En reciente alocución el presidente Santos, como buen alumno del ex presidente Uribe, repitió textual una manida frase de su maestro solicitando a las fuerzas armadas resultados en la guerra: La insurgencia renuncia a sus propósitos, se desmoviliza o se muere.
Es el mismo discurso, desde los primeros años de la década de los años sesentas, pero ese objetivo no se ha cumplido por los gobiernos de turno. ¿Qué de ganancioso tiene la guerra para ellos? No hay duda que mucho.
Colombia, con un Estado que ocupa el deshonroso segundo lugar de los más corruptos del planeta, ha hecho de la guerra el más lucrativo negocio y lejos de abandonarlo, lo acrecienta. En ese contexto de guerra, la oligarquía narcotizó el país y fusionó la guerra con el narcotráfico en una mezcla ilegal y siniestra que ha bañado en sangre el territorio nacional en más de 60 años. Para la oligarquía, la paz se reduce a la desmovilización de las guerrillas y la eliminación de la oposición política y social, por eso su propuesta es la paz de los sepulcros.
Esta guerra criminal contra los humildes, es agenciada desde el Pentágono de EE.UU, porque entre los imperialistas y la clase política colombiana se defienden similares intereses, que pueden resumirse en el robo constante de las riquezas de la nación y el control de una zona geoestratégica como puerta de entrada de Centroamérica a Suramérica y con ello punto clave en el control militar del continente
El presidente Santos, hijo destacado de esa oligarquía siniestra y guerrerista, sabe que no logrará derrotar la insurgencia, pero está seguro de seguir multiplicando para sí y su clase, jugosos negocios. Por ello, pese a todos los horrores de la guerra, ésta seguirá desarrollándose en contra de una perspectiva de paz, que de manera reiterada se ha planteado por parte de la insurgencia, así como por diversos sectores y organizaciones sociales y políticas y por parte de varios gobiernos y movimientos de la Comunidad internacional.
La Paz es un derecho auténtico e irreductible de los pueblos, consagrado incluso en la constitución colombiana.
Todas las mujeres y hombres de nuestra patria, deben convertirla en clara bandera de lucha y haciéndola parte vital de su razón de luchar y vivir, precisando qué es una paz auténtica y de claras perspectivas de futuro.
La paz que ha pretendido imponer la oligarquía colombiana es la paz de los sepulcros, es la pacificación a sangre y fuego contra todas las expresiones auténticas de oposición, sea esta armada o legal y para afirmarlo solo baste mostrar las cifras de asesinatos, desapariciones, exiliados, desplazados y presos políticos y de conciencia.
El ELN está seguro de coincidir con todos los revolucionarios demócratas y patriotas, que un verdadero proceso de paz en Colombia, pasa por examinar y resolver las causas que originaron el alzamiento en armas, por dilucidar quienes declararon la guerra y para que se resuelvan las profundas desigualdades económicas, sociales y políticas que vive el país.
Como ya lo hemos dicho, cualquier otra pretensión de paz, no solo será un fracaso sino un tremendo engaño y frustración para las mayorías.
La guerra en que se empeña la clase política colombiana y los sucesivos gobiernos de EE.UU, es una sin salida para la población colombiana.
El ELN reitera su plena disposición a buscar una salida política al conflicto donde se requiere un diálogo sin condiciones, entre las partes contendientes.
Para este propósito es urgente el aporte de las organizaciones políticas y sociales del país y el concurso efectivo de la Comunidad Internacional.