindicales, especialmente de las grandes fábricas, donde el Partido debía estar, prenderse, en espera de las alzas, de la huelga general y la insurrección victoriosa. De ahí que la obligación principal de la dirección era mantener el Partido, "conservarlo", sin comprender que detener, conservar, es morir. Ese es el motivo del enormemente nocivo conservadurismo que se expandía como un gas venenoso, como un somnífero sobre el Partido, matando la iniciativa, reduciendo los objetivos a dimensiones ridículas, convirtiendo la actividad en intrascendente artesanía, reemplazando el rugido del león de los revolucionarios por tímidos y esporádicos maullidos gatunos. Esta idea originó la mentalidad tímida que en todo ve grandes peligros, retrocede ante los riesgos, considera al menor movimiento positivo una aventura y al magnificar los golpes recibidos no atina a contestarlos y es apabullado por ellos. Esta mentalidad como sabemos, caracterizó a la mayoría de los dirigentes de raíz morenista. Todo el Partido debe gravarse con letras de fuego el principio revolucionario de que no se puede destruir al capitalismo sin "audacia y más audacia", que una de las características más esenciales de un revolucionario es su decisión, que un revolucionario es un hombre de acción.
De su concepción sindicalista viene también el fetichismo de las comisiones internas y cuerpos de delegados como vanguardia obrera natural, la concepción de que la actividad central del Partido consistía en la lucha por las reivindicaciones inmediatas de fábricas y que dirigir el proletariado era tener la mayoría en la comisión interna y cuerpo de delegados y orientar desde allí la lucha de clases concreta", "estructural", es decir, la lucha sindical de los guantes y los aumentos. Para lograrlo los militantes tenían necesariamente que ocultar su carácter de revolucionarios. La eficacia de esta militancia sindical hacía, de los militantes, tácticos, "oficiales" de la lucha de clases, de acuerdo al criterio morenista.
Cada conflicto sindical se transformaba en eje de todo del Partido y su triunfo era una cuestión de honor. En cambio, la propaganda y la agitación revolucionaria era "propagandismo". El morenismo inventó ese término en el que quería señalar como errónea toda actividad política no dependiente del sindicalismo "concreto".
Intentar llevar las concepciones marxistas, el socialismo, a las masas, constituía una actividad superestructural y por ende de segundo orden, cuando no "provocadora". Es claro que esta táctica no podía sino mantener al morenismo a la zaga (a veces del brazo) de la burocracia sindical, y los esfuerzos por diferenciarse (con un porcentaje mayor de aumento) no hacían sino hacerlo marchar detrás de los burócratas protestando y gesticulando. Es claro también que al omitirse la actividad independiente, propia del Partido, cuyo eje es la propaganda y la agitación revolucionaria entre las masas, se ahogaba todo desarrollo cuantitativo y cualitativo.
Esta estrategia, esta táctica y los métodos que de ellas se desprenden, en vez de unir el morenismo a las masas (objetivos que perseguía sinceramente) lo fueron, paradójicamente, alejando de ellas. Su composición se fue haciendo más y más pequeñoburguesa, hasta llegar a ser en el período previo a la unificación FRIP-Palabra Obrera, casi totalmente pequeñoburguesa. No podía ocurrir de otra manera porque el sindicalismo y el espontaneísmo corresponden al punto de vista de esa clase social, cuando, influida por la lucha obrera y/o atraída por el marxismo, adopta un obrerismo elemental de adoración de los elementos más visibles de la lucha de clases. Ese mismo alejamiento de la clase obrera produjo la proletarización indiscriminada y formal que todos conocimos, paralelamente a su pequeñoburguesamiento, la secta morenista, ya sin vitalidad, sufrió un proceso de burocratización (a la altura de la ruptura con Bengochea) con el ascenso a la dirección de hombres sin formación ni trayectoria, con las características típicas de los funcionarios arribistas.
Creemos que con lo dicho es suficiente para traer a la memoria del partido los rasgos fundamentales del morenismo y su carácter social. Vayamos ahora a la historia del Partido para encontrar los gérmenes de la transformación de la organización, los orígenes del ala leninista y proletaria que al penetrar en el tronco pequeñoburgués y ya senil del morenismo, comenzó por revitalizarlo para iniciar enseguida su transformación superadora, en un proceso dialéctico cuyo motor fue la lucha de clases interna expresada por la contradicción antagónica pequeña burguesía-proletariado' y cuyo resultado es para beneficio de la revolución socialista argentina un nuevo triunfo leninista y proletario y consecuentemente un sustancial y posiblemente definitivo paso en la transformación del PRT en la organización proletaria marxista-leninista que dirigirá la lucha revolucionaria en nuestro país.
En el invierno de 1963 se firmó un acuerdo de Frente único entre Palabra Obrera (representada por N. Moreno) y el FRIP (representado por 5 de sus miembros). Dicho acuerdo tenía como base ideológica la aceptación del marxismo y como fundamento político la perspectiva de la construcción de un Partido Revolucionario Obrero. Contribuyó al acuerdo el punto de vista similar de ambos grupos de que para encarar la lucha armada -considerada como única vía para la toma del poder- era necesario construir previamente un pequeño partido revolucionario. Este acuerdo correspondía a la situación del momento en que la vanguardia discutía cómo comenzar la lucha armada y proliferaban las corrientes putchistas. Palabra Obrera había sufrido recientemente una escisión en esta dirección (grupo Bengochea).
Subsistían, sin embargo, dos grandes diferencias que se acordó resolver en los meses siguientes: a) Las relaciones con el peronismo. Palabra Obrera se reivindicaba peronista de acuerdo a la táctica del entrismo y el FRIP consideraba ello incorrecto. Esta diferencia se solucionó enseguida con el abandono del entrismo. b) Las relaciones con la Cuarta Internacional y el Trotskysmo. Palabra Obrera se reivindicaba trotskysta y estaba adherida a la Cuarta Internacional; el FRIP no estaba de acuerdo con ello. Esto se resolvió más de un año después por mayoría, en un comité central ampliado, con la incorporación plena a la Internacional.
El FRIP (Frente Revolucionario Indoamericano Popular), del que estamos hablando, era un pequeño grupo pequeñoburgués nacido en 1961 con una concepción populista y que, merced al trabajo de masas que había encarado en Santiago y Tucumán, entre sectores del proletariado azucarero y forestal y en las barriadas pobres, había ido adoptando progresivamente el método y las concepciones marxistas. Al tiempo del Frente único con Palabra Obrera continuaba siendo una corriente pequeñoburguesa cuyo mérito fundamental consistía en su orientación hacia el trabajo de masas.
Al poco t' tiempo de la firma de este acuerdo y en cumplimiento de una de sus cláusulas, el Frente FRIP-Palabra Obrera inicia un trabajo orgánico en Tucumán, en base a trabajos anteriores de ambos grupos. Esa actividad tiene como eje una orientación hacia el proletariado azucarero y es el punto de partida del ala leninista y proletaria del Partido. En efecto, el proletariado azucarero vivía desde 1961 tina etapa de grandes movilizaciones, de enérgicas luchas provocadas por la profunda crisis de la industria azucarera. Esa lucha lo convirtió en la vanguardia indiscutida de la clase obrera argentina, y a partir de un eje sindical fue trascendiendo, entre otras cosas, gracias al esfuerzo de nuestro Partido, hacia el terreno político. En esta época es cuando irrumpe en el Partido un grupo de obreros que al tiempo que se van formando como revolucionarios, adhiriendo al marxismo, incorporan a la organización puntos de vista de clase, métodos y características proletarias (solidez, decisión, energía, estrecha relación con las masas). Influyen decisivamente sobre los intelectuales revolucionarios que se forman con ellos y hacen predominar en la Regional Tucumán su influencia de clase, convirtiéndola en una regional proletaria. Este hecho, decisivo para el futuro del Partido, lleva en germen la batalla de clases interna. Mientras la burguesía mantiene su régimen de dominación democrático-burgués, parlamentario, esta contradicción permanece larvada 2 y emerge en toda su intensidad cuando la burguesía necesita recurrir a la Dictadura Militar de Onganía e incorpora la violencia abierta contra las masas como el método dominante para continuar su ofensiva antiobrera y antipopular. Es así que la elaboración de la línea partidaria para enfrentar la nueva etapa abierta con el golpe de junio del 66, es el terreno en que ha de manifestarse en forma abierta la lucha de clases en el seno del PRT. 3
En los últimos meses de 1966, la base obrera de la Regional Tucumán comienza a plantear la necesidad de pasar a la lucha armada. Los compañeros que hacían este planteo venían de varios años de lucha pacífica, predominantemente sindical: habían dirigido importantes movilizaciones obreras y sufrido finalmente una brutal derrota en ese terreno, pese a haber comenzado a utilizar métodos crecientemente violentos.
El planteo de la lucha armada irrumpe en el PRT entonces no a través de estudiantes o intelectuales revolucionarios influidos por la experiencia revolucionaria de otros países. Surge de la experiencia directa de las masas obreras argentinas y es incorporada al Partido por su vanguardia, que ha recorrido previamente el camino de la lucha pacífica, que ha comenzado por las huelgas corrientes, por la participación en elecciones, que ha pasado a la ocupación de fábricas con rehenes, a la manifestaciones callejeras violentas, hasta que, cerradas todas las posibilidades legales con la asunción de Onganía, se orienta correctamente hacia la guerra revolucionaria.
En estos momentos vienen a nuestra memoria numerosos recuerdos de esas luchas y nos decidimos a referir una anécdota, a modo de ejemplo: 12 de enero de 1967. Como parte del Plan de Lucha Azucarera Nacional, la FOTIA llama a las concentraciones en otra tantas ciudades pequeñas del interior de la provincia. Bella Vista es una de ellas. Allí deben convergir los obreros de San Pablo, San José, Amalia, Bella Vista y Santa Lucía. Nuestro Partido dirige en ese momento al Sindicato de San José y participa por esa vía en esa concentración. El gobierno ha dado ya amplias muestras de sus nuevos métodos y prohibió las concentraciones. Los obreros de San José recorren los 45 kilómetros hasta Bella Vista, en vehículos, por caminos laterales previamente reconocidos. De Santa Lucía parten grupos a pie, para cubrir caminando los 20 kilómetros que hay hasta el sitio de concentración. Ello se debe al dispositivo policial que controla las rutas para evitar el paso de los obreros. A las 13 horas, hay alrededor de 200 obreros en Bella Vista. La mayoría son de San José y Santa Lucía y esperan en la cercanía del Sindicato la hora de la concentración citada para las 17. En la policía, a 4 cuadras, están acuartelados unos 40 policías de la Guardia de Infantería Provincial llegados de San Miguel de Tucumán. Un incidente insignificante es aprovechado por la policía para provocar a los trabajadores deteniendo a un dirigente de San José. En pocos momentos comienza la lucha. Los obreros, encabezados por unos 100 activistas de San José, emplean hondas con recortes y cuentan con una veintena de molotovs de las que se utilizan 3 ó 4. La policía comienza con gases lacrimógenos y carga contra el local sindical. Posteriormente, fuertemente acosada, emplea pistolas 45. El enfrentamiento dura media hora. Su resultado es la retirada de los soldados que abandonan la zona y se refugian en el local policial dejando al pueblo en manos de los obreros (a las 17 se hizo la concentración con alrededor de 1000 obreros presentes y el único detenido fue liberado inmediatamente). En las filas obreras hay un muerto y 3 heridos. La heroica y enérgica tucumana Hilda Guerrero de Molina ha pasado a ser tina bandera y un ejemplo. De los heridos 2 son de bala y uno con fuertes golpes de garrote. La policía tiene 8 heridos por recortes y piedras, y 3 de ellos son hospitalizados. Al día siguiente, en el Ingenio San José, el ambiente entre los obreros es de satisfacción por la enérgica actitud asumida y plantean reiteradamente a los militantes del Partido que hay que armarse, conseguir ametralladoras e ir a la lucha a muerte contra la dictadura. 5
Es en ese enero de 1967 que los dirigentes de la Regional Tucumán llevan verbalmente a la Dirección Nacional el planteo formal de adoptar una línea armada centrada en una guerrilla rural en Tucumán. La mayoría de los actuales dirigentes del Centro y Derecha, más papistas que el Papa, se oponen inicialmente a esta línea, pero como Moreno la acepta, e incluso se encarga de preparar un primer documento en este sentido, optan también por adoptarla. Moreno no rechazaba en teoría a la guerrilla, pero en lugar de concebirla como el inicio de una guerra revolucionaria prolongada, la ubicaba como un elemento de presión en el marco de la concepción estratégica espontaneísta de que ya hemos hablado, y sobre todo, no estaba dispuesto a protagonizarla.
A lo largo de 1967, mientras la corriente leninista adopta progresivamente una correcta óptica de guerra revolucionaria comienza a manifestarse la lucha de clases en el seno del Partido. La agudización de las contradicciones sociales en el país influye favorablemente en el Partido facilitando que la presión proletaria en la Regional Tucumán, con su punto de vista de clase, comience a repercutir en el conjunto del Partido. Los militantes y los cuadros obreros, en distintas regionales, adoptan posiciones más activas y parte de la intelectualidad revolucionaria, en especial los cuadros y militantes jóvenes, encabezan lo que se dio en llamar la revolución ideológica en el Partido", que no es otra cosa que los aspectos ideológicos de la proletarización partidaria.
Moreno, con certero golpe de vista, comprendió que se estaba iniciando un proceso irreversible, antagónico en relación al morenismo. Pero, cegado por la preocupación y el temor, forzó la ruptura echando mano a toda clase de maniobras, uno de cuyos resultados fue la *incorporación momentánea al sector leninista y proletario de numerosos elementos política e ideológicamente morenistas.
Esta primera etapa de la lucha de clases en el Partido culminó con la ruptura de Moreno y su grupo que, desconociendo los organismos partidarios, rompió con el Partido, usurpó su nombre y retornó a su sindicalismo pequeñoburgués.
El entusiasmo provocado por este triunfo, que al liberarlo del más pesado lastre morenista y concretarse bajo la Bandera de la Guerra Revolucionaria permitió de inmediato al Partido abocarse a los primeros pasos prácticos en la dirección de la preparación de la guerra, disimuló brevemente la lucha de clases en el seno del Partido. Ella retornó al poco tiempo, a 2 o 3 meses del IV Congreso y se manifestó en la persistencia del morenismo en la dirección partidaria, que comenzó a ser enfrentado desde las zonas y regiones principalmente Córdoba y Chaco. Esta lucha se desarrolló subterráneamente, en los meses siguientes, circunscribiéndose a enfrentamientos en los máximos niveles dirigentes, sin conocimiento ni participación de las bases partidarias. La crónica de estos acontecimientos está contenida en diversas cartas y documentos elaborados en el curso de la lucha interna, que no consideramos necesario reproducir aquí.
Sí es necesario transcribir una autocrítica del compañero Carlos formulada ante el Congreso, que dice: "Numerosos compañeros me han planteado una crítica por no haber recurrido a la base del Partido, ante las primeras manifestaciones de la lucha interna en los niveles dirigentes. De primera intención creí que esa crítica no era justa, por cuanto se había llevado adelante una lucha contra el morenismo como corriente, una de cuyas expresiones son las resoluciones del Comité Central de marzo y pensé que había sido correcto no reaccionar ante los distintos indicios de resistencia a la línea del Partido por cuanto ello se daba en forma poco clara y no convenía lanzar al Partido a una discusión tan importante sin claras pruebas. Pero luego, analizando mejor esta cuestión, ante la Insistencia de los compañeros, me he dado cuenta de que hubo varias oportunidades en que se podía y se debía denunciar ante la base al morenismo y comprendí que ante esos casos actué dominado por el espíritu de camarilla en que nos habíamos acostumbrado a trabajar en vez de recurrir inmediatamente al Partido y llamarlo a ejercer la vigilancia revolucionaria sobre la dirección y a participar de lleno en la lucha interna desde sus primeros esbozos. Ello desarmó a la base y a los cuadros y posibilitó un transitorio predominio del morenismo (diciembre a febrero) que se prolongó hasta la carta de Mariano, primera reacción del ala leninista. Teniendo en cuenta que hay que delimitar responsabilidades, señalamos que también en esto los cuadros y la base tienen responsabilidades, porque si bien reaccionaron ante algunas manifestaciones (ejemplo) artículo sobre la CGT de los argentinos, agrupaciones revolucionarias, etc.), no actuaron con la energía suficiente para el desarrollo de las contradicciones. Debiendo quedar claro que las bases reaccionan hasta donde el método que venía usando la dirección se lo permite".
La lucha de clases en el Partido, cuyo núcleo es la contradicción antagónica pequeña burguesía-proletariado, la lucha por la consolidación del Partido como organización proletaria revolucionaria superando definitivamente su pasado pequeñoburgués, sale abruptamente a la superficie ante la represión en Tucumán, en los meses de octubre y noviembre de 1969. Dicha represión costó al Partido la muerte de un militante la detención de 7 militantes, un contacto y 4 elementos ajenos al Partido, el secuestro de algunas armas y el allanamiento de varias casas. Estos hechos fueron considerados por el "morenismo" "el desastre de Tucumán", y constituyeron el pretexto con el que intentó apartar al Partido de la Guerra Revolucionaria.
Comienza la lucha política y se dibujan la Derecha, el Centro y la Izquierda. Inicialmente el morenismo de derecha y centro permanecen unidos en su condición de ala derecha y se aprestan a culminar su ofensiva con el abandono de la línea del IV Congreso y la sepultura del ala proletaria, lo que creen lograr con facilidad. La reacción del Partido, que no esperaban, los obliga a delimitarse tajantemente entre sí y a afrontar una batalla que no entraba en sus cálculos.
La Derecha prefiere desenmascarase francamente, retorna plenamente al morenismo y prácticamente abandona el Partido. El Centro en cambio, después de un período de vacilaciones, acepta la lucha en el marco de una concepción estratégica de guerra revolucionaria. La manifiesta inferioridad política en que quedan al tomar esta posición los lleva a basar su argumentación en tergiversaciones y mentiras, adoptan la actitud pequeñoburguesa, de sembrar la desorientación, provocar la duda, maniatar la actividad cotidiana so pretexto de la necesidad de "estudiar".
Este es el contexto en que se presenta el proyecto autocrítico que hemos nombrado. Así ubicados pasamos a su análisis. [No se incluye dicho análisis].
RESOLUCIONES SOBRE DINÁMICA Y RELACIONES
DE NUESTRA GUERRA REVOLUCIONARIA
CARÁCTER DE LA GUERRA REVOLUCIONARIA
De acuerdo a las características que señalamos que tendrá la revolucíón en nuestro país, debemos definir nuestra guerra como guerra civil revolucionaria, la cual desde el comienzo tendrá consignas antiimperialistas, dado el carácter de semicolonia de nuestro país. La guerra civil revolucionaria se irá transformando en guerra nacional antiimperialista, tanto porque lucharemos contra la burguesía y contra un enemigo invasor, como porque la librará el conjunto de la clase obrera y el pueblo. En este momento nuestras consignas tenderán a neutralizar a sectores de las etapas superiores de la pequeña burguesía y mediana burguesía e incluso sectores de las fuerzas represivas, entonces nuestra guerra adquirirá un sentido patriótico. Si bien es necesario señalar las características del desarrollo de nuestra guerra, debe quedar claro que ésta será dirigida permanentemente por el proletariado, que su esencia de guerra civil revolucionaria se mantiene a todo lo largo del proceso.
En este sentido podemos decir que la guerra civil revolucionaria ha comenzado en nuestro país desarrollada por sectores de la vanguardia; que continuarán librándola la vanguardia obrera y sectores del proletariado y el pueblo y que, por último, será la lucha de la vanguardia obrera, la clase obrera y el pueblo, contra la burguesía y el imperialismo.
Por muchos motivos, desarrollados ya en "El único Camino nuestra guerra tendrá un carácter prolongado.
Nuestro Partido no debe olvidar ni por un momento la experiencia vietnamita, que nos Indica que, en el actual grado de desarrollo de la revolución mundial, es imposible tomar y mantener el poder en un país aisladamente. Esto sólo se logrará ante la crisis del imperialismo a escala mundial.
De aquí se desprende el carácter continental e internacionalista de nuestra guerra revolucionaria.
Por todo lo que dijimos anteriormente, el Ejército Revolucionario debe desarrollarse de lo pequeño a lo grande, de las acciones más simples a las más complejas, procurando la ligazón permanente con las masas, templando seriamente nuestras fuerzas y educando en mil acciones a nuestros destacamentos armados.
DINÁMICA DE LA GUERRA REVOLUCIONARIA
Si tenemos en cuenta que el sector de vanguardia de la clase está constituido por el proletariado industrial, que éste se concentra en Tucumán, Córdoba, Rosario y Buenos Aires, que su vanguardia es crecientemente permeable a posiciones revolucionarias y que en conjunto está inspirado por su profundo odio a la Dictadura, éstas son las regiones donde fundamentalmente se desarrollará la lucha armada tanto en su forma rural como urbana. Esta situación de conjunto tiene un desarrollo particular en cada región, y también el grado de radicalización de la vanguardia y la clase tiene niveles distintos. Dentro de este marco, el proletariado azucarero mantiene su puesto de vanguardia, pero con menos diferenciaciones con el resto que en años anteriores, por la extensión de la crisis económica y social.
Estas situaciones particulares, regionales, afectan las formas de desarrollo de la lucha armada; por ejemplo, en Tucumán el sector de vanguardia lo constituyen los obreros azucareros directamente ligados al proletariado rural y a través de éste al campesino pobre; esto, sumado a la situación geográfica de Tucumán, hace que el eje estratégico de la lucha armada pase allí por las formas iniciales de la guerrilla rural, con una etapa previa de acciones tácticas y operativas de lucha urbana y suburbana, las que se convertirán en secundarias al iniciarse la etapa estratégica (guerrilla rural); las características de la ciudad de Tucumán no hacen posible la formación de unidades militares estratégicas y muy difícil la de unidades militares operativas. Podríamos prever para Tucumán, en el aspecto de la lucha urbana, la actividad de unidades militares tácticas, subordinadas totalmente a las necesidades operativas y estratégicas del campo.
Es evidente que la tarea fundamental estará dada por la construcción de aparatos logísticos: reclutamiento, inteligencia, comunicaciones y enlace, abastecimientos, etc. La mayoría de las acciones armadas se darán en el terreno de las defensas de esos aparatos (por ejemplo, la protección de la vías de comunicaciones guerrilleras, a personas refugiadas en la ciudad, talleres, hospitales clandestinos, etc.), y en la agitación de masas, sin descartar algunas acciones de distracción de fuerzas o de apoyo a la guerrilla, como el sabotaje, la destrucción de vías de comunicación, los ajusticiamientos de represores, o el hostigamiento de unidades en descanso o acuarteladas.
En las otras tres regiones, la lucha armada será urbana y suburbana, y tanto las acciones militares como las fuerzas armadas del Partido se desarrollarán a los niveles táctico, operativo y estratégico: cumpliendo además tareas, tanto militares como logísticas, destinadas al fortalecimiento de la lucha armada en zonas rurales. Que en esta primera etapa se reducirán a Tucumán, pero que posteriormente se irán extendiendo por todo el Norte hasta llegar a enlazar geográficamente con áreas cercanas a regiones urbanas, como Córdoba y Rosario (Santiago del Estero, Catamarca, Chaco, Formosa, norte de Santa Fe, etc.).
RELACIÓN CAMPO-CIUDAD
El método de encasillar la realidad a través de esquemas subjetivos, a partir de los cuales se elabora una "estrategia" en la cual la realidad adquiere la dinámica de una mole de granito y la dialéctica es sólo algo que se desarrolla dentro de nuestras mentes, es algo común a toda la Izquierda, aquí y en todas partes. Nosotros no somos una excepción. Despojarse de estos hábitos es dar un gran paso hacia la Revolución y creemos que nuestro Partido está dando ese paso; pero aún subsisten en él rémoras de ese esquematismo. El manoseado problema de la relación campo-ciudad es un aspecto que aún nos queda por aclarar en el seno del Partido. Expulsada la Derecha, aislado y en vías de irse el Centro, el Partido actual representa la consolidación de los sectores proletarios y combativos y el fin de la batalla que desde el IV Congreso se libró contra las excrecencias morenistas. Pero este Partido que hoy somos, no es una aparición espontánea, sino el fruto de un proceso, cuyos aciertos y errores conforman nuestra realidad subjetiva; es así que el problema campo-ciudad, en vez de ser analizado como lo que realmente es: la interrelación dialéctica entre dos aspectos de una misma situación, se transforma en una contradicción con dos polos antagónicos.
Fue quizás la minimización del carácter de la lucha en el campo por el centrismo donde su temor de clase a la decisión de combatir se ocultaba en una vaga fraseología teórica y con la formulación del concepto "seguidista", según el cual la crisis se "habría trasladado" a los centros urbanos, uno de los elementos que contribuyeron a aumentar la confusión y crear susceptibilidades en el seno del Partido.
La vulgarización de dos experiencias de guerra revolucionaria importantes, la china y la cubana, unidas a la falta de información a veces deliberada, ha creado en el seno del movimiento revolucionario continental situaciones como las que estamos tratando. No vale la pena en este trabajo (aunque habría que hacerlo en otros) precisar las tergiversaciones más vulgares de las experiencias de China y Cuba, sino que trataremos de precisar nuestra realidad, adaptando a ella y no al revés la experiencia de lucha del proletariado mundial. Además, por lógicas razones de incomunicación, hemos tenido acceso parcial a las experiencias renovadoras de los camaradas survietnamitas.
El IV Congreso señaló que la Argentina en su conjunto estaba en una situación prerrevolucionaria: la realidad lo fue confirmando día a día y hoy asistimos a algo más concreto: la guerra civil revolucionaria ha comenzado. A partir de esta realidad, es inútil que nos pongamos a discutir en qué lugar geográfico, vamos a comenzar una guerra que ya empezó hace más de un año y en la que estamos metidos hasta el pescuezo; o dónde empezará a combatir el Partido cuando ya tenemos más de medio Partido en la clandestinidad y combatiendo, amén de un montón de presos y torturados. Este hecho no puede ser ignorado por el Partido.
El problema que debemos plantearnos es el siguiente: en primer lugar, ¿por qué el Partido desarrolla su actividad militar en forma desigual y qué hay que hacer para que se comience a combatir en todas partes? En segundo lugar, ¿qué tipo de estructura militar debemos adoptar en cada región del país donde existe el Partido, adecuada a nuestra fuerza real y a las condiciones sociales? Y por último, ¿cómo coordinamos toda la actividad militar del Partido para superar los desniveles actuales e incorporar a todo el Partido a la guerra?
De la misma manera que no se concibe un militante revolucionario separado de las masas, del trabajo político, en una situación de guerra no pueden existir sectores o militantes del Partido que no estén incorporados a la tarea de la guerra en el nivel que la realidad de su región o frente de trabajo lo permita. Un Partido de combate se caracteriza por eso mismo, porque combate, y en esta Argentina en guerra, la política se hace en lo fundamental armada, por lo tanto, en cada lugar donde el Partido esté presente en las masas se deben impulsar las tareas militares. Combatir, formar el ejército en la práctica de la lucha armada: quien no pelea no existe.
Nuestra guerra revolucionaria no será, no es (ya que ha comenzado) una guerra regional; es tina guerra nacional, es una guerra popular de masas que se desarrollará donde quiera que existan las masas adaptándose a las formas concretas que la realidad de cada región exija.
Lo que podemos prever es que la guerra revolucionaria se asentará sobre dos elementos militares principales; la lucha armada en el campo, con sus características de guerra de guerrillas primero y de movimientos después y la lucha armada en las grandes ciudades, con un desarrollo que a partir de acciones de recuperación y resistencia llega a operaciones de aniquilamiento. Esto en cuanto a características particulares; en lo general, ambos procesos desarrollan una lucha de desgaste de la fuerza enemiga (moral, humano y material, en este orden) quebrando su capacidad ofensiva en el campo mediante su dispersión y aferrándolas al terreno en la ciudad: movilizando a las masas e incorporando a todo el pueblo a la guerra; creando tanto en el campo como en la ciudad unidades militares estratégicas, con un número y potencia de fuego que les permita dar combates de aniquilamiento; hasta desembocar en la insurrección general urbana con el cerco y liberación de las ciudades medianas, cercanas a la zona de operaciones rurales. Ambos procesos son coincidentes, interrelacionados e inseparables.
Otro ejemplo fundamental de esta interrelación campo-ciudad está dado por el decisivo apoyo que, en su etapa inicial, recibe la guerrilla de los organismos de combate urbano, el cual se traduce no sólo en el apoyo logístico, por cierto muy importante, sino que el accionar de unidades operativas en las áreas urbanas determina la concentración en estas de sectores importantes de las fuerzas represivas y de su fijación en el terreno; esta situación, que consideramos que es de vital importancia, no ha sido analizada plenamente. Como ejemplo de su importancia señalaremos dos casos concretos: en Brasil, el desarrollo de las operaciones urbanas ha obligado a la represión a concentrar en el área Río-San Pablo-Bello Horizonte, a 40 mil hombres de sus mejores tropas antiguerrilleras (paracaidistas, infantes de marina, etc.). En nuestro país, importantes contingentes de gendarmería están ya aferrados al terreno en las grandes ciudades (Córdoba, Rosario, Buenos Aires) y su empleo en acciones antiguerrilleras rurales es poco probable.
Creemos por último que el Partido deberá dar solución práctica al problema muy concreto de que, teniendo la región (que desde el punto de vista del desarrollo de la Iticha de masas, de la fuerza de Partido y su prestigio e de las características del terreno, constituye el eslabón más débil del dominio burgués) todas las condiciones para iniciar allí la guerra, el Partido no haya logrado aún concretar esta tarea fundamental, lo cual nos permitirá dar un salto en la calidad del Partido y su prestigio ante las masas y las demás fuerzas revolucionarias.
La guerra revolucionaria, guerra popular, se asienta sobre dos concepciones básicas: el desarrollo de lo pequeño a lo grande y la incorporación de las masas a la guerra en un proceso dialéctico. Nada ilustra mejor este carácter que estas dos concepciones. Cada etapa de este proceso las muestra interrelacionadas, la intensidad y extensión de la guerra están en relación directa con la incorporación de sectores cada vez más amplios de las masas a su dinámica; el objetivo militar de la lucha es secundario frente a los objetivos políticos, se busca en cada acción armada movilizar y educar a las masas, organizarlas e incorporarlas a la lucha e incluso defenderlas cuando el enemigo las reprime si estamos en condiciones de operar.
La ciencia militar proletaria reconoce tres niveles militares: el táctico, el operativo y el estratégico. A diferencia de la ciencia militar burguesa, estos niveles guardan muy relativa relación con ellas: lo determinante es el contenido político y la incidencia que tienen las acciones en el desarrollo M proceso; por ejemplo, una unidad del ejército revolucionario de 5 a 6 combatientes (la cual por su número y poder de fuego es objetivamente una unidad militar táctica) al realizar una expropiación de gran cantidad de dinero, o recuperar armas de gran potencia o golpear a un cuerpo represivo está realizando una acción de importancia estratégica. Un destacamento guerrillero de apenas 15 a 20 combatientes que al operar en una zona determinada obliga a dispersar en cercos, peines, patrullas y vigilancia a 2 ó 3 mil soldados de la represión, minando su moral y deteriorando su capacidad combativa, sin ni siquiera combatirlos, está cumpliendo un papel estratégico, a pesar de ser sólo una unidad operativa a nuestra escala y aún cuando en una escala de un ejército clásico, este destacamento es apenas por su número y poder de fuego, la menor de las unidades tácticas.
Esta relación de fuerzas está dada en función del aspecto político de la guerra, pero si nos guiáramos por términos puramente militares, un destacamento guerrillero enfrentando a un pelotón o sección del ejército represor en combate frontal sería posiblemente derrotado por la superioridad técnica del enemigo. De la misma manera, el aniquilamiento de una patrulla del ejército opresor, que en una guerra convencional es un hecho muy menor, se convierte en la guerra revolucionaria en acontecimiento nacional que, al ser conocido por las masas, las conmueve y moviliza y el golpe que recibe el prestigio del enemigo no guarda relación con sus pérdidas en hombres y equipos, que son minúsculas: relación que en términos materiales se invierte cualitativamente para la guerrilla: perder 15 FAL no afectó materialmente al ejército represor, pues puede equivaler al 1/ 10.000 de su potencia de fuego, pero para la guerrilla puede significar un 100 por ciento de aumento en SU Doder de fuego.
Otro ejemplo interesante lo tenemos en el accionar de los comandos urbanos, que compuestos en su primer etapa de algunas decenas de combatientes, fijan al terreno a decenas de miles de soldados y policías enemigos.
Pero en estos tres niveles se da también un grado de desarrollo, de elevación cuantitativa, que no sólo pasa por los cambios de un nivel a otro superior, sino que determina una progresión de cada nivel, o multiplicación de acciones a ese nivel que inciden en la magnitud del proceso, del desarrollo continuo de esta progresión donde se interrelacionan los conceptos de desarrollo de lo pequeño a lo grande y la incorporación de las masas a la guerra, resultando un cambio en tal relación de fuerzas. Por ejemplo, una columna guerrillera de 30 a 40 combatientes es, en la primera etapa, una unidad militar estratégica, lo mismo que una brigada en la ciudad; pero en las etapas finales de la guerra, en el momento del cerco y liberación de las ciudades y de la insurrección general, las unidades estratégicas militares de la revolución cuentan, cada una de ellas, con varios miles de combatientes. La primera unidad militar estratégica del Ejército Popular del Vietnam fue un destacamento de propaganda de 40 hombres más o menos; 10 años después, en la campaña de Dien Bien Phu, en una acción de nivel operativo con resultados político- militares estratégicos, participaron 4 divisiones con fuerzas auxiliares: tinos 80.000 hombres en total.
La guerra popular no admite ser aprisionada en esquemas, todos los moldes tradicionales se rompen ante sus métodos revolucionarios. Hemos visto cómo las relaciones clásicas, número, fuego, estrategia, táctica, son transformadas; pero hay aún otro elemento que tenemos que contemplar por cuanto no desarrollarlo se presta a incomprensión y error. Se trata del problema del aniquilamiento.
El concepto clásico del aniquilamiento está expresado en la ciencia militar burguesa con claridad por Clauscwitz. Su frase la sangre es el precio de la victoria" indica que el aniquilamiento sólo se lograría a través del choque sangriento entre los contendientes y la utilización de todas las armas disponibles. Para los clásicos, pues, aniquilar significa matar o capturar a las fuerzas enemigas; pero la ciencia militar moderna y en mucho mayor grado la ciencia militar proletaria, han superado este concepto de aniquilamiento físico. Una fuerza militar no sólo puede ser aniquilada mediante el choque, es evidente que es perfectamente posible su destrucción a través de acciones menores de hostigamiento, o de estrangularlas cortándoles su abastecimiento Pero sostenemos que su aniquilamiento por medios políticos es aún más eficaz que los anteriores: en la guerra revolucionaria lo que se busca no es la destrucción física de la masa enemiga: en todo caso podría interesarnos destruir una parte de sus cuadros de dirección, pues la fuerza en su totalidad está compuesta por una mayoría de reclutas de igual origen de clase que nuestras propias fuerzas. Lo que se busca es su destrucción moral a través de acciones político- militares y su paralización, negándoles capacidad operativa, ya sea fijándolas al terreno o dispersándolas. Esto nos permite afirmar: Tropa que no combate es como si no existiera.
Esto no significa que en la guerra civil revolucionaria no se produzca el choque de fuerzas, la destrucción física del enemigo y la utilización de medios masivos de destrucción, pero sostenemos que adquiere características secundarias frente a la utilización de la política, de la ideología. Estas armas son las que nos permiten, al cambiar el sentido clásico del aniquilamiento, conjugar en la guerra toda las fuerzas de las masas y utilizar en todos los terrenos y con distinto tipo de unidades militares nuestro concepto proletario revolucionario del aniquilamiento.