Manifiesto Nº 1 del 26 de Julio (Fragmentos)

MANIFIESTO Nº 1 DEL 26 DE JULIO
(Fragmentos)

Al pueblo de Cuba

8 de agosto de 1955

Bajo este nombre de combate, que evoca una fecha de rebeldía nacional, se organiza hoy y prepara su gran tarea de redención y de justicia el movimiento revolucionario cubano.

Por acuerdo expreso de sus dirigentes se me confió la redacción de este primer manifiesto al país y los que en los sucesivos verán la luz en forma clandestina.

Al cumplir esta misión que me impone el deber, no vacilo en asumir la responsabilidad que implica calzar con nuestra firma estas proclamas que serán una constante arenga al pueblo, un llamado sin ambages a la revolución y un ataque frontal a la camarilla de criminales que pisotea el honor de la Nación y rige sus destinos a contrapelo de su historia y de la voluntad soberana del pueblo. Y aunque en estos instantes me encuentro ausente del territorio nacional y por tanto fuera de la órbita de los tribunales que en él imparten las sentencias que les dicta el amo, no vacilé tampoco en hacerlo cuando delante del tribunal que me juzgaba desenmascaré a los verdugos en pleno rostro, o de las propias prisiones acusé con sus nombres al dictador y a sus generales sanguinarios de los crímenes del Moncada en manifiesto del 6 de Enero de 1954, o rechacé la amnistía bajo condiciones previas, o ya en libertad puse en evidencia ante todo el pueblo la entraña cruel e inhumana del régimen de Batista. ¡Qué me importan todas las acusaciones que puedan hacerme ante los tribunales de excepción! Cuba es mi patria y a ella no volveré nunca o volveré dignamente como me lo he prometido. Las naves están quemadas: o conquistamos patria a cualquier precio, donde pueda vivirse con decoro y con honor, o nos quedamos sin ella.

“Patria es algo más que opresión, algo más que un pedazo de tierra sin libertad y sin vida”.

Apenas es necesario justificar la utilización de este medio para exponer nuestras ideas. La clausura del periódico La Calle , cuya valiente postura le ganó las simpatías del pueblo, aumentando su circulación amas de veinte mil ejemplares es sólo unas cuantas semanas, rubricó la mordaza más o menos disimulada que desde hace más de tres años, mantiene la dictadura sobre la prensa legal en Cuba.

El espíritu de censura y de Ley de orden Público con que el régimen quiso ocultar al pueblo la bárbara masacre del Moncada, pesa como una garra suspendida sobre los órganos de opinión pública.

Contra el que esto escribe se ensañó de modo especial la “inquisición” gubernamental. A partir de nuestro escrito en la revista Bohemia respondiendo a la cobarde provocación de un esbirro miserable que vino por lana y salió trasquilado, prohibieron de modo drástico y definitivo la presencia nuestra en cualquier tribuna radial o televisada.

Se utilizaron con éxito todos los resortes del poder para imponer la consigna de silenciarme en todas las partes, lo que demuestra hasta que punto se ahoga hoy en Cuba toda manifestación moral nueva en el vergonzoso consorcio de la opresión, los intereses creados y la hipocresía general.
Nos quedamos sin poder hablar, ni escribir, ni dar actos públicos, ni ejercer derechos cívicos de cualquier índole.
Como si no fuéramos cubanos, como si no tuviéramos ningún derecho en nuestra patria, como si hubiéramos nacido parias y esclavos en la tierra gloriosa de nuestros libertadores inmortales.

¿A eso se le llama constitucionalidad, igualdad ante la ley, garantías para la lucha cívica?

En Cuba solo tiene derecho a escribir cuanto se le antoja los seis libelos que sostiene la dictadura con el dinero que le esquilma a los maestros y empleados públicos; en Cuba solo pueden reunirse libremente los incondicionales del régimen o los que hacen el juego desde una posición dócil e inofensiva; en Cuba sólo tienen derecho a vivir los que se ponen de rodillas.

Los que dudan de la firmeza con que llevaremos adelante nuestra promesa, los que nos creen reducidos a la impotencia porque no tenemos fortuna privada que poner a disposición de nuestra causa, ni millones robados al pueblo, recuerden que un puñado de hombres con quienes no se contaba para nada, sin recursos económicos de ninguna clase, y sin más armas apenas que su dignidad y sus ideales, enfrentándose a la segunda fortaleza militar de Cuba, hicieron ya un vez lo que otros con inmensos recursos no han hecho todavía; recuerden que hay un pueblo con la fe puesta en sus honrados defensores, dispuestos a reunir centavo a centavo los fondos necesarios, para que no vayan de nuevo desarmados los brazos que conquistarán la libertad con sangre limpia y dinero limpio; recuerden en fin, que por cada uno de los jóvenes que cayó en Santiago de Cuba hay miles más esperando el santo y seña para entrar en combate, que cien mil idealistas forman hoy la reserva revolucionaria del pueblo. Y por cada uno que escriben su prédica cobarde, de envilecimiento, entreguismo y transacción con los opresores, aconsejando a nuestro pueblo la sumisión pacífica a la tiranía renunciando a su tradición de pueblo rebelde y decoroso, como si en Cuba no hubiera pasado nada el 10 de marzo, hay un millón de voces maldiciéndolos.

Las voces de los que están pasando hambre en los campos y ciudades, las voces desesperadas de los que no tiene trabajo ni esperanza de encontrarlo, las voces indignadas de nuestros trabajadores para quienes en hora maldita asaltó Batista el poder, las voces de todo un pueblo pisoteada y burlado que ha visto a sus hijos asesinados en las sombras, que no se resigna a vivir sin derecho y libertad.

A los que hablan de elecciones generales, les preguntamos: ¿Elecciones con Batista o sin Batista? Con Batista fueron las elecciones generales del primero de noviembre, las más escandalosas y fraudulentas que recuerdan nuestra vida republicana, mancha imborrable en nuestra tradición democrática, que nos retrogradó a etapas que parecían ya superadas para siempre. ¿Qué responden a eso los defensores de la solución electoral presidida por Batista?. ¿Qué argumentos les quedan después de ese escándalo sin precedente? ¿No emplearon antes exactamente las mismas razones, las mismas palabras, las mismas mentiras? ¿Es que acaso puede alguien olvidarse de aquella movilización de tanques por las carreteras y las dramáticas despedidas de Tabernilla en la Estación Terminal cual si los soldados partiesen para un campo de batalla? Después de esa experiencia de noviembre, después de un golpe de estado a ochenta días de las elecciones el 10 de marzo, por la sola razón de que no tenían la menor oportunidad de triunfo ¿puede alguien hacer creer a nuestro escéptico pueblo en unas elecciones honradas con Batista en el poder? Traicionan deliberada y criminalmente al pueblo los que quieran despertarle la ilusión de que la historia del cuarenta y cuatro se pueda repetir. Pretenden hacer creer que las circunstancias son iguales; olvidan el signo de los tiempos, no distinguen entre la hora actual de una América invadida cada vez más de dictaduras reaccionarias y el instante en que aquel hecho se produjo bajo el signo contrario de un mundo estremecido por una ola de entusiasmo popular y optimismo democrático que con los últimos disparos en Europa concebía esperanzas de un porvenir más feliz y humano para los pueblos. Cedió Batista entonces ante la opinión mundial como cedieron acobardados las camarillas gobernantes de Perú, Venezuela, Guatemala y otros países del Continente Americano.

La única solución cívica por tanto que nosotros aceptaríamos, la única honesta, lógica y justa es la de ELECCIONES GENERALES INMEDIATAS SIN BATISTA. Mientras, seguiremos sin descanso en nuestra línea revolucionaria. Y una pregunta a los que demandan elecciones generales como única solución: ¿qué harán si como es probable se niega de plano a concederla? ¿Se cruzarán de brazos a llorar como magdalenos lo que no han tenido el valor de exigir con decoro? “Los derechos se toman, no se piden; se arrancan, no se mendigan. El pueblo espera también la respuesta.

A los que afirman que la Constitución de 1940 ha sido restablecida, les decimos que mienten descaradamente. Un principio fundamental de nuestra Constitución prohíbe terminantemente la reelección presidencial, y Batista se reeligió en el cargo el primero de noviembre. No renunció siquiera: pidió licencia y dejó a un criado suyo en el Palacio Presidencial. Si la Constitución dice que cualquiera que haya ocupado el cargo no podrá ocuparlo hasta pasado ocho años, la permanencia de Batista en la Presidencia es inconstitucional.

Otro precepto establece que la soberanía radica en el pueblo y de él di manan todos los poderes, si esto es cierto, la constitución está vigente, ninguno de los que se autoeligieron en los comicios unilaterales y fraudulentos del 1º de noviembre tiene derecho a ocupar los cargos que ostentan y deben por tanto renunciar todos inmediatamente. En el pueblo radica la soberanía y no en los cuarteles. Es Batista el principal enemigo de nuestra Constitución la que destrozó ignominiosamente el 10 de marzo; no caben los dos en la misma república.

A los que acusan a la revolución de perturbar la economía del país, les respondemos: para los guajiros que no tienen tierra no existe economía, para el millón de cubanos que están sin trabajo no existe economía, para los obreros de os ferrocarriles, portuarios, azucareros, henequeneros, textileros, autobuseros y otros tantos sectores a quienes Batista ha rebajado sus salarios despiadadamente no existe economía, y sólo existirá para todos ellos mediante una revolución justiciera que repartirá la tierra, movilizará las inmensas riquezas del país y nivelará las condiciones sociales poniendo acto al privilegio y la explotación. ¿Acaso puede esperarse ese milagro de los candidatos a representantes en las elecciones parciales que se anuncian?

A los que entonan sus cantos de beatas a favor de la paz como si pudiera haber paz sin libertad, paz sin derecho, paz sin justicia, no han encontrado todavía en cambio la palabra adecuada para condenar los CIEN CRÍMENES que se han cometido desde el 10 de marzo ni los atropellos diarios, los asaltos a los hogares a media noche, las detenciones arbitrarias, las acusaciones falsas, las condenas injustas. ¿Qué han dicho de ese joven guantanamero, humilde agente del periódico La Calle , torturado atrozmente, sobre cuyos testículos estrangulados arrojaron sus verdugos un ácido corrosivo?

¡Nada! ¡Absolutamente nada!
¡Alerta pues cubanos! Contra los que te aconsejan sumisión cobarde ante la tiranía, venga de donde venga el consejo, porque esos les cobran a Batista el precio de sus hipócritas Sermones.

La paz que quiere Batista ese la paz que quería España; la paz que queremos nosotros, es la paz que quería Martí.
Hablar de paz bajo la tiranía es ultrajar la memoria de todos los que han caído por la libertad y la felicidad de Cuba. también entonces hubo reformistas y autonomistas que combatieron con saña cobarde la digna actitud de nuestros libertadores y aceptaban como solución las migajas electorales que les ofrecían los amos de aquella época.

Todos los esfuerzos del régimen serán inútiles. El 26 DE JULIO hará llegar su palabra revolucionaria hasta el último rincón de Cuba. nuestros manifiestos por decenas de miles circularán por todo el país clandestinamente, invadiendo fábricas, campos y pueblos; hombres y mujeres, deseosos de ayudar nuestra causa los reproducirán a mano o a máquina en todas partes, sabiendo que con ello ponen un granito de arena en esta lucha heroica de la nación en contra de sus opresores; penetrarán hasta los cuarteles, los barcos de guerra, las estaciones de policía y los campamentos militares.

EL 26 DE JULIO se integra sin odios contra nadie. No es un partido político sino un movimiento revolucionario; sus filas están abiertas para todos los cubanos que sinceramente deseen restablecer en Cuba la democracia política e implantar la justicia social. Su dirección es colegiada y secreta, integrada por hombres nuevos y de recia voluntad que no tienen complicidad con el pasado, su estructura es funcional; en sus grupos de combate, en sus cuadros juveniles, en sus células secretas obreras, en su organización femenina, en sus secciones económicas y en su aparato distribuidor de propaganda clandestina por todo el país, podrán enrolarse jóvenes y viejos, hombres y mujeres, obreros y campesinos, estudiantes y profesionales, sino para que todos empuñen un arma porque nunca habrán suficientes para armar a cada uno de los que quieran dar su vida en esta lucha, para que participen en ella en la medida de sus fuerzas, distribuyendo una proclama o abandonando el trabajo en gesto de solidaridad y respaldo proletario cuando los clarines de la revolución llamen al combate, porque esta ha de ser por encima de todo una revolución de pueblo, con sangre de pueblo y sudor de pueblo. Su programa audaz y valiente se puede sintetizar en los siguientes puntos esenciales:

Proscripción del latifundio: distribución de la tierra entre las familias campesinas; concesión inembargable e intransferible de la propiedad a todos los pequeños arrendatarios, colonos, aparceros y precaristas existentes; ayuda económica y técnica del Estado; reducción de impuestos.

Reivindicación de todas las conquistas obreras arrebatadas a la dictadura; derecho del trabajador a una participación amplia en las utilidades de todas las grandes empresas industriales, comerciales y mineras, que deberá ser percibida por concepto distinto al del sueldo o salario en épocas determinadas del año.

Industrialización inmediata del país mediante un vasto plan de trazado e impulsado por el Estado que deberá movilizar resueltamente todos los recursos humanos y económicos de la Nación en un supremo esfuerzo por librar al país de la postración moral y material en que se encuentra. No se concibe que exista hambre en el país tan privilegiado por la naturaleza donde todas las despensas debieran estar abarrotadas de productos y todos los brazos trabajando laboriosamente.

Rebaja vertical de todos los alquileres: con beneficio efectivo de los dos millones doscientas mil personas que hoy invierten en ellos la tercera parte de sus entradas; construcción por el Estado de viviendas decorosas para dar albergue a las cuatrocientas mil familias hacinadas en cuarterías, barracones, solares y bohíos inmundos, extensión de la electricidad a los dos millones ochocientas mil personas de nuestra población rural y suburbana que carecen de ella; iniciación de una política tendiente a convertir cada inquilino en propietario del apartamento o casa que habita sobre la base de una amortización a largo plazo.

Nacionalización de los servicios públicos: teléfonos, electricidad y gas.

Construcción de diez ciudades infantiles para albergar y educar integralmente doscientos mil hijos de obreros y campesinos que no pueden en la actualidad alimentarlos y vestirlos.

Extensión de la cultura, previa reforma de todos los métodos de enseñanza hasta el último rincón del país, de modo que todo cubano tenga la posibilidad de desarrollar sus aptitudes metales y físicas en un medio de vida decoroso.

Reforma general del sistema fiscal e implantación de métodos modernos en la recaudación de los impuestos en forma tal que evitando filtraciones y malos manejos con las contribuciones, el Estado pueda satisfacer sus necesidades y el pueblo sepa que lo que paga de sus ingresos se reviste en la colectividad en beneficio de todas clases.

Reorganización de la administración pública y establecimiento de la carrera administrativa.

Implantación del escalafón militar inviolable y la inamovilidad de los miembros de las fuerzas armadas que sólo puedan ser removidos de sus cargos por causas justificadas promovidas ante tribunales Contencioso - Administrativos. Supresión de la pena de muerte en el Código Penal Militar por delitos cometidos en época de paz. Presentación por los Institutos Armados de funciones de beneficio social en todo el país, haciendo censos de carácter económicos, catastros de tierras, deslindes, y construyendo por medio de su cuerpo de ingenieros, con remuneración especial, escuelas higiénicas y viviendas decorosas para los campesinos, los obreros y para los propios miembros de las Fuerzas Armadas que conservarían su propiedad al retirarse del servicio.

Retribución generosa y digna a todos los funcionarios públicos: maestros, empleados y miembros de las fuerzas armadas; retirados civiles y militares.

Implantación de medidas adecuadas en la educación y la legislación para poner fin a todo vestigio discriminativo por razones de raza o sexo que lamentablemente existen en el campo de la vida social y económica.

Seguro Social y Estatal contra el desempleo.

Reestructuración del Poder Judicial y abolición de los Tribunales de Hacienda.

Confiscación de todos los bienes a todos los malversadores de todos los Gobiernos sin exclusión de ninguna clase para que la República recobre los cientos de millones que le han arrebatado impunemente y puedan invertirse en la realización de algunas de las iniciativas anteriores. ¿Alguien duda de que hubiesen sido posible de haber tenido la Nación gobernantes honrados?

Estos puntos serán expuestos ampliamente en un folleto que será distribuido por todo el país.

La revolución cubana realizará todas las reformas dentro del espíritu y las pragmáticas de nuestra Constitución avanzada de 1940 sin despojar a nadie de lo que legítimamente posee e indemnizando a cada uno de los intereses lesionados, con la plena conciencia de que a la larga toda la sociedad saldrá beneficiada.

La Revolución Cubana castigará con mano firme todos los actos de violencia contra la persona humana que se están cometiendo bajo la tiranía, pero repudiará y reprimirá toda manifestación de venganza innoble inspirada en el odio o las bajas pasiones.

La Revolución Cubana no hace compromiso con grupos o personas de ninguna clase, ni a nadie ofrece empleos públicos civiles o cargos dentro de las Fuerzas Armadas; respetará la capacidad y el mérito donde quiera que se encuentre y no considerará jamás el Estado como botín de un grupo victorioso. Puede hablar así a la nación un movimiento revolucionario que ha dado ya a la patria una legión de mártires heroicos que nunca medraron a costa de ella ni tuvieron otra ambición que servirle sin interés ni cansancio.

Al adoptar de nuevo la línea del sacrificio asumimos ante la historia la responsabilidad de nuestros actos. Y al hacer nuestra profesión de fe en un mundo más feliz para el pueblo cubano, pensamos como Martí que el verdadero hombre no mira de qué lado se vive mejor, sino de qué lado está el deber y que ese es el único hombre práctico cuyo sueño de hoy será la ley de mañana...
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Fuente: Dirección Política de las FAR. De Tuxpan a la Plata. Editorial Orbe. Ciudad de la Habana , 1979, pp. 129-134.