8 Y 9 DE JUNIO: DÍA NACIONAL DEL ESTUDIANTE LUCHADOR
Este 8 y 9 de junio se conmemora en Colombia el día del estudiante, pero no del tecnócrata y academicista que aspira apenas a un título para conseguir prestigio, dinero y vivir por encima de la “gente del común”. Se conmemora el día del estudiante crítico, del estudiante que sabe que la ciencia y el conocimiento son elementos indispensables en el camino hacia la justicia social y la soberanía, del estudiante que usa el conocimiento para ayudar y ligarse al pueblo humilde. Este es un homenaje a esos luchadores que desde las aulas, desde el discurso, desde la asamblea, armados de libros, ideas, palabras, papel y lápiz, construyen patria y forjan nación. Es un homenaje también a los que lo hacen desde la barricada y el tropel, armados de piedras, aerosoles, cocteles molotov y papas explosivas. Es un reconocimiento a esos cientos de hermanos que han ofrecido su libertad y su vida, que han sido torturados o heridos en la lucha por una academia al servicio del pueblo y las necesidades nacionales, no de los ricos y los intereses de las transaccionales. A esos compañeros y compañeras, que contrario a las pretensiones mediáticas que los señalan de “infiltrados de la guerrilla” en universidades y colegios, no son otros que gente del pueblo con conciencia de clase. Guerrilleros e insurgentes somos más de los que el enemigo cree, y en los centros educativos desde el trabajador de oficios varios hasta la secretaria, el laboratorista, el profesor y los estudiantes vemos en la lucha popular el camino a la liberación.
Una reseña histórica nacional nos permite entender de dónde viene la conmemoración del 8 y 9 de junio. A finales de la década del 20, Colombia padecía el régimen del gobierno conservador y sanguinario de Miguel Abadía Méndez, y se encubaba la crisis financiera del 29. Ignacio Rengifo, el Ministro de Guerra del gobierno de Abadía, promueve la macabra Ley heroica que, tras el telón, permitiría orquestar la masacre de las bananeras en Ciénaga, departamento del Magdalena el 6 de diciembre de 1928. A cargo de su ejecución estuvo en primera línea el General Carlos Cortes Vargas, Director entonces de la Policía Nacional. Pero, de ello sólo se conoció por la investigación y denuncia de Jorge Eliecer Gaitán opositor liberal que enarboló las causas del inconformismo social. Pese a la promulgación de la “Ley heroica”, bajo la cual se amparó el terrorismo de Estado para perpetrar masacres y prohibir todo tipo de expresión de inconformismo, movilización, paros, organización sindical y hasta la reunión de más de tres personas por posible conspiración contra el gobierno, el descontento social era manifiesto y la movilización popular crecía.
El día 7 de junio de 1929, se realizaría una movilización donde participaban políticos liberales, algunos conservadores, sectores populares, los estudiantes y algunos campesinos de la zona bananera. El punto de concentración era el centro de Bogotá. Durante el acto, la policía y carabineros arremeten contra la manifestación, resultando varios manifestantes heridos. Durante la noche, mientras la policía prestaba guardia al palacio presidencial, un grupo de policías dispara contra los estudiantes hiriendo por la espalda a Gonzalo Bravo Pérez, estudiante de la Universidad Nacional, quien cae muerto en la madrugada del 8 de junio de 1929. A partir de entonces, año tras año, se conmemora esa fecha con diversas actividades, entre las que estaba, incluso durante la época de la violencia, la visita a la tumba del estudiante caído Gonzalo Bravo Pérez.
La primera mitad de la década del 50 mostraba una Colombia sumida en la violencia bipartidista. La oligarquía, disfrazando sus diferencias de color, acuerda tratar de contener la situación; por un lado, su prestigio era cada día peor, incluso varios preferían irse al exterior, por otro, la situación de violencia hacia al país poco atractivo a la inversión extranjera, y, finalmente, la ingobernabilidad aumentaba. Así, con el propósito de estabilizar el país y de garantizar y aumentar el ingreso del capital extranjero, la oligarquía, los empresarios, las elites económicas y demás vende patrias, fraguaron en 1953 un golpe de Estado en cabeza del General Rojas Pinilla.
Para el 8 de junio de 1954, marchaba la organización del paro que, además de coincidir con el 25 aniversario del asesinato de Gonzalo Bravo, hacía parte de la movilización estudiantil que adelantaba la Facultad de Odontología de la Universidad Nacional. A diferencia de los años anteriores, el gobierno no autorizó la marcha hacía la tumba de Gonzalo, alterando los ánimos e inconformismo de los estudiantes, que continuarían con lo planeado. La marcha se inicio a las 8 de la mañana, se concentraron en el cementerio central. Ni la marcha ni la concentración tuvieron alteraciones.
Algunos estudiantes regresaron a la universidad, mientras a las afueras una radio patrulla de la policía ordenaba a los estudiantes que se retiraran; los estudiantes respondieron con abucheos y gritos de protesta, la policía con sus fusiles. Llega más policía armada con fusiles y tras una descarga de disparos al aire (al aire de los pulmones de los manifestantes al que hoy en día la represión estatal sigue disparando), un proyectil atraviesa el cráneo del estudiante Uriel Gutiérrez. La muerte instantánea, de Uriel Gutiérrez provoca una multitudinaria protesta que exigía castigo a los responsables de la muerte.
Al día siguiente, el 9 de junio de 1929 se concentra una gran marcha cuyo objetivo era llegar al palacio presidencial con el cuerpo de Uriel Gutiérrez para denunciar su asesinato. Varias universidades llegaron en solidaridad, la Universidad Nacional encabezaba la marcha. A la altura de la calle 13 con carrera 7, el ejército que custodiaba la Casa de Nariño bloqueó y evitó el paso de la manifestación. Y era nada más y nada menos que el Batallón Colombia, acabado de regresar, como veteranos de guerra, de la guerra de Corea.
En son de protesta, y a pesar de las advertencias de los fogueados militares, los estudiantes se sientan en la calle. De repente se escuchan varios tiros contra la multitud. Algunos estudiantes se tendieron en el suelo, otros se mantuvieron de pie con banderas y otros corrieron en huída. Sobre la calle quedó el caudal de sangre, testigo mudo de la infamia, represada por los cuerpos destrozados de varios estudiantes.
El saldo de la “valiente” acción de los veteranos militares, equipados con moderno armamento, en contra de la muchedumbre pacífica y desarmada, fue de 11 muertos y más de 30 heridos. Desde entonces, el 8 y 9 de junio se conmemora en Colombia el día nacional del estudiante. Y cada año, alrededor de esta fecha los estudiantes combaten la amnesia en que nos quiere sumir el Estado burgués, reivindicando la lucha de ideas al calor del tropel.
¡COLOMBIA PARA LOS TRABAJADORES!
¡NI UN PASO ATRÁS, LIBERACIÓN O MUERTE!