"...El pueblo y más las futuras generaciones, no podrán vivir esclavos y será entonces cuando de nueva cuenta nos pondremos en
marcha, y aunque estemos lejos los unos de los otros no nos perderemos de vista y llegando el momento nos volveremos a reunir.
Guarden sus fusiles, cada cual donde lo pueda volver a tomar..."
(Rubén Jaramillo, 1918)
Al pueblo de Morelos.
Al pueblo de México.
A los pueblos del mundo.
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Este 10 de abril se cumplen 86 años del asesinato de Emiliano Zapata. De este hombre y de este hecho queremos decir varias cosas. Del hombre, seguir evocando su coherencia entre sus ideales y su práctica. Coherencia que le llevó a participar en la lucha por resolver los problemas agrarios en su comunidad de origen primero y en su región posteriormente. Coherencia que le impulsó a respaldar el Plan de San Luís primero y a promulgar el Plan de Ayala después; encabezar el Ejército Libertador del Sur; exigir al poder constituido el cumplimiento de los compromisos contraídos como parte de la Revolución en curso; resistir y combatir frente al ejército golpista; participar en los esfuerzos de unidad de las distintas fuerzas revolucionarias y mantenerse como luchador agrarista vehemente y guerrillero por la justicia y el bienestar del pueblo hasta el momento de caer abatido por balas traicioneras, institucionales y disparadas desde la revolución traicionada de 1917.
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Así pues, ha sido práctica recurrente en suelo mexicano el asesinato de aquellas personas que se comprometen de palabra y obra con los intereses del pueblo pobre, explotado, oprimido y excluido.
Así lo testimonian las muertes de Miguel Hidalgo, Ignacio Allende, Juan Aldama, José Mariano Jiménez, José María Morelos y Pavón, Mariano Matamoros, Vicente Guerrero, Francisco Villa, Felipe Carrillo Puerto, Genaro Vázquez y Lucio Cabañas, entre tantos otros.
Y el asesinato no se practica solamente contra los hombres y mujeres que han tomado las armas para luchar por sus ideales. No, también se hace extensivo a cada uno de aquellos que desde posiciones civiles y con posturas pacíficas intentan contribuir para que ese mismo pueblo nos demos condiciones de libertad, justicia y verdadera democracia.
Podría citarse una larga lista de compañeros asesinados en esas circunstancias, pero sólo queremos mencionar los casos recientes, indignantes y conocidos, de Digna Ochoa y Plácido y de Pável González González.
Este hecho testimonia que el poder dominante utiliza la violencia como instrumento cotidiano para mantenerse como absoluto porque carece de legitimidad aunque se ampare en la legalidad.
Pero además del asesinato a mansalva contra los opositores, el poder legalmente constituido y hoy dominante en México recurre al uso faccioso de las leyes, y con ello de las cárceles, para castigar la libertad de expresión (como en el caso de los altermundistas encarcelados en el estado de Jalisco) y para secuestrar a los luchadores sociales que no ha podido asesinar (como en el caso de los indígenas presos en el estado de Oaxaca y muchos otros).
De continuar las cosas como van, incluso personas que participan del poder gobernante podrían tener como destino la muerte (como en el caso de Luís Donaldo Colosio) o la cárcel (como hace suponer el caso de Andrés Manuel López Obrador) por desairar la ortodoxia del modelo neoliberal fascista. Al menos, así lo hace ver la consumación de la canallada orquestada en su contra, el pasado 7 de abril.
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De manera cínica y facciosa, la mafia neoliberal que sojuzga a la nación, decidió asestar un golpe de estado al proceso democrático que el pueblo mexicano ha venido construyendo con esfuerzo, sacrificio y dignidad, en más de cuatro décadas de lucha.
De manera baja y ruin, los señores del poder y del dinero pretenden conservar para sí la presidencia de la república y el control del congreso, aunque tengan que aplastar, reprimir o asesinar a cualquiera que se oponga a sus proyectos.
De manera servil y cobarde, las cúpulas del PRI, del PAN y del Verde Ecologista intentan mantener el rapaz modelo de acumulación capitalista y el proyecto privatizador que empobreció al pueblo de México y tornó multimillonarios a unos cuantos oligarcas nacionales y extranjeros, aunque ello signifique seguir condenando al pueblo a una cada vez mayor explotación, pobreza y opresión.
De manera sucia y dolosa, quienes se sienten los amos y señores de México pretenden despojar al pueblo de su legítimo y constitucional derecho a elegir sus propios gobernantes y modificar su forma de gobierno, aunque tengan que recurrir a la mentira y a la fuerza para imponer su voluntad.
De manera torpe y estúpida, quienes mal gobiernan al país y se han beneficiado del régimen de privilegios y desigualdades que han impuesto, pretenden mantener uncida a la nación a las necesidades de la globalización neoliberal imperialista, aunque sigan arruinando la economía nacional y entregando nuestra soberanía en manos del capital extranjero.
Para los de abajo, los jodidos, las víctimas de la globalización neoliberal, este es el significado profundo del ignominioso desafuero de Andrés Manuel López Obrador perpetrado por los representantes priístas y panistas de la oligarquía neoliberal; desafuero largamente maquinado por la mafia gobernante capitaneada por Vicente Fox, Santiago Creel, Mariano Azuela, Rafael Macedo, Diego Fernández, Roberto Madrazo, Manlio Beltrones, Emilio Chuayfet y otros títeres y titiriteros, cuya miserable condición humana -a la que los ha reducido el poder y el dinero- quedó puesta al descubierto ante el pueblo de México y los ojos del mundo.
Asistimos pues, a uno de los acontecimientos más relevantes de la historia reciente de nuestro país; acontecimiento que exige a todos los mexicanos la más profunda reflexión y la más clara definición política.
Los ciudadanos en armas organizados en el Comando Jaramillista Morelense 23 de Mayo repudiamos enérgicamente el golpe de estado al proceso democrático de nuestro país, perpetrado por la oligarquía neoliberal y sus representantes priistas y panistas en el bloque gobernante. Lo repudiamos, porque dicho proceso democrático, aunque limitado, es el resultado de la lucha que millones de mexicanos hemos desarrollado, al menos, en la últimas cuatro décadas, por el rescate y la transformación social profunda de nuestro país. Porque es el resultado del sacrificio de cientos de revolucionarios y luchadores sociales que perdieron la vida y la libertad en aras de una patria libre, digna y justa para todos. Porque es el resultado del esfuerzo sostenido desde la clandestinidad y desde la legalidad por las izquierdas liberales, democráticas, progresistas, revolucionarias, socialistas, etc., que han conformado el espectro político del movimiento social por la liberación popular y nacional, y por el establecimiento de una sociedad verdaderamente humanizada. Y porque dicho proceso democrático constituye una condición política irrenunciable para que el pueblo de México logre recuperar su soberanía.
Nuestro Comando hace un llamado al pueblo de México y a sus organizaciones de izquierda no sólo a defender el proceso democrático, sino a acelerarlo, extenderlo y profundizarlo, es decir, hace un llamado a radicalizar la democracia como condición para derrotar la embestida de la oligarquía neoliberal y hacer posible la realización de un proyecto de nación verdaderamente alternativo al neoliberalismo y a la lógica mercantil capitalista.
Radicalizar la democracia implica que todos nos asumamos como el sujeto colectivo, capaz de actuar con autonomía y creatividad, libre de tutelajes; capaz también de pluralizar el mesianismo y concretar las utopías revolucionarias.
Radicalizar la democracia atraviesa, ciertamente, la regeneración de la vida pública en México, pero va más allá. Significa considerarla "no solamente como una estructura jurídica y un régimen político, sino como un sistema de vida fundado en el constante mejoramiento económico, social y cultural del pueblo", tal y como lo establece la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
Y, por tanto, agregamos nosotros, significa revertir el dominio de los intereses de las transnacionales, de los monopolios y de los oligarcas, para atender las necesidades materiales y culturales, así como los derechos políticos y sociales de ese sujeto que la misma Constitución Política reconoce como pueblo.
Hacemos un llamado a las izquierdas a construir con respeto, valor y dignidad espacios de articulación política y orgánica que nos permitan actuar coordinadamente, entendiendo la articulación como parte de un proceso de unidad popular. Que los Congresos, Convenciones y Diálogos consoliden el expresarse y el escuchar, pero que los trasciendan; que seamos capaces de alcanzar acuerdos, adquirir compromisos, construir instancias para la acción conjunta.
Asumimos como legítimo el uso de las distintas expresiones de la lucha social y política en la defensa del proceso democrático, pues sabemos que la oligarquía neoliberal conformada por la mafia que gobierna, por los señores del poder y del dinero, por las cúpulas priísta y panista, no reconocen ningún límite en el uso de la violencia y que no se tentarán el corazón para reprimir y asesinar masiva o selectivamente a las fuerzas que se le opongan, aún cuando éstas sólo recurran a la resistencia pacífica.
Reconocemos la importancia que tiene en estos momentos la resistencia civil pacífica, pero recordemos que Benito Juárez, Francisco I. Madero y Lázaro Cárdenas del Río, en su momento, respaldaron su razón con la fuerza de las armas. Por eso también señalamos la importancia de organizar desde ahora la autodefensa y recurrir a ella cuando las condiciones así lo requieran.
En consecuencia, la disyuntiva que se presenta hoy al pueblo de México es radicalizar el proceso democrático, o renunciar a él.
¡¡¡TIERRA Y LIBERTAD!!!
¡¡¡POR EL SOCIALISMO: VIVIR, LUCHAR, VENCER!!!
COMANDO JARAMILLISTA MORELENSE 23 DE MAYO
(CJM-23)
Campamento Revolucionario, estado de Morelos a 9 de abril de 2005