Los colombianos “elegirán” en 2010, entre la continuidad del presente régimen de gobierno, de dictadura y anexionista, u otro, que restaure el régimen fundado por la constitución de 1991, que condujo al país a la actual crisis. Es decir, podrán votar entre el comienzo o el fin del mismo círculo vicioso, que ha llevado a nuestra nación a una situación en la que corremos el riesgo de ser definitivamente tragados por el imperio norteamericano. Atrevernos a luchar para liberarnos, o permitir tal ignominia, a través del voto, es la real disyuntiva a la que nos enfrentamos como pueblo.
Hemos argumentado(1), y la instalación de las bases militares gringas nos dan la razón, que el imperio norteamericano viene desarrollando una intensa y bien elaborada agenda, con la cual pretende anexionar a Colombia. Afirmamos además, que tal pretensión, ha contado con la venia y apoyo de la decadente oligarquía colombiana, la que incapaz de dirigir los destinos de la patria, dócilmente allana el camino para que sean los imperialistas quienes gobiernen y se sirvan de las riquezas y trabajo de nuestra nación.
La apertura económica, la liberación financiera, tarifaria y la “flexibilización laboral”, prepararon el camino de los TLC, con los cuales se profundiza el pillaje sobre los que fueran “los recursos públicos” de la nación, los recursos naturales y el trabajo de los colombianos. Bajo la danza del dólar, los Conglomerados Financieros Transnacionales (C.F.T), absorbieron la infraestructura productiva pública y privada. Insatisfecho el vampírico capital, creó las Zonas Francas, cabezas de playa, desde las cuales se están apropiando del territorio colombiano y todo lo que en su entorno hay. Finalmente instalan bases militares que aseguren sus nuevos dominios, en el marco del Plan Colombia y la Seguridad Democrática.
Frente a tan oscuro destino, la respuesta del Bloque Popular y Revolucionario no se hizo esperar; y para frenarla, los saqueadores de la nación: la alianza imperio-oligarquía, saltaron por encima de su frágil legalidad, echaron a la basura su constitución, y se apresuraron a declarar que en adelante el Estado Social de Derecho sería suplantado por el “Estado de Opinión”, inaugurando un régimen político de dictadura, en cabeza de Uribe Vélez.
Es una dictadura porque en forma sistemática desconoce las propias reglas de juego que rigen su precaria democracia. Por ejemplo, mediante el soborno y el cohecho, se sometió al Congreso, y paso seguido se desconoció y manipuló la Corte Constitucional, haciéndose posible la reelección. En la pretensión de mantenerse en la silla presidencial, el gobierno agudiza sus métodos fascistas, desconoce las leyes, rompe el equilibrio institucional burgués, somete al ejecutivo las otras dos ramas del poder y demás instituciones como la Registraduría, la Contraloría y la Procuraduría.
Nada mejor, más cómodo y funcional a las pretensiones del pillaje imperial, porque de esa manera se han facilitado las políticas públicas con las que se desangra a la nación.
Todo lo anterior, es tan sólo el fruto de las reformas de inicios de los noventa, en especial de la Constitución de 1991, con el resultado que el país haya reversado un siglo. El modelo primario exportador de comienzos del siglo XX, que se acompañó de un régimen autoritario y ultra conservador, es reinstalado como forma de dominación, pocos años después que Gaviria sentenciara “colombianos: bienvenidos al futuro”. Régimen que es comandado por la oligarquía narco-paramilitar, que ha tenido como principal votante al imperio norteamericano, y que pretende su continuidad sea en cabeza de Uribe Vélez o de alguno de sus rancios hijos.
La oferta electoral se complementa con el partido de los “restauradores”. Aquí milita y compite una gran fauna vario pinta que linda entre los restos del Partido Liberal, las socialdemocracias y las falsas izquierdas, sean del tipo “desencantadas o confundidas”. Estos son menos radicales que los anteriores, y para ellos basta con que el país retorne a la institucionalidad de 1991. He aquí su principal promesa electoral.
Los partidos del continuismo y de la regeneración tienen algo en común: ¡su carácter reaccionario! Frente a la colosal crisis orgánica en que metieron al país, su solución es volver al pasado. Ese pasado mítico, en el cual su hegemonía era menos frágil y cuestionada.
Justo es preguntarnos, sí ¿las elecciones de 2010 ofrecen alguna opción real de cara a la situación que afrontamos?
El desastre que vivimos como nación no sólo es económico, es también de legalidad, de legitimidad, es institucional, es moral y cultural. Esta es la más grande crisis orgánica que haya enfrentado nuestra nación colombiana. Y frente a tan descomunal problema, la oligarquía, en los hechos se ha declarado incapaz de gobernar, y entrega los destinos del país y la nación al imperio norteamericano.
Por eso, todo hombre y toda mujer colombianos, que aún se sienta con arrestos de dignidad, debe decidir si combatirá al enemigo; o doblegará, delegando su poder mediante el voto, para mantenernos como sus sirvientes y ser anexionados por “una nación extraña”.
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1.-. Ver periódico Liberación Venceremos No.51, y Revista Orientese No.3, "Zonas francas: cabezas de playa, de la agenda anexionista del imperio norteamericano".