El indicador más notable de la crisis de la dictadura somocista, crisis que ha venido agudizándose irreversiblemente a partir de nuestra ofensiva de octubre de 1977, lo constituye el uso cada vez más arbitrario e indiscriminado que el tirano se ve obligado a hacer de la Guardia Nacional, como instrumento de represión. A medida que los soportes políticos tradicionales del régimen, burguesía nacional, iglesia católica e imperialismo norteamericano han venido presentándole fallas a Somoza, y mientras su propio: aparato político, el Partido Liberal Nacionalista carece de todo prestigio y dinámica, el dictador se ve compelido a sacar al ejército a las calles para empeñarlo en una lucha ciega, y a la postre estéril, contra el pueblo. La Guardia Nacional pasa a cumplir así la más desesperada, y la final, de las acciones del somocismo acorralado: la represión, que ha implicado asesinato de obreros. mujeres, estudiantes, adolescentes y niños; asaltos a domicilios particulares, capturas indiscriminadas, agresión a manifestaciones, ametrallamientos.
El papel de un ejército de ocupación.
Este es, a la postre, el papel que los yankis le asignaron desde su fundación a la Guardia Nacional, cuando fue organizada como el resultado más permanente de; último período de ocupación militar de nuestra patria por la Marina de Guerra de los Estados Unidos: servir como un ejército de ocupación en su propia tierra; reprimir al pueblo como si se tratara de un pueblo extranjero. Para cumplir con esa misión represora, la Guardia Nacional fue constituida entonces bajo las características que las propias fuerzas yankis interventoras tenían entonces: compañías de infantería con asientos departamentales, diseminadas por todo el territorio nacional, en cuarteles y guarniciones (comandos) que sirven a la vez como estaciones de policía. todas dependientes de un mando central, el Jefe-Director, título que los yankis heredaron íntegro al primero de los Somoza. El viejo Somoza descubrió pronto que una estructura semejante servía como anillo al dedo a sus intereses personales, de acumulación de poder, y de riquezas: la estructura de ejército de ocupación sirvió desde un comienzo para el trasiego de contrabandos, para el cuatrerismo oficial pues desde los comandos departamentales se mandaba asaltar a las partidas de ganado en viaje a los mercados de remate y para la instauración de una formidable red de coimerías a cuenta de prostíbulos, cantinas y mesas de dados. Y esa estructura, mejorada nada más que por la calidad de los negocios, sigue aún vigente. El viejo Somoza descubrió además, que si por un lado ofrecía a los comandantes departamentales la complacencia de la complicidad en sus negocios, que incluían además desalojo forzado de tierras y avances nocturnos de cercos de alambre sobre propiedades ajenas, por el otro lado debía preservar bajo estricta vigilancia la fidelidad de esos comandantes. Bajo esta premisa, que el actual Somoza también conserva como una de sus reglas de oro, ningún comando puede tener autonomía militar, ni capacidad de fuego, a no ser la necesaria para resistir un ataque hasta la llegada de refuerzos, o auxilio, de la capital, donde se concentra, en hombres y arsenales, todo el poder del ejército.
La contrainsurgencia: una medicina general.
Sobre la vieja estructura cíe ejército de ocupación, las misiones militares yankis montaron después de 1959, unidades operativas de combate, destinadas a la lucha contrainsurgente: estas tropas seleccionadas, aglutinadas en el Batallón de Combate "General Somoza" inicialmente, han sido preparadas ininterrumpidamente en Fort Gulick, zona del Canal de Panamá; y sus oficiales en la "Escuela de las Américas" de la misma zona, y en otros centros de entrenamiento en el territorio de los Estados Unidos: según cifras oficiales del Pentágono, Nicaragua es el país que más militares ha preparado en esas escuelas, en cifras absolutas. Sus armas, han sido también aportadas con largueza por Estados Unidos.
Al aparecer el Frente Sandinista de Liberación Nacional a comienzos de la década de 1960. estos entrenamientos, y la preparación de fuerzas contrainsurgentes más amplias se redobla, no sólo en tácticas de infantería, sino también de ataque y protección aérea c inteligencia militar. Toda la estrategia represiva de la Guardia Nacional, desarrollada bajo estas premisas, pasa a integrarse más tarde, siempre bajo el patrocinio del Comando Sur Yanki, con sede en la zona del Canal, a las estructuras del Consejo de Defensa Centroamericano (CONDECA).
A medida que la lucha guerrillera del FSLN recrudece en las montañas nicaragüenses, sobre todo a partir de 1967 y con mucho más ímpetu desde 1974, estas tropas operativas que forman cerca de tres mil hombres, de un total de 7.500 con que cuenta la Guardia Nacional, son enviadas a las zonas de combate bajo un sistema cada vez más mercenario: triple paga a los oficiales, doble paga a los clases y soldados; garantía de permanencia en la montaña por períodos rotativos no mayores de seis meses para los oficiales; bonificaciones por actuación en combate, "gastos" por concepto de alimentación para la tropa y "compra" de información entre los pobladores de las zonas, todo lo cual se embolsan los oficiales. Para los comandantes de área, tanto en Waslala como en Río Blanco, desde donde se han dirigido las operaciones antiguerrilleras desde 1974; como para los de Santa Clara, Nueva Segovia, adonde ha sido trasladado ahora el comando, existen retribuciones mucho más jugosas por el "sacrificio": los puestos de pagador, encargado de abastos jefe del Tránsito de Managua; y ciertos comandos departamentales, reputados de ser los más productivos.
Son estas tropas contrainsurgentes, entrenadas como la cúspide del sistema militar en cuanto a privilegios y dependencia personal y directa del tirano, las que se han dedicado a aligerar su trabajo en las zonas guerrilleras de la manera más cómoda: ejecutando masivamente a los campesinos, haciendo desaparecer a sus familias, estableciendo campos de concentración, y como tajada que se reservan los oficiales de más alto rango, expropiando las tierras de los pobladores. Desde 1974, la estrategia de cerco táctico y zona arrasada, ha dejado como saldo el asesinato de más de tres mil campesinos en las zonas de Sofana, Bocas de Dudú, Bocay, Bocaycito, Waslala, Río Blanco, Tuma, Zenica, en el genocidio más grande que registra la historia de nuestra patria. Esas mismas tropas son las que fueron llevadas a San Carlos, Río San Juan, después del victorioso ataque de nuestras escuadras del Frente Sur "Benjamín Zeledón", y que siguen sembrando el terror entre los pobladores de la zona; y son las que en un intento vano y desesperado, peinan diariamente las montañas y los valles del departamento de Nueva Segovia, en busca de nuestras heroicas columnas del Frente Norte "Carlos Fonseca Amador": allí, nuestros combatientes dieron cuenta de "El Tigre", uno de los jefes de las patrullas fatídicas que habían cometido centenares de asesinatos en Jinotega y Zelaya: los jefes de esas patrullas son bautizados con seudónimos bizarros, principalmente con nombres de animales feroces (Chacal, Tigre, Hiena).
Esta cúspide malsana de la Guardia Nacional, privilegiada del terror y dueña del botín de guerra, se aparta de las estructuras tradicionales, salta de los mecanismos normales de control y se adhiere servilmente a la persona de Somoza padre, y desde que éste sufrió el infarto cardíaco en agosto de 1977, a su hijo, "El Chigüín", a quien el pueblo sindica como uno de los responsables directos del asesinato de Pedro Joaquín Chamorro, y de muchas otras operaciones subterráneas.
El poder familiar: terror moderno
Al aparecer en la Guardia Nacional Anastasio Somoza Portocarrero (Somoza III, El Chigüín, etc.), introduciéndose como una cuña incómoda para los oficiales académicos, en nombre de su padre, las cosas han variado velozmente: todo resto de orden orgánico ha desaparecido, el Estado Mayor, que cumplía al menos funciones administrativas ha sido lanzado a segundo plano, y todo poder, todas las órdenes, emanan de la persona de Somoza III.
Con el grado de Mayor de Infantería (en este mes de mayo, cuando se realizan los ascensos normales del escalafón, es seguro que va a ser ascendido a coronel) Somoza III aparece como el Director de la Escuela de Entrenamiento Básico, un centro de adiestramiento que el dictador ha entregado a su hijo como un regalo: sus 600 hombres reciben la mejor alimentación de todo el ejército, viven en las mejores covachas, con aire acondicionado; disfrutan de salas de juego y salas de cine; utilizan transportes nuevos y armas y uniformes de la mejor categoría (mientras las tropas de ocupación en el interior del país, y aún muchas de la contrainsurgencia utilizan siempre fusiles Garand, las de Somoza III están dotadas de fusiles M-16, ametralladoras UZI...)
Muchos oficiales de la Guardia Nacional, que han sido formados como militares profesionales , ven con inquina estas preferencias, y se sienten agraviados: no sólo Somoza III ha introducido en su unidad a mercenarios yankis contratados en Miami, sino que los ha asignado a otras dependencias de la Guardia Nacional: a la cabeza de tropas que salen a reprimir manifestaciones en las calles se ha visto a estos mercenarios yankis, y se les ha visto también piloteando helicópteros en Nueva Segovia y el río San Juan. Y se sienten agraviados también, porque saltándose todos los escalafones y las estructuras de mando, Somoza III, sobre todo en los repetidos momentos de crisis, pasa por sobre comandantes y superiores jerárquicos, en abril pasado, por ejemplo, el coronel Blessing fue abruptamente anulado en sus funciones como Comandante Departamental de Carazo, y sustituido de hecho, por órdenes de Somoza III, por el Mayor Ricardo Lau. Las razones que Blessing no había sido suficientemente represivo en contra de las manifestaciones y protestas populares que se efectuaban en las calles de Jinotepe, Diriamba, San Marcos y Santa Teresa.
Hasta el ajusticiamiento del general Reynaldo Pérez Vega, por medio del operativo FSLN "Camilo Ortega Saavedra", la trinidad de poder en la Guardia Nacional estaba constituida por Somoza III, Pérez Vega, y en un plano inferior, Alesio .Gutiérrez, comandante de la policía de Managua y uno de los más oscuros sicarios del régimen. Esta concentración de mando, fuera de toda estructura, apartó abruptamente de los centros de decisión al general José Somoza, (Papa Chepe) hermanastro del dictador, quien se ha resignado a llevar ahora una vida vegetativa en la Guardia, pese a su cargo rumboso de Inspector General del Ejército. Sus enfrentamientos con Somoza III, su sobrino, llegaron al extremo de violentas discusiones con amenazas, que el tirano se negó a dilucidar, concediendo así la razón a su hijo, dueño y señor ahora de la Guardia Nacional de Nicaragua.
Los caras malas
Si el propio Somoza III, con cinismo, crueldad y desfachatez ha salido a las calles de Managua a disolver a culatazos y cadenazos manifestaciones de mujeres indefensas, auxiliado por Alesio Gutiérrez, no está solo en esta tarea. Frente al repudio callado de un sector del ejército, que se siente escarnecido y desplazado, otro, el de los caras malas, lo apoya: son los miembros del ejército hundidos hasta la coronilla en crímenes y negocios turbios, que tienen todo que perder y cuyo único recurso de supervivencia, es plegarse a los dictados de Somoza III, y seguir disfrutando así de sus privilegios. Un caso típico es el del general Iván Allegrett. Enemigo mortal de Pérez Vega por rivalidades de negocios, fue asignado por éste como Comandante Departamental de Zelaya, con asiento en Bluefields en mayo de 1977, un destino que Alegrett no aceptó, declarándose en rebeldía, por considerarlo deshonroso para su rango de general, y sobre todo, de incondicional de la familia Somoza. Allegrett nunca fue reducido a obediencia y se mantuvo en desafío de las órdenes de Pérez Vega, (en su calidad de GN-L tenía que ver con los traslados de oficiales) un hecho inaudito en cualquier ejército del mundo. A la muerte de Pérez Vega, el general Allegrett ha pasado a Jefe de Operaciones de la Guardia Nacional, un puesto de poder detrás de la sombra protectora de Somoza III, que ha premiado así su fidelidad, pasando por encima de todos los reglamentos militares. Desarticulados los mandos del ejército como nunca, las órdenes para desatar represiones (como la masacre de Monimbó), los cambios en los mandos superiores, las destituciones de comandantes departamentales (como en los casos de Nueva Segovia, y varias veces Masaya) se dan arbitrariamente: un "Cara mala", el coronel Carlos Orlando Gutiérrez, comandante de Nueva Segovia, fue destituido en diciembre pasado por su imposibilidad de controlar las operaciones de nuestras columnas del Frente Norte "Carlos Fonseca Amador": permanece en la casual, pero no tardaremos en verlo levantado a nuevas alturas, como el caso de Allegrett. Y el Comandante de Masaya fue separado violentamente al no aceptar las órdenes de barrer sangrientamente a la población civil que se manifestaba en los barrios de Monimbó y San Sebastián.
Otros cambios, sin embargo por abruptos que parezcan, no son tan arbitrarios: después del ajusticiamiento de Pérez Vega, el comandante de Rivas, coronel Aurelio Somarriba, pasó al cargo de GN-1 ; y el general Gonzalo Everst, lo sustituyó en Rivas. ¿Otro general de comandante departamental, que se siente herido como Allegrett? Al contrario. Everst es un "Cara Mala", que como Comandante de la Zona Norte en Waslala, dirigió la represión contra los campesinos, estableció campos de concentración y cumplió muy bien con su misión de tierra arrasada; en premio, fue asignado a la Jefatura de Tránsito en Managua. Ahora, la dictadura quiere hacer uso de su experiencia en Rivas, un lugar de activa resistencia popular, y que fue atacado exitosamente en febrero pasado por nuestro Frente Sur "Benjamín Zeledón". La represión feroz, no tardará en hacerse sentir por toda la zona.
Los caras buenas
Pero así como la Guardia Nacional ha entrado en la fase más cruelmente represiva de su historia, empujada por la creciente inseguridad del tirano, que la juega contra el pueblo como su última carta, así también crecen la inconformidad y la resistencia dentro de las propias filas del ejército, y este es uno de los puntos más severos en la crisis de la dictadura.
Por primera vez, la Guardia Nacional ha sido frontalmente derrotada por el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) en nuestras heroicas acciones de San Carlos, carretera a Masaya, Granada, Rivas; en las múltiples y victoriosos combates de Nueva Segovia. Sus bajas fatales se acercan al centenar en el período que va de octubre a esta fecha; hemos obligado a las guarniciones a permanecer reconcentradas y en constante estado de alerta, a masivas movilizaciones militares, operaciones aéreas, de rastreo, etc. Como nunca antes, el desgastes, el cansancio son evidentes dentro del ejército. Y este estado de movilizaciones, reconcentración, tensiones, acrecienta la resistencia y la inconformidad, a todo lo cual se suma la actividad represiva a que la Guardia Nacional ha sido obligada en todos estos meses: Enviada a atacar las manifestaciones que se suceden todos los días en todo el país, a perseguir civiles, tratando inútilmente de desbaratar las protestas y acallar el sentimiento insurreccional que ya cunde en nuestro pueblo. Bajo la inspiración del FSLN. Por las bandas de radio en que se transmiten las comunicaciones militares, es posible oír cómo se manifiesta ese cansancio, esa desesperación y ese temor ante el próximo golpe que no saben por dónde vendrá.
Pero además de la tensión constante, hay un factor mucho más profundo que pesa en la conciencia de muchos soldados y oficiales honestos: la evidencia de estar defendiendo un régimen corrumpido e injusto, la evidencia de ser instrumentalizados para los peores fines por una dictadura moribunda y caduca. Allí están las denuncias del Tnte. José Antonio Robleto Siles, quien ha revelado la magnitud de la represión en las montañas del norte y la existencia de bandas asesinas dentro del ejército. Allí está el ejemplo heroico del soldado Humberto Cruz Guevara, que recién había dejado las filas de la Guardia Nacional para incorporarse al FSLN. y pereció en el combate de Rivas. Y la de muchos soldados que han desertado en Nueva Segovia, en Masaya, en Rivas, negándose a combatir contra sus hermanos; allí está el ejemplo de los dos soldados que en Monimbó entregaron sus armas, cartucheras y cascos al pueblo: el del raso asignado como chofer a la Oficina de Seguridad que hizo una dramática denuncia sobre los cementerios clandestinos, sobre los prisioneros secretos, sobre la desaparición de campesinos en el norte, y que se asiló luego en la embajada de Venezuela.
Y otros ejemplos se están viendo, cada vez con más frecuencia: los de oficiales al mando de patrullas represivas, que dialogan con el pueblo en las calles, y escuchan las razones de sus hermanos nicaragüenses; de comandantes departamentales que se niegan a reprimir las manifestaciones, asumiendo una actitud de serenidad y cordura, pese a los reclamos airados de los caciques somocistas civiles. Y en fin, ¿Cuántos oficiales, cuántas clases, cuántos soldados más, no estarán en estos momentos meditando profundamente sobre su papel en esta hora decisiva para Nicaragua? ¿Cuántos no estarán buscando formas de concretar una participación, y no ser ya más verdugos de su pueblo, sino defensores de sus hermanos?.
Ya se ha formado el COMITÉ DE LA GUARDIA NACIONAL PRO-LIBERACIÓN DE NICARAGUA, que en su comunicado clandestino No.1 se ha dirigido a "los oficiales, clases y soldados de nuestra institución'". Dice el comunicado en uno de sus párrafos:
"Es una mentira canalla que el pueblo esté contra nosotros o que nosotros seamos sus enemigos. Eso es lo que nos tratan de enseñar para aprender a odiar a todo lo que sea de origen civil. Mas se les olvida a nuestros instructores que SOMOS PARTE DE ESE PUEBLO y que como tales, tenemos la obligación y el DEBER DE NO SUSTRAERNOS AL MOMENTO HISTÓRICO QUE ESTAMOS VIVIENDO, EN EL CUAL LA DICTADURA DINÁSTICA Y CORRUPTA DE LOS SOMOZA ESTA LLEGANDO A SU FIN, FINAL EN EL QUE TENEMOS Y DEBEMOS DE PARTICIPAR ACTIVAMENTE..."
Estos son los miembros de la Guardia Nacional que en el futuro, tendrán un lugar en el ejército democrático y verdaderamente popular de Nicaragua. A esos militares el Frente Sandinista les abrirá sus brazos fraternales y el pueblo sabrá reconocerles su decisión de librar junto al FSLN y junto al pueblo, la lucha insurreccional que abatirá para siempre a la tiranía.