El gobierno demócrata-cristiano (período presidencial desde 1964 - 1970) despertó grandes esperanzas en amplios sectores populares. Entre 1966 y 1967 se vió favorecido por el aumento de los precios de las exportaciones en el mercado mundial, por un importante flujo de préstamos e inversiones norteamericanas y por un crecimiento de los sectores industriales. Tanto los trabajadores como la pequeña burguesía entraron en un período de calma. Parecía que la Democracia Cristiana inauguraba una nueva época y estaba llamada a reinar por muchos años.
La izquierda entró en una etapa de repliegue y desconcierto, resurgiendo las contradicciones entre las opciones estratégicas. El PC en su XII Congreso de 1965, reafirmó la estrategia de la vía pacífica, definiendo la movilización legal y electoral de masas como el elemento central de ella. En la primera fase del gobierno demócratacristiano este partido adoptó una política de apoyo crítico que ahondó la confusión en la izquierda. El PS en su Congreso de Linares (también en 1965) descartó la vía electoral como estrategia para alcanzar el poder, rescató la legitimidad e inevitabilidad de la violencia revolucionaria, advirtió sobre el carácter limitado de las formas pacíficas y legales de lucha, y propugnó la unidad de los trabajadores para llevar a cabo la revolución socialista: sin embargo estos postulados revolucionarios no se tradujeron en una práctica.
Fue en este contexto político que surgió el MIR, cuyo Congreso de fundación se realizó en Santiago el 15 de Agosto de 1965. El MIR se formó a partir de la fusión de dos pequeñas organizaciones revolucionarias: la Vanguardia Revolucionaria Marxista (VRM) y el Partido Socialista Popular (PSP). Estas organizaciones, a su vez, se habían constituído mediante la convergencia de diversos grupos escindicos del Partido Socialista Y del Partido Comunista (de origen trotskista, pro-chinos o influídos por la revolución cubana), de militantes sindicales radicalizados y de cristianos revolucionarios. Entre ellos estaba el grupo de jóvenes militantes socialistas que, conducidos por Miguel Enríquez, se habían marginado en 1964 del PS para integrarse al VRM.
Pero más allá del origen de sus componentes, la fundación del MIR expresó el resurgimiento de una corriente revolucionaria después de tres décadas de imperio absoluto de las políticas reformistas en el movimiento popular chileno. Y para que el movimiento revolucionario se revitalizara en Chile fue necesario que se dieran condiciones sociales y políticas profundas que empujaban a ello: en la década del 60 maduró en nuestro país la crisis del sistema de dominación hegemonizado por la burguesía industrial dependiente, coincidiendo ello con el inicio histórico de la crisis del neoliberalismo norteamericano en América Latina. Son estos procesos que cuestionan la vigencia de un orden económico, social y político institucionalizado del cual la izquierda tradicional era parte funcional, los que empujan a sectores de esos partidos de izquierda a superar concepciones políticas obsoletas que se habían transformado en un factor obstruccionista de la lucha revolucionaria. El conservadurismo de los partidos populares, el arraigo tan hondo de las concepciones reformistas, impidieron la renovación de esos partidos y forzaron, dialécticamente, el surgimiento de un nuevo movimiento revolucionario que rompió radicalmente con las concepciones programáticas y estratégicas que inspiraron a la izquierda por décadas:
1) En su declaración de principios el MIR afirmó que en Chile las condiciones objetivas estaban maduras para el derrocamiento del sistema capitalista y proclamó que la tarea fundamental de los revolucionarios era luchar por la conquista del poder para realizar una revolución socialista. Tal postulado programático implicó un abandono del dogma de la revolución por etapas que afirma que la realización de una revolución democrático nacional burguesa constituye una etapa insustituíble para generar las condiciones objetivas que permitirían, en una segunda etapa materializar las revolución socialista.
La caracterización que hizo el MIR de la revolución chilena como una revolución socialista se sustentó en una revisión cientifica profunda del pensamiento social en boga en la izquierda tradicional. Efectivamente, durante los años 60 una nueva generación de investigadores marxistas comenzaron a cuestionar los fundamentos teóricos en que se respaldaban las concepciones de la izquierda reformista, demostraron que las sociedades latinoamericanas no tenían un carácter semifeudal, ya que desde las postrimerías del colonialismo español habían surgido estructuras capitalistas. El retraso económico y social no se debía a los obtáculos de la oligarquía terrateniente semifeudal (ya que las estructuras agrarias presentes eran esencialmente capitalistas), sino que al carácter dependiente del capitalismo chileno en su conjunto. Esclarecieron que en nuestro país nunca se había conformado una "burguesía nacional progresista" capaz de desarrollar una capitalismo independiente. Es por ello que la línea del "Frente Popular" impulsada por la izquierda fracasó en su propósito de hacer de Chile un país capitalista industrializado, no dependiente, regido por una democracia avanzada en que el progreso social llegara a todos los sectores del pueblo. La propia naturaleza neocolonial del capitalismo chileno hacían y siguen haciendo imposible que la burguesía criolla conduzca una revolución democrático nacional. La prueba es que después de dos décadas de gobiernos frentistas y populistas la industrialización se estancó, la penetración imperialista se extendió y la supuesta burguesía "nacional" se asoció más estrechamente con el capital extranjero. Amplios sectores populistas quedaron marginados de todo progreso social y la democracia se fue restringiendo. En la década del 60 el capitalismo dependiente chileno comenzó a vivir una crisis estructural que no se reflejaba sólo en la economía, sino además afectaba el sistema de dominación burgués en su conjunto, generando las condiciones objetivas para la revolución social.
La única respuesta realista al retraso y la dependiencia era y es la conquista del poder por el proletariado y el pueblo para llevar a cabo una revolución socialista que incluya las tareas democráticas y América Latina demostró la invalidez de la concepción de la revolución por etapas y comprobó que en América Latina la revolución tiene necesariamente el carácter de un solo proceso ininterrumpido de lucha democrático revolucionaria, antimperialista y socialista.
El congreso fundacional del MIR aprobó un programa que planteó los siguientes objetivos básicos:
- la expulsión del imperialismo: nacionalización de empresas y bancos extranjeros; ruptura de pactos que atan al imperialismo y afectan nuestra soberanía nacional; desconocimiento de la deuda externa; relaciones comerciales y diplomáticas con todos los países del mundo.
-la revolución agraria: expropiación del latifundio y su entrega individual y/o colectiva a los campesinos que trabajan la tierra.
-la construcción socialista: socialización de sectores vitales (bancos, transportes, salud, seguridad social, etc); expropiación de fábricas y empresas de la burguesía nacional y administración obrera; estatización del comercio exterior; planificación y administración de la economía con participación directa de comités de obreros, campesinos y empleados.
Se sostuvo que este programa sólo podría realizarse "derrocando a la burguesía e instaurandose un gobierno revolucionario dirigido por órganos de poder de obreros y campesinos". Ello implica la liquidación del aparato estatal y represivo burgués, y su reemplazo por la democracia directa proletaria y las milicias armadas de obreros y campesinos".
2) La nueva concepción revolucionaria implicó una ruptura igualmente radical con la política de alianzas de la izquierda tradicional que priorizaba el acuerdo entre el proletariado, la pequeña burguesía y la burguesía industrial a la que se le suponía características progresistas, democráticas y nacionales. El MIR rechazó enfáticamente toda política de colaboración de clases con la burguesía, propiciando en cambio la unidad y movilización revolucionaria de la "mayoria nacional compuesta por obreros, campesinos y sectores medios empobrecidos". Se identificó al proletariado como la clase de vanguardia del proceso revolucionario.
En lo internacional, aunque se criticaron las deformaciones burocráticas de los estados socialistas y el propósito de éstos de subordinar las luchas revolucionarias en los países capitalistas a la política de coexistencia pacífica, el MIR proclamó claramente su apoyo al campo socialista y rechazo categórico a la idea de posible neutralidad frente al choque entre el campo socialista y el imperialista. Nuestro partido se pronunció decididamente solidario de las luchas antimperialistas, de liberación nacional y de las guerras revolucionarias de los pueblos oprimidos por el capitalismo. Especial importancia a la unidad revolucionaria en América Latina, resaltando que esta sólo podría cristalizar plenamente cuando el triunfo del socialismo permitiera a los pueblos latinoamericanos constituir esta unidad tan necesaria.
3) El MIR deslindo aguas enérgicamente con la estrategia de "vía pacífica" propugnada por la izquierda tradicional chilena, advirtiendo que la estrategia de llevar a cabo la revolución social a tráves de la lucha electoral y las reformas legales dentro de los marcos de la institucionalidad burguesa era inaplicable ya que la propia burguesía es la que se resistirá, incluso con la dictadura totalitaria y la guerra civil, antes que entregar pacíficamente el poder. Nuestro partido reafirmó el "principio leninista de que el único camino para derrocar el régimen capitalista es la insurrección popular armada".
El MIR no excluyó la movilización de las masas por sus reivindicaciones económicas, sociales y políticas inmediatas, pero destacó que esta lucha reinvindicativa debía contribuir a elevar la movilización revolucionaria, no limitarse a las luchas legales, sino que recurrir a las acciones directas de masas mediante "la huelga, la ocupación de tierras, fábricas y terrenos, a los grupos de autodefensa, etc".
4) LA fundación del MIR correspondió a la necesidad de constituir una vanguardia política revolucionaria de la clase obrera y capas oprimidas del pueblo, unificando "por encima de todo sectarismo a los grupos militantes revolucionarios que estén dispuestos a emprender rápida, pero seriamente, la preparación y organización de la revolución socialista chilena". La nueva organización se definió marxista-leninista y acordó regirse por los principios del centralismo democrático. Al momento de su fundación el MIR no agrupaba a más de 600 militantes. Se eligió Comité Central que fué encabezado por el Dr. Enrique Sepúlveda, un veterano dirigente revolucionario de inspiración trotskista.
El partido se concibió como una organización política independiente. En lo nacional no se planteó en lo inmediato la constitución de ningún frente político. En lo internacional rescató su autonomía para resolver su propia política nacional, manifestó su disposición a establecer relaciones fraternales con los partidos revolucionarios de todo el mundo, y llamó a "formar un movimiento unificado de los grupos y partidos revolucionarios de América Latina con el fin de coordinar y acelerar el proceso revolucionario"continental.
5) Durante sus dos primeros años de vida (1965-1967) el MIR fué un polo de reagrupación de los sectores radicalizados de la izquierda. La unidad interna de la nueva organización estaba dada por el rechazo al reformismo y por la común identidad con la línea ideológica y programática global. Ello constituyó un paso muy importante en la reconstitución inicial de una corriente revolucionaria dentro del movimiento popular chileno. Pero a la vez, estos elementos eran insuficientes para una organización que aspiraba a convertirse en una alternativa revolucionaria pra la clase obrera y el pueblo. Faltaba una claridad y unidad de acción estratégica y táctica, construir un instrumento organizado adecuado para esa acción revolucionaria y forjar vínculos más sólidos y extensos con la clase obrera y el pueblo. El MIR en estos años no aceptó a la situación general que vivía la izquierda chilena: una etapa de repliegue, un momento de desconcierto, de intensa discusión y búsqueda de nuevos caminos. Lo valioso del MIR fue que expresó la ruptura radical con las concepciones reformistas de la izquierda tradicional e indicó, gruesamente, la dirección a seguir en la lucha revolucionaria.
Creemos que la caracterización de la revolución y de sus tareas programáticas, así como el camino revolucionario propuesto por el MIR desde su fundación sigue siendo hoy plenamente vigente como orientación central para el movimiento revolucionario chileno.