"Voté por Evaristo Surdi, ganó el general Rojas Pinilla y se montó Misael Pastrana”.
Así registró el caricaturista, en boca de un campesino costeño, los resultados de las elecciones presidenciales de 1970. Así es y sigue siendo la democracia colombiana, donde en nombre de ésta se manipula y tergiversa la voluntad popular.
Esta manipulación siempre ha sido la constante; la élite dominante ha recurrido a cuantos medios sucios existan para ganar las elecciones e impedir que los intereses populares se sobrepongan a los intereses de la oligarquía.
Elecciones manchadas de corrupción, sangre, mentiras y engaños, regalos de ron y tamales por votos, de muertos votando, trasteo y compra de votos, cambio de tarjetones y planillas de registro, son expresiones de esta comedia.
Esta es la manera de cómo se imponen en el país los políticos de turno y se mantiene el poder oligárquico.
El cartel de los contratistas del Estado, narcotraficantes y paramilitares, empresarios y financistas, invierten grandes sumas de dinero costeando la campaña a políticos que les representan, para que luego les faciliten recoger con creces los dividendos económicos y políticos.
Estos son los que ponen Presidentes que gobiernan defendiendo los intereses del capital y congresistas que legislan favoreciendo el capital. Los actos de gobierno y las leyes que aprueban, benefician a quienes tienen el manejo de las maquinarias electorales y financian las campañas.
El pueblo que vota y al que dicen representar los políticos, cuenta solo el día de las elecciones, después palo y leyes antipopulares, como ocurre a diario; los elegidos solo responden a los patrones que los financian y a quienes sirven.
Este tipo de elecciones consideradas la base de la democracia representativa, es una farsa, en la que los elegidos hacen todo lo contrario a lo prometido en la campaña. Como dice el refrán popular “prometen puentes donde no hay ríos”
En las elecciones del próximo 30 de octubre, se renovarán autoridades y legislativos regionales y locales; participan según la autoridad electoral, más de 53 mil candidatos pertenecientes a distintos partidos y vertientes sociales.
En esta ocasión, a pocos días de las elecciones, se han descubierto varios delitos electorales, quedando muchos otros bajo el manto de la impunidad institucional, que garantiza a la élite dominante mantener e impedir los cambios que el pueblo reclama.
Hasta la fecha, 821 candidatos han sido invalidados para ser elegidos por tener vínculos con narcotraficantes y paramilitares; 1.078.000 cedulas impugnadas por fraudulentas; 25 candidatos asesinados.
El partido de la U, del gobierno actual y del anterior, es el que tiene el mayor número de candidatos investigados por vínculos con el narco-paramilitarismo y responsable de los mayores casos de corrupción en la historia del país.
Estas elecciones como las anteriores no significan nada trascendental que cambie y mejore la situación del pueblo; vendrán nuevos actores para hacer lo mismo o peor, con los vicios propios de la politiquería, de la corrupción y las medidas represivas.
Las autoridades y los cuerpos legislativos serán elegidos dentro de este sistema electoral fraudulento y violento, lo cual las hace ilegitimas en tanto no representan la voluntad consciente de los electores, así aparezca legal ante autoridades permisivas y leyes hechas funcionales al sistema.
Entre el cúmulo de problemas que están por resolverse para que se desactive el conflicto interno colombiano, está la instauración de un sistema electoral que sea garantía de la democracia real, inclusiva y participativa y donde los elegidos respondan ante el pueblo por sus actos.
Los colombianos debemos rechazar estas formas delictivas que atentan contra la democracia, tergiversan la voluntad popular y favorecen la permanencia de la élite dominante en el manejo de los destinos del país a favor de la oligarquía y los intereses imperialistas.
Se hace necesario hacer sentir la voz de rechazo a la vieja y tradicional práctica de los politiqueros de siempre.
Hay que Construir espacios y formas alternativas de democracia participativa, donde las mayorías del pueblo construyan propuestas y busquen salidas a la situación de atraso, pobreza, hambre, desigualdad e infelicidad.
Debe Generarse una nueva manera de hacer y ejercer la política, de construir nuevas y variadas formas de vivir y ejercer la democracia, dirigida a generar equidad, paz, y justicia social.
No dar ni un voto a la élite dominante, a los picaros y corruptos que en nombre de la democracia hacen jugosos negocios, mientras que mantienen el país en el atraso y a los colombianos excluidos del bienestar social.