MOVIMIENTO REVOLUCIONARIO "FRANCISCO MORAZÁN": PRIMER FOCO GUERRILLERO EN HONDURAS
Por Rebeca Becerra
Primera Parte
En el año de 1961 el Partido Comunista de Cuba otorgó a Honduras a través del Partido Comunista Hondureño sesenta becas para que igual número de estudiantes universitarios pudieran realizar estudios a este nivel en la ciudad de La Habana, de estas becas, diez fueron entregadas al Frente de Reforma Universitaria (FRU), para que enviara a diez estudiantes de sus filas; uno de esos estudiantes fue mi padre Roberto Becerra Alvarado, quien impulsado por su idealismo humanitario integraba dicho frente. Antes de militar en el FRU, mi padre, fue partícipe de la heroica huelga de 1954, participación que reconoció el entonces Secretario General del FRU, Antonio Martel, dándole la oportunidad de culminar su carrera de Derecho en La Habana.
Los estudiantes escogidos para viajar a Cuba, acababa de triunfar la revolución, llegaron a México en ese mismo año de 1961, lamentablemente el grupo sólo estaba integrado por treinta personas, conjeturando que treinta de las becas se perdieron por falta de propuestas, pues resultó que ni el Partido Comunista Hondureño, ni el Frente de Reforma Universitaria completaron la cifra de las personas para las becas que había otorgado la Revolución Cubana. Según mi padre, solamente cinco de los treinta estudiantes conocían algo sobre teoría marxista:
Todos los demás éramos jóvenes que íbamos a Cuba porque la miseria nos había derrotado en Honduras y porque el encanto de la revolución había hipnotizado a toda la juventud de nuestro país. La ignorancia ideológica y el desconocimiento de la revolución cubana por la mayor parte de los compañeros que viajábamos a la isla demostraba una sola cosa: Que el Partido Comunista de Honduras no estaba trabajando con interés patriótico a la juventud hondureña.
Los estudiantes escogidos para viajar a Cuba fueron: Amado Gómez Tercero, Mariano Aguilar, Mario Valentín Sánchez, Emilson Zelaya, Jorge Velásquez, Armando Lara, Antonio Ortiz, Simón Morel, Mario Muñoz, Ladislao Molina, Roberto Becerra, Héctor López, José María Reyes Mata, Wilfredo Sabillón, Ramón Andrade, Oscar Martínez, Oscar Medina, Wilfredo Chavarría, Francisco Gale, Manlio Ramírez, Fernel Caballero, Edgardo Vallecillo, Napoleón Molina, Eduardo Henry, Angel Segura, Ramón Rodas, Eliseo Echeverría y dos mujeres: Gloria García Yánez y María Antonia Martínez. Los estudiantes fueron recibidos en el aeropuerto internacional de La Habana por el comandante Cubela y el entonces Presidente de la Federación de Estudiantes Universitarios de La Habana Ricardo Alarcón.
En la universidad todo era gratuito, transporte, estudio y libros, etc. Además todos recibíamos una mensualidad de 80 pesos cubanos equivalentes al valor del dólar, por otra parte era obligación estar integrados a las brigadas de trabajo voluntario y de defensa civil; todos teníamos que estar enlistados en comités de estudio marxista, deportes y aprendizaje en el manejo de toda clase de armas y ejercicios para estar preparados para defender la revolución y el territorio cubano en caso de ser invadidos por los Estados Unidos de Norteamérica.
A estos estudiantes les tocó vivir la parte más dura de la revolución, el proceso de consolidación y las peores amenazas del imperialismo norteamericano hacia el pueblo cubano: …Cuando nosotros nos dimos cuenta de todo lo que era capaz de hacer el capitalismo contra los pueblos que buscan su libertad, pensamos que aquella revolución no sólo era para los cubanos sino que era para todos los pueblos del continente latinoamericano, inclusive para nuestro humilde país de donde procedíamos. Este sentimiento humano y solidario con la miseria de nuestro pueblo sensibilizó el alma y la conciencia social de muchos de los hondureños-as que allí estábamos estudiando. Recuerdo que hacía poco que habíamos terminado los exámenes finales en la universidad en 1962, cuando Jorge Velásquez, Mario Sánchez y Mariano Aguilar me plantearon que nosotros podíamos entrenarnos en Cuba y regresar a Honduras a intentar hacer nuestra propia revolución, les contesté a mis compañeros de estudio que hicieran los contactos necesarios porque yo también estaba de acuerdo con su patriótico pensamiento. Cuando ellos me informaron que las autoridades que habían consultado estaban de acuerdo, no vacilamos en separarnos de la vida universitaria para entrar a la vida dura y difícil pero inquietante del entrenamiento guerrillero.
De los treinta estudiantes hondureños, quince se separaron de las aulas universitarias comunicándole al Comandante Piñeiro su decisión de entrenarse como guerrilleros; Piñeiro era la persona encargada de dirigir los campos de entrenamiento de los guerrilleros de Centro América y América del Sur, pero esta decisión tenía que ser avalada con el visto bueno del Comandante Ernesto “Che” Guevara, el cual fue pedido y otorgado sin titubeos:
La decisión que tomamos de convertirnos en el primer foco guerrillero de nuestro país fue personal, nadie nos indujo ni nos alentó a que tomáramos este camino. Fue la cruda realidad que vieron nuestros ojos de los grandes crímenes que los Estados Unidos cometían contra un pueblo débil en armamento, pero fuerte en su decisión de hacer la revolución, lo que nos hizo cambiar los libros y la generosa vida de estudiantes a hombres y mujeres de armas tomar. Después de formalizar nuestra decisión, un día cualquiera desaparecimos de la vista del resto de nuestros compañeros hondureños que se negaron a luchar por su patria porque prefirieron coronar su carrera universitaria antes que dar la vida por la clase obrera que los educaba en Cuba y los esperaba en Honduras como profesionales conscientes del sufrimiento de los pueblos.
Los estudiantes que decidieron formarse como guerrilleros fueron: Mariano Aguilar, Amado Gómez Tercero, Mario Sánchez, Wilfredo Sabillón, Jorge Velásquez, Oscar Martínez, María Antonia Martínez, Gloria García Yánez, Manlio Ramírez, Edgardo Vallecillos, Ramón Rodas, Roberto Becerra, Napoleón Molina, Angel Segura y Antonio Ortiz. Fueron llevados a una propiedad que sería la primera base de entrenamiento y fueron recibidos por el Comandante Harry Villegas (Pombo) quien los visitó en representación del Comandante Piñeiro (Barba Roja) presentándoles al capitán Valdés quien sería de allí en adelante el representante ante la revolución cubana para hacer cualquier reclamo que el grupo deseara hacer. En el mes de octubre de 1962, comenzó el duro entrenamiento militar en base a las nuevas tesis de lucha armada de la nueva guerrilla concebida por el Comandante Ernesto “Che” Guevara.
Cuando la dirigencia del Partido Comunista de Honduras se dio cuenta de que quince compañeros hondureños se habían retirado de sus estudios universitarios para recibir entrenamiento militar bajo las órdenes del Comandante Che Guevara y el Comandante Piñeiro (Barba Roja), se molestaron, pues nuestra decisión había provocado la división; el Partido se quejó con las autoridades del Partido Comunista de Cuba para que interviniera y nos hicieran volver a la universidad y así demostrar su autoridad ante nosotros y el Comandante Ernesto Guevara.
La lucha por detenernos no sólo se concretó a exigir a las autoridades más altas de la revolución cubana sino que su queja por disuadirnos la elevó al Partido Comunista de la Unión Soviética. Pero todos los esfuerzos que hicieron en contra nuestra, fueron en balde y todas las consultas que plantearon al más alto nivel en Cuba y la Unión Soviética no fueron atendidas como ellos deseaban. Después de este infructuoso esfuerzo el Partido Comunista de Honduras se volvió nuestro enemigo en el seno de la revolución cubana, a tal extremo que cuando el resto de los compañeros que estudiaban en la universidad estaban de vacaciones, los obligaban a que se unieran a nosotros a recibir entrenamiento militar para demostrar a las autoridades cubanas que la dirigencia del Partido Comunista Hondureño estaba de acuerdo con la revolución armada para liberar a Honduras.
El grupo de “nuevos” fue aceptado por nosotros pero ya era difícil que alcanzaran nuestro nivel de aprendizaje en el plano militar. Debo decir aquí con claridad que nosotros fuimos entrenados como revolucionarios guerrilleros no como un grupo bajo el mando del Partido Comunista de Honduras, sino como un grupo de hombres y mujeres independientes dispuestos a luchar por la clase obrera de Honduras.
En sus memorias mi padre recalca el papel que el Partido Comunista nunca jugó, para liberar al país a través de la lucha armada, porque su estrategia política no fue jamás formar una fuerza armada para tomar el poder político a través de la guerra popular; las oportunidades que según se dieron nunca fueron aprovechadas; influencia que también jugó las tres posiciones que en el ámbito internacional manejaban a su antojo las corrientes ideológicas dentro de las mismas luchas que se realizaban a nivel mundial:
1) El tránsito pacífico impulsado por la Unión Soviética y que consistía en tomar el poder político del pueblo a través de elecciones libres. 2) La lucha armada de los campesinos impulsada por el Partido Comunista de la República Popular de China y 3) La revolución del pueblo que impulsaba el Comandante “Che” Guevara en base a un foco guerrillero fuera del dogmatismo de los Partidos Comunistas.
Esta última posición fue tomada por mi padre hasta el día de su muerte y por el grupo de los quince guerrilleros que se entrenaron en Cuba:
Estas tres posiciones generaron una polémica a nivel mundial que causó grandes daños a los pueblos que luchaban por su libertad como Vietnam, que su guerra popular en su aspecto logístico era ayudada por la Unión Soviética, pero en su aspecto de aumentar el poder de sus ejércitos eran negados por la República Popular de China. Sólo hasta el último momento ya cuando los gringos estaban próximos a llegar a Vietcom Hanoi capital, China envió tres millones de soldados para ayudar a sus hermanos vietnamitas. Esta poderosa fuerza militar hizo retroceder a los ejércitos norteamericanos hasta el paralelo 38 que dividía a Vietnam del Norte con Vietnam del Sur. Los gringos perdieron esta guerra y perdieron su prestigio político en esta aventura bélica. Esto quiere decir que la mayoría de los Partidos Comunistas del mundo eran prosoviéticos amantes del tránsito pacífico, y las tesis de Mao Tse-Tung no prosperaban en el continente latinoamericano porque su estrategia era más difícil de poner en práctica y la ayuda económica de este país para la liberación de los pueblos no existía por la pobreza en que estaba sumida. Fue entonces que el Comandante Che Guevara rompió con las tesis de lucha de estas dos potencias rivales en la aplicación de algunos principios del Marxismo. Y sobre todo en la práctica de la sociedad comunista.
El Partido Comunista de Honduras continuó perdiendo las oportunidades de lanzarse a la lucha armada a favor de la miseria de los trabajadores de Honduras, principalmente cuando se da el golpe de Estado el 3 de octubre de 1963, derrocando a l Presidente Ramón Villeda Morales que impulsaba una labor social a favor de los mas desposeídos dirigiendo una profunda reforma agraria. Villeda Morales fue acusado de “comunista” y salió huyendo para San José, Costa Rica. Para mi padre este capítulo de la historia hondureña brindó las condiciones objetivas y subjetivas que tanto esperaba el Partido Comunista de Honduras, condiciones que dejó pasar por miedo a las armas a pesar de la exigencia del pueblo hondureño.
Pero la cara se les llenó de vergüenza con esta realidad y decidieron mandar a Cuba a 22 compañeros a entrenarse para montar una guerrilla en la montaña de El Jute por el lado de El Progreso, Yoro. Esta decisión alivió un poco el clamor del pueblo que estaba enardecido porque nadie salió en su defensa y con esta acción el Partido Comunista demostraba al mundo que se iba a la lucha armada obligado por las circunstancias, paso político que diezmó nuestras aspiraciones porque creíamos que la decisión del partido era seria y verdadera.
Los 22 campesinos que escogió el Partido Comunista para convertirlos en guerrilleros al llegar a Cuba fueron incorporados al grupo donde se entrenaba mi padre y que ya tenían un año de duros e importantes entrenamientos.
Cuando nuestros hermanos llegaron a nuestro campamento los recibimos con sobrada alegría porque eran nuestros compatriotas, pero al observarlos vestidos en harapos, desnutridos y agobiados por el duro trabajo de las fincas bananeras de nuestro país nos dimos cuenta de que una tercera parte de ellos no sabían leer y no sabían a qué iban a Cuba. Nos dio lástima y mucha vergüenza que los cubanos se dieran cuenta del estado lamentable en que se encontraban nuestros hermanos recién llegados a la isla del encanto revolucionario.
El entrenamiento del primer grupo guerrillero continuó normalmente y por orden del Comandante Piñeiro les fue asignada la tarea de entrenar a los campesinos que había enviado el Partido Comunista de Honduras. El grupo fue organizado y el entrenamiento a pesar del lamentable estado físico de los compañeros se extendía desde las 4:00 a.m. hasta las 10:00 p.m.
Además organizamos una escuelita para enseñarles a leer a los compañeros analfabetas. Con mucho esmero les enseñamos paso a paso todo el entrenamiento que habíamos recibido nosotros. Seis meses estuvieron nuestros hermanos a nuestro lado sin estar totalmente preparados en todas las formas de la lucha. El Partido Comunista los trasladó a nuestro país.
Para hacer esto el compañero Padilla Rush fue a Cuba y visitó nuestro campamento para darles la grata noticia que él llegaba a traerlos. Padilla nos dio dos horas de rimbombante charla política, referente al trabajo extraordinario que el Partido estaba haciendo para lanzarse a la lucha armada contra el régimen militar que imperaba en Honduras. En esta charla estuvieron presentes los comandantes de mayor confianza del Comandante Che Guevara: Harry Villegas (Pompo) y Leonardo Tamayo (Urbano) ambos futuros combatientes de la lucha de Bolivia.
Al final del pomposo discurso Padilla Rush nos dijo que nosotros estábamos fuera de los planes de la guerra de su partido, que por eso no nos invitaban a la fiesta que comenzaría en cuanto nomás los muchachos que mandaron a entrenarse pusieran los pies en las montañas de nuestro país. Los hermanos se fueron sin un conocimiento exacto de la guerra de guerrillas y nosotros quedamos tristes por su rápida partida pensando desagradablemente en las palabras que nos dijo Padilla Rush. Días después nuestro compañero Valdés el hombre enlace que pasaba siempre junto a nosotros nos contó que el Partido Comunista de Cuba le había dado a Padilla Rush, US$30,000 (dólares) para que ubicara a los compañeros entrenados por nosotros en la zona de operaciones que ellos escogieron con el equipo necesario para comenzar a operar contra el régimen golpista de Oswaldo López Arellano que estaba reprimiendo al pueblo hondureño.
La división causada al Partido Comunista distanció al grupo guerrillero, organizado por mi padre y otros compañeros, de su política de compañerismo internacional. El entrenamiento adquirido duró alrededor de tres años. Cuando finalmente se rompió la cerca que los separaba el grupo guerrillero ingresó a territorio hondureño en el año de 1964, divididos en tres grupos, uno de los cuales encabezó mi padre.
Segunda Parte
Luego que los quince estudiantes enfrentaron en La Habana al Partido Comunista de Honduras que se oponía a que regresaran al país a iniciar la lucha armada, se envió a tres integrantes, los más capaces, para poder establecer los contactos necesarios para ingresar al territorio. El tránsito de revolucionarios en estas épocas (1964), era peligroso y había que poner en práctica toda una estrategia de defensa personal para no caer en las garras de la conocida “A” Acción Armada Anticomunista que operaba desde América del Sur, pasando por Centro América hasta Estados Unidos:
“Uno de los trabajos que tenían que hacer los compañeros era establecer un canal amistoso desde México hasta nuestro país, pero un canal firmemente consciente que le garantizara la vida a los pequeños grupos que irían recibiendo de fecha en fecha. Cada quince días yo como representante del grupo sorteaba entre los demás compañeros que quedábamos en Cuba, desesperados por llegar a nuestro país, su salida. Habían abierto un canal desde México, Guatemala, El Salvador y Honduras porque los pasos fronterizos por tierra eran menos peligrosos que la toma de aviones en los aeropuertos internacionales. El primer grupo no sólo abrió este canal de transportación de gente sino que al llegar a Honduras comenzó a trabajar políticamente para dar a conocer las nuevas estrategias del Comandante Che Guevara y buscar la mejor forma de encontrar amplia ayuda en nuestro territorio la cual consiguieron haciendo una alianza con la dirigencia del Partido Liberal. Este paso que dieron en forma inconsulta fue criticado en Cuba pero fue bien visto por nosotros que conocíamos el terreno y estábamos poniendo en práctica los consejos del Comandante amigo”.
Mi padre, Roberto Becerra Alvarado, permaneció en Cuba pues fue nombrado Comandante del Movimiento Revolucionario Francisco Morazán y era el que decidía cómo y cuándo regresarían al país. El primer grupo lo encabezó el Comandante Mariano Aguilar. La alianza que se concertó con el Partido Liberal de Honduras no fue acogida por los cubanos que pertenecían a la línea soviética pues se oponían a la lucha armada sin embargo la decisión era necesaria pues el Partido Liberal contribuyó a la organización de una estructura que les permitiría actuar.
Mi padre entró con el tercer grupo por México. El contacto principal en el Distrito Federal era el muralista hondureño Alvaro Canales, hombre de mucha confianza y amigo de la familia Becerra Alvarado. A pesar de que el muralista Canales era un hombre que servía al Partido Comunista arriesgando su vida y la de su familia, se encontraba en una situación calamitosa:
“Cuando regresamos del restaurante donde habíamos concertado la cita, llevamos a su casa dos pollos, panes blancos y unos refrescos, porque me dijo que su familia no había comido en todo el día y me dijo lo siguiente: Roberto, estoy pasando la más dura crisis de mi vida, fíjate que debo tres meses de casa y esto aquí en la capital es fatal. Te cuento que mis dos hijas se están graduando de peritas y no tengo dinero para sus vestidos de graduación, ni dinero para pagarles sus derechos de examen de graduación. Yo le contesté lleno de ira: ¡Puta Canales! de verdad que el Partido te tiene jodido en esta capital, yo sé que tú eres el representante de los comunistas hondureños en este país. ¿Qué pasa?, no te pagan por este peligroso servicio estos hijos de la gran puta. No Roberto, me contestó, no recibo ni un centavo por todo el trabajo que les hago en este lugar y que pone en peligro la vida de mi familia y mi propia vida, pero sé que estoy colaborando por la causa de los trabajadores de mi patria y esto me alegra mucho y me satisface gran parte de mi vida. Me llevó a su casa esa noche para que conociera a su familia, él vivía en Sarco No. 472 a pocas cuadras de la Avenida de Insurgentes, conocí su familia gente muy hermosa, atenta y educada. Después de unos cuantos minutos de conversación y observar la miseria en que vivía me despedí de él y me acompañó a las escaleras del edificio hasta el portón de la entrada. Saqué mi cartera y le di 600 dólares para que resolviera sus problemas, me abrazó como un hermano y me dijo que estaba a las órdenes para servirme en todo lo que fuera por la causa que defendía”.
En la misma condición se encontró a Francisco Ruiz y Brow Elvir:
“Encontré a Ruiz y después de muchos años sin vernos nos reconocimos perfectamente bien de acuerdo a la consigna internacional que manejábamos y que nos daba la seguridad de estar platicando con un amigo. Francisco andaba en México sin dinero y mal presentado en su físico pero eso lo arreglamos con algunos fondos económicos que yo traía. Me contó un caso que por primera vez en mi vida lo contaré para que la gente sepa cómo el Partido trataba a los comunistas y revolucionarios de la época cuando estos se volvían rebeldes desafiando las inescrupulosas mentiras que echaban a rodar por la patria para darse fama de hombres de altura como Fidel Castro. Francisco Ruiz como dije antes, me contó que Brow Elvir se encontraba en México con su familia y que el Partido había dado orden a la Embajada Cubana de que no lo dejaran entrar a aquel maravilloso país. Como yo conocía personalmente al compañero Brow y sabía de su valor, de sus conocimientos políticos y de su trabajo disciplinado en el Partido me encargué personalmente de su asunto para que le dieran entrada a Cuba a él y a su familia porque ya tenía tres meses de estar en México sufriendo grandes necesidades”.
Por las gestiones de mi padre Brow Elvir entró a Cuba. Días después de haber llegado al Distrito Federal mi padre se entrevistó con el Secretario General del Partido Comunista de Honduras Dionisio Ramos Bejarano, alquilaban el piso de un lujoso hotel donde vivía toda la directiva del Partido, incluyendo a Padilla Rush; mi padre llevaba a Bejarano una carta de recomendación del Comandante Che Guevara, para que el Partido Comunista le diera el apoyo necesario para comenzar la lucha armada en Honduras. Después de una larga conversación con Padilla Rush y Bejarano, mi padre pidió lo siguiente:
a) Que nos ayuden a llevar a nivel nacional e internacional con éxito, todo el plan de propaganda que tenemos preparado para abrir el camino.
b) Que nos pongan en contacto con la guerrilla de Nicaragua y la guerrilla de El Salvador para ver si podemos comprarles algunas armas que necesitamos para comenzar la revolución que pensamos llevar a cabo.
c) La otra ayuda que necesitamos de ustedes es que nos presten el aparato de comunicaciones que tienen en Honduras abandonado porque nosotros tenemos los contactos necesarios para comunicarnos con: México, China, Bulgaria y Cuba.
Bejarano y Rush aceptaron las peticiones, redactaron una carta y le recomendaron que al llegar a Honduras se comunicara con Mario Membreño:
“Me despedí de todos ellos y de aquel bacanal de comida y bebida y salí para la casa de Alvaro Canales a despedirme con mucha gratitud y pedirle que tuviéramos el último contacto con la Embajada Cubana en México. Arreglamos el asunto con dicha sede diplomática y salí rumbo para El Salvador donde me estaba esperando el otro contacto previamente establecido por mis compañeros de lucha.
El contacto que lo recibió en El Salvador lo llevó a un hotel propiedad del hermano del Dr. Ramón Custodio López; por la noche mi padre visitó los liberales exiliados por López Arellano:
“Busqué entre ellos a algún conocido y encontré a Juan Cardona que al verme se le rodaron las lágrimas de alegría y de esperanzas y luego me llevó donde el compañero Julio Meza, padre del escritor nacional Víctor Meza. Toda esa noche la gente exilada no durmió porque se dieron cuenta de que el Jefe del Movimiento Francisco Morazán estaba entre ellos. Nos reunimos con Julio Meza, el primo de Carlos Arita, Juan Cardona y otros obreros importantes emigrados por la persecución del déspota de López Arellano. Toda la gente estaba indignada y quería regresar a su patria y todos me gritaban desde afuera que estaban listos para acompañarme y venir a pelear a Honduras. Con Julio Meza trazamos un plan para mitigar un poco las terribles necesidades que pasaban los emigrados hondureños en El Salvador, formamos un comité y redactamos varias cartas para las centrales obreras de Honduras como: La FESITRANH, la FECESITLIH y el SUTRASFCO y otros sindicatos fuertes del país a quienes mandamos notas peticionarias de fondos económicos para ayudar a aquel contingente sumido en el hambre y la miseria”.
En El Salvador mi padre, Roberto Becerra, estableció contacto con la guerrilla salvadoreña, los objetivos de las reuniones era organizar un fuerte grupo armado para entrar a Honduras:
“El representante militar salvadoreño dijo que estaba de acuerdo y que las armas estaban disponibles pero la condición que pusieron para entregar estas armas fue la de que firmáramos unos documentos que leímos detenidamente y donde nos comprometían a entregarle a El Salvador los bolsones de tierra que estaban en disputa con nuestro país. Claro que siendo hondureños de corazón no aceptamos la proposición a pesar de todo el sufrimiento que estábamos viviendo: Este es el verdadero sentimiento patriótico del trabajador de nuestra patria que aunque se esté muriendo de hambre jamás traicionará la tierra que lo vio nacer”.
Mi padre entró a Honduras por El Guasaule, guiado por Jorge Velásquez, en el punto indicado lo esperaba Ballardo Paguada, quien estaba terminando el último año de su carrera de ingeniería con gran sacrificio. Mi padre fue llevado a nuestra casa en el barrio El Bosque donde permaneció por cuatro días, posteriormente se trasladó a una casa clandestina que le tenían preparada en el barrio Buenos Aires en donde comenzó a hacer los primeros contactos con los compañeros que habían llegado de Cuba. Posteriormente se entrevistó con Mario Membreño quien se encontraba escondido por la persecución política, por lo que a mi padre le costó encontrarlo:
“Por eso cuando Mario se presentó ante mí, estaba pálido y sumamente delgado y se veía un hombre sufrido por la gran persecución a que había sido sometido desde que López Arellano asaltó el poder en Honduras. Nos abrazamos como verdaderos amigos y luego le entregué la carta que venía destinada para él, la abrió, la leyó y suspiró profundamente con una sonrisa burlona en sus labios y luego me dijo: “Nada de lo que está planteado en esta carta, existe en Honduras, aquí no hay ni una pistola para defendernos siquiera. No tenemos organización, no tenemos contacto con nadie ni con la misma dirigencia que huyó de nuestro país, no estamos haciendo ninguna actividad revolucionaria para defender a nuestro pueblo que lo están masacrando y no tenemos ninguna posibilidad de levantarnos en este momento. Después de estas aseveraciones que no dejaron de desalentarnos un poco le pregunté por la guerrilla de El Jute, viejos compañeros que nosotros mismos habíamos entrenado en Cuba. Al respecto me contestó: La guerrilla del “Jute” Roberto, fue desactivada por órdenes de Dionisio Bejarano y por ellos mismos fue denunciado el punto exacto donde estaban acampados y donde los encontró el ejército en horas de la noche y los fusiló a todos. Sólo escapándose uno de ellos y una compañera que andaba haciendo sus necesidades fisiológicas en la montaña y que al oír el tiroteo se alejó más para salvar su vida. Así es que la guerrilla que se entrenó con ustedes ahora es un grupo guerrillero de fantasmas porque todos fueron asesinados en el mismo lugar donde los encontraron.
…El único frente que estaba haciendo algunas acciones guerrilleras era el grupo “MIL” y el “FRU” y uno que otro sindicato que salía a las calles a protestar por la muerte indefensa de sus afiliados, la situación política de Honduras en esos momentos era inmejorable para lanzarse a la lucha revolucionaria, pero la dirigencia comunista responsable de esta etapa histórica, le gustaba más devorar gallinas en los hoteles de México que venir a defender la vida de sus propios compatriotas. Con mi llegada a Honduras arreció la lucha de alianzas con algunos grupos liberales y amigos de la revolución cubana que querían defender a su patria del malvado gorila que estaba estrangulando paulatinamente la vida del Partido Liberal y la vida de todo aquel profesional que se oponía a sus dictados de servil dictador.
…Al momento de despedirme de Mario Membreño me recomendó que me cuidara porque lo más seguro era de que las autoridades ya tenían el listado de todos los hondureños que se estaban entrenando en Cuba y que esta lista posiblemente la habían entregado los miembros del Partido Comunista Hondureño.
El Movimiento Revolucionario “Francisco Morazán” trabajó todo el año de 1964 en organizar un fuerte movimiento armado bajo los dictados de amplias alianzas con todas las organizaciones políticas, sociales y de lucha que habían en el país. Para noviembre y diciembre de 1964, todos los grupos estaban bien organizados, armados y equipados y además habían hecho un reconocimiento a cada grupo en su terreno de operaciones y establecido a la vez los contactos con los dirigentes locales del Partido Liberal. El apoyo que consiguieron a través de las pláticas sostenidas con la dirigencia de este Partido fueron abiertas, sinceras y respetuosas que sólo implicaban la continuación democrático revolucionaria del programa de Gobierno del Dr. Ramón Villeda Morales. La veracidad de estas conversaciones desmentían la mala propaganda que les hacía el Partido Comunista de que:
“Nosotros éramos “cabezas calientes” que había preparado el Che Guevara para enviar a Honduras los agentes de una revolución altamente radical y marxista. Los primeros seis meses de esta propaganda no fue efectiva porque la dirigencia del Partido derrocado no creía en la maleficencia divulgada por el Partido Comunista de Honduras”.
Tercera Parte
El engaño y la traición de los comunistas hondureños
Las alianzas del Movimiento Revolucionario Francisco Morazán con el Partido Liberal de Honduras permitieron dotarlo de una estructura organizativa territorial amplia y operativa; para finales de 1964, en el área rural, el frente revolucionario contaba con cinco zonas organizadas y con un cuerpo armado de jerarquía democrática, integrado, entre otros, por los quince estudiantes entrenados en Cuba, y en el área urbana por cinco unidades operativas, que mediante manifestaciones populares y comunicados en la prensa nacional ejercían presión política y social. La división territorial y la distribución del personal según las memorias de mi padre, Roberto Becerra Alvarado, fue la siguiente:
Zona 1 (Santa Bárbara, Copán, Cortés, El Mochito, Cañaveral): Mariano Aguilar, Francisco Soto, Valdemar Alvarado, Vladimiro Canales
Zona 2 (San Pedro Sula, Yoro, Atlántida, El Progreso, Lima y Tela): Jorge Arturo Reina, Gerardo Alfredo Medrano, Mario Sánchez, Cesar Augusto Murillo Selva y Carlos Falk
Zona 3 (Tegucigalpa, Choluteca, Valle, Comayagua): Armando Gómez Tercero, Bayardo Paguada, Francisco Aguilar, Medardo Mejía, Jorge Velásquez, Finlander Díaz Chávez y Antonio Chávez
Zona 4 (El Pueblo Hondureño, encargados de operaciones en el territorio nacional): Manlio Martínez, Paquita Valerio, Ángel Antonio Romero y Cartagena
Zona 5 (Olancho, La Mosquitia, El Paraíso): Roberto Becerra, Oscar Martínez, Juan Ángel Becerra, Francisco Ruiz, Holofermes Becerra
Los enlaces nacionales a nivel profesional fueron: Gloria Yánez, Adelita Ruiz, Francisco Leiva, Ramiro Sierra. Los enlaces internacionales: Julio Meza, Pablo Cardona, Brown Elvir, Celedón Carrillo (México). El Comando médico: Dr. Ramón Custodio López, Dr. Julio Batres, Dr. Arístides Betanco (México). El Comando de Prensa y Radio: Medardo Mejía y Ventura Ramos.
A continuación expongo en voz de mi padre, Roberto Becerra Alvarado, las razones del porqué fracasó del MRFM:
“Los comandos del Movimiento Revolucionario Francisco Morazán estaban operando de acuerdo a las estrategias políticas y militares trazadas y porque el 60% del pueblo hondureño era liberal y tenía órdenes de su dirigencia de colaborar con nosotros donde nos encontráramos; en el período de más o menos ocho meses, en el año de 1965, tuvimos varios enfrentamientos con el ejército nacional a quienes les causamos varias bajas, nosotros perdimos solamente dos compañeros. El Movimiento empezó a sentir su debilidad, en la lucha, cuando la gente del Partido Liberal emprendió la retirada inesperadamente; ya sólo contábamos con los guerrilleros liberales, que habían huido de la represión político-militar y a los cuales habíamos reclutado en las montañas. Las tropas imperialistas norteamericanas se habían encargado de especializar a grupos armados de contrainsurgencia que reprimieron a la población civil que en los municipios y aldeas nos brindaba su apoyo solidario. El fracaso del movimiento no se debió a una mala estrategia de guerra; no se debió a la falta de apoyo popular; no se debió a la capacidad militar de los líderes revolucionarios, sino que colapsó debido a una campaña política de engaño y de traición, que hizo eco en la dirigencia del Partido Liberal, por parte de nuestros enemigos los dirigentes del Partido Comunista Hondureños.
La caída del presidente constitucional Dr. Ramón Villeda Morales, uno de los mejores presidentes de Honduras en los primeros 50 años del Siglo XX, se debió a una traición militar que le costó al pueblo hondureño, como dije en páginas anteriores, una matanza de alrededor de dos mil muertos que la realizó el ahora distinguido Oswaldo López Arellano, General que vino del campo en condiciones de limosnero para convertirse de la noche a la mañana en Consejero de la Empresa Privada de Honduras.
El golpe militar dado a la constitución del país creó condiciones objetivas y subjetivas de gran poder para lanzar a este país a una guerra justa para recuperar los pocos derechos sociales que el Presidente de Honduras les había otorgado a los trabajadores hondureños; pero para los comunistas criollos de carpeta, este golpe sólo les sirvió para salir huyendo del país y protegerse en el campo socialista internacional dejando al pueblo en las garras de un asesino sin compasión, mientras que todos aquellos liberales que por falta de fondos económicos no pudieron salir de Honduras, porque vivían en el interior del país, sufrieron las consecuencias de la represión militar y política.
Por eso digo con toda razón y propiedad, que el fracaso de nuestro movimiento guerrillero lo determinó la acostumbrada vida de reyes de la dirigencia del Partido Comunista de Honduras, quienes siempre nos vieron como enemigos de sus principios “revolucionarios” y enemigos del enorme prestigio político que gozaban de la entrañable Unión Soviética y de todos los Partidos Comunistas proclives a esta política y que de una u otra manera ayudaron siempre, tras bambalinas, a los partidos tradicionales a organizar sus luchas políticas para que las devorara el pueblo sin mayor dificultad y que les ayudaba, a los comunistas, a alcanzar una cuota de poder en la nación.
La dirigencia del Partido Comunista de Honduras, era una dirigencia cobarde. Estaba compuesta de oportunistas y viajeros internacionales acostumbrados a vivir en los mejores hoteles del mundo, desde este punto de vista no eran líderes completos para defender al pueblo en sus momentos de crisis sangrienta. Esta debilidad demostrada en su propia historia política, los obligó a quedarse aislados del conflicto armado de Centroamérica en la década de los años ochenta. Prueba de ello es que en nuestro país, la URP y los Cinchoneros surgieron de las divergencias internas del Partido Comunista.
Es verdad que el Partido Comunista de Honduras de 1960 fue una fuerza política que se respetaba en el país porque tenía bajo su control organizaciones sociales, políticas, sindicales, estudiantiles, magisteriales y campesinas. Esta estructura social la manejaban con posiciones y documentos demagógicos publicados y elaborados alrededor de cada uno de los problemas que padecía cada grupo social, logrando con ello la conformidad de estos sectores; política que favorecía la tranquilidad del partido tradicional de turno en el poder. Pero a estos sectores dominados por el Partido Comunista nunca se les dijo cuál era el objetivo principal de su organización ni la forma como librarse de la explotación. No se les permitió conocer a fondo y con conciencia revolucionaria; que la fuerza unitaria es capaz de desencadenar una guerra revolucionaria de liberación nacional para redimirse de todos los atropellos injustos cometidos por la sociedad que ellos mismos sostienen y construyen con su trabajo esclavizado.
Como la palabra del Partido Comunista era oída con fuerte credibilidad por algunos sectores organizados y los gobernantes de turno, éstos se dieron a la tarea sucia de denigrarnos ante el pueblo y sus autoridades: diciendo que nosotros éramos unos mocosos anarquistas de los que formaba el Ché Guevara en Cuba; que éramos niños sin madurez política que buscábamos sembrar el caos en el país; que éramos estudiantes “cabezas calientes” que pensábamos tener pelos en el pecho como Fidel Castro; que éramos un grupo de jóvenes sin principios políticos y patrióticos que se les había escapado de sus propias manos para anarquizar el país con una fuerza revoltosa al estilo de Gregorio Ferrera; que nosotros éramos un grupo de oportunistas peligrosos que queríamos sacar ventaja de la molotera que estábamos armando e irnos a otro país a disfrutar el fruto de nuestras ambiciones personalistas; sépase que jamás me lucre de mis principios revolucionarios, nunca tuve el valor de tomar un solo centavo del dinero que se designó a la guerrilla, que mi vida fluctuó entre la pobreza y la lucha por una mejor vida para el pueblo hondureño; que jamás mis hijos e hijas se lucraron de las benignidades del comunismo, ninguno fue enviado a estudiar a Rusia, Cuba o Checoslovaquia, todas y todos fueron formados bajo mis principios revolucionarios y enfrentamos la dura década de los años ochenta con el desaparecimiento, tortura y muerte de mi hijo Eduardo Becerra Lanza, con dignidad y valentía logrando sobrevivir.
Con este tipo de acusaciones salidas del sentimiento serio y respetado del Partido Comunista, cualquier cosa era capaz de desquebrajarse aquí en Honduras o en otra parte de la tierra. Esta actitud negativa justificaba su “pedorro” valor revolucionario; por esta razón el Imperialismo nunca les tuvo miedo a los comunistas hondureños, sino que respetaba y combatía con fiereza a los revolucionarios que se levantaban para pelear por los derechos de los pueblos sometidos. Todas las organizaciones políticas que le hicieron resistencia al sangriento Golpe de Estado del 3 de octubre de 1963, rompieron el compromiso con nosotros, la alianza que habíamos formalizado bajo principios democráticos para continuar las reformas del Dr. Ramón Villeda Morales fueron abandonadas por sus propios correligionarios liberales; nosotros quedamos botados en las montañas, solos y a merced del ejército asesino de López Arellano y toda la caterva de orejas del Partido Nacional que se daba a la tarea de denunciar nuestras posiciones de lucha armada, pero nuestra capacidad militar y guerrillera logró sacarnos del infierno a donde nos habían condenado para que muriéramos bajo la lluvia de las balas del ejército nacional así como murieron nuestros compañeros de la guerrilla de El Jute.
El Partido Comunista de Honduras era, como dije antes, en los años 60, una respetada fuerza política que ejercía influencia sobre grandes sectores del pueblo hondureño, fuerza que fue utilizada para frustrar nuestras inquietudes y nuestros ideales. Los líderes comunistas se dedicaron a contar sus historietas de enorme derroche de valor que los convertía en mártires del heroísmo del comunismo hondureño y donde pusieron en juego sus propias vidas frente al enemigo que atacaban, además se dedicaron a engañar y a vivir del pueblo hondureños por más de 45 años. Cuando el bloque socialista fracasó este Partido desapareció y no han tenido el valor ni la moral de resucitar su cadáver putrefacto.
Que no le extrañe a la juventud de ahora que el apetito de los comunistas criollos más viejos existía en la fuerza de sus músculos y de sus mandíbulas pero no en los más nobles ideales revolucionarios para luchar por el pueblo hondureño; estos compañeros se dedicaron más a los banquetes en Cuba, Rusia, Checoslovaquia y Yugoslavia; banquetes que alimentaban sus sedientas ambiciones de poder y que los colocaba en las primeras páginas de nuestros periódicos y de nuestra historia como los grandes héroes de nuestro país. Pero la mentira nunca se puede ocultar del dedo acusador, porque cuando el pueblo extiende la historia; la sombra de su mano se proyecta sobre la vida de sus líderes desentrañando la verdad o el engaño a que ha sido sometido perdiendo la voz de guerreros para continuar reclamando o peleando los derechos arrebatados a las grandes masas de trabajadores.”