UNIVERSIDAD Y COYUNTURA: UNA OCASIÓN PARA EL TROPEL
La situación de la Universidad de Antioquia en el 02-2010, generó tantos escritos como gases lacrimógenos. Muchos de los textos, incluso, con los mismos objetivos de los gases: dispersar el Tropel. Leímos artículos con autoría de respetados académicos, opinadores de oficio y hasta ONGeros oportunistas se lanzaron al agua como patos. No podía faltar tampoco el amarillismo de la prensa oficial cumpliendo el papel de propaganda de Estado. Dicho sea de paso, todo esto ambientó el uso desmedido de la fuerza y luego la aceptación sumisa de la barbarie y las amenazas del parapolítico Luis Alfredo Ramos y los sabuesos del ESMAD.
Al Tropel se le acusa de todos los males políticos del estudiantado. Dicen que trae “efectos negativos…fragmenta, aísla y cierra el espacio del debate, deslegitima la crítica, invalida la justificada protesta, ahoga la denuncia de las injusticias y mina la acción política colectiva”. Qué paradoja. Este párrafo podría describir mejor el impacto de la represión del Estado, pero sobre esa máquina de terror es mejor callar. Más fácil es señalar los tropeleros. Hay que buscar aguas arriba para darse cuenta del MIEDO que sienten los estudiantes cuando piensan en organizarse soñando con la revolución y no sólo para reclamar tizas.
Estas miradas superficiales se presentan, en parte, porque la Universidad no es objeto de estudio en la academia de la de Antioquia. Muy poco se dice del modelo de educación y las condiciones en que se estudia. Nada se escribió sobre el estudiante trabajador por ejemplo. Eso no se investiga. Es más rentable la relación Empresa/Universidad. Nada se dice de los negocios que pasan por “extensión” descuidando la docencia y la investigación. No, eso no tiene nada que ver con la situación política y la dispersión del estudiantado. Solo en coyunturas particulares como esta, aparecen las reflexiones que no responden a trabajos sistemáticos sobre los problemas al interior de las mallas y de los estudiantes en particular. ¿Y a quién van a culpar de los males políticos del cuerpo docente?
A lo anterior se suma un rumor: “Hemos oído del cansancio que provoca hoy entre las nuevas generaciones de estudiantes y entre los habitantes permanentes de la Ciudad Universitaria, los llamados recurrentes al tropel por parte de los “encapuchados”.” También se dijo que el Tropel es “un medio ampliamente rebatido.” Con todo el respeto les recomendamos no acudir a generalizaciones. ¡Cuidado! Vaya y no sea para justificar el cansancio propio. Se pueden estar escuchando sus propias voces. Y medios rebatidos por quién: ¿por el ESMAD?
Es posible que en aulas, cafeterías y corredores se escuchen esas versiones. Pero ahí mismo y en el calor del Tropel, se escuchan otras voces de simpatía, respaldo y solidaridad; allí se cantan las consignas y se leen los panfletos. La rebeldía espontánea aprende rápido y se cubre el rostro porque sabe el demonio que tienta. Cuando logra vencer el cerco mediático, el Tropel lanza un grito de inconformidad desde la Universidad y de compromiso con el cambio social. Se convierte en parte de la resistencia del Pueblo colombiano. El petardo no ensordece, abre los oídos.
En todo ese despliegue de pluma, la protesta social en la Universidad fue ubicada con descaro en la misma escala de los “otros” problemas. Así, venteros, jibaros, ladrones, mafiosos y encapuchados fueron tirados al mismo costal. Toda esta oleada de análisis develó una vez más lo difícil que es ver el objeto de trabajo metido en el rancho. Ahí, la filosofía, el derecho, la política, la sociología, la antropología, el trabajo social, la sicología, y todo el mundillo académico universitario se queda con muy poco que decir y sin nada que hacer. No precisamente por incapacidad. Sobre todo porque la academia está acorralada, silenciada y, en último término, cooptada.
Por otro lado, ¿a quién se logra convencer de que en la Universidad “puede discutirse, promocionarse y hacerse respetar toda idea diferente de sociedad”? ¿Acaso no recordamos nuestros muertos y presos? Pensar con el deber ser es importante aunque no es el presente. Los tropeleros también lo hacen. Sueñan con esa Universidad. Pero saben que hoy no existe, que la persecución a la idea diferente de sociedad por parte del régimen es estructural. Nosotros preguntamos: ¿Es posible hoy en la U de A abrir un debate sobre la revolución necesaria? ¿Hace cuánto que no escuchan la palabra socialismo, a menos que sea emitida por un encapuchado o en una clase de historia?
Creemos que partir del supuesto según el cual “el cansancio que ha desatado la prolongación del conflicto armado en Colombia, (…) ha reducido el potencial transformador de la protesta y su vínculo con el cambio social” es muy equivocado. Esa afirmación coincide con esta: “la guerrilla se volvió una forma de vida”. Que ingenuidad por decir lo menos. Aunque no se refieren a la guerrilla, hay que decir que nadie está cómodo en la confrontación: el riesgo permanente, el frio, el sueño, largas jornadas de trabajo, la guardia, la cárcel, el exilio… Nadie tampoco está cansado en la insurgencia. Nadie está amilanado según las palabras del Comandante Alfonso Cano. No fuimos nosotros quienes elegimos la guerra. Y como vemos otros estudios, entendemos que la protesta social está en auge.
De lo que si estamos cansados, como lo está la inmensa mayoría, es de la realidad colombiana: miseria, falta de oportunidades, represión, “falsos positivos”, chuzadas, corrupción, desatención en salud, bajos salarios, desempleo, informalidad laboral, privatizaciones, intervencionismo de los EEUU, clientelismo, mala educación, falta de vivienda y altos costos de los servicios públicos. En la calle se escuchan otras cosas. De todo esto nos cansamos y por eso decidimos emprender otro camino: el de la lucha revolucionaria y el Tropel hace parte de esta.
Hemos reconocido nuestros desaciertos públicamente y los hemos discutido con miembros de la comunidad universitaria por los canales del secreto, la simpatía, la confianza y la solidaridad. Canales estos más habitados de lo que el ojo académico y el Leviatán suelen ver. Y mejor que sea así. Tengan en cuenta los analistas que nosotros pertenecemos a esta comunidad: somos universitarios. Somos la parte que no está cansada; estamos ahí, en pie de lucha.
Pero una cosa es reconocer equivocaciones, y otra muy distinta aceptar críticas que intentan restar legitimidad al derecho de los Pueblos a la rebelión y eso incluye el Tropel. Para lograr eso se necesita más que citas de escritores exóticos. El derecho universal a la rebelión armada, la protesta callejera y otra serie de acciones que los autores llaman “violentas”, está legitimado mientras persista la tiranía.
Todas esas notas contra el Tropel y la reacción brutal de las “autoridades” no son nada nuevo. Siempre ha sido motivo de preocupación. Los policías por ejemplo no ingresaron a controlar un atraco… Y no solo desde los nostálgicos sesentas. Desde hace 200 años los comuneros hemos lanzado piedras. Los contradictores saben que allí se forja el compromiso revolucionario. Por eso inquieta tanto, especialmente a la bota militar. Saben que muchos ilustres miembros de la insurgencia lanzaron piedras y continuaron con fusiles.
Estamos para el debate respetuoso y la acción política, con Tropel y todo. Por ahora preferimos seguir haciendo y dejando que otros solo miren y digan. Lo nuestro es organizar. En la Universidad, en el barrio, en la fábrica, en la calle, en el campo, en las prisiones... Y que quede claro una vez más: organizar para la revolución en Colombia y la Patria Grande. Encapuchados, sin comillas. Como tiene que ser aquí.
Sea esta la oportunidad para recordar nuestros compañeros y compañeras caídas con dignidad en medio de la protesta. Para ellos y ellas ¡Ni un minuto de silencio, toda una vida de combate!
Partido Comunista Clandestino Colombiano
Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia
Ejército del Pueblo