El pasado 12 de enero, un violento terremoto sacudió Haití, seguido de numerosas réplicas. Este desastre natural es un auténtico drama, especialmente para unos 10 millones de habitantes que están en el desamparo por el atraso económico y la miseria, por la irresponsabilidad de constructores que no previeron los peligros sísmicos. Además de las decenas de miles de víctimas mortales, hay una situación dramática en el plano humanitario, alimentario y sanitario.
A raíz del terremoto, Estados Unidos ha reforzado la ocupación que inició en 1925 con más de 5 mil efectivos que se suman a las tropas de "estabilización" de la ONU. Así es como los marines controlan el aeropuerto de la capital, deciden qué aeronaves pueden aterrizar, dirigen el tránsito, se ocupan del “orden público”, es decir, gobiernan Haití y el "Presidente" (René Préval), apenas se menciona. La situación es tan escandalosa que ha provocado rechazos de diversos gobiernos.
Sin embargo el caos y desorden son evidentes: Las ayudas solo están llegando a los barrios ricos (según denuncias de periodistas internacionales), no hay control de las ayudas y su distribución y las fuerzas de ocupación disparan a matar a los pobladores y los golpean porque reclaman ayuda, muchos ya se deciden al saqueo de bodegas manejadas por acaparadores y por quienes quieren posicionarse para sacar dividendos de cualquier reconstrucción de la devastada Puerto Príncipe.
Gran parte de la ruina de Haití se comprende mejor por la larga e infame secuencia de acontecimientos históricos causados por el hombre. La llamada “noble comunidad internacional”, que no es otra cosa que un círculo de países capitalistas con la inmensa mayoría de sus gobiernos al servicio de la oligarquía y el imperialismo que con gran estruendo hace demagogia con la “ayuda humanitaria” para Haití, es responsable de la extensión del sufrimiento que ahora acentúa el terremoto, desde la invasión y ocupación norteamericana de 1925, pasando por el derrocamiento violento del gobierno democrático de Jean-Bertrand Aristide en el año 2004, esa comunidad ha votado por el mandato de la misión militar de la ONU, y mientras la soberanía nacional y popular de los haitianos ha sido pisoteada los "programas para la reducción de la pobreza" y desarrollo agrario se han bloqueado.
El martirizado pueblo de Haití no solo ha sido víctima de la furia implacable de la naturaleza sino también de una larga y sanguinaria dictadura de los Duvalier, propiciada por el imperialismo norteamericano (que sobrevino al colonialismo francés), a la cual han sucedido gobiernos incapaces de resolver los problemas del pueblo haitiano, considerado el país más pobre del hemisferio occidental y uno de los más pobres del mundo. Esa pobreza se expresa en que 75% de la población tiene que vivir con menos de 2 dólares al día, que cuatro millones y medio de personas (56%) vivan con menos de 1 dólar diario y que cerca del 40% de los ingresos del país son generados por las remesas de dólares de los trabajadores en el exterior. Es el legado directo de uno de los casos de explotación colonial más brutal de la historia, agravado por decenios de sistemática opresión poscolonial. Después del golpe auspiciado por Estados Unidos a Jean-Bertrand Aristide, el país se encuentra ocupado por una llamada “fuerza de paz” de las Naciones Unidas manipulada por EUA.
Está claro que el impacto de esta catástrofe será superado si se liga al proceso histórico de lucha por la liberación social y nacional del pueblo haitiano, pueblo que no ha cesado de combatir contra el colonialismo y otras formas de dominación imperialista. Bajo la actual súper explotación y dominación del pueblo la recuperación del terremoto demorará mucho tiempo y será parcial, limitada y deformada.
Los demócratas, las fuerzas progresistas y los revolucionarios rechazamos la táctica imperialista liderada por el gobierno de Washington que plantea elementos superficiales y momentáneos de ayuda humanitaria, mientras afianza su dominación política, militar y económica.
Estamos por seguir contribuyendo a fortalecer acciones solidarias entre pueblos con los aportes directos (dinero y especie) a las organizaciones sociales de los oprimidos y a las organizaciones políticas de oposición para que enfrenten prácticamente las actuales urgencias y acumulen fuerzas para derrocar al imperialismo y sus lacayos hasta instaurar un gobierno y poder del pueblo, siendo fundamental difundir las acciones populares de los haitianos por suministros y contra la dominación.
¡Viva la unidad de los pueblos latinoamericanos y caribeños!
¡Fuera yanquis de Haití, Latinoamérica y el Caribe!
Colombia, enero de 2010
Partido Comunista de Colombia (marxista-leninista)