Nuevas elecciones se vienen en el país. Por sobre las innumerables estadísticas de consultoras, los calurosos debates televisivos y los cruces polémicos, el descrédito recorre del primer al último anuncio. Millones de compatriotas saben que habrá un ganador pero que mucho no se podrá esperar. Es que los trabajadores, tanto ocupados como desocupados, estamos cansados de discursos y promesas que nunca se cumplen, salvo la “devolución” de migajas en comparación con lo que se llevan de nuestra tierra los monopolios extranjeros y sus siervos locales.
¿Por qué el descrédito recorre cada calle del país?
Porque nada esperan de esta elección los millones de trabajadores en condición de desocupados o aquellos que perciben miserables subsidios sociales, los millones de trabajadores en negro o los sometidos a diferentes formas de precarización laboral.
Porque nada esperan los millones de obreros de las grandes, medianas y pequeñas fábricas que son explotados y que ven que lo que se produce, en su mayoría, va a parar a las cuentas de las multinacionales (en su mayoría extranjeras), o los jubilados que sufren innumerables necesidades a pesar de haber trabajado honestamente toda una vida para el país y sus familias.
Porque nada esperan las familias que sufren situación de calle, los que deben pagar alquileres exorbitantes para tener un techo para ellos y los suyos, o los millones de compatriotas que no pueden garantizar un calzado, ropa en condiciones, un buen pasar para sus hijos porque no alcanza el sustento diario.
Porque nada esperan los pobres y marginados a los que los políticos de turno les piden su voto a cambio de un favor, buscando comprar su conciencia y dignidad por unas pocas monedas.
Porque nada esperan los que pagan servicios básicos por sumas altísimas (luz, gas, agua, transporte, etc.), que no sólo están en manos extranjeras, sino que esos recursos no están para satisfacer las necesidades populares y patrias, sino para hacer negocios de unos pocos, acrecentados a su vez por grandes subsidios.
Nada esperan de estos títeres que arman sus listas y campañas con millones que salen de la caja de las multinacionales. En octubre, como bien sabemos, se cumplirá una vez más el dicho popular: “Al mejor títere, la mejor y más cara campaña electoral”. En la pasarela ya comienzan a desfilar el Frente para la Victoria, el Peronismo Federal, los radicales y “ex” radicales, los “socialistas”, el PRO e innumerables fuerzas y personajes nefastos largamente conocidos por nuestro pueblo.
Sin embargo, en estas elecciones no debemos mirar para otro lado, e intervenir activamente. El pueblo argentino vuelve a ser víctima de una nueva farsa electoral, y creemos, como parte de nuestro juramento revolucionario, que no es hora de “bondadosas promesas” o reformismo electoral (sea por la intervención con el voto o por el no voto), sino de valerosas acciones. Esto implica derribar, con las fuerzas del pueblo y la acción revolucionaria, la muralla que están construyendo los monopolios y sus políticos para distraer y desviar el descontento de la inmensa mayoría de compatriotas, y levantarnos en la búsqueda de nuevos rumbos justicieros frente a los enemigos del pueblo.