UNA ALTERNATIVA DE FUTURO, QUE SE CONSTRUYE EN EL PRESENTE
La historia de nuestro pueblo ha estado cimentada por importantes luchas contra las injusticias sociales que han impuesto por siglos las clases dominantes en nuestro país. Hemos recorrido un largo camino en el que los pobres del campo y la ciudad han llegado a desafiar en distintas ocasiones el orden burgués, siendo siempre la respuesta al empoderamiento popular la represión brutal.
En el Chile del Bicentenario, el escenario es nuevamente desfavorable para la mayoría de la población, y la brecha entre ricos y pobres se agranda cada día más. El quintil más rico concentra un 51,03% del ingreso total del país, mientras que el más pobre llega a sólo al 5,38%. La pobreza en nuestro país está escondida detrás del gran endeudamiento que sufre la población por tratar de sobrevivir diariamente, mientras los grandes grupos empresariales han hecho cuanto han querido con lo que le pertenece a todos los chilenos. La educación, la salud, la vivienda y la cultura han sido puestas a disposición del mercado y el criterio del dinero. Hoy es la derecha más dura la que asume continuar con esta tarea, asumiendo el poder político “democráticamente”, con solo 182 mil votos de un padrón electoral envejecido y agotado.
A pesar de esta situación desfavorable, y del efecto que han traído las reformas neoliberales en el conjunto del pueblo, se ha podido salir del estancamiento que nos mantenía paralizados. Hemos podido mirarnos nuevamente los rostros, hemos logrado recomponer la memoria y acumular experiencias políticas, que tendrán un importante significado para las confrontaciones que se libren en el presente y futuro de Chile. Las razones para que estas ideas confluyan en un solo torrente siempre han estado presentes en la lucha por el socialismo. Hoy es nuestro deber contribuir a la reconstrucción de un movimiento popular combativo, que desafíe nuevamente el orden de los poderosos, ya sin el enclaustramiento del que fuimos víctimas muchos años. Esta vez, asumiendo que es urgente la constitución de una alternativa revolucionaria para Chile y su pueblo.
Una Etapa para el perfeccionamiento del Neoliberalismo en Chile.
El gobierno empresarial ya tomó posición en la Moneda. La Concertación, después de 20 años aferrada al poder político, abandona el ejecutivo para convertirse en “oposición”. El actual escenario de la política nacional no se puede analizar de forma unilateral y limitada, asumiendo o la posición burguesa o la situación que nos gustaría como revolucionarios. Los demócratas burgueses asumen este cambio como un hecho natural de la alternancia en el poder, en una democracia que está consolidada. La izquierda tradicional, por otro lado, ha concluido que “los malos le ganaron las elecciones a los eternos demócratas”, reduciendo el análisis a una lucha simbólica, más que política. En algunos sectores críticos, se piensa que por el sólo arribo de la derecha se agudizarán las contradicciones de clase, y que por tanto, estaríamos frente a un escenario decisivo. Como si la correlación de fuerzas dependiera absolutamente de los poderosos. La verdad, el problema es mucho más complejo. Estamos frente a un dinosaurio que hoy, una vez más, mueve sus piezas para adecuarlas a las necesidades que le exige el mercado. Este dinosaurio no es otro que el Neoliberalismo.
A mediados de los años 70 la dictadura militar, a punta de sangre y fuego, convirtió a Chile en el laboratorio de un nuevo modelo de desarrollo económico, el que hasta el día de hoy, se mantiene saludablemente en pie. El experimento neoliberal fue implementado progresivamente, significando en síntesis, la pérdida absoluta de los derechos sociales básicos y la desregularización del mercado.
Estas transformaciones quedarían amarradas bajo la Constitución de 1980 y se continúan en una nueva etapa de “legitimación democrática”, la que busca darle estabilidad interna al modelo. Esto se logra disolviendo y marginando a los sectores más consecuentes, que impulsaban en ese momento una salida revolucionaria a la dictadura militar-empresarial de Pinochet. Los encargados de llevar adelante este nuevo desafío no podían ser otros que socialistas arrepentidos, para no llamarlos traidores, y oportunistas de centro, para no llamarlos gusanos. La Concertación, entonces, aparece en el momento justo para darle continuidad al Neoliberalismo. Sin problema se ponen las ropas del libre mercado, para beneficiarse individualmente de una transición pactada con la sangre de sus ex compañeros caídos. Asumen el rol de irreguladores en el principal poder del estado, impulsando la privatización de importantes sectores de servicios públicos, y así, inclinando la balanza cada vez más hacia el empresariado. Con el pasar de los años la legitimación del modelo ya es tarea realizada con creces. Nos han posicionado como un país de economía estable y segura para la inversión extranjera, con una alta productividad económica, a costa de aparecer entre las cifras de los países con mayores desigualdades del mundo, junto con Zambia, Honduras y Paraguay.
Hoy, estamos frente al comienzo de una nueva etapa de desarrollo del modelo económico neoliberal en nuestro país. El objetivo principal de la clase política empresarial que llega al poder en marzo es, sin duda, la profundización y el perfeccionamiento de estas prácticas.
La coalición de la derecha tradicional que varios años tuvo que soportar el rechazo moral, político y cultural de la población, vuelve al poder aprendiendo de quien fue su mejor sustituto, la Concertación. Han entendido que para gobernar en Chile no se necesitan cambios estructurales esenciales, sino que “apoyo” político y cuantiosos consensos bajo el marco que imponga el mercado. Ocurre así una suerte de intercambio introspectivo, casi conyugal, dentro de la clase política; el pueblo poco y nada importa dentro de las decisiones que se tomen. Los años de construcción de esta política han dado como resultado una derecha legitimada, que hoy necesita abrirse en algunos temas sociales, de forma populista, falsa o demagógica. Podríamos decir, entonces, que quienes pidieron prestado este modelo de desarrollo político y económico engendrado en las entrañas del imperialismo, le devuelven la mano a duras penas (y con la nostalgia del beneficio obtenido desde el aparato estatal) a sus auténticos dueños.
El triunfo de Piñera marca un precedente significativo dentro del escenario político para Latinoamérica. No por el nivel confrontacional que pueda tener el nuevo gobierno frente a los países que están más a la izquierda, sino por su legitimación democrática y neoliberal, que afianza y consolida un polo de derecha en Latinoamérica. Este, eventualmente, podría hacer contrapeso a los países del bloque contrario si logra ser exitoso.
Dentro de las medidas a implementar, que son prioridad para el nuevo gobierno y que significan una arremetida contra el pueblo, hay varios ejes en los que nos interesa hacer hincapié:
Al trabajo precario, combatirlo. La ofensiva de los poderosos significará, principalmente, que millones de trabajadores se vean afectados por la precarización y desprotección de sus fuentes laborales. La creación del millón de empleos anunciada por Piñera, esconde consigo medidas como la eliminación de las indemnizaciones por años de servicio y flexibilización laboral, reflejada principalmente en sueldos indignos, jornadas laborales mínimas, debilitamiento de la sindicalización y mayores atribuciones de las empresas para despedir a sus trabajadores. El verdadero propósito que persiguen estas medidas no es otro que lanzarnos al mercado laboral como mercancías tranzables, eficientes y desechables, cuyo fin es alimentar las utilidades del empresariado nacional y trasnacional.
Nosotros, los trabajadores, no podemos quedarnos de brazos cruzados ante el panorama actual, aún cuando las malas condiciones de trabajo no son nuevas: están hace años ya sobre la cotidianeidad de millones de personas. Lo que viene significará un modo más eficaz de explotación, sin trabas ni problemas para operar. Ante estas condiciones, sólo es posible confiar en la capacidad de organización y de coordinación sindical que debemos desplegar en las distintas regiones del país, abriendo la discusión y el análisis de las reformas que el nuevo gobierno buscará implementar. Debemos impulsar fuertemente, también, las defensorías y escuelas sindicales, y potenciar a dirigentes comprometidos con los derechos de los trabajadores de base, y sus demandas. Sólo los esfuerzos del sindicalismo de clase podrán decidir entre continuar estancados, o reactivar la combatividad y la lucha por un trabajo digno.
Si la educación es mercancía, el estudiante rebeldía. Las políticas impulsadas por la cartera de educación en el nuevo gobierno, tienen la tarea de mantener los acuerdos pactados con Bachelet dentro del marco de la LGE, y del proceso de privatización de la educación chilena. La actual Ley General de la Educación no es más que el reciclaje de la antigua LOCE de la dictadura; mantiene los cimientos estructurales de una educación que cada año se vuelve más desigual. La PSU funciona como un excelente filtro; dentro de los 50 colegios que obtuvieron los mejores resultados en esta prueba, solo dos son municipales. El resto, son colegios particulares, en los que la mensualidad supera muchas veces los 400 mil pesos, el equivalente a casi tres sueldos mínimos. Ante el desligamiento del Estado de su responsabilidad con los liceos municipales, la única alternativa viable para los estudiantes populares que quieren acceder a la educación superior pareciera ser el endeudamiento prácticamente de por vida, en instituciones principalmente privadas. Esto se ve reflejado en que, en el acceso a la educación superior pública tenemos sólo a 1, de cada 7 alumnos que ingresa a estos planteles, perteneciente al quintil más pobre. Al mismo tiempo, 3 de cada 4 pertenecen al más rico. Por otro lado, se mantienen las alzas de aranceles en las Universidades, las que conjugadas con la reducción de beneficios como el Fondo Solidario dificultan aún más el acceso de los sectores populares. En nuestro país, para la clase política es más importante gastar casi el 70% del gasto público para educación en instituciones privadas, que asegurar el financiamiento y derecho a la educación superior a los estudiantes más pobres. Una vergüenza.
Hacemos un llamado a la unidad del movimiento estudiantil, en función de impulsar un petitorio que rompa con las políticas mercantiles que hoy rigen el sistema educativo. Avancemos en la recuperación de nuestra educación como un derecho popular, rearticulando las redes y organizaciones estudiantiles, e impulsando la organización de base.
Más represión para el pueblo que lucha. Los “progresistas” de la Concertación dejan el gobierno con cifras en esta materia espantosas. En los años 90 se propusieron a fuego y cárcel eliminar todo tipo de organización revolucionaria, toda aquella que atentara contra los nuevos tiempos, en los que ellos, como administradores, debían mantener la tan preciada paz burguesa. En los últimos años se han preocupado de contener a los movimientos sociales, reprimiendo la protesta y asesinado estudiantes, trabajadores y mapuche. Son nuestros Claudia López, Rodrigo Cisternas, Alex Lemún, Matías Catrileo. Con la derecha en el sillón presidencial, las cosas no serán muy distintas en objetivos, pero más radicales en el medio a utilizar. Sabemos que se intensificará la criminalización de las luchas del pueblo, que aumentará la violencia policial y la persecución a quienes luchamos no tendrá cuestionamiento alguno. El objetivo será, como siempre, impedir la participación de nuestras organizaciones sociales, con amenazas, despidos y amedrentamiento, antes de que estalle el conflicto. Sin embargo, no dejaremos de lado nuestros esfuerzos de construcción y organización.
Salud de calidad para nuestras familias, basta de abusos. Durante las últimas décadas el país ha llevado a cabo reformas en el sector salud, aumentando tanto el gasto público como el privado en esta área. Sin embargo, los resultados desde la perspectiva de los usuarios continúan siendo deplorables. Al igual que con respecto a la educación, existen problemas estructurales graves; no existen los implementos necesarios para el correcto trabajo de los médicos, los consultorios se caen a pedazos, están colapsados, las “colas” son habituales y las condiciones higiénicas miserables.
El sistema de salud se encuentra en colapso. Esto no es un invento propio ni antojadizo; se observa claramente en el aumento de gente en las listas de espera, pacientes auge y no auge, déficit del 40% de camas, falta de especialistas y personal capacitado, colapso de los Servicios de Urgencia, y un largo etc., que conocemos a la perfección. La salud seguirá siendo de pésima calidad para nuestra gente mientras el objetivo no sea construir hospitales que funcionen al 100%, sin falta de recursos, personal, ni infraestructura, y con cobertura total. Salud digna.
El pueblo chileno se levanta nuevamente.
Dentro de los últimos años, ha ocurrido un proceso de reanimación dentro del movimiento popular que ha permitido ampliar los márgenes de organización e intervención política. Existe un número importante de luchas en desarrollo. Podemos destacar las históricas protestas estudiantiles secundarias contra la educación de mercado de los años 2001, 2006 y 2008, las movilizaciones de los trabajadores forestales por mejoras laborales del 2007, en las que resulta asesinado Rodrigo Cisternas, la lucha de los pescadores artesanales contra el saqueo de recursos naturales que efectúan las grandes pesqueras, la lucha de los deudores y allegados exigiendo vivienda digna, el levantamiento mapuche con el proceso de recuperación de sus tierras, los movimientos sociales que han defendido firmemente nuestros recursos naturales de los monstruos contaminantes de CELCO, Pascua Lama, Barrick Gold, los trabajadores subcontratistas del cobre, el desarrollo del sindicalismo de clase dentro del área privada y en nuevos sectores del comercio, y así mucho más. Sabemos que estas luchas pueden ser hoy parceladas o economicistas, pero sería un error olvidarse de las posibilidades y elementos positivos que se abren dentro de este proceso. Hoy, los movimientos sociales deben construir más redes de comunicación, deben consolidar una política de clase independiente de los intereses de cualquier sector que intente coartar y manipular su fuerza.
Dentro del actual período de estabilización de la lucha de clases, ya comienza a derribarse la peor etapa; esa en que en Chile la movilización social no existía, o como máximo recién se vislumbraba. Confiamos plenamente en la vitalidad que poco a poco obtiene la organización de base, que no depende de la actual situación superestructural, ni de resultados electorales. Se sustenta en la fuerza de jóvenes, trabajadores, pobladores, mujeres y hombres que han decidido comprometerse con la transformación social.
Llego la hora de los revolucionarios. Ahora es cuando.
En los últimos años la Izquierda Revolucionaria ha asumido las peores características del actual período. Esto es, la atomización de las organizaciones, las malas prácticas, el caudillismo, sectarismo y todas las desviaciones ideológicas imaginables que pueden azotar en tiempos donde la paz sostenida por los poderosos goza de plenitud. Creemos que hoy ya no se puede permitir tal despilfarro de fuerzas. No cuando las condiciones objetivas del pueblo siguen siendo de explotación y pobreza. Reflexionar sobre nuestro quehacer, como constructores sociales y agentes de cambio, es urgente.
Nuestro llamado es a levantar la alternativa revolucionaria para Chile.
Los revolucionarios debemos ser capaces de entender los nuevos tiempos, teniendo la capacidad de intervenir de forma real y efectiva en la realidad nacional. Debemos darle una coherente relación a nuestros objetivos estratégicos con nuestra intervención táctica. Debemos ser capaces de dar darle dirección revolucionaria a los distintos frentes de lucha en los que el pueblo, a veces de forma espontánea, a veces más político reivindicativa, se enfrenta día a día a la vorágine capitalista. Los esfuerzos para este período han de ser gigantes; dejando las absurdas rivalidades del pasado, y asumiendo la unidad de los revolucionarios como tarea central, entendiendo ésta como la confluencia cotidiana, la práctica diaria y constante, en los diversos espacios. De una vez por todas, esto debe conducirnos a esfuerzos de convergencia mayor, que nos permitan mayores posibilidades de victoria.
En el actual escenario nos encontraremos con algunos partidos de la Concertación, y otros que utilizan un discurso de izquierda para disfrazar su reformismo sostenido, que se vestirán de un discurso más crítico y antineoliberal. Intentarán volver al trabajo de bases, asumiendo la tarea de reconquistar el voto popular. No podemos permitir que los que por 20 años fueron parte de la legitimación y profundización del modelo, replieguen al mundo popular con una retórica crítica, cuando sólo hace unos meses abrazaban el sistema de forma apasionada. El objetivo de estos oportunistas, a quienes debemos denunciar abiertamente, se reduce a acumular poder electoral para las próximas elecciones presidenciales, apuntando a recuperar todos los privilegios que gozaron durante dos décadas, aún a costa de los intereses de los trabajadores y el pueblo. En este camino nos encontraremos con muchos jóvenes, que en los partidos de la izquierda tradicional, pensaban encontrar el camino a la transformación de la sociedad. A ellos también hemos de llegar, haciéndoles ver la intencionalidad mezquina de las cúpulas de sus partidos y sumándolos a la alternativa revolucionaria que estamos forjando para Chile. Debemos aclarar la diferencia entre el poder popular y el poder institucional. Es necesario recordar que en los primeros años de nuestra fundación, el MIR se nutrió de los desencantados de la juventud comunista y socialista. Ellos encontraron en nuestras filas una alternativa revolucionaria real, la que seguimos impulsando.
En estos tiempos redoblaremos los esfuerzos por sacar a la derecha de nuestras poblaciones. Ellos, principalmente la UDI, han implementado la política de intervención territorial en las comunas mas pobres de nuestro Chile. Su objetivo es apoderarse de las juntas de vecinos y cuanto espacio social requieran para mantener la apatía que los condujo a triunfar en las pasadas elecciones presidenciales. Con ellos seremos implacables, no les daremos espacio nunca más. Esta tarea debe ser llevada a cabo por los revolucionarios ocupando las más diversas formas de lucha, pero principalmente con la legitimidad que nos da nuestro trabajo. Ha denunciarlos directamente, de cara al pueblo.
Hoy, se ponen a prueba años de acumulación de fuerzas, trabajo silencioso de una nueva generación de miristas quienes junto con la experiencia de viejos cuadros, no han abandonado el proyecto del MIR, ni sumándose a proyectos electorales que nada aportan a la lucha de los trabajadores, ni a los que usufructúan con nuestra historia levantando banderas en pos de intereses mezquinos. La reconstrucción de nuestra organización es necesaria en los actuales tiempos, para la unidad de la Izquierda Revolucionaria en Chile, y la construcción de una alternativa que nos lleve a alterar la actual correlación de fuerzas que hoy es favorable a los poderosos, abriendo una nueva etapa en la lucha de clase de nuestra patria.
Los revolucionarios debemos ser protagonistas del actual escenario, asumiendo la responsabilidad de fortalecer todos los frentes de lucha del pueblo y construyendo organización donde no existe. Sin lo anterior nada importa el análisis sobre el reparto de la administración del estado. Sólo sirve para ver como, una vez más, la clase dominante se reacomoda según las necesidades e intereses del mercado internacional y la burguesía criolla.
Como trabajadores aumentaremos los esfuerzos en el fortalecimiento de nuestras organizaciones sindicales, en la recuperación de las ganancias que saquean con el trabajo asalariado. Como pobladores recuperaremos nuestros territorios de manos de la apatía, el narcotráfico y los oportunistas, generando las condiciones de autodeterminación desde nuestras perspectivas. Como estudiantes lucharemos por una educación al servicio del pueblo, en cada asamblea, federación, en cada espacio que de organización y de todas las formas. Como mujeres nos organizaremos en pos de la liberación de género, abriendo camino a la liberación de clase. Como mapuches seguiremos recuperando tierras, hasta la emancipación de nuestra nación. En síntesis, como REVOLUCIONARIOS nuestro deber es que todas las luchas del pueblo no sean esfuerzos sectoriales, sino la unión de un gigante que se levanta, para no dormirse nunca más, caminando en una sola dirección hacia la emancipación de la nación y la llegada del socialismo. Este camino no tiene retorno. Estamos seguros que esta vez la victoria es inevitable.
La tarea que tenemos, desde el MIR y desde el conjunto de la Izquierda Revolucionaria chilena, es insertarnos e incidir con nuestra política en el futuro de millones de chilenos, en las vidas de los que somos excluidos por el modelo imperante y que día a día debemos poner a disposición nuestras vidas en las manos de la minoría, los ricos, para poder sobrevivir. Es necesario entender que cuando nos sumamos a la lucha, comenzamos a vivir, independientemente de las condiciones paupérrimas del sistema. Nuestros sueños nos van llenando, legitimándonos como sujetos, porque sabemos que con ellos, y nuestra práctica cotidiana, cambiaremos la dirección de siglos de historia, para tomar por asalto el futuro que queremos.
Por una nueva generación para el proyecto revolucionario en Chile.
¡A multiplicar la organización popular!
Alternativa revolucionaria,
¡Ahora es cuando!
Movimiento de Izquierda Revolucionaria MIR de Chile.
Dirección Nacional