GUERRILLA O TERRORISMO. EL DEBATE EN TORNO A LA CARACTERIZACIÓN DE ALGUNAS ORGANIZACIONES REVOLUCIONARIAS A PARTIR DE EL CASO DE LA FAMILIA
Por Eduardo Rey Tristán
Universidad de Santiago de Compostela
La asunción del monopolio de la violencia por los Estados en nuestras sociedades contemporáneas ha motivado la aparición de una serie de términos, conceptos y categorías para calificar, explicar o condenar cualquier desafío a esa situación. Así nos encontramos por ejemplo muy distintos calificativos para procesos o situaciones que, a priori, no deberían ser tan diferentes, puesto que básicamente suponen una negación de ese monopolio por parte de grupos organizados que persiguen fines contrarios a los de aquellos que detentan el poder del Estado, más allá de que la legitimidad o el poder de estos se fundamente en la aceptación generalizada (o en ocasiones incluso impuesta) del modelo imperante.
Tomemos dos ejemplos. En el Uruguay de fines de los sesenta y comienzos de los setenta el Movimiento de Liberación Nacional – Tupamaros planteó un serio desafío al Estado uruguayo.
Desde éste se referían habitualmente al grupo como terrorista, pero en cambio la percepción de la opinión pública uruguaya ni entonces ni ahora, y hablamos en términos generales, ha tenido por tal a esta organización. Al tiempo que los Tupamaros eran desarticulados en lo militar por las fuerzas de seguridad uruguayas, otro grupo que se inspiraba en sus formas organizativas y de acción se daba a conocer en el norte de Italia: las Brigadas Rojas. Del mismo modo que muchos otros grupos similares en la Europa de la década, las BR fueron calificadas y conocidas desde los años setenta y hasta hoy como grupos terroristas. Y, a diferencia del caso uruguayo, si ahora mismo hiciésemos una encuesta popular en torno al carácter de un grupo u otro, no cabe duda de que los Tupamaros serían considerados como grupo guerrillero y las BR como grupo terrorista.
Este debate tan brevemente señalado es reflejo de problemas conceptuales y metodológicos importantes en el estudio de la violencia política en las sociedades contemporáneas en general, y en las latinoamericanas en particular. En relación con las últimas, los déficit en cuanto a estas cuestiones u otras próximas, caso de los modelos de análisis sobre los movimientos revolucionarios posteriores a la Revolución Cubana, son numerosos. Entre ellos, y no poco importante, es el desacuerdo en torno a la caracterización de muchas de las organizaciones, inclusive algunas que en su momento tuvieron un considerable grado de éxito temporal y/o desarrollo político-militar.
Importantes estudiosos del tema o de la guerra de guerrillas consideran que la conocida como guerrilla urbana no es tal, no es un modelo siquiera analizable bajo el concepto de guerrilla, sino que es una forma de terrorismo, diferenciada quizás o modalidad singular, pero no lejana de éste, reservando así para los grupos rurales aquel concepto.
En línea con lo señalado anteriormente, los protagonistas de aquellas organizaciones no dudaban en considerarse guerrilleros, y así han sido vistos generalmente por un amplio sector de sus sociedades; aquellos que los enfrentaron, en cambio, frecuentemente los calificaron de terroristas.
Esto parece indicar que la definición de algunas formas de resistencia o lucha contra los poderes establecidos es una cuestión, en demasiadas ocasiones aún, más política que científica, y según desde donde se plantee, se llega a una u otra conclusión.
Es en este marco, a partir de esos problemas y en el conjunto de una propuesta de investigación más amplia referida a la violencia política y los movimientos revolucionarios contemporáneos en América Latina, en el que planteamos este trabajo. Hemos escogido como objeto particular de análisis el caso del grupo costarricense que, a falta de nombre propio, ha sido conocido por el sobrenombre que le otorgaron la prensa y los servicios de seguridad del momento: La Familia.
Se trató de una pequeña organización de carácter clandestino, formada por no más de dos docenas de militantes con vinculación plena, con un objetivo y propuesta de carácter revolucionario para el país, que desde los últimos años setenta se preparaban para un posible contagio de la situación de inestabilidad social y política que afectaba entonces al área centroamericana. Comenzaron sus actuaciones públicas en marzo de 1981, y tras diversos fracasos y detenciones en cadena, en el mes de junio ya estaban totalmente desarticulados. Los hechos protagonizados por ellos, y otros que siguieron a sus detenciones, fueron de una radicalidad tal para un país quizás poco acostumbrado a ciertas situaciones violentas que causaron una conmoción pública generalizada que, todavía hoy, es una de las explicaciones posibles a que el tema no haya sido tratado por la memoria colectiva del país. Pasó a esta, eso sí, y en el mejor de los casos, como una propuesta propia de la radicalidad juvenil mal aconsejada por revolucionarios foráneos –visión paternalista–; y en el peor y más habitual, como una propuesta terrorista de inspiración revolucionaria que quiso desestabilizar el país para convertirlo en una segunda Nicaragua –visión política radical. En esto posiblemente tiene mucho que ver la imagen que en su día se construyó de la organización, especialmente por parte de los medios de prensa, que hasta la actualidad, y a falta de otro tipo de estudios, ha sido el referente fundamental acerca del grupo y su accionar. Esto es importante por cuanto de ahí entendemos que deriva, en buena medida, el escaso, parcial y mediatizado conocimiento que la sociedad costarricense ha tenido hasta hoy de los sucesos de aquellas semanas y, principalmente, del carácter de la organización que los propició. Lo que hace si cabe más interesante e importante su estudio.
El objetivo final de este trabajo no es el conocimiento o estudio profundo de la organización, sino una mínima caracterización y somero análisis que en el marco de una propuesta de investigación más amplia nos permita más adelante reflexionar en torno al carácter político de los grupos revolucionarios urbanos latinoamericanos y sobre el debate acerca del carácter de la guerrilla y del terrorismo, sus puntos en común, diferencias y distancias.
La hipótesis básica de partida es que aquellas organizaciones que desarrollaron sus actividades en ámbitos principalmente urbanos, no pueden ni deben ser caracterizados como terroristas, puesto que su propuesta política y de acción tienen unos rasgos propios y particulares que los alejan de esa definición si son tratados desde un punto de vista riguroso y no politizado.
Por tanto, en las siguientes páginas trazaremos un perfil básico de esta organización, de su accionar y de la imagen que de ella se formó la sociedad costarricense desde sus primeros días.
Finalmente, realizaremos una propuesta interpretativa acerca del carácter de la organización. Con ello esperamos avanzar no sólo en la comprensión de este caso particular, sino también en la caracterización de las organizaciones revolucionarias latinoamericanas de ámbito principalmente urbano, así como en su proximidad o lejanía en los supuestos definitorios básicos de las organizaciones terroristas. Cabe señalar por último que este no es más que un estudio de caso en una propuesta más amplia, por lo que no se debe esperar la resolución del dilema planteado ni respuestas desacordes con las limitaciones de estas mismas páginas.
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