Este 26 de marzo se cumplen tres años de la ausencia física de Manuel Marulanda Vélez, este insigne conductor de hombres y forjador de conciencias revolucionarias. Volcán de rebeldía, fuego y palabra. Espartaco de la esclavitud asalariada y genio de la insurgencia armada, para quien nunca la muerte será cierta y la inmortalidad será su lecho seguro, por haber dedicado por completo su vida a la lucha por la liberación y el bienestar de su pueblo. Decía Bolívar, que aquél que asegura su honor dedicando su vida al servicio de la humanidad, a la defensa de la justicia y al exterminio de la tiranía, adquiere una vida de inmortalidad al dejar el marco de materia que el hombre recibe de la naturaleza; y que una muerte gloriosa triunfa sobre el tiempo y prolonga la sublime existencia hasta la más remota posteridad.
Manuel Marulanda Vélez a los 18 años de edad fue envuelto en la vorágine de la violencia institucional y antipopular desatada contra el pueblo a raíz del asesinato del caudillo popular Jorge Eliécer Gaitán, impune hasta hoy, magnicidio este preparado en las profundas entrañas del bipartidismo liberal-conservador, cuyos líderes en estrecho y criminal maridaje con la CIA optaron por silenciar a plomo limpio esta insobornable voz defensora de los intereses populares, cortando de esta manera las alas de la esperanza y truncando los sueños libertarios y justicieros del pueblo colombiano.
Es a partir de la muerte de Gaitán el 9 de abril de 1948, en Bogotá, cuando una ola de sangre, saqueo y despojo, propiciado de las “alturas del poder” y ejecutadas por las fuerzas estatales y paramilitares, llamados estos últimos “Pájaros”, llega hasta a los lugares más recónditos de nuestra geografía nacional, como un incontenible huracán humano, dejando a su paso solamente muerte y desolación como un monstruo de naturaleza mitológica, que entre sus víctimas no hacía distingos ni de edad ni de sexo, porque únicamente le interesaba la sangre: cogen niños en plena lactancia, con su sonrisa de inocencia y su estatura de futuro y los lanzan hacia arriba para apararlos en las puntas de sus afilados puñales, y para que la sevicia no quedara sedienta, los descuartizan, y todo esto lo hacían los representantes de la Ley y en nombre de la Ley. Ancianos encorvados más por el trabajo honrado y la pobreza, que por los años, eran muertos sin razón y sin piedad. Familias enteras de indefensos labriegos eran borrados de la vida sin el menor reparo, mientras sus tierras eran robadas con el mayor descaro por los protegidos del poder y agentes públicos, usufructuarios directos de la violencia y de la guerra contra el pueblo, lo mismo que hoy día ha hecho la misma casta gobernante a través de testaferros y paramilitares. ¡La tragedia se ha repetido! Los tiempos son distintos, pero sus protagonistas siguen siendo los mismos.
En el seno del pueblo el desconcierto es grande, solamente reina la confusión, acompañada del pánico y la impotencia, cuando la unión, que es la única que da la fuerza, es huérfana de organización. Si huyes te alcanzan y te matan, sino lo haces, te matan más rápido. Si intentas defenderte, eres presa fácil de las balas y bandas criminales organizadas y dirigidas por el Estado. Entonces, ¿qué hacer? Es precisamente aquí cuando Marulanda armado con todo el dolor de los caídos y con la fuerza volcánica de los débiles, decide, con un puñado de 47 humildes campesinos marquetalianos, lo mismo que él, enfrentarse al Estado y a sus hordas de irredomables criminales, porque cuando se tiene condensado en sí mismo la dignidad de todo un pueblo, el verdugo y sus abominables crímenes lejos de causar pánico, generan una necesidad de castigar y vengar muy superior al sentimiento que produce la posibilidad real de perder la vida.
Aquí comienza la epopeya de este hombre hecho de la firmeza metálica de su pueblo, “nacido para golpear las puertas, para empuñar los golpes, para encender las últimas y arrinconadas sombras en donde se alimenta el araña venenosa”. Las osadas acciones militares del intrépido “Tiro Fijo” y sus marquetalianos se difundieron por toda Colombia y sus ecos fueron más allá de las fronteras patrias, al igual que el contenido de la caja de Pandora cuando fue abierta por Epimeteo. Marulanda encarna todas las cualidades eminentes que caracterizan al hombre grande: valor para arrostrar el peligro, inteligencia y sagacidad para vencer, amor desmesurado a su pueblo y un odio ilimitado a sus verdugos.
Se convirtió en leyenda, mito y realidad. Para los de arriba el legendario guerrero fue una pesadilla, y su muerte, una obsesión. Lo mataron más de mil veces, y después de cada muerte, aparecía más vigoroso y lozano con su sonrisa de eterna primavera. Para los de abajo, él era Juan, Pedro, Antonio, José,… era levadura de pueblo fundido, fusión de machete, hacha, semilla, azadón, trigo, hoz y martillo. Sin haber estudiado, la vida lo volvió sabio, y la observancia y estudio de los fenómenos naturales y sociales lo volvieron dialéctico. Nunca los hechos lo cogieron por sorpresa: los avizoraba desde lejos, intuía sus desenlaces y adivinaba sus consecuencias.
En el marxismo-leninismo encontró la fuerza espiritual que le hacía falta, y gracias a el, comenzó a crecer como gigante, hacia afuera y hacia adentro. Armado con la ideología proletaria se elevó transformando y humanizando las circunstancias para que el hombre fuera más humano en su contenido y en su accionar.
Nunca se dejó imponer conceptos ni valores ajenos a los intereses de su propia clase, ni permitió que lo pusieran en contradicción con las leyes naturales, apuntaladas siempre en la lógica. Por ello, una vez un funcionario público le dijo: ¡Comandante! Humanicemos esta guerra. Le respondió: “La guerra como guerra no se puede humanizar. La única forma de humanizarla es terminándola. De lo contario, a mí no me cabe en la cabeza cómo se puede humanizar la guerra. Le explico, continuó Marulanda: “Si yo voy con 50 guerrilleros y viene un Capitán con 70 soldados. Chocamos: plomo va, plomo viene, morteros van, morteros vienen. Resultado: 10 militares muertos y un poco de heridos; 8 guerrilleros muertos y tantos heridos. ¿Dónde está la humanización? La humanización no se puede hacer con muertos. De tal manera, que para humanizar la guerra hay es que terminarla, lo demás es pura carreta que se han inventado para continuarla”.
Una vez un funcionario estúpido, que no son pocos, pero que tenía un importante cargo en la administración del Estado le dijo: “Comandante Marulanda, como usted es campesino, yo pienso que usted está luchando es por conseguirse una finquita. Esa se la podemos dar. A lo que Marulanda le respondió: “Si, yo estoy luchando es por una finquita que se llama Colombia”.
Cuando se cayó el Bloque Socialista de la Unión Soviética nuestros enemigos de clase comenzaron a decir, que ahora sí las FARC habían quedado sin bandera para seguir luchando. Marulanda respondió: “Cuando existía la Unión Soviética aquí en Colombia reinaba todo tipo de desigualdades e injusticias: desempleo, hambre, terrorismo de Estado, falta de educación, de techo, de tierra, etc. Hoy se cayó la Unión Soviética, pero aquí en Colombia todo sigue al igual que antes, entonces la lucha nuestra seguirá lo mismo que antes, porque las causas siguen siendo las mismas.”
Marulanda decía: “En unas conversaciones de paz la entrega de las armas deberá ser lo último y no lo primero, porque la única garantía de que los acuerdos pactados se cumplan, son las armas. Si usted entrega las armas de primero, le dan una patada por el fondillo, y hasta ahí llegó todo”.
Tenía un sexto sentido para percibir el peligro antes de que éste hiciera su aparición. Un día en la cordillera a las 07:30 de la mañana se quedó mirando fijamente por unos segundos el cielo despejado que auguraba un día soleado y dijo: “Hoy es un día de bombardeo”. A las 08:15 dos aviones Kafir rompieron el silencio y la calma con sus inmensas bombas, seguidos por los OV-10, los Mirage, los Tucanos y el Arpía. Tres horas de intenso bombardeo; por fortuna la mayoría de las bombas de 500 kilogramos cada una, eran de las “recomendadas para la Defensa de los Derechos Humanos”. Cuando con el Mono (Cdte Jorge Briceño) fuimos donde él, al campamento, él no se encontraba. Un guía nos condujo hacia donde él estaba. Allí lo encontramos en su nueva caleta, y nos recibió con agua de panela caliente y pan de queso. Nos preguntó las novedades. Estaba feliz y sonreía satisfecho, como cuando el adulto descubre con antelación la travesura que piensa hacerle un chiquillo.
Todos los defensores y beneficiarios del Establecimiento que en distintas ocasiones se arrimaron hasta donde él , a mostrarle las benevolencias del Sistema, que se diera cuenta que él prácticamente no había tenido juventud, que solamente había conocido el monte, que él y su familia se merecían una mejor vida, y mirara todas las penalidades que le había tocado vivir, y las que aún le faltaban, sino pactaba un acuerdo con el gobierno central, Marulanda les respondía lo mismo que Prometeo encadenado le respondió al insolente Hermes, el mensajero de los dioses: “Ten por cierto que no trocaría yo mi desdicha por tu servil oficio; que juzgo por mejor servir a esta roca que no ser dócil mensajero de Zeus tu padre…”.
Marulanda fue previsión, disciplina, fraternidad, convicción, conciencia, educación, dirección colectiva y revolución. Estaba revestido con un impenetrable blindaje ideológico, en cuya piel chocaban sin dejar huellas todos los intentos infructuosos que históricamente han hecho desde todos los ángulos, no solo los representantes y defensores de este Sistema injusto y oprobioso, como los Fukiyamas, sino, los más dañinos, que son aquellos que un día fueron de izquierda y hoy son vergonzosos arrendatarios ideológicos de la burguesía, caracterizados por ser furibundos ultra-derechistas y maquilladores de este Sistema decrépito, corazón, de una sociedad sin corazón.
Este 26 de Marzo declarado “DÍA UNIVERSAL DEL DERECHO DE LOS PUEBLOS A LA REBELIÓN” en honor a este legendario y revolucionario guerrillero Manuel Marulanda Vélez, es necesario hacer un alto en el camino y reflexionar sobre los juicios emitidos por nuestro Libertador Simón Bolívar sobre la legitimidad de los pueblos al levantarse contra las tiranías, como un derecho inalienable de los mismos, personificado en Marulanda.
Decía Bolívar:
“El hombre social puede conspirar contra toda ley positiva que tenga encorvada su cerviz, escudándose con la ley natural…”
“A fin de no embrollar la gramática de la razón, debe darse el nombre de insurrección a toda conjuración que tenga por objeto mejorar al hombre, la patria y el universo. La insurrección se anuncia con el espíritu de paz, se resiste contra el despotismo porque éste destruye la paz, no toma las armas sino para obligar a sus enemigos a la paz…”
“…Muchos legisladores acostumbrados a poner la ley en contradicción con la naturaleza pretenden obligar a los pueblos a divorciarse de su inteligencia para no verse forzados al sublime atentado de derribar el poder tiránico. Cuando un código político no puede sostener la mirada de la razón, el poder que lo protege es un insulto hecho a la naturaleza humana, y si se corre el riesgo en derribarlo, a lo menos no es un crimen hacerlo. Sin duda es algo severa esta teoría, pero aun cuando sean alarmantes las consecuencias de la resistencia al poder, no es menos cierto que existe en la naturaleza del hombre social un derecho inalienable que legitima la insurrección… Es, pues la insurrección por su naturaleza un acto legítimo: ella anuncia que si hay en un Estado, un poder esencialmente perverso, el hombre-ciudadano sabrá buscar los medios de derribarlo”.
Hoy cuando el sistema capitalista es víctima de una crisis sistémica (financiera, energética, ambiental, alimentaria, cultural, moral y del complejo militar) y se mueve al igual que un maltrecho barco en alta mar, incapaz de resistir ya los besos de los vientos huracanados, y cuyas súbitas y prolongadas inclinaciones le hace pensar a la tripulación que éstas son las últimas, por haber perdido ya el centro de gravedad, el Imperio gringo vuelve al lenguaje abierto de los cañones y el chantaje, donde la IV Flota se pasea delirante por los mares en actitud amenazante y con sus tentáculos de muerte y rapiña listos para golpear y expoliar en cualquier parte del mundo donde lo consideren.
Cuando el Capitalismo ha dejado de ser una opción de vida y tiene a la especie humana y demás seres vivos sobre la Tierra a las puertas de su propia desaparición; hoy, cuando luchar por el Socialismo como sistema no es ya una opción, sino una apremiante necesidad, donde el dilema es Socialismo o desaparición, es necesario que los pueblos se levanten al unísono con la antorcha de la libertad en una mano y el fusil de Marulanda en la otra, haciendo uso legítimo de su derecho universal a la rebelión, para romper cadenas y construir mundos nuevos como lo soñó este histórico líder, sobre las ruinas insepultas de un gran imperio, que llegó a su ocaso, producto de las mismas contradicciones que un día le dieron esplendor y grandeza.
Decimos con Martí: “Es la hora de los hornos y no ha de verse más que la luz”. El capitalismo agoniza pero aún es fuerte y perverso, y por ello, el fin de la civilización burguesa no está al alcance de la mano. Ella será prolongada, pero su resistencia ya no depende de su agotada capacidad moral y ni de su senectud, sino de la lucha convergente, múltiple y generalizada del mundo de los excluidos, donde el valor y la habilidad decía Bolívar, suplen con ventaja al número. ! Infelices los hombres si estas virtudes morales no equilibrasen y aun superasen las físicas! El amo del reino más poblado sería bien pronto señor de toda la tierra. Por fortuna se ha visto con frecuencia un puñado de hombres libres vencer a imperios poderosos”. “Todos los pueblos del mundo que han lidiado por la Libertad han exterminado al fin a sus tiranos”.
La única divisa válida para los pueblos oprimidos por el enemigo común de la humanidad, el Imperialismo yanqui, es: lucha y unidad. No hay otra forma para conseguir la Libertad y construir el Socialismo como la sociedad más justa, donde por fin “el hombre deje de ser lobo del hombre”.
Decía Rosa Luxemburgo: “El Socialismo no caerá del cielo, solo se lo ganará en una larga cadena de poderosas luchas; de ellas depende el futuro de la cultura y la humanidad”.
¡VIVA MANUEL MARULALNDA VÉLEZ Y SU INMORTAL EJEMPLO DE LUCHA Y LIBERTAD.
¡VIVA EL 26 DE MARZO, DÍA UNIVERSAL DEL DERECHO DE LOS PUEBLOS A LA REBELIÓN.