El 4 de julio de 1964, fue la fecha histórica de la primera marcha guerrillera del Ejército de Liberación Nacional de Colombia. Hoy, 47 años después siguen vigentes todas las motivaciones que originaron este enguerrilleramiento popular y hay muchas más razones, para levantar las banderas Rojas y Negras de nuestra causa libertaria.
Hoy se han agravado todas las causas que justifican el levantamiento armado: la explotación económica, la exclusión política, la pauperización social, la enajenación cultural, la represión militar y la dependencia externa.
Desde mediados de la Década de los años 70 del siglo pasado, Colombia ha sido sometida a una recolonización imperialista mediante la imposición del modelo del Neoliberalismo, acompañado de la doctrina de la Seguridad Nacional. Así, la desnacionalización, el terrorismo de Estado, el paramilitarismo, el narcotráfico, las masacres, el destierro y el despojo se volvieron política de Estado.
Bajo los dictámenes imperialistas, se fue aniquilando la industria manufacturera y estatal que sustentaba una economía nacional, dentro del modelo de sustitución de importaciones. Toda la economía ha pasado a depender del capital transnacional, con el perjuicio a los pequeños y medianos empresarios y privatizando las importantes empresas estatales. La economía ha sido dominada por el fenómeno de la Financiarización, donde prima el capital financiero y especulativo, al capital productivo.
Se acabó la autosuficiencia alimentaria, para darle paso a la apertura económica. Hoy se cultiva la mitad de la tierra que se utilizaba para la agricultura e importamos más de 10 millones de toneladas de alimentos que antes producíamos. Los grandes latifundios de los narco paramilitares, ocupan el doble de las tierras aptas para la agricultura, como tierras ociosas de la ganadería extensiva. Todo esto, acompañado del despojo de 8 millones de hectáreas y el destierro de más de cinco millones y medio de campesinos.
Del régimen político de exclusión del Frente Nacional, donde un solo partido político se alternaba los gobiernos, cambiando sólo el color del trapo, hoy hemos pasado a un régimen mafioso y fascista, que maneja la administración pública, se ha apoderado del gobierno y del Estado, eliminando el Estado Social de Derecho, la poca democracia y las libertades ciudadanas, para garantizar una nueva legislación al servicio del capital extranjero.
Se ha militarizado la sociedad, criminalizado la protesta y movilización social; las principales organizaciones sociales que se atreven a exigir sus derechos han sido debilitadas o aniquiladas, al igual que al movimiento político de oposición.
La mitad de la población colombiana está en la pobreza y el 15 por ciento en la indigencia. Tenemos 0,58 en el coeficiente Gini, que mide la desigualdad de ingtesos, uno de los más altos del continente y del mundo.
Colombia es el campeón mundial de violación de Derechos Humanos, de desterrados y desaparecidos, de sindicalistas y defensores de Derechos Humanos asesinados. De esa forma se ha impuesto la flexibilidad laboral, la precarización del trabajo, el destierro, el desarraigo y la expropiación más grande de la historia, para entregarle las tierras a los grandes megaproyectos transnacionales minero energéticos y de biodiversidad y a la agroindustria de exportación, principalmente agrocombustibles.
Los antivalores capitalistas han malformado a las nuevas generaciones en la competencia, el egoísmo, la corrupción, el crimen, el dinero fácil, que han sido exacerbados por la financiarización, el narcotráfico y la mafia, como los prototipos de vida que se deben imitar y se inyectan en el inconsciente colectivo a través de los grandes medios masivos de desinformación, con películas, telenovelas y toda la farándula.
El imperialismo yanqui convirtió a Colombia en una servil colonia y por eso es la mayor potencia militar de Latinoamérica, con el propósito de intervenir en los países vecinos que adelantan gobiernos democráticos populares. No sólo tenemos las 7 bases militares gringas del escándalo, sino cerca de 30 bases militares donde mandan los gringos, además ellos tienen facultad para utilizar los puertos, aeropuertos y todo el territorio patrio para mover las tropas extranjeras que se les antoje.
Hoy, Colombia es un país más desastroso, empobrecido, injusto, dependiente, envilecido e invivible, que hace 47 años.
Por eso, la rebelión, la insurgencia y la subversión de todo ese estado catastrófico, no sólo es una necesidad, sino una obligación. En medio del genocidio que se agudiza y como un natural instinto de supervivencia hoy, la lucha armada se hace más urgente que nunca. Además, nos asiste el derecho universal de los pueblos a rebelarse ante la tiranía.
El ELN, como parte de las guerrillas colombianas, somos una escuela de guerra popular, que ha sabido resistir todos los embates de la doctrina militar imperialista porque estamos profundamente enraizados en la consciencia y la vida del pueblo colombiano.
Hoy rendimos tributo a todos los héroes y mártires que con su sangre han fertilizado la senda libertaria de la patria y a todos los prisioneros y prisioneras de guerra y políticos que hoy padecen la humillación y el oprobio en las mazmorras del régimen.
Somos un patrimonio de lucha y dignidad de nuestro pueblo, somos esperanza liberadora, somos un ejemplo de vida plena con los humildes.
Nuestras armas, firmeza y decisión de combate, les pertenecen a nuestro pueblo, porque somos parte de sus luchas y nuestra razón de ser es defender los intereses populares.