Sorprende en tiempos de pandemia que el gobierno de los Estados Unidos haya ofrecido una recompensa -como en la época del far west o lejano oeste- de 15 millones de dólares por la cabeza del presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, y 10 millones de dólares por Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea Nacional, a quienes acusa de manera infame de “narcoterrorismo”, expresión demonizadora que utiliza como preludio o justificación de una agresión.
Como un producto de su fábrica de mentiras, Washington sustenta su desvarío, en una supuesta relación entre el presidente del gobierno bolivariano y las FARC-EP, Segunda Marquetalia, personificados en Iván Márquez y Jesús Santrich, por quienes también ofrecen 5 millones de dólares. Un país que no produce cocaína ¿cómo puede estar llenando de drogas el mercado de los Estados Unidos? Y por otro lado, las FARC-EP, Segunda Marquetalia, no tiene ninguna relación con la producción y el mercadeo de estupefacientes. Aseguran los voceros de Donald Trump, como mentirosos exaltados que son, que en 2014 (época de diálogos de paz en La Habana) el presidente venezolano habría ofrecido armas a las FARC… Están locos de remate, pues todo el mundo sabe que Venezuela, y en especial Nicolás Maduro, siempre actuó como acompañante del proceso de paz, que produjo un acuerdo entre la insurgencia y gobierno colombiano en 2017, y que hoy ha sido destrozado por la perfidia del Estado.
Lo que Estados Unidos está generando es una cortina de humo para ocultar el acuerdo tripartito entre Washington, Iván Duque y el sujeto Juan Guaidó, para armar al ex general Cliver Alcalá en desarrollo de un plan militar que tiene como objetivo a importantes blancos chavistas de la Revolución Bolivariana de Venezuela. La prueba en este caso es contundente y meridiana: ahí están las armas incautadas a Alcalá en Barranquilla y están sus declaraciones a la emisora W Radio.
Una reflexión final sobre esta trama de mentiras del gobierno del señor Trump: Desgraciadamente la cocaína que circula por las calles de los Estados Unidos, es colombiana; Venezuela no produce eso. Lo que ocurre es que la lucha contra las drogas es utilizada como pretexto de intervención en otros países. En los Estados Unidos no se persigue a la mafia de la distribución que es la que se queda con las grandes ganancias del negocio. Washington tampoco quiere ver la realidad de Colombia y lo que ocurre con su peón Iván Duque, por eso finge ignorar que la presidencia de éste, fue ganada con el concurso de dineros de la mafia de la cocaína. Las autoridades judiciales del país tienen una montaña de pruebas en audios, videos y fotografías que evidencian la cálida relación del presidente colombiano con el narcotraficante y lavador de activos conocido como el Ñeñe Hernández. Imposible que Trump no sepa que en una finca pegada a Bogotá fue descubierto un laboratorio de cocaína y que esa finca pertenece al embajador de Colombia en Uruguay. Y hasta ahora no se ha escuchado que haya sido destituido. Muchas son las denuncias en el sentido de que los grandes cargamentos de cocaína salen directamente del aeropuerto El Dorado de Bogotá.
¿Cuántos millones de dólares irá a ofrecer EE.UU. por Duque y su mafioso jefe político Álvaro Uribe? Ya Duque está planteando la ampliación de la cuarentena por el coronavirus y lo hace para sepultar definitivamente el escándalo de su relación directa con la mafia.
Nadie entiende las guerras de agresión de Washington en medio de la turbulencia de muerte del COVID-19. Es tiempo de solidaridad humana en defensa de la vida, no de operaciones y maniobras militares. Lo primero es lo primero. Debiera aprovechar Estados Unidos este momento de pandemia para salir decorosamente del oeste de Asia y permitir que los pueblos agredidos se reconstruyan y crezcan de acuerdo a sus costumbres y cultura. Que cese el bloqueo económico a Cuba y a Venezuela. Conformemos un poderoso movimiento planetario, que entrelazando sus manos, exija con la sonoridad de todas las voces, PAZ EN EL MUNDO.
¡Que cese la agresión de Estados Unidos contra Venezuela!