El problema electoral

EL PROBLEMA ELECTORAL

Por: Andrés Almarales Manga. Julio 1985.

Se nos suele preguntar si el M-19 va a participar en el próximo debate electoral, y en caso afirmativo, si iríamos con candidatos propios. La verdad es que tenemos una inmensa vocación de poder, pero muy pocos afanes electorales. Pues no se puede olvidar que en nuestros propios orígenes, como organización, pesa un escandaloso fraude electoral, el de abril de 1970.

Esa vocación de poder se fundamenta en nuestra profunda convicción de que es la única alternativa que tiene el pueblo para la solución radical de sus problemas. Alternativa que no se reduce a la sola presencia de unos miembros del M-19 en los cuerpos colegiados. Ninguno de nuestros dirigentes utilizará la fuerza indiscutible de la Organización con fines de figuración personal. Por eso sería tanto como dilapidar la más seria posibilidad política e histórica de nuestro pueblo y sumarle una frustración más.

No se trata de temor a que nos cuenten, como folclóricamente comentan algunos. Se trata por el contrario, del más profundo respeto a una fuerza política que es del pueblo y que debe garantizarle unas metas y unos objetivos de poder. Esa es la promesa que será cumplida por el M-19.

De ahí que no bailemos al alocado ritmo político de las oligarquías. Ellas tienen el terreno electoral completamente minado. Nosotros no vamos a caer tan ingenuamente en sus trampas.

No creemos tampoco que la única forma de hacer política en nuestro país sea por la vía electoral. La historia de Colombia nos demuestra que es la menos eficaz. Por lo menos, en cuanto a los intereses del pueblo se refiere.

Entendemos que en las elecciones, como en la guerra, lo que está en juego es el poder. Y en ambos niveles las clases dominantes se emplean a fondo para derrotar al pueblo. Lo que pasa es que en la confrontación electoral ellas llevan todas las de ganar, porque tienen el dinero para comprar votos y funcionarios. Disponen de todos los medios de comunicación para tergiversar los hechos y desorientar la opinión pública. Controlan las dependencias y los mecanismos estatales que administran, de principio a fin, el proceso electoral. Y como si todo ello fuera poco, las clases dominantes manejan a su antojo el único sostén del sistema: una fuerza pública incondicional que utilizan para hostigar, intimidar y reprimir cualquier expresión contraria al establecimiento, y para el golpe de estado si, a pesar de todo, se imponen las fuerzas democráticas. Si algún cretino aun lo duda que recuerde el Chile de 1973.