En Nicaragua, Patria Libre, cuando está por cerrarse una primera histórica jornada de todo un año de Revolución, abrimos el Cuarto Congreso de Sociología que honra la memoria de nuestro hermano y héroe revolucionario Blas Real Espinales.
Blas Real es de esos hombres que supieron unir su pensamiento y su acción para ponerlos como engranaje de una causa justa. Y debemos reconocer en Blas Real al mismo tipo de hombres que como Leonel Rugama, o Mauricio Duarte, o Jorge Navarro, lucharon por sus convicciones hasta las últimas consecuencias.
Podríamos decir que estos intelectuales revolucionarios pertenecen a una época más madura de la historia de nuestros pueblos y dentro de ella son el paradigma de lo que un intelectual debe ser para ponerse a la altura de su tiempo. Las revoluciones van rompiendo con el pasado y agregándole a la historia una nueva calidad que exige de todos librar una verdadera lucha por la superación personal y por la integración concreta con el proceso revolucionario de nuestros pueblos.
Casi olvidada está aquella época en que los intelectuales deberían ser casi todos poetas, que era como decir soñadores, románticos, separados enteramente de la realidad. Una visión de intelectual que heredaron más tarde toda una generación de novelistas que si bien expresaron un avance de inteligencia en el descubrimiento de la realidad latinoamericana, en cierto modo presentaron sobre todo una visión mágica, una recreación de esa realidad todavía inescrutable.
Creemos que ha sido superada esa siguiente fase, en la que con más herramientas, con un mayor dominio de las ciencias sociales, se desarrolló con posterioridad a la época de esa visión narrativa, ensoñadora de nuestra realidad, una corriente que comienza a recuperar elementos fundamentales de nuestras formaciones económico-sociales y de los principales problemas de América Latina. Pero aún advertimos que el hombre se encontraba separado de la acción práctica, y por ello mismo es que al honrar la memoria de Blas Real, deberíamos pensar también en el profundo homenaje que para la intelectualidad y las ciencias sociales fue la vida y sobre todo la práctica de un hombre como Blas Real, porque de alguna manera tendríamos que decir que esta Revolución, que esta extraordinaria confirmación histórica, es también una obra de Blas y de los jóvenes intelectuales como Blas, y que su ejemplo entonces nos sirva de reclamo, de señal en el camino, de desafío, de consecuencia.
Es muy temprano todavía para examinar la Revolución Nicaragüense, su historia y las tareas del futuro, especialmente para aquellos que participamos en su desenvolvimiento. Quisiéramos de todas maneras transmitirles a ustedes algunas experiencias que deberían ser especialmente recogidas más para la acción que para el mero análisis:
LOS FACTORES OBJETIVOS
Nuestra Revolución es el producto de una serie de factores económicos y sociales, políticos, de correlación de fuerzas, de acción intrépida, que se conjugaron en un momento en el que las fuerzas reaccionarias del imperialismo no pudieron contener el resultado eficiente de las fuerzas que produjeron la Revolución Nicaragüense Sandinista, entre estas fuerzas hay algunas que podríamos considerar de carácter histórico, cultural y podríamos llamar a estas fuerzas más bien tendencias:
Comenzamos señalando que nuestro país se encontraba dominado por una dictadura militar cuya naturaleza era la de ser ese tipo de eje intensamente autoritario, represivo y antinacional, que como forma clásica de dominación sobre nuestros pueblos impuso el imperialismo en la década de los años 30; ahí donde a falta de clases dominantes locales fuertes, desde el punto de vista económico, político, que pudieran contener las luchas crecientes cada vez más amplias de masas sometidas a la explotación y a la opresión, tiene que organizarse prácticamente desde afuera un instrumento de dominación militar necesario para garantizar sobre todo los intereses geopolíticos y económicos del imperialismo.
No eran las fuerzas interventoras imperialistas las que dominaban el país, pero eran de alguna manera fuerzas imperialistas con expresión local. Dictaduras que estuvieron siempre por encima de todas las clases, aunque desde luego, fueron legitimadas también por sectores reaccionarios locales. Y al cabo estos instrumentos llevaban la tendencia de entrar en un momento determinado, en crisis irreversible.
Porque la dictadura militar somocista, por su prolongada tiranía, se fue haciendo cada vez más intolerable para todos los nicaragüenses, a tal punto que nuestra lucha llegó a tener un carácter de lucha de guerra de liberación nacional, a pesar de ser dada en los límites de nuestro país. Y una guerra de liberación nacional, según han probado los pueblos, puede derrotar a enemigos astronómicamente superiores y con la gran ventaja de nuestra parte de que las fuerzas del imperialismo en Nicaragua, es decir, la guardia nacional, no era un enemigo tan superior.
Ésta era una de las contradicciones de esa forma clásica de dominación, porque tenía todos los elementos irritantes de la dominación imperialista y muy poco de sus virtudes, es decir, la fuerza, la capacidad y la potencia militar.
Por otra parte, esta dictadura militar estaba encartada en un sistema económico, que desde el siglo pasado venía marchando dentro de un proceso de creciente dependencia del capitalismo mundial, dependencia que transmitía al interior de toda la sociedad el atraso, el subdesarrollo, la miseria. Aunque probablemente para la Revolución la más importante proyección de la dependencia económica paradójicamente fue la falta de integración por una parte de clases dominantes locales, lo suficientemente fuertes como para ser una alternativa a la dictadura militar en un momento de crisis.
Porque nosotros no encontramos aquí una burguesía bien estructurada, fuerte, sólida económicamente, sino más bien la característica por lo menos de los últimos 25 años, ha sido la del desarrollo de un movimiento popular cada vez más amplio y combativo. De tal manera, que cuando precisamente se piensa en la alternativa de una dominación burguesa-democrática para sustituir a la dictadura militar en crisis, ya es demasiado tarde para que la oligarquía financiera local pueda adelantarse a un sólido movimiento revolucionario conducido por una vanguardia legítimamente reconocida por las masas y que tiene tras de sí un consistente aparato militar.
Consideramos por eso de enorme importancia para nuestra Revolución, haber aprovechado con mucha habilidad las contradicciones que la dominación imperialista, política y económica, produjo en Nicaragua. De alguna manera la Revolución se produce en los momentos en que coincide la crisis de la dictadura militar con una crisis del capitalismo dependiente en Nicaragua; pero hay otros factores sin los cuales hubiese sido absolutamente imposible la Revolución Nicaragüense, porque de factores objetivos están saturados nuestros pueblos y son precisamente los que corresponden a la voluntad colectiva de los hombres, los que suelen incidir con más vigor para impulsar la Revolución en nuestras realidades.
BÚSQUEDA DE LA REALIDAD
La nueva generación de revolucionarios sandinistas reintegra el movimiento revolucionario a golpes de fusil a finales de los años 50 y principios de los 60. Una época en la que todavía adolescentes, advertíamos entre la perplejidad y el optimismo, el impacto de la Revolución Cubana. Y aunque con independencia de las tesis políticas, ideológicas, de estrategia guerrillera, nosotros teníamos que luchar empuñando los fusiles contra una dictadura que amenazaba prolongarse indefinidamente, de alguna manera incidieron en el curso de nuestra Lucha algunas tesis que no se correspondían con el movimiento Revolucionario Sandinista.
Y fue necesario entonces recorrer un largo trecho en toda la historia de nuestro país, para recoger las tradiciones de lucha, la identidad de nuestra propia Revolución, podríamos decir; las esencias peculiares de nuestro camino revolucionario.
Y por ello mismo consideramos que un aspecto importante de nuestra Revolución fue la búsqueda de la realidad. No solamente buscar las estructuras económicas y sociales, sino también, buscar las tradiciones heroicas, las formas de lucha que el pueblo ha empleado y que son las formas que el pueblo conoce y practica.
Podríamos decir que a partir de nuestras propias experiencias de muchos años, como Frente Sandinista de Liberación Nacional, comenzamos a tener una visión más clara de nuestra causa, de nuestros objetivos políticos, de nuestra estrategia y de nuestras tácticas revolucionarias.
Por supuesto que esto no significaba otra cosa que saber con exactitud, mirar profundo hacia dentro sin excluir al mismo tiempo la perspectiva de las fecundas experiencias de afuera.
LA ACCIÓN REVOLUCIONARIA CONSTANTE
Claro que estos descubrimientos de nuestra realidad no hubieran sido posibles si nuestro movimiento no hubiera, desde el principio, desencadenado una acción revolucionaria práctica, que le proporcionó la medida y la naturaleza de sus limitaciones, de sus errores, y también de sus tareas.
Porque nosotros consideramos que uno de los elementos esenciales de nuestra Revolución, residió en la voluntad firme, decidida del Frente Sandinista, de librar una lucha sin cuartel, cotidiana, contra la dictadura somocista y por esa razón el análisis político, podríamos decir el análisis científico, casi siempre estuvo estrechamente vinculado a la acción, guiado por la acción; para apoyar la acción; y la acción misma en su dinámica generaba nuevamente una nueva calidad con el conocimiento político y con el dominio de nuestro proceso revolucionario.
Fue por medio de la práctica revolucionaria, por medio de la acción concreta político-militar —sobre todo militar—, lo que contribuyó al descubrimiento de las formas de lucha que podía emplear nuestro pueblo y que le eran propias a los nicaragüenses; esas formas de lucha históricamente determinadas, que sólo se descubren con la acción, excluyendo las que no fecundan y desarrollando al máximo aquellas que las masas han hecho y hacen suyas.
De otra manera hubiera sido muy difícil sin la acción revolucionaria, producirle a la dictadura somocista una crisis política. Porque debemos decir con mucha claridad, que a pesar de los factores objetivos, la dictadura militar somocista hubiera podido perfectamente prolongarse por un tiempo indefinido, pero fue la acción revolucionaria: el golpe del 27 de diciembre y las luchas posteriores; la defensa popular en aquellas cortes marciales en donde se juzgaba a todo el pueblo nicaragüense; las luchas de resistencia en las montañas, en los periodos más difíciles, por lo menos señalaban nuestra decisión de combatir y de ocupar un lugar en Nicaragua, fueron las luchas de resistencia urbana, el desarrollo de nuestra organización clandestina lo que vino entretejiendo el soporte y la plataforma sobre la cual se desarrollarían más tarde las vigorosas acciones militares del 13 de octubre del 77, las sublevaciones de los pueblos de Monimbó y Diriamba, la gran insurrección de septiembre y la toma del Palacio Nacional, las huelgas políticas y finalmente la insurrección nacional sandinista de junio y julio del 79. Las tres formas fundamentales de lucha coincidieron en el momento crítico, en el apogeo del movimiento ascendente de la Revolución: desde la huelga general política que se venía desarrollando a partir de múltiples y elementales formas de paros; la sublevación de los pueblos, que sintetizó la contribución amplia y diversa de todos los grupos sociales que en los barrios, con las bombas, con las armas rudimentarias y en las unidades de producción, en la ciudad, en las comarcas, en el campo, se levantaron en combate contra la dictadura y la otra forma mejor conocida por nosotros, la de la lucha armada que era el desarrollo y la síntesis de la primera y solidaria jornada de Raudales, de Carlos Haslam, de Manuel Díaz y Sotelo, hasta las experiencias ya de nuestro Frente Sandinista en Río Coco, Bocay y más tarde, Pancasán y Zinica, hasta dominar en las últimas fases de la guerra, el combate regular combinado con la guerra de movimiento en el campo y las tomas de cuarteles en las ciudades.
Sin la acción, jamás el Frente Sandinista hubiera ganado credibilidad y confianza como la que ganó por una larga resistencia tenaz. Y tampoco se le hubiera dado al pueblo la confianza en sus propias fuerzas, cuando se le comienza a hacer daño al enemigo mediante acciones militares.
LA VANGUARDIA, GARANTÍA DE LA HEGEMONÍA POPULAR
Y tampoco hubiéramos provocado la crisis de la dictadura somocista, ni hubiéramos tampoco alcanzado el triunfo y algo más que eso, no hubiéramos podido garantizar el factor que a lo largo de las diferentes luchas políticas y las intentonas reaccionarias imperialistas por sustituir a la democracia con un proyecto reaccionario, que fue la hegemonía militar, la hegemonía de la acción, lo que podría neutralizar, desbaratar todos estos planes y poner siempre el movimiento revolucionario con la iniciativa en las manos, con la audacia, con la intrepidez, con la potencia efectiva de las armas, asistiendo a una causa justa.
Y aunque podríamos decir también, que la acción revolucionaria jugó un papel para la unidad del Frente Sandinista que todavía no hemos valorado quizás suficientemente, porque fue toda esa dinámica, todas esas consecuencias, efectos de la acción, lo que en bastante medida nos hicieron converger para apoyar hechos y no palabras, es decir, situaciones incontrastablemente reales, y claro, la acción necesaria unida con la lucha heroica de nuestro pueblo nos unió, nos hermanó en la práctica.
UNIDAD REVOLUCIONARIA
Pero hay otros factores precisamente, que nosotros queremos resaltar aquí, para q u e sean valorados y aprendidos por todos. Señalamos el de l a unidad revolucionaria: hubo un momento de nuestro proceso que fue necesario discutir, analizar, librar una lucha ideológica; lucha que en cierto momento nos llevó a adoptar posiciones que, un poco más en la idea que en la acción, desunió a nuestro movimiento sandinista. Sin embargo, a partir de determinado momento se hacia absolutamente necesaria la unidad de movimiento, para golpear al enemigo con un solo puño desde una sola dirección. Sabemos desde luego, la influencia que para la unidad tuvo el movimiento popular sandinista, la crisis de la dictadura, sin embargo, podríamos decir que la unidad fue un hecho voluntario en donde el patriotismo, la fraternidad, la consecuencia revolucionaria de los dirigentes y la madurez de las bases de las distintas fracciones, jugaron un papel decisivo.
Lo importante es saber en todo caso, que es muy difícil que se pueda producir una Revolución sin la unidad de los revolucionarios, y ésta, la Nicaragüense, tuvo el mérito de ser producida por hombres que se unieron por encima de sus divergencias alrededor de un solo ideal y que se logró, quizás por primera vez, reunir a una organización revolucionaria que se había fracturado y que hoy es un ejemplo de unidad, de colectivismo y de fraternidad. Y esa unidad produjo también la unidad de toda la nación, porque es cierto, nosotros no sumamos fuerzas, sino que multiplicamos en una proporción geométrica nuestras fuerzas y se creó ese eje de tensión y de energía que atrajo hacia sí a todos los sectores de la nación, incluyendo a las capas democráticas de la burguesía.
El Frente Sandinista de Liberación Nacional, de ese modo, se confirmó como la vanguardia de toda la nación, el conductor de todo el pueblo nicaragüense, el artífice de la unidad nacional, y unidad que se tradujo en hechos en mayo, junio y julio de 1979 y en el programa y el Gobierno que más tarde se organizaría con el triunfo de la Revolución.
Es tan importante la unidad nacional como la unidad de los revolucionarios, aunque debemos decir que no hay unidad nacional que favorezca a la Revolución sin una previa unidad de los revolucionarios, que garantice la hegemonía popular en la unidad nacional.
LA DIRECCIÓN PRÁCTICA DE LA LUCHA
Por otra parte, queríamos también resaltar la importancia que la dirección práctica desempeñó en la Revolución. Cuando todo era frustración y tiniebla, en el país hubo hombres como Carlos Fonseca, Jorge Navarro, Germán Pomares, Santos López el general sandinista, que condujeron el rumbo de la lucha política mediante el desencadenamiento de la lucha armada en circunstancias cuando estábamos llenos de politiqueros corrompidos y decadentes, que jamás hubieran sido una oposición a la dictadura.
Y fue un duro camino éste, un camino de derrotas debemos decir, de derrotas militares, en que a veces con la dispersión, las vacilaciones, la dureza, quedaban tal vez para asegurar la continuidad del movimiento unos pocos hombres; por ello nosotros resaltamos tanto y valoramos esa tozudez recalcitrante, ese optimismo patriótico y educativo, ejemplar, organizador, forjador, de Carlos Fonseca, es decir, una dirección consecuente que mantenía una confianza en el futuro, en la capacidad del pueblo para combatir por sus reivindicaciones históricas.
Claro que las primeras etapas de nuestro movimiento, la conducción revistió un carácter fundamentalmente moral y fue más tarde en donde la capacidad y la habilidad de dirección práctica se nos tornó un problema de índole técnico, cuyo dominio por parte de nuestra Dirección Nacional, fue decisivo para lograr una lucha tan compleja, tan amplia, tan llena de matices como la que caracterizó la última fase de la guerra de liberación.
Y así como descubrir las leyes interiores del proceso revolucionario es un presupuesto para la victoria, lo mismo que lo es también la combatividad constante, la unidad revolucionaria y de todo el pueblo; también mantener una dirección de vanguardia, es un factor vital para la Revolución. Sin una dirección correcta, sin un partido revolucionario consistente que conozca en qué momento el peso debe recaer en las tareas de organización, o cuándo es más importante la movilización política de las masas, o cuándo es necesario hacer énfasis en la lucha militar, o cómo reunir estos sectores que proceden a veces de distintas direcciones, para lanzarlos con una sola fuerza en contra de la fortaleza del enemigo.
Porque claro, la unidad fue importante, pero no es solamente con la unidad que nosotros derrocamos a la dictadura y abrimos una Revolución en América Latina. Fue necesario asegurar una dirección correcta de la lucha que se tradujo especialmente en las últimas fases en una conducción militar, adecuada y eficiente, que vino a multiplicar las formidables energías que había liberado el pueblo nicaragüense.
UNA REVOLUCIÓN NACIONAL, POPULAR Y ANTIMPERIALISTA
Todos estos factores unidos, —y por supuesto, deben haber otros factores que nosotros todavía no podemos ver o apreciar correctamente—, llevaron a nuestro movimiento a la victoria; claro que estamos hablando de Nicaragua y esto significa que entre todos estos factores hay algunos que pertenecen al orden de nuestra peculiaridad; pero en términos generales, creemos que las leyes del desarrollo social se cumplieron en esta Revolución.
Podríamos decir, como una síntesis, que en Nicaragua por el enemigo que vencimos: la dictadura militar somocista, dictadura que lo era al mismo tiempo del imperialismo norteamericano y de los grupos reaccionarios locales, nuestra Revolución, tiene un carácter nacional y antimperialista. Pero también, al haber derrocado a esta dictadura que era el obstáculo para el progreso de nuestra nación desde el punto de vista social y económico, podríamos decir que se abre para nuestro proceso el camino hacia el progreso social.
También no podemos perder de vista de que la Revolución es producto de una hegemonía popular sobre el gran movimiento nacional; hegemonía que se expresa por una parte en que la decisiva participación de un pueblo combativo, especialmente los obreros, los campesinos, los jóvenes revolucionarios, fue lo que pudo desbaratar a la dictadura somocista y neutralizar también los proyectos reformistas de la burguesía y el imperialismo.
Y por otra parte, esta hegemonía se expresa en la conducción de vanguardia de nuestro Frente Sandinista de Liberación Nacional, que recoge y porta las reivindicaciones históricas de nuestro pueblo. De tal manera que es nuestra Revolución Nacional, antimperialista y popular fundamentalmente y que en su desenvolvimiento va a dedicarse a la satisfacción de las reivindicaciones económicas y sociales de las masas desposeídas.
Para entender nuestra Revolución es importante considerar que se desarrolla en un país pobre, atrasado, que nos va a dificultar enormemente nuestra marcha hacia el progreso social y ya desde hoy, nos pone serias limitaciones en cuanto a la satisfacción de las necesidades de nuestro pueblo.
EL IMPERIALISMO, ENEMIGO PRINCIPAL DE LA REVOLUCIÓN
Esto, por supuesto, influye en la velocidad de los cambios; aunque consideramos que un factor de primera importancia que ejerce influencia en nuestro proceso, es el de la constante amenaza que representa el imperialismo sobre una Revolución que se desarrolla en el Centro de América considerado secularmente por el imperialismo, una zona estratégica para sus intereses geopolíticos. Y que al mismo tiempo, la Revolución con su ejemplo y sus éxitos se traduce en una esperanza que agita la vocación libertaria y democrática de los pueblos oprimidos de América Latina.
De ahí que cuando nosotros pensamos en los cambios revolucionarios y analizamos nuestro modelo de acumulación económica y social, tomamos en consideración distintos factores, porque al menos por lo que hace a un país subdesarrollado y dependiente, como es Nicaragua, que además vive una Revolución de enorme trascendencia histórica, no podríamos entender la racionalidad de los cambios como una pura decisión sobre las relaciones productivas o sobre las transformaciones institucionales.
La marcha de nuestra Revolución, o si se quiere, el modelo de acumulación de nuestra Revolución, tiene que conformarse con la coincidencia de una correlación política favorable a nivel internacional, que mantenga neutralizadas las posturas intervencionistas de los sectores reaccionarios del imperialismo y que, por supuesto, las corrientes democráticas, progresistas y otras revoluciones, como las que esperamos más temprano que lejos, se produzcan y fortalezcan en América Latina.
Una consecuencia de suma importancia para mantener una postura frente a las agresiones del imperialismo, es la de propugnar por la unidad nacional, incluidos todos aquellos sectores democráticos y patrióticos que estarían en la disposición de defender nuestra soberanía y que también en la lucha contra la dependencia económica y el subdesarrollo, pueden jugar un papel progresista.
De tal manera, es de nuestra consideración que por hoy la contradicción fundamental que marca nuestra conducta política, es la que se da entre las intenciones de los sectores más reaccionarios del imperialismo por agredir nuestra Revolución y los intereses esenciales de nuestro pueblo.
De uno o de otro modo, lo fundamental para garantizar un avance revolucionario concordante con nuestra propia realidad, es el conservar por parte de nuestra vanguardia, la voluntad política y el aparato eficiente con que efectivamente contamos los sandinistas: la hegemonía popular y la dirección sobre las masas armadas.
LAS TAREAS FUNDAMENTALES
Creemos que la Revolución Nicaragüense tiene una vía de desarrollo caracterizada por enfrentarse a tareas muy difíciles y complejas, que determinan un desarrollo ciertamente particular y nuestra experiencia nos señala qué peligrosos son los esquemas desde arriba, las extrapolaciones económicas, las interpretaciones librescas. Hoy, del carácter de nuestra Revolución se desprenden como tareas fundamentales en primer lugar, preservar y profundizar nuestro proceso de liberación nacional, dándole énfasis en lo interno, a la lucha en contra de la dependencia económica.
En segundo término, aparece como tarea crucial el fortalecimiento de aquellas fuerzas que aseguren la hegemonía popular y revolucionaria sobre nuestro proceso, esto es el impulso a la organización de las masas revolucionarias y el impulso a la edificación de una vanguardia sólida y capaz de hacerle frente a todas las vicisitudes y tareas complejas que demanda una Revolución. En tercer lugar, señalamos la tarea vasta de la reconstrucción de Nicaragua, que es un aspecto a veces olvidado a nivel internacional. Porque tenemos que reconstruir para poder desarrollarnos, confiriéndole por supuesto, una ponderación creciente al papel de las masas revolucionarias y del Estado en la creación de una nueva economía.
LA VOCACIÓN INTERNACIONALISTA DEL SANDINISMO
Compañeros, con todas las limitaciones que les habíamos apuntado, quisimos describirles algunos aspectos esenciales que fueron factores para nuestro triunfo revolucionario y dejarles las líneas generales que constituyen, a nuestro modo de ver, el desafío de los revolucionarios nicaragüenses y ciertamente una vía que tiene rasgos bien distintivos, pero comunes a muchos pueblos, que como el nuestro, han padecido los efectos de las viejas intervenciones de la dependencia del subdesarrollo, del atraso, de la miseria, de la opresión, producto de similares estructuras políticas, por lo que consideramos necesario que la Revolución de Nicaragua es, en muchos sentidos, sumamente rica y ejemplar.
Aquí realmente, y éste sería el último mensaje, no hay recetas, sabemos desde luego, que conformamos una línea más de la Revolución de todos los pueblos y eso está siempre presente en los sandinistas; queremos significarles que nuestra experiencia y nuestra Revolución, nos ha enseñado la importancia de saber identificar nuestros problemas específicos y buscarle a esos problemas las soluciones concretas. Eso es lo que estamos haciendo hoy, sabemos que por voluntad revolucionaria y por compromiso estamos fortaleciendo la lucha de todos los pueblos del mundo por su liberación nacional, por la democracia plena y el progreso social.
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* Discurso pronunciado por el Comandante de la Revolución Jaime Wheelock en la inauguración del Congreso Centroamericano de Sociología Blas Real Espinales. Tomado de Barricada, 3 de julio de 1980.