“A 22 años, nadie parece saber qué quisimos hacer en La Tablada”. Joaquín Ramos, ex preso político del MTP explica por qué el copamiento del regimiento en 1989 fue un error. Luego del artículo “La Tablada: más silencios que certezas”, publicado por Eduardo Anguita, el director de Miradas al Sur, llegaron varias réplicas y aportes. Aquí publicamos una extensa carta escrita por Joaquín Ramos, uno de los ex presos políticos por el copamiento del Regimiento III de La Tablada el 23 de enero de 1989. Ramos cumplió parte de su condena en Argentina y en España. Recibió el indulto cuando ya estaba en libertad.
“Hubo tres puntos de concentración. Dos quintas y un negocio en la zona de Morón en donde se juntaron los compañeros que iban a permanecer en las inmediaciones del cuartel. No sé si Gorriarán los juntó a todos en un lugar porque yo fui convocado el domingo a la noche, pero no parece muy lógico. Más bien creo que el Pelado fue a los tres lugares y habló con los compañeros por separado”.
“Los panfletos que intentaban confundir a las fuerzas represivas los fuimos lanzando por el camino los que íbamos a entrar en el regimiento”.
“La resistencia en el fondo del cuartel no fue intensa. No se pudo romper porque los militares se parapetaron bien y los encargados de tomar esa parte eran pocos. Los combates más duros se dieron en la guardia de prevención y en el edificio de la compañía Comandos y servicios, que daba a la calle. Al no tomar este edificio, se posibilitó que accedieran al cuartel refuerzos y se parapetaran ahí e iniciaran la retoma”.
“No había plan de retirada. Eso lo sabíamos todos los que participábamos. Cuando le pregunté al flaco Martín cómo nos íbamos a ir si algo salía mal, me dijo que nada podía salir mal. También me dijo que si a las 8.30 a.m. no habíamos tomado el cuartel, la acción habría fracasado. Curiosamente, no insistí en qué pasaría después de esa hora. Así que, difícilmente, alguno de los que participamos estuviera esperando una orden de retirada”.
“Me cuesta creer que alguno de los atacantes pensara que la acción estaba cantada, porque los militares estaban en calzoncillos cuando llegamos. Aunque sí nos sorprendió –a los compañeros que estaban junto a mí, al menos– la presencia de la policía de la provincia de Bs. As. rodeando el cuartel a los pocos minutos de iniciada la acción. Lo que he leído es que se debe a que, en ese momento, se daba el cambio de turno de una comisaría o academia que hay en las inmediaciones del cuartel”.
“El MTP sufrió una deserción muy grande de sus cuadros, un año antes de La Tablada, y creo que fue más bien una de esas divisiones endémicas de la izquierda que una cosa referente a la opción armada, que no fue mencionada ni por los que se fueron ni por los que nos quedamos. Tenía confianza y amistad con muchos de los que se fueron y ninguno me dijo que se iba porque el Pelado, tarde o temprano, volvería a la lucha armada. Ni en charlas de café ni en las asambleas previas a la división, nadie dijo nada ni parecido. Varios de los que se fueron dijeron eso ante los jueces, supongo que para exculparse, otros fueron más lejos y se portaron como delatores, pero no se ajusta a la verdad”.
“La acusación sobre Floreal Canalis no fue realizada unas horas después del asalto, sino varios años después, en un comunicado firmado por Gorriarán. Desconozco si la afirmación de que era servicio de la policía provincial es cierta o falsa. De todas formas, en el comunicado mismo se decía que, si bien Canalis era un infiltrado, su delación había tenido poca influencia en el desarrollo de los hechos porque tenía muy restringida la información y la participación en el MTP, lo cual sí era verdad”.
“Coincido con vos en que hoy no es justificable el silencio sobre La Tablada y creo, además, que la explicación que da Gorriarán en su libro es muy pobre. Decir, 16 años después (que fue la fecha en la que salió el libro), que pudimos habernos equivocado pero que nuestras intenciones eran buenas, parece una broma”.
“Cuando pude volver al país, después de los indultos de Duhalde, intenté que los que quedamos del MTP, los que habíamos estado presos y los que habían seguido militando en la calle, nos juntáramos para sacar alguna conclusión sobre lo actuado. Pensaba, y pienso, que siendo tan pocos podíamos darle un cierre digno a esta experiencia política. No pasa lo mismo que con la militancia revolucionaria de los ’70, en la que participaron miles y, por lo tanto, resulta muy difícil hacer un cierre colectivo”.
“Mi propuesta era reunir a los que habíamos participado, a los que se sumaron después y poco más. Por otro lado, era en lo que habíamos quedado mientras estuvimos presos: ‘Cuando salga el último compañero será el momento de hacer crítica y autocrítica y, si sacamos la conclusión de que nos equivocamos, lo diremos”. No hubo forma. Nadie quería hacerlo y el primero en negarse fue Gorriarán. Él había dado la versión oficial de La Tablada y el tema estaba cerrado. Nada de cierre colectivo, nada de reflexión entre todos, nada de nada”.
“¿Por qué? A mí me parece bastante claro. La Tablada es un error. No hay otra forma de llamar a un hecho en el que perdimos más de 30 compañeros, el partido político que generó la acción desapareció y, 22 años después, nadie parece saber qué quisimos hacer. No se trata sólo un fracaso militar, sino de un error político en el que nos saltamos la regla básica de cualquier acción armada: que se explique sola. Si La Tablada fue un error, el máximo responsable (no niego mi parte de responsabilidad pero, definitivamente, no es la misma que tuvo Gorriarán) debería haber asumido sus responsabilidades”.
“Básicamente, me parece que no quiso revisar lo actuado para no tener que asumir su parte. En ese sentido, creo que no estuvo a la altura de una historia que terminó en un error pero que está plagada de actos heroicos, entrega y resistencia. Si una cosa reivindico de todo esto es a los que participamos convencidos de que lo hacíamos por un país más justo. No reniego de mi responsabilidad y rescato a mis compañeros como militantes populares y, por eso mismo, me parece que nuestra historia merecía y merece un final más digno”.
“En mi opinión, no hay secretos importantes que no se sepan de La Tablada. Más claro: no creo que La Tablada se haya debido a un problema de infiltración, carne podrida, engaños, etc. No creo que haya una gran conspiración de fuerzas oscuras detrás de los hechos que nos tuvieron como protagonistas. En mi opinión, que La Tablada siga siendo un misterio obedece, básicamente, a tres razones:”
“–La primera: una concepción política que ya estaba obsoleta en el ’89, esto es bastante claro. Son los residuos deformados de la concepción de los ’70. La creencia de que un grupo armado puede generar un cambio importante sin contar con las masas. Veíamos la debilidad del gobierno de Alfonsín, veíamos el fortalecimiento de los carapintadas, veíamos que había mucho descontento popular con el gobierno y un fuerte rechazo ante los milicos, veíamos la crisis del campo socialista (aunque nunca lo que terminó siendo) y pensamos que podíamos ser la chispa que encendiera la pradera. Que una acción triunfadora sería el catalizador de una insurrección popular que cambiaría la correlación de fuerzas y el rumbo del país. Todo eso sin tener, en mi opinión, la inserción necesaria”.
“–La segunda: que no funcionábamos como un partido con sus órganos de control. Esto era así porque Gorriarán dirigía el MTP más allá de lo que dijeran los organismos del movimiento. En mi caso, aceptaba este estado de cosas (donde los organismos del movimiento se veían, más bien, como un obstáculo) con entusiasmo, porque confiaba ciegamente en Gorriarán y en su dirección. Para mí, él era una garantía, lo mismo que para muchos compañeros que participaron en el asalto al cuartel. Recuerdo que tuvimos una reunión con el Pelado antes del alzamiento carapintada de diciembre del ’88 en el que comentamos la situación política sin mencionar la posibilidad de algo como La Tablada, pero sí la de resistir de forma armada un intento de golpe, y le dije a un compañero como chiste: "Esperemos que no se equivoque porque si no, estamos hasta las bolas"”.
“–La tercera: que nos habíamos saltado ciertas líneas morales que una organización revolucionaria no puede cruzar. Esto es, un mal que ha aquejado a cierta parte de la izquierda mundial. En el frenesí de la acción es difícil ver esa línea que nunca se debe atravesar y que, sin embargo, se deja atrás muy fácilmente”.
“En cuanto a nosotros, la línea que pasamos fue basar la acción sobre una mentira. Creo que el análisis de la situación del momento podía ser correcto, pero que actuamos en base a una concepción militar y no política. Creíamos, en ese momento, que el golpe se estaba preparando dada la debilidad del gobierno de Alfonsín y las componendas entre Seineldín y el entonces candidato Menem. Creíamos, y hoy no estoy tan seguro, que los carapintadas habían pasado a ser una opción válida para los grupos económicos. La idea era que planeaban un golpe de Estado, por lo menos encubierto, que derrocaría a Alfonsín, pondría a Víctor Martínez en la presidencia y que él garantizaría la impunidad de todo lo actuado por la dictadura militar. Creíamos, y definitivamente ya no lo creo, que el poder estaba al alcance de la mano. Que Alfonsín no se sostenía, que Menem no había llegado, que los milicos estaban divididos y que nosotros podíamos realizar una acción que inclinara la balanza para el lado del pueblo”.
“Con el convencimiento del golpe en marcha, se habló de resistir, de encabezar la resistencia en la calle. Unos días antes de La Tablada se planteó, a modo de debate, que si esperábamos a que los milicos salieran con los tanques, la posibilidad de detenerlos era escasa y que si no era mejor que actuáramos nosotros previamente. Esto se habrá discutido una semana antes, pero como una idea, no como algo inminente. Más bien parecía un debate teórico: ¿Qué será mejor? ¿Esperar? ¿Adelantarnos?”.
“Se optó, como es público y notorio, por adelantarnos. De hecho, creo que cuando se nos planteó como algo teórico, ya estaba decidido. Digamos que, en ese nivel de decisiones, yo no participaba, pero en ese momento me pareció algo aceptable”.
“Sabíamos, como sabía todo el mundo, que La Tablada era un cuartel carapintada y que era el más importante del Gran Buenos Aires. Si el golpe salía de algún lado, sería de ahí. Así que, al adelantarnos, lo tomaríamos, lo neutralizaríamos y después habría una especie de insurrección que cambiaría el rumbo del gobierno de Alfonsín o formaría un hipotético gobierno de unidad nacional”.
“Hay que decir que en esos días eran muchos los políticos que hablaban de la posibilidad de un golpe de Estado. El mismo Alfonsín, en un reportaje, dijo que los sublevados no triunfarían; Duhalde dijo algo parecido. Podemos decir que el tema del golpe era más que un rumor en ese momento”.
“Se decidió, entonces, priorizar el criterio militar: adelantarnos a los milicos y justificar nuestro accionar diciendo que en ese momento y lugar se estaba dando el golpe. Entonces apareció la mentira y allí atrás quedo la línea moral que no deberíamos haber cruzado nunca. El golpe era algo real, solamente acomodábamos un poco las cosas para tener más opciones de triunfo. Si salía bien, no sería más que un detalle… Si salía mal, nos arriesgábamos a que nadie entendiera qué estaba pasando”.
“Más allá del plan, más allá del error (que tire la primera piedra el que no se equivocó nunca, aunque es cierto que hay equivocaciones más graves que otras) yo creo que la tragedia es ésa y haber continuado muchos años dando una visión errónea de lo que pasó. Por eso es muy difícil de justificar o de entender políticamente La Tablada y ha quedado como un misterio para la mayoría de la población”.
“Una aclaración: no pienso que Gorriarán perteneciera a los servicios ni creo que haya sido un hijo de puta que nos llevó de una oreja. Creo que fue un revolucionario, con una concepción que se había quedado obsoleta y que tuvo éxitos y fracasos a lo largo de su vida. Estoy convencido de que no estuvo a la altura para asumir su responsabilidad en este episodio y que, en este caso, se equivocó mucho, nos equivocamos mucho”.
“Una aclaración más que, parafraseando a Roque Dalton, no sería necesaria casi en ningún lado pero que en Argentina… Nuestros errores no justifican ni legitiman las horribles violaciones a los Derechos Humanos que cometió el Ejército en la recuperación del cuartel”.
“Nadie ha sido condenado por las desapariciones ni por los fusilamientos ni por las torturas de compañeros. En este caso, pese al esfuerzo de tantos abogados que luchan por mantener las causas abiertas, todavía impera la impunidad. En la Tablada se cometieron todos los delitos de lesa humanidad que se cometieron durante la dictadura, salvo el robo de niños, y eso no debería ser olvidado”.
“Tampoco nuestro error justifica o legitima el juicio parcial e injusto al que fuimos sometidos los detenidos y que fue un intento de legitimar la represión ejercida en la retoma del cuartel”.
“No me extiendo más en este tema, porque no es lo central de la carta pero es algo que, creo, no se puede omitir cuando se habla de La Tablada”.