Llamado del FDR a funcionarios y empleados del sector público

LLAMADO DEL FDR A FUNCIONARIOS Y EMPLEADOS DEL SECTOR PUBLICO

Ante los inminentes sucesos que están por desencadenarse en El Salvador, en los cuales todo un pueblo desplegará creadoramente las exactas fuerzas y capacidades para enterrar el actual sangriento sistema explotador que por tantos años lo ha oprimido y reprimido; ante los próximos momentos en los cuales el pueblo mostrará el sacrificio y combatividad que sean necesarios para alcanzar su liberación definitiva, el FDR hace las siguientes reflexiones y llamamientos al amplio e importante sector de trabajadores del sector estatal:

1. La crisis socio-económica y política del país es indetenible e insalvable. Aceleradamente corroe los precarios recursos productivos de la pequeña y mediana empresa (industrial, agrícola, comercial y de servicios); agudiza el desempleo en los sectores medios y populares produciendo la expulsión y marginación de enormes contingentes laborales de la actividad productiva; generaliza el caos y la incertidumbre en todos los sectores económicos, no obstante las inconsistentes medidas que pretenden “sanear” lo que está podrido hasta las raíces más profundas.

2. El Estado, en manos de la sanguinaria Junta militar demócrata cristiana, funciona únicamente para mantener inmovilizada a la enorme masa de asalariados que laboran en sus distintas dependencias, centralizadas y autónomas, y para contribuir en la represión general que las instancias militares realizan en contra del pueblo. La bancarrota del Estado, al igual que la de la economía global del país, no puede ser ocultada con reestructuraciones superficiales en la cúpula del poder que se realizan en base al oportunismo, la traición, la maniobra, la intriga palaciega y hasta el asesinato político.

Las reestructuraciones hasta hoy efectuadas demuestran que las fuerzas derechistas que controlan el Estado no sólo no quieren una verdadera solución a los problemas sino que no pueden realizarla.

3. La sociedad oligárquica en su conjunto expira irremediablemente ante el embate de un pueblo unido y férreamente organizado. Los sangrientos y represivos estertores del régimen, con los que trata de exterminar al pueblo, no podrán tan siquiera alargar su propia agonía. El pueblo ha construido larga y pacientemente una sólida alternativa en la que los sectores obreros, campesinos, capas medias, profesionales, etc., podrán realizar las reivindicaciones que por tanto tiempo han luchado. La alternativa popular cifrada en el gobierno democrático revolucionario es una realidad alcanzable que debe ser impulsada y apoyada por todos aquellos que el régimen oligárquico ha olvidado y dañado por muchos años. El aislamiento del régimen, histórico y natural, debe acelerarse hasta su completo desmoronamiento.

Por las razones anteriores, el FDR, en nombre del pueblo salvadoreño y de sus organizaciones más representativas, hace un firme llamamiento:

1. A los dirigentes de todos los organismos estatales, centralizados y autónomos (directores, subdirectores, jefes seccionales, etc.):

A que presenten la inmediata renuncia de sus cargos como un imperativo de honestidad y patriotismo en este momento en que la nobleza del pueblo les proporciona una última oportunidad para que se incorporen a sus luchas.

2. A todos los profesionales, técnicos, empleados y trabajadores en general vinculados con los organismos estatales (centralizados y autónomos):

A que sigan fielmente las orientaciones que el FDR exponga oportunamente y a que se incorporen a todas las acciones que el pueblo desarrollará dentro de muy pocos días para alcanzar la liberación definitiva.

El FDR, el pueblo salvadoreño y sus organizaciones políticas más representativas, respetará los derechos humanos de todos los salvadoreños honestos que no se hayan manchado con sangre del pueblo, participen o no en las acciones venideras. Pero también, el pueblo sabrá reconocer adecuada y justamente el sacrificio de quienes se incorporen de inmediato al proceso liberador frente a la actual Junta genocida.

San Salvador, 6 de enero de 1981.

Secretariado del Consejo Ejecutivo del FDR.