Esta es la historia de un viaje hacia el mar, una pequeña, pobre pero muy valerosa familia, heredera de una tradición de valientes, emprendió los preparativos para viajar de los Andes hasta el mar; conocerlo y navegar en sus tormentosas aguas para arrancar de él todas sus bondades y entregarlas a su pueblo era su único interés. Desde muy joven se empeño en conseguir un viejo camión abandonado por sus indolentes dueños y aherrumbrado por los años. Pacientemente lo reparó hasta dejarlo como nuevo, fue ayudado por los suyos y cuando sus hijos crecieron les enseño a cuidarlo y conducirlo. Cuando por fin el camión estuvo listo y todos los preparativos conducidos iniciaron el largo viaje.
El camino era escarpado, sinuoso y el frío de la tormenta los acechaba golpeándolos implacablemente, empero lucían felices en su denodada brega. Desplegaron seguros su marcha y avanzaron conducidos por el padre sabio y tenaz, firme y decidido; la gente de su pueblo y la región comentaban de ellos y salían a mirarlos. Más, en la ruta aumentaron las dificultades: unos quedaron en la mitad del camino, algunos enfermaron y otros también murieron, pero siguieron avanzando, sólo faltó tramontar la última cumbre, aquella donde las negras, crueles aves rapaces solían atacar más a los viajeros; negras nubes se aglutinaron en los cielos. La neblina espesó y el denso silencio de la puna, una indeseada presencia los detuvo: la patrulla de caminos, por la negligencia de uno de los hijos, faltaba justamente el documento que el guardia demandaba. El padre fue así conducido a la prisión.
Los hijos desconcertados, aturdidos o callados se fueron manejando el camión. Más tarde el padre después de mucha reflexión pidió al comisario lo dejase hablar con su familia; quería decirles que era preciso guardaran el camión, el escollo final, era el tramo más duro. Tendrían que soportar el ataque de muchos buitres, descifrar lo que el cielo presagiaba y sus hijos aún eran jóvenes.
Continuar así en esas malas condiciones encerraba graves riesgos, se imponía un viaje, un cambio en los planes: la suspensión del viaje. Tras de muchas tentativas el padre logró convencer al oficial pero éste no los dejó verlos sino sólo hablarles por radio, lo hizo hasta dos veces pero no obtuvo respuesta alguna.
Fue que los hijos habiendo oído el llamado, primero lo negaron y se enzarzaron luego en la disputa si terminar o proseguir el viaje de inmediato hasta que al final decidieron prescindir del padre, y usurpando su lugar prosiguieron la marcha, arrancaron para proseguir muy ufanos y altaneros, como a quien cae del cielo la ocasión soñada, más al salir se desviaron del camino, se estrellaron contra las rocas y cayeron al abismo.
Tiempo después… las hijas y los hijos de los hijos del padre, empapados con su luz, condenaron a los otros, reconstituyeron el camión, reemprendieron el camino y llegaron hasta el mar.