Septiembre: Conmemorando a nuestros combatientes

SEPTIEMBRE: CONMEMORANDO A NUESTROS COMBATIENTES

Para mis compañeros muertos no clamo venganza. Como sus vidas no tienen precio, no podrían pagarlas con las suyas todos los criminales juntos. No es con sangre que pueden pagarse las vidas de los jóvenes que mueren por el bien de un pueblo; la felicidad de ese pueblo es el único precio digno que puede pagarse por ellas. “La Historia Me Absolverá”,

Comandante Fidel Castro



Sólo Podemos la Vía Revolucionaria

Septiembre es un mes contradictorio, conmemoramos ascensos de las luchas sociales, golpes y masacres; levantamos combatientes y repudiamos asesinos. En ese contexto, el enemigo de clase, dueño del teatro de operaciones, llamado Derechos Humanos, nos mantiene ocupados con reformas, agentes que amenazan con decir una verdad que ya todos conocemos, con jueces que intentan blanquear una justicia siempre corrupta -como toda institución burguesa, por lo demás-, con un ejército empeñado en lavar su sangrienta imagen, respaldado por un gobierno que lo estimula, condecorándolo con ordenes al mérito por los servicios prestados en la educación, la salud, la seguridad social, etc. Por el otro lado, vemos como el reformismo es felicitado por el Ministro del Interior, por lo “compuestitos” que fueron, al poder contener “las hordas de desalmados lumpenescos que intentan contraponer el orden ciudadano”, en las manifestaciones del 11 de Septiembre. Porque está claro, que las movilizaciones, que no pueden contener por la vía de los acuerdos copulares, lo hacen infiltrando aquellos grupos que se presentan mas permeables, llevándolos a desarrollar acciones, presentadas luego por la prensa burguesa como “indeseables y contrarias a lo que todos los chilenos quieren”. Lo que en el fondo quieren lograr, es no revivir en el pueblo su intrínseco carácter rebelde, presentando a los jóvenes como “invitados de piedra” a estas manifestaciones, como si éstos no fuesen las victimas mas recientes, de la imposición del modelo económico, social y político implementado por la dictadura militar imperialista, hace ya 32 años.


El objetivo del MIR, es precisamente lograr que el pueblo retome la rebeldía perdida, y que los jóvenes encaucen su lucha por los canales de la organización y la conciencia de clase. En ese contexto, en este mes invitamos a conmemorar, no con ánimo de victimizar, sino que con el firme propósito de que entiendan las viejas y nuevas generaciones, que somos sujetos históricos, con una tarea histórica inconclusa que debemos retomar. Que los combatientes revolucionarios caídos combatiendo la dictadura militar en Chile, o combatiendo al imperialismo en cualquier lugar del mundo, son parte de un proceso histórico inconcluso, y que su ejemplo entregado, es para que lo continuemos y no para sentarnos a llorar.


Janequeo y Fuenteovejuna


La historia de la lucha revolucionaria del MIR, está plagada de ejemplos a seguir y que las nuevas generaciones deben conocer, en el afán de aprender de sus virtudes y no repetir los errores. Como muestra, proponemos conocer la historia de un grupo de combatientes, caídos en la incesante lucha contra la dictadura militar, en nuestro país.


Han pasado 22 años de lo que se conoce como la matanza de las calles Janequeo y Fuenteovejuna, en Santiago. La noche del 7 de septiembre de 1983, cinco militantes del MIR, caen a manos de un grupo operativo de la CNI. Se trataba de los compañeros Sergio Peña –veterinario, conocido con el nombre político “Jota Eme”-, Lucía Vergara –de nombre político “Pity”-, Alejandro Salgado -también veterinario, conocido como “Raúl”-, Hugo Ratier Noguera -miembro del Comité Central y jefe de la estructura militar en Santiago, de nacionalidad argentina, conocido políticamente como “José”, "Raimundo", o "Che Compadre", había llegado a Chile, e incorporado al MIR, en el año 1969- y Arturo Villabela Araujo, miembro de la Comisión Política, Dirección Nacional y encargado militar del MIR, conocido como "Coño Villavela", "Torres", "Torretti", o "Torreja"; quien era Ingeniero de la Universidad de Concepción.


La vida del “Coño Villabela”, sintetiza en parte, la de la gran mayoría, de los combatientes revolucionarios, que entregaron su vida combatiendo la dictadura imperialista y la construcción de una sociedad sin explotación, ni marginación. En marzo de 1974, en los primeros años de la dictadura, cuando el Coño Villabela, articulaba el trabajo de resistencia y acudía a un punto de contacto, es cercado en un operativo dirigido por agentes de la FACh. Al enfrentar al enemigo y estando ya herido, recibe siete balazos en el abdomen, siendo detenido y torturado en las dependencias de la Academia de Guerra Aérea, hasta 1977, año que es expulsado del país. En 1981, en la llamada Operación Retorno, ingresa clandestinamente a nuestro país, con el propósito de trabajar en la articulación de las fuerzas opositoras a la dictadura.


En esas tareas, se encontraba hasta la noche del 7 de septiembre de 1983, cuando, junto a otros compañeros miristas, es detectado y asesinado, por agentes de la inteligencia militar.
Para los nuevos compañeros, que se han integrado a la lucha revolucionaria y para los antiguos, que aun la continúan, estos no son meros acontecimientos, son parte de la extensa historia de lucha y resistencia de los pueblos oprimidos y explotados indo americanos. La historia de la lucha revolucionaria, no es divisible en partes; es una, y en nuestra Patria Grande, comienza con la resistencia de los pueblos originarios al colonialismo europeo y se desarrolla hasta hoy. Los hechos ocurridos durante la dictadura militar y los posteriores a esta, son parte de una misma historia.


De cada hecho los revolucionarios debemos sacar lecciones. En el caso de la matanza de Janequeo y Fuenteovejuna, la caída en combate de los compañeros, nos demuestra dos cosas: Primero, las grandes y necesarias virtudes demostradas, como el arrojo, la valentía, compromiso social, la consecuencia y la convicción que tenía este puñado de hombres, que a pesar de las condiciones terriblemente desfavorables, decidieron quedarse a combatir. En segundo lugar, debemos aprender de los errores cometidos: en la lucha contra un enemigo tan poderoso, no se le debe dar ni un ápice de ventaja. La brutal masacre sufrida por estos compañeros, dejó en evidencia que la CNI conocía los domicilios de dirigentes del MIR que vivían en la clandestinidad, y que eran vigilados cotidianamente por los servicios de seguridad.


Lo anterior se demuestra con las declaraciones de los principales agentes de seguridad del régimen involucrados, que primeramente, intentaron simular un enfrentamiento, tesis que no se sostuvo. En propias palabras de uno de los agentes, miembro del Servicio de Inteligencia de la Fuerza Aérea, SIFA, e integrante del Comando Conjunto, Andrés Valenzuela Morales, alias “El Papudo”, plantea que mientras se daban las instrucciones para actuar en calle Fuenteovejuna, “llegó un jeep de la CNI con el techo corredizo y en el cual se instala una ametralladora punto 50 sobre un sistema hidráulico que permite subirla sobre el nivel del techo y operarla por dos hombres, uno que dispara y otro que va pasando la cinta de municiones. Nos dirigimos frente a la casa de Fuenteovejuna 1330, donde se instaló el jeep y se dio orden de actuar”.

Ocasión en que son asesinados los compañeros Arturo Villabela, Lucía Vergara y Sergio Peña, procediendo luego a incendiar la vivienda. El agente de la CNI sigue relatando que tras la misión, inmediatamente, se dirigen a la Comuna de Quinta Normal, a la calle Janequeo 5707. “Cuando estuvimos cerca del objetivo, nos dijeron que nos agacháramos pues venía corriendo una de las personas que debía ser eliminada. Pasó por el costado de nuestra camioneta. Cuando llegó a un sector donde hay una pared, fue rafagueado, apenas cayó asesinado, un agente colocó en su mano un arma simulando que la llevaba al momento de ser eliminado e inmediatamente la base de fuego, que también estaba en ese lugar, empezó a disparar sobre una casa”. El primer acribillado, fue Alejandro Salgado, mientras que en el interior de la casa fue acribillado Hugo Ratier.


El enemigo de clase, es así y actúa así; matices mas o menos, la muerte de Lautaro, de Manuel Rodríguez, la matanza de obreros, en la Escuela Santa María de Iquique, el golpe fascista del 73, el despojo de tierras de los hermanos mapuches en el sur, etc., etc. son en esencia producto de la misma lucha, de un mismo enemigo y que hoy, potenciado por su doctrina hegemónica y sus guerras preventivas, lo hacen más peligroso y letal, sobre todo cuando cuenta con la complicidad de los Estados parásitos, como el chileno, que ha través de sus instituciones burguesas trabajan ideológica, política y militarmente para contener el avance y organización de las bases sociales.


La Revolución: Único Derecho que Puede Hacernos Humanos


Los derechos humanos es uno de los temas movilizadores durante estos años; a través de ellos, repudiamos las aberraciones cometidas contra los pueblos, por las dictaduras burguesas y las guerras imperialistas. Condenamos la tortura y todas las prácticas que atentan contra los hombres y mujeres. Cuando hablamos de Pinochet, lo encasillamos como el máximo exponente de las violaciones a los derechos humanos, en nuestro país; cuando hacemos recuerdo de nuestros compañeros caídos, lo hacemos en ese escenario. Más, ¿Nos hemos preguntado, si a ellos les hubiese gustado quedar en los recuerdos, como víctimas? o por el contrario, como caídos valientemente en combate.

Circunscribimos sus dolores al atentado físico, y no al profundo significado de luchadores dignamente consecuentes.

Cuando nos referimos al Che, por ejemplo, ¿Lo hacemos como un mártir de la tortura o del atentado contra su vida, como uno de los tantos que sufrió en sus derechos humanos, o hacemos recuerdo de sus actos como la de un revolucionario que murió creyendo en la liberación de los pueblos, como un ejemplo de hombre nuevo a seguir en la firmeza de sus convicciones?: A él lo revivimos, a nuestros compañeros, en cambio, los recordamos como lesionados, los buscamos entre los muertos y no como vivos ejemplos a seguir. Han quedado en nuestro presente como una simple reivindicación, que sólo nos impulsa a luchar contra las violaciones a los derechos humanos, y no contra el sistema explotador que combatieron y en ese afán, dieron todo lo que tenían.

Vale en honor a ellos, reconsiderarlos como lo que realmente son: Compañeros, combatientes revolucionarios que creyeron en un mundo distinto y lo dieron todo para construirlo, al igual que todos los que aún están; más, no como mártires. Demos oído a sus gritos que no fueron de dolor, sino de Revolución.

No hay que dar nuestros esfuerzos, sólo a repudiar la tortura, sino que a denunciar y combatir lo que la genera. Al enemigo no le podemos pedir que modere sus actos y no cometa excesos en su forma; porque el verdadero enemigo no sólo maltrata el cuerpo, el enemigo es una clase que diariamente atenta contra la vida en todos los sentidos, simplemente por el hecho de existir como tal. Cuando se enfrenta a ser derrotado o es expuesto al peligro, utiliza todos los mecanismos para detener el avance en su contra y ello es inevitable, es su lógica de ser; si nos tienen que matar, nos matarán, si nos tienen que sacar información a toda costa, lo harán; al igual que para obtener sus ganancias nos explotan como clase y también nos excluyen.

Los derechos humanos, en última instancia, los han instaurado ellos, y los han puesto en nuestra boca que ya no grita revolución, liberación ni socialismo; sólo nos limitamos a “clamar justicia”, la buscamos para que nos la entregue nuestro enemigo, en sus tribunales, como si los culpables fueran realmente ajusticiados ahí.

Aún presos los criminales, poco avanzamos en su derrota; no es un tema de hombres, sino de humanidad, de clase, y sólo habrá justicia -por igualar el término-, en la medida en que tengamos el poder y podamos comenzar a terminar con quienes nos arrebatan hasta nuestro aliento. Pinochet y sus esbirros, no sólo deben ser condenados por la historia, como autores de la violación humana contra algunos de nuestros compañeros, sino que deben ser condenados principalmente como el autor que propició las condiciones en la implementación y maduración del sistema económico monopólico imperialista; lo que los posesiona aún más como enemigos de clase, hecho que últimamente se nos está olvidando.

Como está planteado hoy, el tema de los derechos humanos, se agota en un individuo particular, y de lo que se trata es de un pueblo herido; los derechos humanos se instauran en la titularidad de quien es el afectado, y los afectados somos todos, el titular del sufrimiento es el pueblo que fue y sigue siendo golpeado en toda su esencia de la forma más cruel y permanente. Los derechos humanos, entendidos desde una plataforma ideológica burguesa, nos lleva a reclamarlos de a uno, por temáticas divisibles (el derecho a la salud, integridad física, educación, etc.), como si la dignidad fuera divisible, confundiéndonos en luchas reivindicativas y parciales.

Como Revolucionarios Miristas, creemos que debemos generar la conciencia de que la dignidad humana nace sólo cuando se deja de ser un explotado, cuando se termina la existencia del capital que lo hace estar del otro lado, mientras tanto, sólo se podrá conseguir algunos beneficios, algunos derechos, pero nunca seremos un humano.

Cuando hablamos de los esclavos y su dignidad, no pensamos sólo en su comida, en su salud, o en otra necesidad; sino pensamos en que había que liberarlos. Ahora, seguimos siendo esclavos, tenemos cadenas modernas que no somos capaces de ver, nos las ocultan en un discurso de libertad económica, pero el único e intransable derecho humano -si se quiere-, es el de ser seres humanos, y para ello, debemos liberar las cadenas de opresión, que es una sola, que nos tiene a todos en la misma condición; no portamos una cada uno, y por ello, la única forma posible de un mundo distinto, es una sola lucha, con una sola llave. Los derechos humanos hacen que creamos en la posibilidad de liberación individual, y con ello, no hacemos más que entregarnos e hipotecar nuestros sueños.

Vivimos en una lucha de clases y para conseguir la dignidad que nos proponemos, debemos plantearnos como clase, no como humanos individuales, porque es la clase revolucionaria la única que puede revolucionar la sociedad, solucionando las contradicciones reales.

Es fundamental retomar la idea de la lucha de clases, con todos los cambios que ha ido sufriendo en sus nuevas características de fase imperialista.

Debemos entender que el tema de los derechos humanos está implementado en un contexto burgués, se enmarca dentro de los derechos subjetivos frente al Estado, cuyo titular es un individuo, y su campo de batalla es el Tribunal, como su contenido se lo da una ley, una norma o un tratado, y cuando “supuestamente logramos vencer”, los castigos se cumplen en una cárcel, que cumple con ciertas ventajas o desventajas, dependiendo de quien la ocupe.

Una persona que se ve afectada en SU derecho humano recurre contra el Estado, (al mismo Estado-Tribunal, que es juez y parte). Ese Estado que determina que tenemos derecho a asociarnos, pero no contra el sistema porque ahí pasamos a ocupar la calidad de terroristas.

Es cierto que nuestro pueblo vive en la miseria, como todos los pueblos bajo el yugo del capital, y ello está dentro de todos los pronósticos de un análisis de las contradicciones del sistema capitalista. Por ello, su agudización conduce al único camino: la Revolución. Pero hay que apostar a ello con claridad y firmeza; o se vive como un hombre digno o no se vive.

Si bien hoy, la clase explotada tiene aparentemente más que perder que sus cadenas, en la realidad no tiene nada más que perder, un mundo por ganar y un planeta que salvar.

¡Sólo Queremos Justicia Popular y Revolucionaria!

¡Sólo Podemos la Vía Revolucionaria!

¡Combate o Muerte!

Septiembre de 2005, desde algún lugar de Chile

U-PM Arturo Villabela
Dirección Nacional Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR