Indudablemente, el hecho más destacado en el ámbito nacional, en materia política, fue la renuncia del ministro de la defensa Rodrigo Rivera. Y es destacado, porque es la prueba fehaciente del fracaso de la política continuista y guerrerista del anterior y del actual mandatario de los colombianos.
El peón de brega del narco–paraco Uribe Vélez, llegó al ministerio con la consigna de acabar con la insurgencia. Su balance no puede ser más pobre. El asesinato a mansalva y sobre seguro del comandante militar de las FARC con la complicidad de fuerzas norteamericanas y la muerte de cuchillo a quien encontraron flotando en un caño y que los militares se abrogaron como un gran positivo, fue lo único que pudo mostrar.
Sobre la muerte del revolucionario Jorge Briceño, que indudablemente fue un duro golpe a la insurgencia, no por eso, justificaba el desaforado triunfalismo. Las FARC como cualquier organización revolucionaria, en pocos días llenaron su vacio y continuó con más fuerza su accionar, dando golpes de guerrilla permanentes, contundentes y minimizando sus pérdidas. Es el auténtico accionar guerrillero.
En cuanto al narco paramilitar y ex oficial del ejército nacional “cuchillo”, hay que decir que jamás fue perseguido, como nunca fueron perseguidos y enfrentados los paramilitares. Por el contrario, el mismo ejército lo protegía anunciándole sus movimientos a fin de no enfrentarlo con fuego amigo, para que continuara con la racha de asesinatos, desplazamientos, torturas y demás vejámenes a inermes campesinos señalados de colaborar con la insurgencia, o por no pensar igual que el terrorista Uribe, o simplemente para arrebatarles sus tierras. Era el trabajo sucio que al ejército y al régimen mafioso le convenía.
Una seria política de seguridad no puede basarse en contar los muertos para mostrar resultados. Debe ser, por el contrario, el triunfo de la vida sobre la muerte. Pero en el año en que Rivera estuvo al frente del ministerio, se disparó la inseguridad sobre todo para las clases subalternas, creció el índice de homicidios, se continuó con el asesinato y desaparición de dirigentes sociales, sindicales, comunales y de líderes por la recuperación de tierras y el retorno a sus territorios; se fortalecieron los paramilitares y cambiaron de nombre para operar mejor y mostrarlos como simples “bandas” sin ninguna relación con el Estado, se criminalizó aún más la protesta popular, pero sobre todo, la consigna de acabar con la insurgencia, le quedó grande a Rivera, como le va a quedar grande al próximo ministro de la guerra y al siguiente. Porque ha quedado demostrado que no es con la guerra, con la violación de los derechos humanos, con falsos positivos, con corrupción, con bandidaje, con un Estado mafioso… como se aclimatará la paz en el país, sino mediante el diálogo como escenario de encuentro del pueblo, la insurgencia y el gobierno, para plantear propuestas que permitan superar las causas estructurales que han generado y acrecentado el conflicto.
Y la llegada del nuevo ministro de guerra Juan Carlos Pinzón, no va precisamente en función de aportar al dialogo, sino por el contrario en concordancia con la actitud guerrerista y provocadora del gobierno Santos. Pinzón, Hijo de general, casado con hija de militar, nacido en cuna militar, ha sido cercano a Santos desde los tiempos en que este fue ministro de hacienda, tiempo en el cual se desempeñó como secretario privado de la cartera; pasó por el banco mundial como representante de Colombia, y trabajó de la mano del actual presidente como viceministro de defensa durante el gobierno anterior. Desde allí lideró varias reformas a las fuerzas armadas, a sus diseños operativos y de inteligencia, a la moralización de las tropas, por lo cual sería absurdo desconocer la responsabilidad que le cabe en el asesinato de civiles para justificar estímulos y recompensas, más conocidos como falsos positivos. Además de tener una trayectoria importante en el sector financiero, ocupando altos cargos directivos en entidades bancarias internacionales como CItybank, lo cual devela que es el capital transnacional el que determina quién debe dirigir el país.
Da grima, por decir lo menos, escuchar al Presidente Santos cuando afirma que “en el país no hay !otra persona mejor! que el nuevo ministro para ocupar este cargo.” ¿Así de mal está la oligarquía de figuras relevantes para ocupar las altas posiciones? Sin duda como lo señala el mismo gobierno y lo vociferan los medios de comunicación a su servicio, Pinzón se ha preparado para ejercer este cargo, pero pretender promocionarlo como el único con capacidades para el ministerio, lo encubre de un tufillo mesiánico.
Lo cierto es que el nuevo ministro de guerra, llega para continuar la tarea, para tratar de remendar el resquebrajamiento de la política de seguridad democrática, puesta en dudad hoy ante la capacidad de la insurgencia para adaptarse y potenciar nuevos desarrollos en la confrontación. Pero a la vez llega para continuar implementando un régimen de terror contra los pueblos, para seguir persiguiendo y reprimiendo a los campesinos, negros, indígenas y pobladores urbanos que luchan por su territorio, para estigmatizar y darle trato de terroristas a los estudiantes, jóvenes, trabajadores, mujeres, educadores que día a día resisten y construyen alternativas para la movilización y la transformación. Llega como garante del capital transnacional y las multinacionales para cumplir con la labor de despojar de sus tierras a millones de colombianos y colombianas que se oponen a la mega minería, a las grandes hidroeléctricas, a las autopistas, puertos multimodales, explotación petrolera, para seguir arrestando, asesinando, desapareciendo y judicializando a todos aquellos que se levantan contra el desarrollo impuesto a sangre y fuego por la oligarquía.
Y si el nuevo ministro se calza las botas de la guerra, como lo han anunciado sus aduladores, dado su alto perfil militarista y de economista al servicio del capital privado y sale al combate, ¡bienvenido señor ministro! el pueblo, que pese al temor que produce la represión, seguirá resistiendo, generando propuestas, construyendo alternativas de país, movilizándose, pronunciándose y tejiendo caminos de nueva nación como lo viene haciendo desde los procesos sociales, como ha quedado demostrado recientemente en el Encuentro nacional de comunidades negras, indígenas y campesinas por la tierra y la paz y como lo seguirá promulgando el pueblo en los próximos encuentros, como el congreso de tierras, territorios y soberanías y tantas otras iniciativas que nacen de los pobres para superar sus propias realidades y construir una nueva Colombia pues saben, que sus gobernantes lo único que les ofrecen es más guerra, exclusión y miseria.
Y nosotros, la insurgencia, el Ejército de Liberación Nacional también lo estaremos esperando para continuar batallando y confrontando sus aparatos de guerra, hasta cuando sea necesario, hasta el último suspiro, porque estamos convencidos que la paz no es el silenciamiento de nuestros fusiles, sino, la superación real de las condiciones que han generado y reproducido este conflicto y estamos dispuestos a superarlas, pero por lo visto, el Estado lo único que desea, es más guerra.
¡COLOMBIA PARA LOS TRABAJADORES!
¡NI UN PASO ATRÁS, LIBERACIÓN O MUERTE!
EJÉRCITO DE LIBERACIÓN NACIONAL - ELN
¡POR UN NUEVO GOBIERNO DE NACIÓN PAZ Y EQUIDAD!
Dirección Frente de Guerra Central - FGC
Montañas del Oriente Antioqueño, del Eje Cafetero y el Tolima
Septiembre de 2011