Historia de la revolución inconclusa (cuarta entrega):
ENTREVISTA AL MIR-EPR (BATALLÓN CHILE)
“Si el enemigo fascista asesina, tortura, bombardea y amenaza hacerte desaparecer del mapa, esa es la realidad objetiva que determinará la, o las, formas de lucha”
Equipo de Investigación y Entrevistas: Marcelo Colussi / Rodrigo Vélez-Guevariando
Continuando con el proceso de investigación sobre la situación de las izquierdas y la lucha armada en Latinoamérica, el Equipo de Investigación y Entrevistas, conformado en este caso por Marcelo Colussi y Rodrigo Vélez-Guevariando, entrevistó a luchadores chilenos: el MIR–EPR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria–Ejército Popular Revolucionario) (Batallón Chile). Para la entrevista se contó con el aporte de distintos miembros de la organización, quienes plantearon las respuestas como colectivo -de ahí que no aparece ningún nombre propio de alguno/a de ellos/as- Este grupo reivindica ideológicamente el proceso encabezado por Miguel Enríquez al frente del MIR chileno. Alude principalmente al período comprendido entre 1967 y 1974, año de su muerte en combate. En este lapso de tiempo el Comandante de la Revolución Chilena encabezó el proceso de transformación de una orgánica policlasista -como fue en un comienzo- a un partido de combate, con ideología marxista-leninista y una concepción político-militar. No pretende arrogarse la continuidad histórica del MIR chileno como un movimiento cerrado, personalizado, voluntarista; de él valora el acierto histórico y revolucionario que se tuvo al unificar, bajo una consecuencia de lucha con sentido marxista-leninista, una de las orgánicas revolucionarias más claras en el análisis y síntesis práctica que se han visto en Chile. Reconociéndolo como un movimiento histórico revolucionario, como una vanguardia del pueblo, en ese sentido sí retoma su bandera y puede considerarse su prolongación. Si bien valora el trabajo desarrollado por otros valiosos dirigentes en otros períodos de la vida del MIR, a su juicio lo más relevante en el aspecto ideológico, político y militar tiene lugar en la fase antes mencionada.
El MIR–EPR (Batallón Chile) se da a conocer como orgánica a partir del 2004. Parte de su militancia pasó por una variedad de experiencias como luchadores internacionalistas, en la resistencia a la dictadura militar, en el trabajo de masas, sindical, poblacional, estudiantil, etc. Recoge el legado histórico de rebeldía de luchadores como el cacique Lautaro, ícono del pueblo mapuche, de la justeza y entrega de los libertadores indoamericanos como O’Higgins y Bolívar y de la convicción creadora del Che Guevara, todos ellos, símbolos de las batallas que se han dado contra el enemigo expoliador a través de la historia de nuestros pueblos. Entiende la conformación de un ejército popular revolucionario con un carácter estratégico latinoamericanista, que ve continuador del Ejército Libertador de los Andes y de la Junta de Coordinación Revolucionaria, que construya una sola Fuerza que golpee más duro al enemigo invasor. En ese proceso el MIR–EPR considera que a los pueblos que conviven en el país transandino les corresponde hacer su tarea táctica como Batallón Chile, en tanto prolongación de las luchas del pueblo indo americano.
Aquí ofrecemos la entrevista.
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Pregunta: ¿Nos podrían decir cuál es el fenómeno que hizo posible la aparición del MIR en Chile y, a su juicio, cuáles fueron sus principales aportes al desarrollo del pensamiento y la acción revolucionaria, no sólo en Chile sino en el resto del continente?
Para empezar, hay que ser precisos al referir al devenir histórico de los pueblos, pues los procesos no son reducidos a causas ni fenómenos específicos. Distinto es hablar de determinación material, que en última instancia establece momentos de mayor conciencia social política. Es en uno de esos momentos en los cuales el movimiento revolucionario latinoamericano cobra fuerza y expresión. En esta lógica, el MIR chileno surge en un período histórico de ascenso de la lucha de clases y en un contexto de avance de las fuerzas revolucionarias en el continente.
Pensamos que el gran aporte de esta joven orgánica revolucionaria es plantearse derechamente la Revolución, ya que tal como lo dice su declaración de principios, nace para "derrocar el sistema capitalista y reemplazarlo por un gobierno de obreros y campesinos, dirigido por los órganos del poder proletario, cuya tarea será construir el socialismo y extinguir gradualmente el Estado hasta llegar a la sociedad sin clases".
Para alcanzar ese objetivo, el MIR definió una Estrategia de Guerra, de carácter popular y en un proceso prolongado, en el cual la clase proletaria y el pueblo fuesen acumulando fuerza social, política y militar. Esa fuerza se caracterizó como Fuerza Social Revolucionaria que, a su vez, era el motor de la conformación del Poder Popular.
La Estrategia de Guerra Popular exigía y requería que la clase obrera debía aglutinar a otros sectores, para conformar la Fuerza motriz. Es así que se establece a los campesinos, pobladores, artesanos, estudiantes, pequeños comerciantes, etc., a quienes se definió como los pobres de del campo y la ciudad, quienes serían los principales aliados del proletariado, como clase revolucionaria.
En el afán de estimular la coordinación de los revolucionarios y estructurar política-militarmente los frentes de masas que integraran a todos los sectores explotados y marginados, se crearon los denominados frentes intermedios, tales como el Frente de Trabajadores Revolucionarios (FTR), el Movimiento Campesino Revolucionario (MCR), el Movimiento de Pobladores Revolucionarios (MPR) y el Frente de Estudiantes Revolucionarios (FER). Todo ello representa una coherencia que da cuenta de lo importante que significa la claridad ideológica y su desarrollo práctico.
Pregunta: Ustedes desarrollaron una política revolucionaria en medio de un gobierno reformista como fue el de la Unidad Popular. Eso posibilitó un desarrollo del MIR en vastos sectores de trabajadores, campesinos y estudiantes. ¿Cuáles eran los ejes fundamentales de esa política revolucionaria en medio de un gobierno reformista? Creemos que la pregunta tiene mucha actualidad guardando las distancias y los contextos históricos con los actuales procesos de reformas que viven algunos países.
No nos arrogamos la continuidad de un Partido sino de un Movimiento Revolucionario, y en ese sentido nos hacemos cargo de nuestra historia. Es así como consideramos que el período de convivencia del MIR chileno con el reformismo, durante la Unidad Popular, es de gran enseñanza para el movimiento revolucionario actual, puesto que, a través del tiempo, nos hemos dado cuenta que si existen reformas sociales creadas por gobiernos reformistas, éstas se pueden utilizar y transformar dialécticamente en avances cualitativos, siempre considerándolo desde una estrategia revolucionaria. Lo que no implica que deba ser un paso precedente a la toma del poder.
La responsabilidad, en ese ámbito, está dada en cómo superamos ese proceso reformista, ganamos la conducción del movimiento de masas y encauzamos los procesos hacia transformaciones radicales. Nosotros planteamos que por alcanzar ciertos logros tácticos nos podemos alejar del objetivo estratégico. Con ello nos estamos refiriendo a que no podemos perder de vista el enemigo real. Nuestro enemigo es el Capital, es la fase imperialista de éste, y si el reformismo entra en alianza con éstos, lo adecuado será diversificar y adecuar las tácticas, pero la estrategia no se cambia.
En ese contexto el MIR, durante el proceso de la Unidad Popular, realizó un intento serio y decidido por constituir efectivamente órganos de poder alternativo al Estado burgués. Ese poder dual no era otro que el Poder Popular, mediado por la Fuerza Social Revolucionaria, que embrionariamente vio aparecer los Comandos Comunales en el sector poblacional, y los Cordones Industriales como un referente de organización de los trabajadores. Estratégicamente se orientaba a que las diversas organizaciones locales y territoriales debían converger en una Asamblea Nacional del Poder Popular. Con esto, el MIR pasaba derechamente a disputarle espacios al reformismo, con la intención de que el pueblo fuese ganando en conciencia revolucionaria.
Pregunta: El MIR condenó en su momento las incursiones de la Unión Soviética en varios países de Europa Oriental, y de esa manera asumió una política de no alineación con los bloques existentes. ¿Cómo entendían el proceso en la URSS en esos momentos y en los demás países llamados socialistas?
Acá queremos hacer dos distinciones. Por un lado, el MIR chileno no quedó exento a ser permeado por la colosal campaña iniciada por el imperialismo internacional, que utilizó a sectores trotskistas principalmente que sirvieron como quinta columna para denostar el gigantesco trabajo y avance realizado en los países del este europeo, influenciados por la revolución soviética. Cabe recordar que esa época está mediada por el XX Congreso del PCUS, realizado en 1956, y por lo tanto, de tales debates se colgó la propaganda imperialista que quería cubrir con ese manto publicitario la incubación del revisionismo, encabezado por Nikita Krushchov, que luego finalizó con el proceso de la Perestroika y sus lamentables resultados. De esa propaganda ninguna orgánica revolucionaria quedó ajena, y sus repercusiones aún las podemos apreciar.
En otro aspecto, el MIR siempre propició la autonomía de los pueblos a construir su futuro. En ese sentido las incursiones de la URSS a Checoslovaquia, en 1968, fue decididamente criticada por el MIR, ya que, más que defender intereses del pueblo, la acción del revisionismo soviético estaba orientada a entorpecer un proceso que a todas luces caminaba en el sentido de la construcción de un socialismo revolucionario; camino que en ese período ya había abandonado la URSS, principalmente el PCUS, ya en manos del revisionismo.
Pregunta: En términos del contexto latinoamericano, ustedes apostaron por el surgimiento de una coordinadora revolucionaria que agrupara a la mayor cantidad de organizaciones que luchaban por la revolución en la región. A su juicio ¿cuáles fueron los elementos que faltaron para que esta construcción se desarrollara y perdurara en el tiempo?
El MIR, y en especial la Dirección encabezada por Miguel, recogieron el llamado estratégico realizado por el Che, a través de la Tricontinental, de realizar coordinaciones revolucionarias en la región. A nuestro juicio el internacionalismo proletario y una estrategia latinoamericanista sigue siendo un imperativo estratégico para nuestros pueblos, que no se vea arriesgada por algún paso táctico.
Desde esta trinchera hemos propuesto la conformación de un Ejército Popular Revolucionario como elemento de coordinación de las luchas de nuestros pueblos y vanguardias, ya que no podemos quedar entregados a una guerra encubierta -como denominaba Miguel, a la lucha de clases- sin la convicción de que es posible revertir los errores, y finalmente vencer.
A nuestro juicio, a las instancias de coordinación, como la Junta de Coordinación Revolucionaria -JCR- le faltó tiempo y maduración; al poco andar recibieron el demoledor golpe del fascismo, las principales experiencias que mantenían esta organización, teniendo que pasar a un estado de resistencia. Si a ello le sumamos la pérdida de clandestinidad de sus principales dirigentes y a que las orgánicas que la integraban en gran parte demostraban una inconsistencia entre la táctica y la estrategia desarrolladas, podemos encontrar algunas respuestas para que esa experiencia perdurara en el tiempo.
Pregunta: La acumulación en torno al desarrollo de la guerra popular prolongada fue la política del MIR en el período de la dictadura. ¿Cómo se expresó realmente esta política y cuáles fueron sus hitos más importantes?
Primeramente debemos constatar que el MIR logra desarrollarse como una orgánica estructurada a nivel nacional aproximadamente a inicios de la década del 70; durante el período anterior se había tratado de conformar las bases y, principalmente, la formación de sus cuadros. Debido a sus planteamientos, el MIR crece explosivamente en los sectores más radicalizados de la sociedad chilena durante la Unidad Popular. Ello permitió que la acción directa de masas, como las toma de fundos y corridas de cerco en el ámbito rural, o las toma de terrenos, las movilizaciones callejeras y las tomas de fábricas en el sector urbano, se transforman en elementos sustanciales en las tácticas aplicadas para ese período. Paralelamente, se comenzaba a estructurar la defensa y autodefensa de esas conquistas; es así como se diseña la conformación de la llamada Fuerza Central, que influía directamente en el accionar de los Grupos Político Militares -GPM-, también en formación, y que debían mantener una estrecha relación en las acciones de masas.
Al entrar en un período contrarrevolucionario, tras el golpe militar fascista, la gran mayoría de la militancia mirista se encuentra abierta, hecho que hace imposible un repliegue ordenado de las fuerzas, para protegerse primero y para actuar después. Ese es el momento donde se muestra con mayor claridad uno de los errores cometidos durante el período prerrevolucionario; la incoherencia de parte de las tácticas implementadas con la Estrategia de Guerra Popular.
Una estrategia con estas características requiere de un fuerte trabajo conspirativo, de compartimentación y clandestinidad de un número importante de cuadros y estructuras insertas en las masas. En el caso del MIR se pudo apreciar cómo sus principales militantes quedaron aislados de sus frentes de masas; quedaron sin retaguardia social, ya que se habían destinado al trabajo abierto por la imperiosa necesidad de disputar espacios al reformismo -lo cual era acertado-. Lo que no se realizó es el trabajo político-militar de crear y compartimentar la retaguardia social.
A nuestro juicio, no percatándose de esa realidad, la Dirección del MIR chileno define levantar la política de no asilarse con el objetivo de construir resistencia, pero a partir del trabajo del reformismo, hecho que en la práctica tampoco resultó.
Se había definido que la Estrategia de Guerra Popular pasaba por una fase de defensiva estratégica, destinada principalmente a la reconstrucción de la orgánica y a la protección de sus principales dirigentes. Durante ese período se realizan acciones de propaganda y una embrionaria organización de masas, que tendría que empalmar con el llamado “plan 78”, que por la misma incoherencia táctica demostrada en períodos anteriores, los resultados y consecuencias, como la experiencia de Neltume, son muy conocidos.
Por su innegable costo sobre valiosas vidas y credibilidad ante el pueblo, la coherencia de las acciones tácticas con respecto a la Estrategia es otra de las enseñanzas que nos deja la experiencia del MIR, principalmente para los sectores revolucionarios que le disputan los espacios al reformismo en las llamadas administraciones progresistas; la dirección del proceso, es una lucha diaria en todos los frentes. Pero insistimos en la necesidad imperiosa de jamás poner en riesgo la Estrategia por algún paso táctico. Ahí es donde debe aparecer la madurez ideológica de las Vanguardias Revolucionarias, para encausar los procesos.
Pregunta: La experiencia de lucha político militar en Chile tuvo distintos momentos y protagonistas. En un momento determinado se orientó la operación retorno de los combatientes chilenos exiliados. A partir del retorno, se desarrolla la experiencia guerrillera en Neltume y Nahuelbuta, que terminó en la muerte de algunos de sus participantes. ¿Qué nos pueden contar de aquella experiencia? ¿Cuáles fueron los aciertos y los errores? ¿Cuál fue el saldo no sólo para el MIR sino para la memoria histórica del pueblo chileno?
El objetivo estratégico del llamado “Plan 78” estaba inserto en la imperiosa necesidad de acumulación de fuerza social, política y militar que opusiera resistencia a la dictadura militar y lograr su derrocamiento. Para ello se debía reforzar y reconstruir el partido -muy golpeado en el frente interno- por cuadros que habían tenido formación en el exterior y crear frentes guerrilleros, lo que implicaba desarrollar acciones clandestinas que afianzaran la fuerza militar en formación y preparar las condiciones para dar paso a la lucha guerrillera urbana, suburbana y rural.
En ese contexto se plantea la apertura de dos frentes guerrilleros rurales en la zona sur de Chile, que fueron Neltume y Nahuelbuta, lo que implicaba, por cierto, desarrollar un acertado trabajo de conformación de redes de apoyo clandestinas y por sobre todo, de una base social de apoyo que sustentara la guerrilla. En ese proceso era primordial el trabajo partidario, cuestión que no ocurrió, y que fue causante en gran parte del estrepitoso fracaso y la lamentable pérdida de valiosos combatientes, con años de esfuerzo y preparación.
Tal como ocurrió, tras el golpe fascista -y esa es una enseñanza que deben experimentar todas aquellas organizaciones revolucionarias que se disponen a implementar cualquier forma de lucha- quedaron al descubierto la ínfima infraestructura y, por sobre todo, la exigua retaguardia social, elemental para el desarrollo del trabajo conspirativo, legal o ilegal, abierto o cerrado.
A nuestro juicio, todos los “errores” cometidos en épocas anteriores, no sólo por el MIR, resultan de no considerar las condiciones reales, la inconsistencia entre las tácticas y la Estrategia, la subvaloración de las fuerzas propias y las del enemigo, etc. Se deben a un problema de Dirección y conducción, gatillado por la posición de clase, desde la cual se realiza. Por ello hemos insistido en no calificar como “errores” los cometidos en la conducción vacilante, luego de la muerte en combate de Miguel, sino como “omisiones de clase”, ya que el análisis político estaba desarrollado desde una plataforma ideológica que no era el marxismo-leninismo y no se atenía a las situaciones concretas. Por eso, entre otras cosas, desde esta trinchera no reconocemos como acertada esa conducción del MIR, y no le damos más valoración que el reconocimiento a todos aquellos combatientes que se la jugaron y sí fueron coherentes con su posición de clase.
Pregunta: Para el momento de la Operación retorno y de la experiencia de Neltume, ¿ya se expresaban los problemas en la dirección del MIR que finalmente llevaron al quiebre?
Mucho se habla de las divisiones del MIR a partir de la década del 80 del siglo pasado; sin embargo, las contradicciones y disputas siempre existieron y la raíz de ellas se encuentra en su conformación policlasista; no olvidemos que en su fundación en el año 1965 confluyeron diversos sectores provenientes de distintas y disímiles experiencias y tendencias. Es a partir de la dirección encabezada por Miguel Enríquez que se intenta dar una coherencia orgánica y establecer al MIR como una Partido de Combate, con una marcada ideología marxista-leninista y una concepción político-militar, lo que se tradujo en lo que Miguel denominó “la profesionalización de los cuadros”, o sea, eliminar el voluntarismo y entender que para conformar una vanguardia revolucionaria y realizar la revolución en Chile se necesitaba tener militantes formados en todos los aspectos.
En ese primer período se dan las primeras resistencias, que comienzan con el abandono de algunos militantes de raíz trotskista, por ejemplo, desplazados de la dirección del Partido, y que no estaban de acuerdo con la línea política definida. También se produce el abandono de militantes que no respetaban la disciplina interna ni el centralismo democrático. Recordemos que el mismo Miguel llegó a reconocer que, a su llegada, el MIR “era una bolsa de gatos”. La brillantez y claridad ideológica y política de Miguel Enríquez y su Dirección permitió mantener un Partido monolítico.
El error, a nuestro juicio, es que muchas de las responsabilidades de Dirección descansaron en un número muy limitado de dirigentes, como Luciano Cruz, Edgardo Enríquez y Bautista Van Showen, debido a que, al parecer, los dirigentes más cercanos al núcleo de Dirección nunca entendieron correctamente la línea política que debía orientar al Partido. Ello queda claro, pues tras la temprana muerte de Luciano, al ser masacrado Bautista, la caída en combate de Miguel y la desaparición de Edgardo, quienes debieron encabezar el proceso, no demostraron la sapiencia y claridad ideológica que la situación ameritaba.
El resto de los otros dirigentes valiosos que pudieron dar conducción al Partido, cayeron en combate, fueron cercados o asesinados por la dictadura militar; el enemigo sabía, y se dedicó desde antes del golpe militar, a identificar los cuadros valiosos que tenía el partido y fueron desarticulados o liquidados en corto tiempo.
Pregunta: Para el cuarto congreso del MIR se expresan con claridad algunas contradicciones que, como decíamos, llevaron a su quiebre. ¿Cuáles fueron las principales tendencias que se expresaron en aquella oportunidad y qué representaban en términos teóricos-políticos?
A nuestro juicio, lo grave en lo que respecta a las contradicciones que llevan al quiebre orgánico definitivo del MIR es que ninguna de las Direcciones que asumen las diversas fracciones -nos referimos a las tendencias denominadas histórico o social, renovado o político y la militar- asumen los graves errores de conducción táctica, ni menos dan una explicación de cara a la militancia, de por qué se llevó a exponer a la militancia a los golpes estratégicos, que en definitiva llevaron a la derrota del MIR, y con ello del movimiento popular chileno.
Lo sintomático es que ni siquiera eran “problemas ideológicos nuevos”, si no que las antiguas contradicciones ideológicas, nunca habían sido asumidas como una realidad, nunca se habían discutido, y ante ello, la situación era más que esperable; las divisiones en diversas fracciones, que no fueron capaces de hegemonizar al conjunto de la militancia, que observó impávida cómo sus dirigentes se disputaban la conducción de un fracaso. Como ya lo hemos planteado, las consecuencias de las divisiones del MIR son más bien históricas, provienen desde sus raíces policlasistas, y lo ocurrido en el Congreso, al cuál ustedes hacen mención, y lo que ocurre en la actualidad, con la atomización existente, no es más que la constatación de una realidad no superada. Esa es otra de las enseñanzas que el MIR chileno puede entregar a las orgánicas jóvenes del continente: los partidos revolucionarios deben mantener una coherencia ideológica, una ideología de clase única. Las diversas vertientes, quizás, pueden convivir en los frentes de masas, por ejemplo; pero al interior de los partidos es imposible que ello ocurra. Lenin lo sintetizaba a la perfección “Partido que no se depura, muere”.
Una Dirección policlasista encabezando los Partidos Revolucionarios, si se diera el caso, puede convivir hasta cierto tramo del caminar revolucionario; ejemplos en América Latina tenemos por montón. Una vez que va madurando el proceso revolucionario, vienen las contradicciones, las disputas y la división interna, debido a que los objetivos estratégicos son distintos. Ello trae retroceso no sólo a las orgánicas y al proceso revolucionario, sino que los pueblos pagan caro los desaciertos, ya que una contraofensiva burguesa hace que luego cueste decenios para recién comenzar a levantarse.
Pregunta: ¿Qué existe hoy día de lo expresado en el cuarto congreso, qué tendencias han perseverado y qué ha demostrado la historia después de transcurridos tantos años en relación a las posturas expresadas en ese evento interno?
La historia demuestra que las disputas y discusiones que no se zanjaron en su debido tiempo inevitablemente retornan y hacen crisis en los momentos de flaqueza revolucionaria; cuando el factor ideológico está poco claro y tiende a nublar el accionar. Afortunadamente, una buena parte de la militancia mirista no se hizo parte de esta “división por arriba” y consecuente con su accionar, se replegó al interior del pueblo, y hoy día, paso a paso, comienzan a construir diversas alternativas de organización.
Objetivamente, gran cantidad de las nuevas experiencias, tienen su raíz en los postulados del MIR y posicionan a Miguel Enríquez como ícono de la consecuencia y coherencia revolucionaria. Principalmente son sectores juveniles los que se plantean esto, con mayor entusiasmo y convicción. Lamentablemente, todavía siguen existiendo otros sectores que, en un afán egoísta y narcisista, se siguen peleando los símbolos y se autoproclaman “los únicos y verdaderos continuadores” de la herencia del MIR. Desde esta trinchera hace mucho tiempo que esas disputas y propuestas no las consideramos serias, ya que, en última instancia, la práctica va a determinar la coherencia de las ideas, como señala Marx en las Tesis Sobre Feuerbach.
A nuestro entender, un verdadero revolucionario “no se lleva el partido para la casa” sino que realiza el relevo a las generaciones venideras. Inevitablemente, ese traspaso generacional va ocurrir, a pesar de que algunos antiguos dirigentes llamados “históricos” planteen que las condiciones que dieron origen al MIR chileno, “ya no son iguales, por lo tanto el pensamiento mirista esta obsoleto”. Sin embargo, la realidad concreta les golpea en la cara, demostrando a diario que la explotación y marginación del pueblo son mayores y más crueles aún. Es válido recordar que desde esta trinchera siempre hemos realizado una sustancial diferencia: algunos compañeros fueron, son y serán excelentes combatientes -lo que se les agradece-, pero distinto es que sean revolucionarios.
Pregunta: A pesar del quiebre del MIR, en Chile se sigue hablando en el seno de la izquierda de la “Cultura Mirista”. ¿Qué es la cultura mirista y cómo se expresa a pesar del quiebre?
Nosotros estamos convencidos que el mirismo es, ante todo, una posición ante la vida, que dejó una huella imborrable, no sólo en la realidad chilena, sino latinoamericana. El mirismo es una forma de pensar y pararse ante una realidad, que a todas luces nos intenta aniquilar como especie, contraría la esencia humana y la naturaleza y pone en riesgo el futuro del planeta.
Efectivamente creemos que existe una cultura mirista que traspasa el legado ideológico y político del MIR, como orgánica político-militar; el mirismo se transforma en cultura al momento de que hombres y mujeres, sin necesariamente haber militado, tienen una posición ética y moral ante la injusticia social, ante la explotación y marginación con que el capital somete a gran parte de la población del planeta. Si lo trasladamos al presente, el fenómeno del MIR chileno es homologable a la experiencia que lleva a cabo las FARC-EP en Colombia. Guardando las proporciones, es innegable que existe una cultura fariana, que traspasa el fenómeno de la guerrilla y se transforma en una forma de vida, una forma de entender la vida.
Así, la cultura mirista en Chile penetró a todo un entorno, a un segmento social, a una clase, que valoró la entrega desinteresada de un puñado de jóvenes luchadores, que añoraron tomar el cielo por asalto, y que -como dijera el compañero Alí Primera- ayudaron a empujar el sol, para acercar la madrugada a nuestro golpeado país. Quizás, sin que exista el MIR como partido estructurado, existe su legado, su cultura y su experiencia, para que estas nuevas generaciones acaben la posta inconclusa. Por ello nos llama la atención que antiguos y respetados dirigentes están más interesados en mirarse el ombligo tratando de enterrar el legado histórico que realizar el traspaso generacional, que es lo que les corresponde realizar, tanto por sus aciertos, como por sus errores.
Pregunta: A partir de 1990 se empiezan a expresar en América Latina una serie de cambios políticos y sociales que están en algunos casos precedidos por fuertes protestas y levantamientos populares. Muchos hablan de la hora de los pueblos y de un nuevo período histórico. Otros sectores hablan de un recambio de administración en el sistema capitalista necesario para frenar la revolución social. ¿Cómo interpretan ustedes este período en nuestro continente?
Si hacemos un poco de historia el MIR, en la década del 60 e inicios del 70, al contrario del reformismo, utilizó la ideología marxista-leninista y realizó un acertado análisis del momento histórico vivido; es así como definió que en ese período se encontraban suficientemente maduras y predominaban las relaciones capitalistas de producción, y sentenció el rol que jugarían las burguesías locales con el advenimiento del imperialismo y su contrario, el socialismo. Una de las resultantes de ese análisis es que, a juicio del MIR, no era necesario pasar por la etapa democrático burguesa, no porque fuese por principios enemigo de una revolución por etapas, sino que en el caso chileno no era necesario, ya que las relaciones de producción así lo indicaban. El reformismo, mientras tanto, intentó aplicar la misma receta que había sido exitosa en otras circunstancias históricas y materiales, lo que, por cierto, era coherente con su análisis, ya que ellos planteaban que las relaciones capitalistas eran emergentes y que existía una burguesía nacional que podía transformarse en progresista.
Esto lo traemos a colación ya que se asemeja a lo que plantean sectores reformistas que encabezan algunos procesos; lo grave, después de todo el avance del capital y todos los retrocesos como clase que hemos sufrido estos últimos años, es el seguir insistiendo y configurando cierto “humanismo y progresismo” en sectores ligados a la burguesía. Ello nos lleva a plantearnos dos alternativas: o se vuelven a equivocar en el diagnóstico o simplemente es estupidez acumulada.
El diagnóstico adecuado es lo esencial para la implementación de cualquier acción. En la actualidad, a nuestro entender, se vuelven a equivocar algunos sectores de la izquierda que plantean características de un nuevo liberalismo económico o neoliberalismo en el capitalismo actual, el que traería aparejado la democracia como forma de gobierno. Así, algunos se dicen “anti-neoliberales” y propugnan la creación de una “democracia participativa”, utilizando las elecciones burguesas para ello. A ese respecto hemos planteado insistentemente que lo predominante en el capitalismo es el monopolismo, contrario al liberalismo propiciado por algunos, y que la ideología de este capitalismo monopolista es el fascismo. Ante ello, hemos llamado a no seguir repitiendo como papagayo el discurso enemigo, a posicionarnos en la realidad concreta y desde ésta, diagnosticar.
A nuestro juicio, en la totalidad de las administraciones pro-imperialistas existe una oligarquía dirigencial, dependiente directamente de los monopolios, que es la esencia del fascismo -de acuerdo al análisis marxista-leninista-; diferente es quedarse en las caricaturas de fascismo, representadas por Hitler, Mussolini o Franco.
No se puede seguir leyendo la apariencia; debemos llegar a la base material que sustenta al capitalismo en la actualidad, solo así podemos oponer acciones concretas, y lo concreto hoy, sigue siendo la construcción de Fuerza Social Revolucionaria, motor del Poder Popular que es la forma revolucionaria de organización y acción de la clase obrera y los pobres del campo y la ciudad, así como la Democracia lo es para la burguesía.
Pregunta: También a partir de esas mismas fechas se instauró un fuerte debate teórico en el seno de la izquierda. Muchos apostaron por la muerte del marxismo. Otros propusieron la atomización y la dispersión horizontalista del post modernismo, y también surgió con mucha fuerza la idea del socialismo del siglo XXI. Todas estas propuestas son sistémicas, pero ¿qué ha surgido desde el campo revolucionario todos estos años?
La verdad, es que tras haber fracasado la experiencia revisionista, que se adueñó del PCUS, los revolucionarios del mundo, caen en el desconcierto ideológico, y no son pocos los que entran a cuestionar al marxismo y al socialismo científico, no considerando, que lo fracasado era el invento revisionista y reformista. En ese transe, comienzan a ganar posiciones en el terreno de la izquierda, diversas orientaciones, desligadas de la ideología de clase. Podríamos decir, que el surgimiento de ciertas filosofías o posiciones post modernistas y otras, no son más que intentos burgueses de plantear las cosas.
El campo popular todavía no puede salir del período de resistencia, que tiene mucho de voluntarismo. En esa realidad es difícil despegar; lo que nos queda es volver a las raíces, desenterrar las viejas experiencias y, dialécticamente, adecuarlas a las nuevas condiciones, al mismo tiempo que dar respuesta a los desafíos actuales que no habíamos contemplado por falta de práctica acumulada, como es la crisis ambiental, creada por el capital, y que amenaza con hacer desaparecer el planeta.
Lo único claro es que el marxismo-leninismo sigue vigente como teoría revolucionaria, puesto que no parte de un dogma, parte de la realidad, de las relaciones sociales que determinan y condicionan, en última instancia, las categorías con las que se interpreta, y no al revés. Pensamos que, a través de la maduración ideológica, no se puede seguir siendo voluntarista, actuando sin lineamientos ideológicos claros, que nos orienten a ser certeros.
La realidad nos indica la necesidad imperiosa de retomar los aspectos teóricos que dieron origen a la interpretación acertada y materialista-dialéctica de la historia. Retomar la práctica revolucionaria del marxismo-leninismo es leer la materialidad, no sólo quedarnos en la superestructura; la pelea en ese ámbito la podemos dar muchos años y todo seguirá igual, intentando que el sistema se perfeccione.
Ese error estratégico ya lo cometieron nuestras fuerzas, por ejemplo, cuando personalizaron en la figura de Pinochet la lucha en los tiempos de la dictadura militar; sacaron al criminal y quedamos todos desorientados, divididos y con el lastre de traidores entregando y renegando de sus compañeros e ideas de lucha. Pero a un acertado análisis materialista le deviene un acertado accionar del tipo político-militar. Para ello debemos lograr entender las leyes que rigen la guerra, que son específicas para cada guerra en particular. Lo cual nos pone como tarea a los revolucionarios que si queremos vencer en esta guerra del presente, lo tendremos que iniciar con los medios y métodos del futuro.
Pregunta: La inauguración de un nuevo período histórico marcado por la derrota del movimiento revolucionario, y con la llegada al gobierno de distintos presidentes “progresistas”, se ha puesto sobre el tapete el tema de las formas de lucha. Se alega que ya no tienen sentido formas más agudas de lucha y que la vía es la electoral. Otros sectores también alegan que el poderío del imperialismo es tan grande que se hace inútil utilizar todas las formas de lucha. ¿Ya pasó la vigencia de todas las formas de lucha? ¿Es posible en este tiempo el desarrollo de experiencias armadas desde el punto de vista revolucionario? ¿Cuáles serían los elementos que tendrían que estar presentes para lograr el desarrollo de este tipo de experiencias?
Nosotros partimos del principio que la vanguardia que abandona alguna forma de lucha, pierde coherencia y se anula como tal. Las formas de lucha no obedecen a ideas principistas u opiniones antojadizas de ningún sujeto en particular sino que corresponden a las condiciones reales que vive una sociedad en un momento determinado de la historia; no es una opción caprichosa inventada, sino una necesidad que viene dada por el cruel escenario de expoliación y avasallamiento que vive la humanidad bajo el capitalismo y su ideología fascista.
En términos netamente militares el terreno impone las condiciones, es el dictador de la guerra, y según ese terreno o realidad concreta, material, serán las formas de luchas que se implementan en determinados tiempos o períodos. Sobre ese terreno existen dos fuerzas en constante beligerancia; las nuestras y las del enemigo. Si el enemigo fascista asesina, tortura, bombardea y amenaza hacerte desaparecer del mapa, esa es la realidad objetiva que determinará la, o las, formas de lucha.
La otra cosa objetiva es que sectores claudicantes sieguen inflando el cínico globo del pacifismo burgués, mientras que los pobres del campo y la ciudad seguimos poniendo los encarcelados, torturados y muertos. Ya una vez lo planteamos: “El legítimo derecho de los pueblos a la rebelión armada y la guerrilla, no es una “moda” sino que el único y el último camino que se toma, porque el enemigo no deja otra alternativa”.
A nuestro entender existen algunos elementos que es válido discutir y clarificar, sobre todo ante algunos procesos vividos en el pasado. Uno de esos factores está orientado al desarrollo práctico de la concepción político-militar; creemos que por un problema de tiempo y madurez ideológica no alcanzó a profundizarse en la esencia del concepto. Hoy día podemos observar, tal como ayer se hizo, que el tema militar se sigue orientando, reduccionistamente, sólo a la lucha armada, y ese es un profundo error cometido no sólo por el MIR chileno. Quienes desligan la concepción militar orientado sólo a lucha armada, están haciendo una mala caricatura de la lucha revolucionaria.
A nuestro juicio, la concepción político-militar, desde una perspectiva de clase, es una unidad dialéctica indivisible; ninguna orgánica de combate que pretenda emprender un proceso revolucionario puede fragmentar dicha unidad. Tanto las formas de lucha armada, electoral, legales o ilegales, etc., deben ser planificadas y orientadas desde una perspectiva político-militar; los análisis de situación, de nuestras fuerzas, de las fuerzas del enemigo, las planificaciones, las situaciones operativas, las diversas tácticas implementadas, los tipos de combate y formas de lucha deben ser analizados con una concepción político-militar. En resumen: deben estar orientados estratégicamente; si no es así, nos perderemos en falsos intentos y someteremos a nuestros pueblos a gravísimos errores, que la historia nos demandará.
En el plano de las diversas formas de lucha implementadas históricamente es valioso reconocer cuál es nuestra realidad; lo trascendental en estos casos es entender que efectivamente fuimos derrotados, pero nuestro enemigo aún no ha impuesto su voluntad sobre nosotros. Lo decimos como pueblo, si bien la voluntad del enemigo, la dominación completa, sí fue impuesta sobre algunos dirigentes, por ejemplo, es más que claro que a las fuerzas revolucionarias que se replegaron al interior del pueblo no nos aniquilaron, y eso es necesario que no se produzca. Hemos llegado a un punto de inflexión donde es urgente tomar la realidad y dar una respuesta político-militar para salir de este paso, porque si nuestras respuestas siguen siendo definidas bajo la lógica de la institucionalidad burguesa, terminaremos aniquilados y finalmente terminarán imponiendo su voluntad sobre nosotros, y ese es el objetivo de la reacción fascista y de sus aliados tácticos, los revisionistas y reformistas recalcitrantes.
Pregunta: Lo anterior tiene que ver con la existencia aún en el continente de al menos dos países que mantienen experiencias guerrilleras, como son México y Colombia. ¿Es posible que hoy pueda sobrevivir una guerrilla exitosa en el continente en forma solitaria como fue el caso de Cuba por ejemplo?
La lucha guerrillera desarrollada en Cuba se reconoce como una excepción histórica, puesto que la apuesta táctica y estratégica insurreccional estaba orientada a no pasar por un período de guerra prolongada sino a la derrota del enemigo en el menor tiempo posible, ello posibilitado por el desgaste de la dictadura de Batista y la fuerza alcanzada por el foco guerrillero.
Lo que parece perentorio establecer es que el pueblo logre entender que la Guerra Revolucionaria es una guerra justa, que es la única forma de enfrentar la guerra de los poderosos, que por medio de la violencia históricamente han intentado instalar su voluntad. Por eso aparece como un contrasentido la política revisionista que introduce un falso pacifismo, propiciando “políticas de los consensos” que niega la esencia de la política, como síntesis de la lucha de clases.
Las experiencias guerrilleras, como que la que intentó implementar el MIR en Chile, o la desarrollada por otros grupos en la región, parecen ser el vivo ejemplo de enseñanza de los nuevos procesos. La sobrevida de este tipo de experiencias pasa por entender que es el pueblo, las masas, como vanguardia, los llamados a transformarse en los sujetos protagónicos y no los partidos y sus Ejércitos, que tienen la estratégica tarea de orientar y conducir. De ello se desprende lo acertado de la Dirección, que implica intervenir sólo cuando las condiciones mínimas de estructuración orgánica lo permitan y lo más trascendental: cuando exista una ligazón real con el movimiento de masas que permita asegurar la retaguardia social. Sin esas mínimas medidas, ningún proceso puede sobrevivir.
Las actuales experiencias guerrilleras, como los casos de los diversos grupos que actúan en México, la reciente rearticulación en Perú y sobre todo la guerrilla colombiana, llevan un trabajo avanzado y han realizado las suficientes pausas para que los procesos desarrollados en nuestra Indoamérica alcancen la madurez necesaria; la responsabilidad. A nuestro juicio, ahora le corresponde a quienes no hemos hecho bien nuestro trabajo.
Pregunta: Todo ha cambiado. Nos imaginamos que también la ciencia militar ha tenido su propio desarrollo y cambió. ¿Cuáles son los nuevos elementos a considerar en este campo para los revolucionarios?
Lo esencial para el pueblo y sus vanguardias es comprender que los elementos decisivos, al plantearse cualquier forma de lucha, están es sus propias capacidades y las enseñanzas y experiencias acumuladas a través de su propia historia. Esos elementos, cualitativamente hablando, pesan mucho más que cualquier avance tecnológico o de índole táctico. El elemento cualitativo nos debe hacer entender que en el terreno político-militar, el pueblo, con una planificación y conducción acertada, es infinitamente superior a nuestro enemigo.
A nuestro juicio, para todos los movimientos revolucionarios que aspiran a conducir algún proceso, es importante el estudio de los avances y la historia de las estrategias, tácticas y la ciencia militar, pero si esto no se lleva a la práctica y se convierte en voluntad de las masas, ocurrirá lo que nos ha pasado siempre: nos quedaremos sólo en fases de formación y proyectos de guerra popular, aisladas de las masas, cercadas y posteriormente aniquiladas.
En la realidad actual, si llegamos a concluir que el fascismo es la contrarrevolución armada política y militarmente, no existe otra salida entonces derrotar a ese aparato burocrático-militar sólo oponiéndole una fuerza de iguales características.
Pero debe quedar claro que el miedo no puede nublar nuestro accionar. Sabemos el poderío enemigo, por ello debemos confiar un poco más en nuestras fuerzas y en la cualidad moral de nuestros pueblos indoamericanos, que siguen esperando una verdadera conducción revolucionaria que aspire a constituirse en fuerza beligerante.
Pregunta: ¿Sigue lo técnico subordinado a lo humano como lo planteara Nguyen Giap en el “Hombre y el Arma”?
La experiencia vietnamita, tal como lo planteara el Che, sigue siendo una profunda fuente de enseñanzas. El magistral estratega Vo Nguyen Giap nos alertó sobre una verdad irremediable: el factor humano siempre va a primar por sobre lo técnico. El grado de conciencia revolucionaria, sumado a lo que el mismo Che definía como la moral interna de los combatientes revolucionarios, convencidos y siendo parte de la Guerra de todo un Pueblo, son elementos que ni por todo el armamento que se tenga podrán ser sometidos.
Es cierto en la actualidad lo esmirriado de nuestras fuerzas; es cierto que están absolutamente dislocadas y dispersas, unas totalmente aisladas de las otras. Pero lo más grave es que incluso existe dislocación y dispersión dentro de las propias organizaciones, lo que a su vez es inducido y propiciado por el enemigo, apoyado directa o indirectamente por posiciones claudicantes. Al tener nuestras fuerzas dislocadas o fraccionadas, sin una conducción político-militar, o sea, sin un Sistema de Planificación y Conducción, el enemigo ve facilitada su tarea.
Ello implica que es necesario concebir que no podemos superponer el factor cuantitativo sobre el cualitativo; el desequilibrio, o en palabras más simples, cuando comencemos a golpear a nuestro enemigo, la preponderancia, más que por la cantidad, estará dado por la calidad, y especialmente por la disposición de un sistema de fuerzas adecuado.
Pregunta: Nos queremos extender en la pregunta anterior en el sentido de conocer cuál es su opinión en relación al triunfo de la revolución en un solo país.
Desde esta trinchera hemos reparado en algunos documentos elaborados últimamente, en lo anti-dialéctico y antimarxista que resulta el analizar la realidad histórica vivida en procesos y experiencias revolucionarias pasadas, con elementos teóricos del presente. Así, por ejemplo, se ha realizado una ahistórica crítica de algunos lineamientos leninistas, desarrollados en la revolución soviética, sin analizar en profundidad las causas, ni menos el momento histórico en el que fue aplicado, y aún peor, lo acertado o errado que resultaron esas medidas para ese momento determinado.
Así, por ejemplo, por lo que ustedes preguntan sobre la revolución o el socialismo en un solo país, partía de un planteamiento realizado por Lenin, quien advertía que la misión de la primera revolución triunfante consistía en llevar a cabo “el máximo de lo realizable en un solo país, para desarrollar, apoyar y despertar la revolución en todos los países”. En esencia la práctica indicaba que el proceso revolucionario debía solidificarse, para así apoyar los otros proyectos revolucionarios. No olvidemos que la Revolución Rusa era atacada desde afuera y desde adentro; esto es lo que el revisionismo cínicamente soslaya, ya que en la práctica es muy difícil apoyar otro proceso sin lograr aplastar, o por lo menos neutralizar, internamente al enemigo.
A la luz de los acontecimientos, esa experiencia fue plenamente exitosa para la realidad rusa; no había alternativa posible: ante el avance del fascismo se debían replegar, concentrar, organizar y potenciar las fuerzas, construir una plataforma política, económica, social y militar, desde la cual poder operar y realizar redes hacia el resto del mundo.
En la actualidad, al encontrarse mundializado el capitalismo, también mundializa sus contradicciones y la revolución socialista; lo que escasean son los conductores. Por eso se presentan como caricaturescos los ejercicios realizados hoy por revisionistas de viejo y nuevo cuño, al intentar encontrar dicotomías entre la construcción del socialismo en un solo país y lo que se denomina por revolución permanente. A nuestro juicio, no es una u otra; la realidad histórica y concreta indicará qué es lo que se debe implementar. Lo que sí es claro es que el marxismo-leninismo ya nos advirtió que “antes solía hablarse de la revolución proletaria en tal o cual país… ahora, ese punto de vista ya no basta. Ahora, hay que hablar de revolución proletaria mundial, pues los diferentes frentes nacionales del capital se han convertido en otros tantos eslabones de una misma cadena, que se llama frente mundial del imperialismo y a la cual hay que contraponer, el frente general del movimiento revolucionario de todos los países”.
Pregunta: En el continente existen por lo menos tres experiencias de coordinación y encuentro de organizaciones que se reclaman revolucionarias. Encuentro Conosur, Mesa Guevarista y Movimiento Continental Bolivariano. ¿A qué se debe esta fragmentación de las organizaciones revolucionarias y cómo ven ustedes los distintos esfuerzos unitarios a nivel continental?
Desde un comienzo hemos alentado que las diversas fuerzas revolucionarias de la región confluyan y se coordinen con objetivos estratégicos, que si el afán es juntarse por juntarse, no existe viabilidad de alianzas profundas, y por sobre todo, exponen las pocas fuerzas al trabajo enemigo. Así, por lo menos, ha ocurrido en algunos encuentros realizados, donde los aparatos de inteligencia imperialista han asestado algunos golpes a ciertas orgánicas que intervienen. Por otro lado hemos insistido en la necesidad que las diversas fuerzas maduren sus proyectos, que “hagan su trabajo”, que orienten cuál es su objetivo histórico para este momento y lo lleven cabo, lo materialicen. Así, cuando sea el momento de confluir, las que convergerán serán prácticas objetivas y no simples planteamientos o buenas intenciones.
Desde una perspectiva político-militar hemos hecho las diferencias lógicas en cuanto a las alianzas tácticas y estratégicas, necesarias para impulsar el desarrollo de un proceso revolucionario en el plano nacional y en la región. Es así como hemos planteado que debemos tener la claridad y la certeza de saber distinguir entre lo que corresponde a apoyos y refuerzos. El apoyo corresponde a un momento táctico y nos lo otorgan aquellas fuerzas que en un momento dado no necesariamente estén de acuerdo con un proyecto estratégico, verdaderamente revolucionario, por lo que es necesario entender y manejar los momentos y espacios de aquellas alianzas. Mientras que el refuerzo es dado por fuerzas que estratégicamente sí comparten un proyecto revolucionario y que inevitablemente, por una necesidad estratégica, el nivel de la lucha de clases hará confluir.
Con lo anterior advertimos en la ingenuidad en que muchas veces tristemente caen algunos compañeros, que han hecho suya la táctica burguesa de la organización amplia, atomizada, reivindicativa, “democrática” social, electoral, etc., que muchas veces tiene más de voluntarismo que de proyección estratégica.
Pregunta: Hablando de táctica y estrategia, ¿cuál sería el método para recomponer el tejido social, y muy especialmente en el seno de la clase obrera?
Concretamente no estamos seguros que “exista un método determinado” para recomponer el tejido social. El llamado, que siempre hemos realizado, es a considerar las situaciones concretas y las circunstancias materiales que hoy relacionan las formas de conciencia y, por sobre todo, sin dogmatismos ni revisionismos, sino desde una perspectiva heurística, es decir, en su capacidad creadora, sin argumentos antojadizos o personales de desarrollo de la dialéctica relación con las masas. En ese plano el Marxismo-Leninismo en su esencia, como teoría revolucionaria, nos permite entender que en la historia no hay azares o errores: hay definiciones y decisiones que se realizan desde una posición parcial y comprometida de acuerdo al interés de clase que las motive.
A nuestro juicio la construcción del socialismo -como paso necesario de la historia- y la conducción que hacia él debe darse con el apoyo de una organización revolucionaria, debe ser entendido materialistamente y no sólo desde la idea o imaginación, sueños o buenas intenciones. Para los revolucionarios no debiesen haber dudas ni vacilaciones; nuestra responsabilidad es no caer en el falso pacifismo burgués, atenuar y suavizar las contradicciones imperialistas. Nuestro deber como revolucionarios es agudizarlas, impulsando la lucha revolucionaria, agudizando la lucha de clases. A nuestro entender nos encontramos en un proceso de desarrollo revolucionario donde los objetivos son desenmascarar al fascismo monopolista y planificar y conducir político-militarmente las luchas del pueblo. Para ello indudablemente se derivan una estrategia, una táctica y los métodos de lucha necesarios para lograr que las contradicciones imperialistas alcancen su máxima expresión, y realizar así las transformaciones revolucionarias.
En ese aspecto la visión estratégica es fundamental; las posiciones cortoplacistas y oportunistas sólo nos nublarán la vista. El movimiento revolucionario sólo se hará carne cuando la clase trabajadora, con los pobres del campo y la ciudad, alcancen una superioridad estratégica, que viene definida por aspectos cualitativos como la claridad ideológica, las apreciaciones de situación y la honestidad con nuestra clase. En ese aspecto, la conformación de Vanguardias Revolucionarias a nivel local y regional debe alcanzar el temple necesario que esta gran lucha demanda.
Pregunta: ¿Cómo se armoniza el trabajo de masas abierto con la existencia de una orgánica clandestina?
A nuestro entender clandestinidad es sinónimo de conspiración y compartimentación, elemento esencial en estructuras político-militares. La clandestinidad de los cuadros de un partido político-militar está dada no por poseer una identidad falsa o pasar encerrado en casas de seguridad; eso es una caricatura. El actuar es clandestino, porque no es conocido por el enemigo o los posibles aliados del enemigo. La experiencia indica que un militante debe “abrir” la política del partido a las masas, pero no el partido a través suyo.
Además, en el trabajo clandestino de un Partido de Combate existen cuadros que jamás saldrán a la luz, porque sus funciones corresponden a otro ámbito. El hacer la Revolución no es un trabajo que sólo se lleva adelante en las masas, los sindicatos, poblaciones, etc. Es algo mucho más complejo; es una totalidad que también implica al trabajo de infiltración del enemigo, de inteligencia y contrainteligencia, reclutar cuadros especializados para las labores que la revolución reclamará más adelante.
Una de las grandes enseñanzas que nos han dejado, las experiencias pasadas es que gran cantidad de dirigentes, militantes y hasta estructuras orgánicas, tergiversaron sus roles, inclusive confundieron clandestinidad con ilegalidad, sobre todo en períodos pre revolucionarios, como la Unidad Popular. Al volcar su trabajo de masas y en el esfuerzo por disputarle espacios al reformismo, se abrieron como Partido, expusieron a la militancia, cuando de lo que se trata es de abrir los planteamientos, la política del Partido, nunca sus estructuras y menos sus cuadros estratégicamente comprometidos, que al quedar expuestos no están en condiciones de originar la retaguardia necesaria para enfrentar los períodos contrarrevolucionarios.
Los compañeros que hoy construyen política revolucionaria, alternativa a las administraciones llamadas progresistas, deben prestar atención a lo expuesto; desde la clandestinidad es la única forma de conformar la retaguardia social compartimentada, desde donde deben replegarse y organizar resistencia o acciones ofensivas. La compartimentación de cuadros y estructuras es la única forma de proteger a la militancia revolucionaria, y sobre todo al entorno, que esta construye.
Para ser más claros y certeros, planteamos que en la lucha contra el fascismo, y muchas veces, también contra el reformismo, debemos emplear nuevas formas compartimentadas, ya que no es posible utilizar las viejas tácticas de antaño. Si en algún momento se llega a utilizar la legalidad burguesa, por ejemplo, que sea conspirativamente como paso táctico, y que de ninguna manera tengamos que poner en riesgo nuestra estrategia como movimiento revolucionario.
Pregunta: ¿Acaso no es una contradicción tratar de recomponer una idea en forma abierta como es el socialismo y, a la vez, ocultarse y actuar desde las sombras? ¿No se corre el riesgo de aislarse de las masas y perder la perspectiva de la situación? Lo preguntamos porque mientras nosotros desarrollamos esta charla, los centros comerciales, los locales de diversión y todo sitio de enajenamiento están llenos de gente totalmente ajenos a esta dinámica nuestra.
Si se construye política revolucionaria considerando elementos objetivos, y siempre desde el pueblo, no consideramos que sea contradictorio, ni menos se corre el riesgo de aislarse de las masas. Insistimos en no confundir pasar a la ilegalidad con realizar trabajo conspirativo clandestino; esos son dos elementos distintos.
A nuestro entender existen variados mitos, introducidos principalmente por el revisionismo y el reformismo ayudados por la prensa del sistema, sobre las revoluciones triunfantes. Se presenta todo desde una “postal”, como imágenes muy heroicas, pero sin pasado, sin trabajo previo, sin proceso, sin nada, ni nadie tras de ese momento histórico. Por ejemplo, la Revolución de Octubre, sólo tiene que ver con el acorazado Potemkin o el asalto del Palacio de Invierno, quedando todo el proceso de la Revolución Rusa como una insurrección y nada más. Pero cínicamente se obvia el trabajo de masas, y sobre todo el trabajo clandestino, llevado adelante por los bolcheviques, como el mismo Lenin, Frunze, Voroshilov, etc., que vivieron largos años de luchas, de cárceles y destierros. Lo mismo pasa con la Revolución Cubana, donde la imagen que se publicitan se ligan con la entrada de los barbudos montados en los tanques pasando a un punto muerto la lucha revolucionaria que se dio en la Sierra Maestra, y sobre todo, lo cruda y violenta que fue en la ciudad, de todo el trabajo conspirativo y clandestino que se llevó a cabo, del nexo entre la Sierra Maestra y los obreros, estudiantes y campesinos; a todo eso no se le reconoce como parte determinante estratégica del proceso.
En Chile la derrota del MIR, por ejemplo, nos deja como herencia y enseñanza histórica e inobjetable que la única retaguardia posible se encuentra al interior del pueblo. De los compañeros vietnamitas aprendimos el doble y hasta el triple andar. Que jamás se debía mezclar los roles, que nunca se debía subvalorar al enemigo. La clandestinidad, independiente del momento de la lucha de clases, es la única forma de mantener el trabajo político-militar. Una orgánica que se precie de ser revolucionaria, siempre debe mantener una concordancia entre la táctica y la estrategia y por sobre todo, debe estar clara en qué fase de desarrollo de esa estrategia se encuentra.
Apegándonos a la realidad objetiva vivida por el MIR, como joven Partido de la Revolución chilena, podemos constatar algunos errores que pasaron por la inmadurez ideológica y la inmediatez de su accionar, lo cual llevó a desarrollar actitudes que podríamos calificar de voluntaristas, que llevaron al MIR a no tener una coherencia táctica, con respecto a su Estrategia de Guerra Popular.
Por ello debemos tener cuidado con los cantos de sirena que nos incitan a mostrar y abrir las estructuras; los revolucionarios siempre estaremos de cara al pueblo, porque a él pertenecemos y de él formamos parte. A ese pueblo le abrimos nuestros planteamientos. Un claro ejemplo de ello es cuando las FARC-EP cayeron en los llamados realizados de parte del reformismo; eso detuvo su marcha y recibió fuertes golpes, que pudieron haber desequilibrado sus fuerzas. Afortunadamente el movimiento reaccionó a tiempo, compartimentó su accionar y volvió a la marcha.
Pregunta: El desarrollo de las comunicaciones y la liberación que realiza el capitalismo de algunos de sus medios de guerra, como por ejemplo internet, hace que se desarrolle la cultura del solitario, donde un ser humano solo frente a la máquina establece relaciones virtuales con otros seres humanos, rompiendo de esta forma el vínculo natural de organización de las comunidades, de los trabajadores, de los estudiantes. ¿Cómo se puede avanzar en la organización social enfrentados al monstruo de la comunicación virtual e individual que mata la tendencia natural de los seres humanos por agruparse?
La verdad es que todas las acciones que emprende el enemigo están orientadas a desmovilizar, fragmentar y desarrollar la cultura individualista. En ese sentido, todas las batallas en su terreno deben planificarse, primero para ocasionar el mayor daño y desgaste, y segundo, para rescatar y devolver al conjunto del pueblo el grado de rebeldía que hoy se encuentra neutralizado y secuestrado por el enemigo.
En ese sentido una de las iniciativas desde el campo popular es devolverle su protagonismo. Que entiendan que cualquier tipo de avance que el pueblo haya alcanzado es propio de la lucha y combate constante de las masas populares contra la reacción política y el gran capital y no de las dádivas que éste otorgue. A los pueblos explotados y oprimidos del mundo el imperialismo capitalista los está ahogando, por eso esos pueblos buscan desesperadamente zafarse de él. Lo que no encuentran es una conducción verdaderamente revolucionaria. Por otro lado, los peones del imperialismo, el reformismo, los revisionistas y claudicantes de siempre, lo único que le muestran a las masas es la democracia y su institucionalidad burguesa y su exponente máximo: el circo electoral.
Por eso, en las condiciones que el enemigo plantea el circo electoral, pasa a ser un elemento anti popular, ya que publicita y reivindica la individualidad de un voto, pero de lo que se trata es de agruparse para que prime la colectividad, el accionar conjunto. Hacia ese objetivo debe estar orientado nuestro accionar, incluso a utilizar sus propias herramientas, ciencia y tecnología, para imprimir un profundo cambio en la forma de relacionarnos como sociedad.
Pregunta: ¿Cómo se rompe con la invisibilidad que hoy pesa sobre las organizaciones revolucionarias y se reinstala la idea de la revolución social?
Independiente de las crisis del capital, tal como lo planteaba el Che, no nos podemos sentar a esperar ver pasar el cadáver del capitalismo. Como fuerzas revolucionarias debemos retomar la iniciativa, dejarnos de lamentaciones. Nuestros muertos ya no esperan más lágrimas de nosotros; esperan coherencia revolucionaria, que se resume en adoptar una línea revolucionaria desde las masas, eliminar el voluntarismo y posicionarnos en una realidad concreta, lejana a la sobrevaloración de nuestras capacidades. Para ello es primordial analizar y orientar las actuales situaciones de los procesos a través de una ideología de clase, como lo es el marxismo-leninismo, y a ello posicionarle una concepción político-militar. Ese es el primer y gran objetivo que a nuestro juicio deben alcanzar las diversas fuerzas revolucionarias que se vienen gestando en nuestra Patria Grande.
Debemos buscar la preparación, la unidad y cohesión estratégica de las fuerzas revolucionarias, y que éstas, a su vez, combatan intransigentemente todas las descomposiciones de sus militantes, como la falta de honestidad y humildad, la poca disponibilidad al trabajo colectivo y, por sobre todo, hacer menos ruido y trabajar más.
También debemos estar conscientes que la reacción fascista burguesa y el reformismo trasladarán los conflictos al terreno que les es más fácil de manejar, dentro de los márgenes que el sistema burgués les presenta. Ahí está dada entonces la contradicción; hay que trasladar las disputas hacia terrenos que conocemos y podamos manejar, de lo contrario, repetiremos una y otra vez, lo que no ha resultado en siglos.
Pregunta: Nos van a disculpar pero queremos que nos respondan sin rodeos la siguiente cuestión: ¿tienen efectivamente un proyecto económico-social, estructural, cultural, productivo y de consumo para proponer al conjunto de las trabajadoras, trabajadores, pobres y explotados de la ciudad y el campo?
Uno de los errores cometidos, no sólo por el MIR sino por la gran mayoría de las experiencias revolucionarias desarrolladas a partir de la década del 60 del siglo pasado en nuestra región, es haber pecado de “vanguardismo”. A todas luces es un desacierto el pensar que la revolución se va a llevar a cabo “con el pueblo”, como el elemento acompañante, de una “vanguardia iluminada” que le “ofrece” un producto llamado “socialismo”. La realidad dialéctica nos indica que la única viabilidad de que un proceso revolucionario madure es que se realice “desde el pueblo”; es desde allí de donde se deben generar los diversos proyectos productivos o sociales.
El Comandante Che Guevara nos indicaba que si no se tiene un respaldo objetivo y real desde las masas, ningún proceso revolucionario puede llevarse a cabo. En ese aspecto es cuanto menos pretencioso que una orgánica que se dice revolucionaria pretenda imponer o, en el mejor de los casos, autoproclamarse “vocera de las masas”, cuando en esencia, en términos de la construcción revolucionaria, estamos en una etapa primaria, de discusión ideológica, de cómo le disputamos espacios no sólo al enemigo sino también al reformismo. A nuestro juicio la construcción dialéctica implica la conformación de la Fuerza Social Revolucionaria, Fuerza Motriz de la organización de masas, que se va a dotar de las diversas tácticas, programas, formas de lucha, etc. Pensar de otra forma, como en buen chileno, planteamos que sería “poner la carreta, delante de los bueyes”.
No consideramos que sea acertado que aparezcan las “apariciones divinas” que “ofrezcan” un producto a las masas. Cuando éstas proponen y se hacen cargo de ello, es la única forma de que el pueblo se transforme en Vanguardia y defienda su propio proceso. Con esto no estamos aplicando el concepto de “horizontabilidad” que tanto pregonan algunos “teóricos de izquierda”; lo que estamos planteando es cómo, a nuestro juicio, se debe entender dialécticamente el proceso de conformación de fuerza y la defensa de los espacios conquistados. En ese aspecto la labor del Partido de Vanguardia es quien debe sintetizar las demandas del pueblo y no al revés: el Partido de Vanguardia es que quien debe advertir y orientar los pasos tácticos y estratégicos, dados por el pueblo. Es la Vanguardia -materialmente hablando- la que presenta los combates definitivos, la que como Fuerza Organizada se enfrenta en una lucha de clases, y para ello se dota de un Partido Revolucionario, de un Ejército Revolucionario, de una Estrategia, de diversas tácticas, programas, etc.
Nosotros, como orgánica, podemos tener algunas iniciativas de carácter organizativo, que cotejadas con las masas tendrían validez real. Es así como hemos propuesto desde un comienzo que en este período de la lucha de clases el tipo de combate a desarrollar por el movimiento popular es la Defensa, ya que su ordenamiento y aplicación son coherentes al nivel de fuerza nuestro y al del enemigo de clase.
Pregunta: En Chile acaba de triunfar la derecha en las elecciones presidenciales. ¿Ustedes creen que es propicio el escenario para una acumulación de fuerzas para la revolución social?
En la caracterización de este período hemos venido insistiendo que los revolucionarios del mundo presten atención a una de las contradicciones determinantes en estos momentos, que provienen de la fundamental, dada entre el capital y el trabajo. En ese plano hemos dicho que las contradicciones inter-imperialistas e inter-burguesas, debido a la dictadura planetaria de los monopolios y la aguda crisis del modo de producción capitalista, se van a demostrar con notoriedad, y allí las fuerzas revolucionarias tienen mucho que aportar en agudizar esas disputas internas, y sobre todo, en la descomposición de su podrida institucionalidad. Por eso, no nos parece coherente ni leal para con el pueblo que el reformismo le “preste ropa” al capital en estos decisivos momentos.
A pesar de ello, parece propicio el momento para que los revolucionarios nos desmarquemos del reformismo y aglutinemos fuerzas ante un enemigo mucho más definido, ya que la Concertación socialdemócrata por mucho tiempo jugó un rol de “colchón social” y la propaganda fascista ayudó a enmascarar las atrocidades cometidas por el Estado fascista chileno contra la clase trabajadora y los pueblos oprimidos. Detalles de nuestra visión al respecto la planteamos en el documento publicado en enero pasado: “El Estado fascista chileno busca oxigenar su podrida institucionalidad”.
En este nuevo período de alza de las luchas revolucionarias debemos alertar al pueblo para que no se dejen engañar, que todo lo conseguido es propio de sus luchas y que a las luchas reivindicativas le debemos sumar el elemento político-militar; la agudización de la lucha de clases es un proceso permanente, en constante desarrollo, planificación y certera conducción. Si no es así, tiende a morir.
Pregunta: ¿Qué opinión les merecen los gobiernos de Argentina, Ecuador, Bolivia y Venezuela?
Hace pocos días atrás nos pronunciamos en el documento “El Socialismo Utópico del Siglo XXI: ¿Por qué volver a marchar hacia atrás?”, sobre las llamadas administraciones progresistas, realizando una constatación histórica de esos planteamientos, por nosotros denominados como socialismos utópicos, en clara comparación a las experiencias vividas en el siglo XIX y que el Socialismo Científico, con su práctica, desnudó como vulgares y enmarcados en la institucionalidad burguesa.
A pesar de ello no podemos desconocer que en Indoamérica, después de un largo reflujo de las fuerzas populares tras los demoledores golpes del enemigo a partir de las dictaduras militares fascistas y la aplicación de la dictadura planetaria de los grandes monopolios, el capitalismo ha comenzado a ahogar a los pueblos que buscan desesperadamente conducción, que los pueda sacar del dominio atosigador del imperialismo internacional.
Sin duda que uno de esos cauces los han encontrado en administraciones denominadas progresistas, mediados por posiciones oportunistas, revisionistas y reformistas de izquierda. Sectores que, por lo demás, históricamente han disputado la conducción del movimiento popular, a los sectores revolucionarios, que esencialmente son motivados por una ideología Marxista-Leninista.
Visto desde una perspectiva estratégica, estos procesos no pueden pasar inadvertidos, ya que es precisamente a esos sectores a los cuales se les debe disputar la conducción del movimiento popular. Para los revolucionarios, de lo que se trata, es de definir qué aspectos de este avance progresista sirven, o al menos, se pueden capitalizar para conducir un proceso y orientarlo a posiciones revolucionarias.
A nuestro juicio el gran error de los revolucionarios es que muchas veces nos hemos quedado sólo en la crítica, que al no tener propuesta, se vuelve reaccionaria. Hemos tomado el mismo camino de quienes criticamos; los revisionistas, oportunistas y reformistas de izquierda en un pasado reciente, cuando a juicio de ellos, se había “desviado el camino”, lo más fácil que les resultó, fue pasarse al lado del enemigo. La lógica revolucionaria nos indica la imperiosa necesidad de intervenir silenciosamente en las masas populares; que en última instancia, es en la práctica donde se define la justeza de nuestras posiciones y no desde un cómodo sillón, muchas veces limosneado al enemigo.
Las mejoras parciales alcanzadas deben ser utilizadas como plataformas político-militares del accionar del pueblo, desde donde se pongan en práctica nuevas formas de luchas y no caer en el circulo vicioso de “reformas y humanización” de la formación económico social capitalista, que no es reformable, ni humanizable. Quienes sostengan lo contrario, no hacen más que desarmar político-militarmente al pueblo, allanando de paso el camino al fascismo monopolista.
Pregunta: Los miristas chilenos siempre levantaron la figura del Che más que como un símbolo, como un proyecto a construir ¿Ha cambiado esa visión? ¿El hombre y la mujer de nuevo tipo siguen siendo un camino para nuestros jóvenes?
El legado del Comandante de la Revolución indoamericana se sigue extendiendo y profundizando en cada nueva experiencia desarrollada. El Che Guevara, así como Mao y Ho Chi Min, en Asia, se han transformado en la práctica indesmentible de cómo los cuadros, formados en la teoría marxista-leninista, sumado a sus cualidades personales, pueden convertirse en grandes líderes, no en hombres utópicos que sueñan sin avanzar, y se comprometen sin sacrificar.
El Proyecto inconcluso del Che incluye una estrategia siempre realista: llevar la revolución a todos los rincones de la tierra y desarrollar el Socialismo como fase del Comunismo. Pero para ello también incluye la formación del Revolucionario, aquel ser que está dispuesto a dar su vida por la construcción de una nueva sociedad donde no exista explotación, donde no exista la discriminación, donde no existan seres humanos de primera, de segunda y de tercera. Ese Revolucionario es el que lucha toda su vida por construir un mundo, donde cada uno ponga lo mejor de sus capacidades para construir una sociedad que satisfaga todas sus necesidades materiales y espirituales. También lucha porque esa nueva sociedad esté fundada sobre los valores más puros que posee el ser humano, como la solidaridad, la lealtad, la verdad, el sacrificio, la entrega desinteresada, el ofrendar la vida por defenderla del enemigo. Ese ser se construye todos los días y a cada instante. Cada día y cada instante tiene que ir eliminando las taras y antivalores con los que forma la sociedad burguesa; el que quiera revolucionar la sociedad, tiene que revolucionarse él primero.
Las nuevas generaciones que forjarán aquel individuo rebosante de amor a la humanidad deben entender, tal como lo hizo el Che, que la Guerra de clases se debe tomar en serio; se deben abandonar las experiencias artesanales y personalistas -en eso el Che no transaba-, ya que la justa guerra de todo el pueblo contra la explotación y marginación tiene sus bases en la voluntad y conciencia revolucionaria de las masas.
Ninguna revolución puede ser verdadera, y por lo tanto mantenerse firme frente al enemigo, si su Vanguardia y Extrema Vanguardia no están conformadas por cuadros revolucionarios con una sólida moral e ideológicamente preparados; el revolucionario es una persona que aprende todos los días, es humilde al reconocer las falencias y es enérgico también para superarlas. Ello solo se logra con lo que el Che llamó los Símbolos de un Revolucionario: el estudio, el trabajo y el fusil. Para el Comandante eso se define en una sola palabra: Vanguardia, ya que un revolucionario está llamado a ser la Vanguardia de todos los movimientos y “los primeros en estar dispuestos para el sacrificio que la revolución demande, cualquiera que sea la índole de estos sacrificios”.
En esa idea tenemos que trabajar a cada momento; el Che no es sólo para tener sus fotos colgando en una pared o en una camisa. Todavía lo estamos salvando de ser dios, ya que a él se le imita su consecuencia, su valentía, su perseverancia y su integridad moral.
El proyecto revolucionario del Che desborda el mito y nos llama con humildad, realismo y honestidad, a rescatar todas las experiencias que sinteticen que para los explotados y para los pobres del campo y la ciudad la lucha continúa, y sólo ella nos hará libres.
Pregunta: Por último, ¿qué pueden esperar del MIR–EPR (Batallón Chile) los revolucionarios latinoamericanos?
Primeramente, que desde esta orgánica, o en otra que confluyamos, siempre estaremos disponibles para juntar nuestros caminos en uno solo: Luchar por la Revolución social en la América, como dijo Julio Antonio Mella. No es una utopía de locos o fanáticos, es luchar por el próximo paso de avance en la historia.
Desde el MIR–EPR (Batallón Chile) pensamos que la acumulación de fuerza, en estos momentos, se sintetiza en este emplazamiento del gran revolucionario cubano. Esto implica, además, que no podemos echar andar, sin haber desamarrado todos los nudos teóricos, que luego la práctica nos demandará. En ese contexto, desde esta pequeña experiencia orgánica en formación, sólo nos queda el estudio constante, para poner a disposición de todas las fuerzas revolucionarias nuestro humilde aporte.
Para ello estamos convencidos que las diversas experiencias actuales deben aprender de los aciertos y errores de procesos anteriores. Los Partidos deben convertirse en Vanguardias de Combate, y para ello están obligados a dotarse de los mejores hijos de la clase y resaltar la formación y las cualidades de los cuadros político-militares que se enfrentarán al más poderoso enemigo que jamás haya existido. No sólo deben nutrirse de la doctrina Marxista-Leninista o conocer el arte militar, sino que deben prestar particular atención a un aspecto en el que nuestras fuerzas no pueden equivocarse otra vez. Se trata de la férrea formación de los valores revolucionarios del cuadro; ese hombre nuevo que planteara el Comandante Guevara, ese ser humano sensible y que por amor a los suyos es capaz de empuñar un fusil o inmolarse frente a un enemigo como el imperialismo, sólo por el gran amor a la humanidad.
Finalmente queremos saludar con mucho aprecio y admiración a todos los Combatientes Revolucionarios del mundo, especialmente a los Compañeros perseguidos y encarcelados en las mazmorras imperialistas, pero que siguen siendo Revolucionarios libres en dignidad, ya que no se detienen ante la embestida enemiga. Saludamos a los combatientes que siguen de pie y con la frente en alto, a los que continúan con justeza haciendo camino.
Como Pueblo chileno hemos sacado importantes experiencias de las últimas derrotas, y especialmente el movimiento revolucionario se ha ido nutriendo y fortaleciendo, lo que nos lleva a plantear, parafraseando a Mao, que no fuimos intimidados, conquistados o exterminados. Nos pusimos de nuevo en pie. Nos limpiamos las manchas de sangre, enterramos a nuestros camaradas caídos, y seguiremos luchando…