Por Pablo Beltrán, del Comando Central del ELN de Colombia.
Especialmente para El Rebelde, periódico del MIR de Chile. Enero de 2.010.
“Heredamos la vida lacerada de los pueblos que arrastran un castigo de siglos, pueblos los más edénicos, los más puros, los que construyeron con piedras y metales torres milagrosas, alhajas de fulgor deslumbrante: pueblos que de pronto fueron arrasados y enmudecidos por las épocas terribles del colonialismo que aún existe.
Nuestras estrellas primordiales son la lucha y la esperanza. Pero no hay lucha ni esperanza solitarias. En todo hombre se juntan las épocas remotas, la inercia, los errores, las pasiones, las urgencias de nuestro tiempo, la velocidad de la historia (…)
Solo con una ardiente paciencia conquistaremos la espléndida ciudad que dará luz, justicia y dignidad a todos los hombres”.
Neruda, discurso del premio Nobel, 1971.
Pasadas cuatro décadas, suenan proféticas las palabras de Neruda, el gran poeta americano.
Paciencia, nos recomienda el poeta militante.
El enemigo de los pueblos sigue siendo el colonialismo, que hace vigentes cada día la lucha por dignidad humana y la esperanza porque más temprano que tarde, la civilización humana logre dar un salto cualitativo, dejando atrás la prehistoria capitalista.
Constancia, serenidad y lucidez también quiso decir.
Cuatro décadas de lucha son una gran lección de historia.
La virtud está en persistir en la lucha sin olvidar el objetivo socialista y rectificando a la vez, los extravíos propios de cada generación.
Los que hemos sobrevaluado antes el papel revolucionario de la insurgencia, estamos corrigiéndonos -sin ir a los extremos de nuevo-, por lo que ahora buscamos darle el justo y primordial valor a la acción revolucionaria del pueblo.
Por su parte, quienes daban menos valor a la lucha del pueblo en armas, hoy reflexionan al ver el remozamiento del colonialismo en las potencias del Norte del planeta; que hace indispensable el compromiso por la defensa de las conquistas de las grandes mayorías.
La lección fundamental está en que al imperialismo debemos lucharle desde varias trincheras y de acuerdo al momento, una u otra es la principal.
Hasta ahora, declarar una como principal ha implicado descartar a las otras, hoy la experiencia nos enseña que deben ir unidas, dentro de un camino estratégico único.
A la constancia hay que agregarle serenidad, para que los destellos de cada coyuntura no nos cieguen y nos hagan salir del camino.
Un triunfo o una derrota electoral, muchas veces llevan incubados el virus que produce esta ceguera colectiva.
Igual nos ha ocurrido varias veces en el campo político militar, desde que surgimos como guerrillas revolucionarias en 1.964.
Los resultados de estas elecciones presidenciales en la hermana república de Chile, marcan un hito histórico, pues allí se condensa el intenso pulso que contra el imperialismo norteamericano, libramos los pueblos de este continente.
El afán de reconquista que anima al imperialismo, lo llevan a sacar del armario de las dictaduras, a este archimillonario que acaban de imponer como presidente de Chile.
Con certeza, su inmensa fortuna personal, de más de 1.200 millones de dólares, no la hizo durante los 3 años de gobierno de Allende; pero en cambio si la amasó durante los 17 años de dictadura de Pinochet y la incrementó en los 20 años siguientes, de los llamados gobiernos de la transición.
Cuando la democracia se corrompe y los más adinerados terminan por comprarla, en el Escudo de Chile está la respuesta para la acción del pueblo: “Por la razón o por la fuerza”.
Eva Perón ya lo dijo en su momento: “a la fuerza brutal de la anti patria le opondremos la fuerza popular organizada”.
Nuestros pueblos en la conquista de su felicidad tienen un destino común. La lucha y la esperanza del pueblo de O’Higgins, Neruda, Allende y Miguel Enríquez, son las mismas de 600 millones de latinoamericanos.
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