En el desarrollo de la guerra revolucionaria de liberación, como la que libramos en Colombia, es apenas previsible que ante los decididos avances del Bloque Popular y Revolucionario, el enemigo de clase (los capitalistas), reaccionen con desespero en la frágil intención de salvar su ya caduco poder. Es así, como al finalizar el año pasado, los altos mandos militares y políticos del Estado burgués colombiano, anunciaron con bombos y platillos una nueva campaña contra el ELN.
Bajo la guía de la generalización del terror imperial, al que ahora llaman “guerras de cuarta generación”, y con el aprendizaje práctico de los últimos años contra el movimiento insurgente (ELN y FARC-EP), el enemigo refuerza la campaña contra el ELN, a la que resistiremos y saldremos victoriosos.
El reforzamiento de la campaña enemiga, a la que se suman sus medios de reproducción ideológica, deja ver claro que su actuación se basará en el terror generalizado contra el pueblo, justificado mediante cinismo mediático. Su objetivo es contener nuestro decidido avance; su estrategia, un ataque convergente, en lo posible desde varios frentes, el ejército regular, la sexta división (fachada paramilitar), los mal llamados medios de comunicación y una buena cuota de tecnología gringa e israelí. En este marco, la desunión del Bloque Popular y Revolucionario, que por demás facilita su hegemonía, intenta ser puesta a su servicio, acrecentando el lamentable conflicto.
¿Pero, por qué tanta preocupación y escándalo al anunciar e iniciar la reciente campaña contra el ELN?
En primera instancia se debe tomar en cuenta que nosotros somos una expresión organizada del pueblo que se cansó de ser explotado, humillado, marginado y perseguido hasta la misma muerte. Somos pueblo que tuvo que levantarse en armas con el propósito de defender su vida y dignidad, que logró comprender que es necesario y urgente construir una sociedad basada en los humanos principios de la cooperación solidaria y el amor. Por eso, ante la barbarie y la hecatombe hacia la que nos conduce el sistema capitalista, nos rebelamos en el firme propósito de construir el socialismo.
Nuestra dignidad, rebeldía y proyecto revolucionario causan verdadero pánico en todos aquellos que viven del trabajo de los demás en forma vampiresca, los capitalistas colombianos. Ellos, tras decretar una política de “rodilla tendida para los capitalistas extranjeros y de miseria, persecución y muerte para el pueblo colombiano”, tiemblan ante nuestra valerosa respuesta. Por eso, como hielo que se derrite, se la pasan quejumbrosos por sus medios de reproducción ideológica diciendo que somos terroristas.
Lo decimos sin rodeos, nuestro proyecto de vida, amor y solidaridad para todos, produce terror en las inhumanas y sombrías filas de los explotadores. Guiados por la avaricia, el odio y el miedo, los capitalistas colombianos nos enfrentan sin reservas éticas o morales. Para sostener su putrefacto poder, no les ha importado en lo más mínimo asesinar a miles y miles de colombianos.
Temerosos, han soñado siempre con liquidar nuestro heroico proyecto de liberación nacional y social. Para ello, gastan miles de millones de dólares. Sin embargo, a pesar de los golpes recibidos, de la muerte y del dolor, hemos aprendido a resistir sus brutales embestidas, y entre un tramo y otro del proceso, acrecentamos poco a poco nuestras fuerzas.
Todo el pueblo debe saber, que tras un período en el que el enemigo de clase multiplicó sus fuerzas, incrementó sus medios técnicos, arrasó con las masas, e intentó copar territorio, nuestras fuerzas se replegaron y resistieron. Luego, retomamos la iniciativa, y le hemos propinado certeros golpes militares, lo que nos ha permitido recuperar armas y reposicionar nuestras fuerzas. Indudablemente, nuestros éxitos se han basado en las flexibles y creativas formas de lucha del pueblo.
Es en este marco que los desalmados capitalistas colombianos, en asocio con los imperialistas norteamericanos, deciden una nueva campaña en contra nuestra. Su débil estrategia militar busca lograr un ataque convergente en el que el ejército nos ataque por un flanco, y alienta a que las FARC-EP nos golpeen por el otro. Para hacerla efectiva, requiere de movilizar no sólo sus recursos militares, sino ante todo la nueva arma de guerra, los mal llamados medios de comunicación.
Su precaria capacidad militar y mental, le ha llevado a echar mano de la antiquísima doctrina china, que plantea que “si tu enemigo tiene alguna virtud, conviértela a los ojos de los demás en vergüenza”. Por eso, ha tenido que hacer que sus medios de reproducción ideológica, trasciendan su función meridianamente liberal, y se conviertan efectivamente en un arma de guerra esencial a sus propósitos. Sus movimientos tácticos van dirigidos a echar gasolina sobre el lamentable conflicto armado que vivimos las fuerzas insurgentes, para que entre hermanos nos destruyamos.
Esa campaña, que también se ha realizado contra las FARC-EP, será sostenida ahora en contra nuestra, y obedece a un plan que está dirigido a inmovilizar al pueblo y neutralizar a nuestros aliados. Pero más allá, ese cuchillo asesino que afilan los medios de reproducción ideológica, está creando una coartada con la que vendrán a tapar las masacres que su ejército burgués acostumbra a realizar contra el indefenso pueblo, las que serán endilgadas a la insurgencia, con el propósito de darle continuidad a su proyecto parainstitucional. De otra parte, a través de ella, intentarán incrementar el pie de fuerza y afectar los procesos electorales que se deben suscitar en la región tras el descabezamiento de los gobiernos regionales narcouribistas.
Es evidente para todo el pueblo colombiano, que los medios de reproducción ideológica no cumplen con la función social de posibilitar una interacción informativa y comunicativa entre la sociedad colombiana. Muy por el contrario, esos medios son un arma de guerra, un arma para atizar la guerra entre el pueblo, un arma que no cumple ninguna función pacifica, social, ni humanitaria. Bajo esta situación, los capitalistas colombianos y sus esbirros mediáticos, deben decidir si persistirán en esa ignominiosa actitud, debiendo recordar que en la guerra, quien agrede, se hace vulnerable de ser agredido.
Con las maniobras mediáticas nuestro enemigo de clase pretende los objetivos (subsidiario y fundamental) de trabar y liquidar los acercamientos y puentes que hemos venido tendiendo con las FARC-EP en el propósito común de frenar el lamentable conflicto que venimos padeciendo en el territorio nacional. El pueblo colombiano debe saber, que tanto al interior de las FARC-EP como de nosotros, se han generado importantes procesos de recambio, los que en verdad están abriendo un nuevo periodo en nuestras relaciones. Es sabido por todos, que a nada le tiene más miedo la burguesía colombiana, que a la unidad de la insurgencia, porque ella es un verdadero parte de victoria revolucionaria; de allí su perversa intención.
Para nosotros es bastante claro, que con las FARC-EP compartimos raíces similares, que los dos tenemos el mismo enemigo común, la burguesía nacional y el imperio norteamericano; y que como pueblo en armas que somos, soñamos y trabajamos de manera incesante por un futuro nuevo para nuestra patria, por eso también compartimos el mismo sueño de hacer realidad el socialismo en Colombia.
Pensamos que el mayor error que hemos cometido como insurgencias, es haber extraviado el camino de la unidad iniciado con la experiencia de la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar. Este error ha sido ampliamente aprovechado por el enemigo de los colombianos, los capitalistas, y en ese trasegar, lamentablemente nos enredamos en una guerra que jamás debió suceder entre revolucionarios socialistas. Justamente, el pueblo colombiano exige la unidad de los revolucionarios, y por eso públicamente hemos dicho que la construcción de la unidad del Bloque Popular y Revolucionario es un objetivo de alta prioridad en las filas del ELN.
El marxismo, fuente a la que tanto FARC-EP como nosotros recurrimos, nos enseña, que la unidad es sólo posible como resultado de la diversidad, que sin diversidad, no es posible que exista la unidad. Y precisamente FARC-EP y ELN, somos diferentes, pero nuestro largo caminar nos enseña y exige de manera inaplazable construir la unidad de nuestras fuerzas. La realidad nos exige detener estas desgastantes luchas que solo le resultan convenientes a los enemigos del pueblo colombiano.
Bajo la actual situación, pretende nuestro enemigo común, que los procesos de diálogo e interacción entre los insurgentes, se realicen bajo la perversa intermediación de sus medios de reproducción ideológica. Sabemos que debemos cerrarle el paso a esa oscura perspectiva. Por el contrario, entendemos que entre hermanos, amigos y aliados, las diferencias, las dificultades, los fallos y hasta los errores, se deben zanjar a través del diálogo pausado, sincero, crítico y directo. La sana lógica revolucionaria nos da a entender que así mismo lo comprenden las FARC-EP.
Con humildad, ratificamos a nuestros hermanos de las FARC-EP, nuestra vocación revolucionaria, nuestra sincera disposición a parar este lamentable y vergonzoso conflicto, y nuestra prioridad por transitar los caminos de la unidad, en aras de alcanzar nuestro objetivo: lograr vida, dignidad y socialismo para todo el pueblo colombiano.
Somos Pueblo y Revolución.
Ni entrega ni rendición, siempre junto al pueblo.
MANDO POLITICO MILITAR ESTRATEGICO.
FRENTE DE GUERRA ORIENTAL.
EJERCITO DE LIBERACION NACIONAL
Selvas, sabanas y montañas del oriente Colombiano.
Enero 2.009.