En medio de la gran depresión económica mundial de los años 30 del siglo pasado, surge el fascismo alemán, monstruoso engendro del capitalismo, que los dirigentes revolucionarios y la intelectualidad más esclarecida de aquella época definieron como "La dictadura terrorista abierta de los elementos más reaccionarios, más chovinistas y más imperialistas del capital financiero", "la organización del ajuste de cuentas terrorista con la clase obrera y el sector revolucionario de los campesinos y de los intelectuales".
Era la dictadura del sector más reaccionario de la oligarquía financiera que conformaba la elite monopólica de la nación. Este reducido grupo encontró en Adolfo Hitler el instrumento adecuado para tratar de imponer su proyecto de sociedad, obediente de la disciplina social y laboral del capital corporativo, primero en Alemania y, luego, por medio de la guerra, al resto del mundo.
Para alcanzar sus propósitos, los capitalistas alemanes aprovecharon el resentimiento del pueblo germano frente a las duras sanciones del Tratado de Versalles, impuesto al país por los vencedores de la primera guerra mundial (1914 - 1918).
Los fascistas recurrieron al más furibundo y crudo nacionalismo. Proclamaron la superioridad de la raza aria sobre las demás razas existentes, la necesidad de un "espacio vital" para Alemania que le permitiera la recuperación de territorios y colonias de ultramar perdidas en la primera guerra mundial, prometieron el bienestar general y un imperio que duraría mil años (El tercer Reich), como recompensa a la grandeza y gloria alemanas que dominarían al mundo.
Mediante una hábil y engañosa propaganda, haciendo uso de la mentira y la falsificación de los hechos como su principal instrumento, el Partido Nacional Socialista Alemán logró el apoyo no solo del gran capital sino de la mediana y pequeña burguesía, de importantes sectores obreros, campesinos, estudiantiles, juveniles y populares para hacerse con el poder en 1933.
"Una mentira repetida mil veces, termina convirtiéndose en verdad" y "Calumniad y calumniad, que de la calumnia algo queda", fue la divisa que utilizó Goebbels, como jefe de propaganda de Hitler y que importó para Colombia y repetía en sus discursos, un célebre exponente de la ultraderecha nacional que para la época oficiaba como embajador en Berlín: Laureano Gómez.
Las potencias capitalistas occidentales veían en Hitler la persona indicada para atacar y destruir la Revolución Bolchevique que se desarrollaba dentro de la antigua Rusia donde el Estado de Obreros, Campesinos y Soldados había terminado con la explotación del zarismo y la aristocracia, y su ejemplo se extendía sobre toda la faz de la tierra amenazando el imperio burgués.
La perfidia y el cálculo de la reacción mundial, que azuzaban el anticomunismo de Hitler y la guerra contra el naciente Poder Obrero con la secreta esperanza de que el fascismo aplastara la revolución, habrían de pagarla muy caro los pueblos de las diversas naciones de Europa, Asia, África y América Latina.
Finalmente el Fascismo fue derrotado, pero ninguna nación o pueblo cargó con mayor responsabilidad, ni puso semejante cuota de sangre y sacrificio como lo hizo la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), factor fundamental para la derrota del fascismo de la Alemania nazi.
De los 52 millones de muertos reportados oficialmente que ocasionó la segunda guerra mundial, 27 millones lo fueron de la Unión Soviética, de los cuales 20 millones eran población civil. De los 70 millones de heridos, 40 millones eran soviéticos, 140 mil aldeas y ciudades fueron destruidas, el 70% de la economía de ésta nación quedó totalmente devastada, millones de viudas y huérfanos, epidemias, enfermedades y hambrunas sin precedentes, sufrió la patria de Lenin.
Gloria eterna a sus héroes y mártires le debe la humanidad, al primer país socialista del mundo, ya que ellos la salvaron del exterminio en masa en los campos de concentración, o de la esclavitud perpetua que pretendió implantar el brutal imperialismo alemán en su delirio por la dominación mundial.
Vencida Alemania y sus aliados, el mundo y su mismo pueblo pudieron conocer la verdad sobre el horror practicado por los fascistas: el aniquilamiento en las cámaras de gas de millones de judíos, gitanos, minorías étnicas, opositores políticos, discapacitados que la propaganda oficial negaba sistemáticamente, al igual que la existencia de criminales experimentos con seres humanos tomados como conejillos de indias en los laboratorios, para probar las drogas que permitieran apoderarse de la voluntad ajena, o gases y químicos que sirvieran para sus fines de manipulación y exterminio.
Ciertamente el nazismo fue derrotado y sus sueños de imperio se esfumaron, pero Europa entera quedó convertida en un inmenso cementerio y en un gigantesco campo de ruinas y de escombros.
En lugares donde antes florecieron prósperas ciudades solo quedaron las cenizas. Sin embargo la ideología y la práctica del fascismo no desaparecieron, sino que asumieron nuevas formas nacidas de la Doctrina de la Seguridad Nacional, una concepción fascista del Estado, que considera al pueblo como el "enemigo interno" a derrotar, ya no, en el marco de una guerra mundial sino en el escenario de cada país por separado.
La actual crisis económica que azota al mundo y la llamada guerra contra el "terrorismo", promovidas por el gobierno de George W. Bush, al igual que las continuas masacres contra el pueblo palestino implementadas por el Estado Sionista de Israel, nos recuerdan que el fascismo está vivo.
En nuestra América las dictaduras militares con Pinochet a la cabeza, Stroessner, Videla, Pacheco Areco, Somoza y Fujimori entre otros, fueron exponentes de este oprobioso sistema.
En Colombia, Álvaro Uribe Vélez con la promocionada "seguridad democrática" y el llamado por él "Estado Comunitario" ha remozado la forma fascista de dominación en un país atrasado y dependiente.
Uribe, es el genuino representante del capital monopolista financiero - industrial criollo, ligado a las transnacionales y umbilicado con los grandes terratenientes, traficantes de drogas y otras mafias que han usurpado todas las estructuras del Estado para colocarlas al servicio de los mezquinos intereses de clase, de ese reducido grupo de millonarios, en contra de los intereses de la mayoría de los colombianos a quienes hunde cada vez más en la pobreza.
Tal como ocurría en la Alemania fascista, en Colombia se extermina al pueblo, no con el silencioso gas envenenado, sino con el sórdido ruido de las moto sierras que despedazan a la víctima y aterran a millones de ciudadanos. Los descuartizados vana parara fosas comunes repletas de cadáveres aún sin identificar y al igual que ocurría en Alemania, aquí también el siniestro brazo paramilitar que implementó el Estado para cometer sus crímenes, utiliza hornos crematorios para borrar sus huellas y mejorar las estadísticas de "la política de seguridad Democrática" y así poder seguir engañando al mundo y ocultándole a los colombianos la realidad nacional.
Por eso y para falsear la realidad, en Colombia, los modernos Goebbels del régimen, los José Obdulios, denominan "falsos positivos" a los miles de asesinatos cometidos por sus fuerzas de seguridad, por su Gestapo, y le dan tratamiento de "casos aislados"a lo que es una política Estatal, pues obedece a la conducta permanente del ejército, la policía y los demás organismos punitivos del estado. . .
Al igual que la Gestapo y las SS, la policía secreta alemana, el Departamento Administrativo de Seguridad (DAS) , conducido y controlado directamente por el presidente Álvaro Uribe, organizó una red de más de tres millones de sapos, para que espíen y acusen a sus compatriotas a cambio de miserables recompensas, graba las conversaciones de las Altas Cortes de Justicia, de intelectuales y de periodistas, a la vez que realiza seguimientos y junto con algunos integrantes de la fiscalía "arman" amañados procesos contra sus opositores políticos, o contra quienes critican los desafueros del poder.
Similar a lo que lo hacían los "Camisas Pardas" en la Alemania hitleriana, las hordas Uribistas linchan moralmente o asesinan a los opositores al régimen.
Lo mismo que en la Alemania del fascismo, en Colombia, el gobierno nacional en contubernio con los propietarios de los grandes medios masivos de comunicación, convertidos hoy en verdaderos departamentos para la propaganda oficial del régimen, desinforman y mantienen engañado al pueblo colombiano ocultando sistemáticamente las verdaderas causas y la responsabilidad oficial y del Estado, en centenares de masacres, asesinatos selectivos, torturas, desplazamientos y desaparición forzada de personas, encarcelamientos masivos de opositores, operaciones abiertas y encubiertas en los países vecinos y asesinatos indiscriminados de humildes colombianos que son reportados luego como guerrilleros dados de baja en combate.
La corrupción reinante que ya toca hasta a la misma familia presidencial también es silenciada, o maquillada, la simulación de atentados contra el Presidente, sus Ministros y el Fiscal General de la Nación, son tomados como pretextos para incrementar las medidas represivas; en fin, todos los crímenes y horrores que comete el "fascismo ordinario" del siglo XXI que se instaló en Colombia desde la llegada al poder de Álvaro Uribe Vélez y que pretende perpetuarse a través del fraude y la reelección. . .
Colombia no es Alemania, ni la economía colombiana puede compararse con la del país europeo de los años treinta. Y nuestro pueblo se encuentra altivo y en plena batalla por derrotar el actual régimen fascista, empleando para ello todas las formas de lucha organizada de las masas hasta alcanzar dicho objetivo.
Tal como lo hicieron los aliados hace 64 años, el 9 de mayo de 1945, cuando derrotaron a Hitler y su camarilla de generales asesinos, el pueblo colombiano sabrá encontrar los caminos de unidad que posibiliten derrotar inexorablemente a los fascistas del siglo XXI que mancillan la dignidad de la patria.