La instalación de las Bases militares de Estados Unidos en territorio colombiano, que no son siete sino ocho con la de San José del Guaviare en la frontera con Brasil, sigue generando todo tipo de reacciones nacionales y en los países vecinos.
Para justificar la intervención de fuerzas extranjeras, previamente, el imperio puso en marcha una campaña tendiente a atemorizar a los colombianos, enalteciendo y focalizando los supuestos “peligros que asedian” al país de la oligarquía.
Los medios comunicacionales repiten sin descanso mensajes dirigidos a satanizar a la oposición política y a la resistencia armada interna, con calificativos de “terroristas y narcotraficantes”; presenta como “aliados del terrorismo” a los presidentes de la República Bolivariana de Venezuela y de Ecuador, que lideran procesos sociales antagónicos con el proyecto ultraderechista de Uribe y los intereses imperialistas.
Esta matriz comunicacional coloca con perfidia y en el mismo plano: guerrilla, terrorismo, narcotráfico y a los presidentes Chávez y Correa; y en el otro al gobierno colombiano como la “víctima” que está siendo agredida por todos, para despertar un falso patriotismo.
El Tratado autorizando la instalación de las Bases de EEUU, es rechazado por ilegal y violatorio de la Constitución nacional, por indigno y vergonzoso, pues pone el país en trance de convertirse en la estrella 51, de la bandera de la potencia norteamericana y a cumplir el odiado papel de ser el Israel en América.
Es peligroso porque conduce a reabrir la dolorosa página de la Guerra Fría y la carrera armamentista en el continente, con el inicio de la agresión a los países fronterizos, contradictores del gobierno del Presidente Uribe y de los EEUU, además de ser una amenaza a los países que se distancian del tutelaje imperialista.
Es una medida de fuerza con la que se pretende restablecer las debilitadas cadenas de dominación imperial, torpedear el proceso de integración latinoamericano, detener los vientos de participación popular y soberanía, que soplan por todo el continente y que se encarnan en gobiernos “incómodos” para el imperio y las oligarquías lacayas.
Esta ocupación militar en medio de la campaña reeleccionista, es parte del plan imperial para fortalecer un régimen represivo y antidemocrático, para que siga liderando en el continente, los intereses estratégicos de los EEUU y para que libre de oposición interna, garantice el máximo de prebendas y garantías a las grandes Corporaciones y a oligarquía local.
Las ocho Bases militares supuestamente dirigidas a apoyar la lucha contra el narcotráfico y el movimiento de resistencia armada colombiano, es el paso previo a la guerra de agresión del imperio y del gobierno colombiano, contra los gobiernos revolucionarios de Venezuela y Ecuador, al tiempo que amenaza a los países que avanzan en procesos populares de justicia y libertad.
Para tratar esta situación compleja, la Presidente de UNASUR convocó para el 10 de agosto a los presidentes, para analizar las consecuencias estratégicas de la instalación de las Bases militares y pedirle explicaciones al gobierno colombiano, por el Tratado que suscribió con el gobierno de EEUU.
El Presidente Uribe se negó a estar presente en la reunión de este organismo multilateral, optando por visitar a cada uno de los mandatarios en sus propios países, para tratar de explicarles que las Bases militares están dirigidas contra “el terrorismo y narcotráfico”; y señalar como agresores de Colombia a los gobiernos de Chávez y Correa.
La instalación de las ocho bases militares gringas en Colombia dejó de ser un problema exclusivo de los colombianos, se convirtió en un problema que calienta al Sur del continente, por lo que es indispensable sumar fuerzas y esfuerzos con todos los pueblos hermanos, para impedir que se establezcan Bases militares extranjeras en cualquier país del continente y exigir que salgan del suelo colombiano.