La alharaca del presidente Uribe de hace unos días ante la orden de captura contra el ex ministro Juan Manuel Santos, librada por el juez de Sucumbíos, tiene que ver con el espanto de mirarse en su propio espejo futuro. De inmediato salió a decir que ese era un ataque contra el país. ¿Desde cuándo el ministro de los “falsos positivos” y del terrorismo de estado se convirtió en la encarnación de Colombia? No señores. Santos debe responder por el homicidio de Franklin Aisalia. El ciudadano ecuatoriano fue capturado vivo en su propio país y traído a Colombia luego de ser asesinado a golpes con objeto contundente, como lo determinó la experticia de la Fiscalía de la hermana nación.
La imagen que proyecta Uribe es la de un loco acusando a todo el mundo de terrorista: tanto a personas como a gobiernos; pero el verdadero terrorista es él. Uribe fue elegido presidente con los dineros y la intimidación de las armas de los terroristas paramilitares y narcos. Es el autor de la actual hecatombe humanitaria de Colombia. Hoy le ha permitido al terrorismo trasnacional de los Estados Unidos, en repudiable acto de traición a la patria, instalar en el país sus bases de agresión que apuntarán no sólo contra el pueblo, sino contra los gobiernos progresistas del continente.
Cuando viajó al Canadá lo hizo con una carpeta repleta de terroristas imaginarios demandando su extradición. Eran los familiares de Raúl Reyes que forzosamente tuvieron que asilarse en aquel país ante la irracional persecución del tirano. Sus ojos, el copete alterado, el chillido de su voz son el talante de un hombre síquicamente deteriorado. El mono sabe en qué palo trepa y por esa razón no se le ocurrirá jamás bombardear al Canadá, como lo hizo con Ecuador.
Vale la pena que se evalúe la salud mental de este Presidente, quien se cree el propio McCarthy, en persona, abogando más allá de las fronteras por la criminalización del pensamiento. Con la anuencia del gobierno de Calderón sacó de México al profesor universitario Miguel Ángel Beltrán acusándolo de ser integrante de las FARC, cuando no lo es y nunca lo ha sido. Ahora pide a través de un juez la extradición de la estudiante mexicana Lucía Morett bajo el mismo cargo, cuando lo que debe es responder por su infame agresión contra ella, por lesiones personales, y por el cobarde asesinato de cuatro estudiantes mexicanos.
A Uribe lo esperan los tribunales. Hay siete relatores de Naciones Unidas en Colombia investigando los “falsos positivos” o crímenes de Estado, el desplazamiento forzoso, las detenciones masivas, su injerencia en el poder judicial y su obstrucción a la justicia. Anda desesperado buscando impunidad. Muchos de sus seguidores ya están dando un paso al costado. Por eso es comprensible que se la juegue a muerte por su lugarteniente Santos.