Manifiesto Nº 19 (segunda parte)

Manifiesto No. 19
-Segunda parte-


A los pueblos de México.
A los pueblos del mundo.

…de lo que trata un verdadero proceso revolucionario es de un acto de ruptura del continuo de la historia […] sería, sin ser una vuelta hacia atrás, una afirmación del presente que se cumple mediante una recuperación del pasado…
Walter Benjamin


A seguir luchando en todas las formas que sea posible [y a] nuestros compañeros rebeldes a seguir combatiendo con las armas, para que la llama libertadora llegue a todo el país.
Lucio Cabañas Barrientos


Quiero morir siendo esclavo de los principios, no de los hombres.
Emiliano Zapata Salazar



Aunque la Guerra Fría terminó hace ya unas décadas, en México, como en muchas otras partes del mundo, no han desaparecido sus prácticas y representaciones duras, llámense políticas o militares, documentales e investigativas. Y no sólo no han desaparecido sino que se han actualizado, como lo demuestran los archivos recién filtrados a los medios de comunicación internacionales.

Ya desde los años setenta, se tradujo la doctrina de seguridad hemisférica en la doctrina de seguridad nacional, en la que no se escamoteó la elaboración y aplicación de proyectos de coordinación antiguerrillera y anticomunista.

La lucha armada en México es historia viva y aunque no forme parte del relato histórico del país es innegable; permanece en la memoria fresca y en las prácticas donde ha irrumpido; por ello, para los amos del Estado mexicano sigue siendo una tarea principal su exterminio físico, pues mientras el poder nos muestra una cara que instrumenta la capacidad de diálogo y servicio, la ética, la preocupación nacional, los mecanismos de participación social, etc., oculta su faz en la que no ha dejado, e incluso ha intensificado, prácticas que lo caracterizan, tales como la brutalidad policial, la cerrazón facciosa, el espionaje furtivo, la persecución implacable, la tortura, la ejecución extrajudicial, la desaparición forzada y el ritual burocrático saturado de prebendas, canonjías, corrupción y, sobre todo impunidad, conformando con todos estos elementos el terrorismo de Estado, que aunque es negado sigue existiendo.

Reconstruir los procesos que han conducido a tomar la vía armada como opción viable para conseguir demandas —desde necesidades específicas hasta para transformar el sistema socioeconómico y político que genera las condiciones de marginalidad de todo tipo— revelará que no es una ocurrencia o arrebato criminal o delincuencial, sino una parte necesaria de la lucha cuya principal razón es la supervivencia ante el latente exterminio. El gobierno mexicano se vale de todo tipo de acciones y de órganos de presión, control y represión y no abre ninguna posibilidad de disidencia, a la que genéricamente llaman “grupos terroristas”; no obstante, el uso de las armas y la implementación del terror son dos cosas muy distintas que el gobierno envuelve en una misma cosa cuando habla del otro, pero aleja cuando habla de sí mismo. La práctica más frecuente del terror históricamente característica, es la que emerge del Estado que se obstina en erradicar la expresión armada sin atender las causas sociales que la originan.

El hacer una revisión puntual de los movimientos armados en México e integrarlos y reconocerlos como parte de la historia del país, sin duda desembocará en una recomposición de nuestra idea de la historia, porque la oposición armada se constriñó durante décadas a una historia diluida, desplazada y anulada, pero entre lo mucho que revela no es sólo quiénes somos como sociedad, sino quienes hemos querido ser, y deseamos aún llegar a ser.

No es ya el momento de seguir cultivando los antiguos vicios de la política, de derecha e izquierda —dogmatismo, romanticismo, aventurerismo, sectarismo, etc.— sino de conocer cuidadosamente y dar a conocer la historia de la que somos parte y, como actores, direccionarla hacia nuestros objetivos; que nuestra voz no permanezca nunca más en el silencio y en olvido.

Si en verdad queremos un país justo, habremos de empezar por dar nombres y rostros a los actores sociales de este proceso, al que hay que restituir su actuación dentro de la memoria histórica; sin duda, entre los principales nombres, rostros y acciones, se encuentra el de Lucio Cabañas Barrientos. Como todo proyecto humano, nos nutrimos de mitos y símbolos que enriquecen nuestras ideas e ideales, y Lucio Cabañas es uno de éstos, trascendiendo su propia existencia y actos, más allá del martirologio que puede hacerse con su muerte, dándonos como Emiliano Zapata, Genaro Vázquez, Rubén Jaramillo, los Flores Magón y muchos otros, sentido e identidad como comunidad en construcción. Concebimos al tiempo, a diferencia de la modernidad lineal y progresiva, como la superposición de momentos, donde el pasado nunca está concluido y aniquilado, sino presente y conformándonos siempre; el pasado está en una dimensión en la que coexiste con el presente.

La reciente apertura de fuentes otrora consideradas confidenciales en Estados Unidos, México y otros tantos países, demuestran que Lucio Cabañas, como muchos otros líderes guerrilleros, se enfrentaron no sólo a poderes locales, nacionales y regionales, sino que también resistieron y combatieron los embates y las estrategias contrainsurgentes del TIAR (Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca), liderado por Estados Unidos. Así pues, afirmamos que hubo y hay, hoy de manera más abierta debido al narcotráfico, un fuerte nexo castrense entre México y su vecino país del norte. Esto no se señala con afán de victimización, sino con plena conciencia de que no es el olvido, sino la renovación del agravio —que no ha cesado— lo que permite la reconstrucción de la memoria.

Buena parte de los mexicanos le apostaron en 2000 y 2006 a la vía electoral; lo menos que se puede decir de tales procesos es que la esperanza de muchas personas fue burlada. La historia de los grupos armados, como el Partido de los Pobres, nos muestra que estos se conformaron a partir de agotar las alternativas electorales y demás opciones dentro de los llamados cauces legales. Los movimientos guerrilleros de Genaro Vázquez Rojas y Lucio Cabañas Barrientos fueron resultado de la radicalización provocada por la represión del gobierno del estado de Guerrero y las fuerzas caciquiles que asfixiaban demandas agrarias de la Costa Grande guerrerense y de la Sierra de Atoyac. Hoy, como entonces, refrendamos nuestro derecho a sostener la vía de las armas como uno más de los recursos de los que nos valdremos para la transformación sociopolítica y económica de nuestro país.


¡Por la unidad del pueblo, la coordinación revolucionaria!


Movimiento Revolucionario Lucio Cabañas Barrientos
MRLCB

Tendencia Democrática Revolucionaria–Ejército del Pueblo
TDR-EP

Brigada de Ajusticiamiento 2 de Diciembre
BA-2D

Organización Insurgente 1º de Mayo
OIPM

Diciembre de 2010.