República Mexicana, abril de 2000

A las organizaciones democráticas y revolucionarias
A los campesinos
Al pueblo de México
A los pueblos del mundo


Los últimos acontecimientos registrados en el país revelan las intenciones que tiene el gobierno zedillista de allanar el camino al triunfo del PRI en las elecciones del 2 de julio próximo y garantizar la continuidad de las políticas neoliberales. No le importa sumar desprestigios y destinos a su ya ganada fama de salinista, globalifílico, vendepatria y represor.

Por lo mismo, no ha hecho el menor esfuerzo ni ha mostrado intenciones verdaderas de tratar de solucionar el conflicto en Chiapas. Recientemente ha firmado un Tratado de Libre Comercio con la Unión Europea, pero ha hecho caso omiso de las peticiones de los parlamentos de varios países europeos para que solucione el conflicto chiapaneco.

Tampoco ha querido dar solución satisfactoria a las demandas del movimiento estudiantil en la UNAM y le sigue apostando al uso de la fuerza como recurso principal para resolver el conflicto.

No es cierto que la relativa estabilidad en la economía sea para beneficio de todos los mexicanos, por la simple razón de que los cien millones de habitantes del país no somos banqueros ni tiburones financieros, ni estamos saqueando a la nación ni lucramos con nuestra propia miseria. No.

Quienes están saqueando al país y haciendo jugoso negocio con la pobreza y penuria de millones de mexicanos son apenas un pequeño de oligarcas, entre los que se encuentran personeros de la banca, la industria y el comercio, complementados por expresidentes de la República, exgobernadores y secretarios de Estado, altos mandos militares y policiacos y grandes capos del narcotráfico.

El conjunto de estos personajes integra lo que es el narcoEstado mexicano. Son quienes verdaderamente representan a la delincuencia de Estado, que constantemente manifiestan en sus actos una elevadísima peligrosidad social y una extraordinaria capacidad de destrucción económica, social y humana; son un verdadero peligro para la seguridad, el bienestar y la vida de todos los ciudadanos honrados del esta país.

Son individuos para los que se requerirían castigos penales apenas equiparables a los nueve círculos del infierno, descritos por Dante Alighieri en La divina comedia, y aún así, probablemente harían falta más círculos de castigo para que pagaran por delitos que han cometido creando daños irreparables a nuestro país y a la gran mayoría de sus ciudadanos.

Para muestra, el último botón emitido por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), donde informa que el rescate de la banca en México tuvo un costo de 92 mil millones de dólares, financiado con fondos públicos.

¿Alguien en su sano juicio, puede argumentar que estos actos no constituyen delitos de Estado? Unos cuantos malos mexicanos nos están robando a todos los demás y encima de eso quieren que nosotros, los robados, paguemos el robo y las consecuencias. Y si alguien se niega a seguir soportando esta imposición y se rebela y exige que la justicia deje de estar de cabeza, y se aplique tal y como lo establece la Constitución, se le aplica todo el peso de la fuerza militar y policiaca, que no de la ley.

¿Qué hacer ante esta injusta situación? Luchar. Y hacerlo con todas las formas posibles, sin escatimar ninguna. La experiencia de la lucha combativa que tiene nuestro pueblo es muy rica y diversa, y se ha puesto de manifiesto desde hace cinco siglos.

El espíritu indómito de los mexicanos ha estado presente en todas las etapas de nuestra historia, y hoy no es la excepción. Por diferentes lugares está cundiendo la lucha por la solución a las demandas de los diversos sectores sociales. Las luchas obreras, campesinas, indígenas, estudiantiles y populares cada vez demuestran una mayor presencia y creatividad, dentro del endeble marco de la legalidad que el gobierno federal no respeta y no se cansa de seguir violando y pisoteando.

Esta efervescencia social está creciendo por culpa de las políticas neoliberales que a toda costa quiere seguir imponiendo el gobierno de Zedillo. Y este avance ya no puede ser contenido por la Guerra de Baja Intensidad que libra el Estado contra todo el pueblo.

Por otro lado, existen –y seguirán surgiendo– organizaciones revolucionarias que han arribado a la conclusión de que no es suficiente con la lucha legal y pacífica, sino que hace falta complementarla con la lucha armada revolucionaria. ¡Al único que le interesa que no exista esta forma de lucha es a los opresores, al gobierno federal y a uno que otro demagogo que siete afectados sus intereses de partido, que no son los del pueblo!

Esta conjunción de las diversas formas de lucha se va haciendo más necesaria ante la actitud cerrada y represiva del gobierno federal, que se ha ido acentuando conforme más se intensifica el proceso electoral. Si hace seis años no le importó a Zedillo arribar a la Presidencia de la República con la conciencia y las manos ensangrentadas, mucho menos le ha importado el costo de las masacres, persecuciones, torturas y desapariciones que ha cometido el gobierno en el transcurso de este sexenio.

Por lo mismo, no le interesa cubrir las apariencias y las formas civilizadas de convivir. Si se ve amenazada la posibilidad de que su partido gane las elecciones y esté en peligro el proyecto neoliberal, no dudamos que perpetren asesinatos políticos entre ellos mismos, como en el 94, y sean decretadas medidas más represivas contra la población, tanto de carácter selectivo como masivo. No hay que olvidar que ya han hecho locuras criminales para perpetuarse en la presidencia. Pueden volver a hacerlo en cualquier momento.

En este contexto, y como corolario del ataque con morteros que llevamos a cabo el 15 de marzo contra la sede de la PFP y la base aérea de Santa Lucía, se han presentado algunas especulaciones y tergiversaciones sobre quiénes somos y qué objetivos políticos tenemos, toda vez que de inmediato reivindicamos en los diversos medios de comunicación la autoría de dichas acciones.

Estas aclaraciones estarían de más si la mayoría de los medios se apegaran a los postulados que dicen sustentar sobre la ética, profesionalismo y objetividad de su desempeño informativo y noticioso.

Desafortunadamente –es vox populi– la dinámica de estos medios no funciona así en nuestro país. La libertad de expresión es una ficción, porque está sujeta al veredicto final de Gobernación, que autoriza la publicación de lo que le conviene, y censura y suprime lo que le afecta al régimen. Pero no solamente se da este fenómeno, vía imposición gubernamental, también existe la autocensura, practicada –es cierto, en menor escala– por algunos medios que dicen tener una posición crítica ante el oficialismo, pero caen en la incongruencia y terminan haciendo coro junto a aquellos a los que dicen cuestionar.

A pesar de que claramente habíamos advertido sobre los intentos de involucrar a personas y organizaciones ajenas a nosotros por parte del gobierno, éste ha promovido esa maniobra, con el fin de confundir a la opinión pública y minimizar el accionar de nuevas fuerzas revolucionarias.

Nuestro Ejército Villista Revolucionario del Pueblo (EVRP) no tiene nada que ver con el EPR ni con ninguna de las siglas con que se nos ha querido vincular en algunos medios. Las acciones de mortero que reivindicamos, una en el Distrito Federal y otra en el Estado de México, son las dos primeras acciones militares que realizamos como organización revolucionaria nueva, que tiene una estrategia, un programa, una metodología y objetivos políticos propios. No tenemos vínculo orgánico o físico con ninguna de las organizaciones democráticas y revolucionarias existentes, ni tampoco tenemos problemas con ninguna de ellas; al contrario, desde nuestras trincheras de combate les manifestamos nuestro respeto y nuestra solidaridad moral, política y militar contra el enemigo fundamental que tenemos todos los luchadores sociales en México: el neoliberalismo y sus representantes, el gran capital nacional e internacional, y el Estado opresor, que tiene como columna vertebral al ejército federal, la armada, la fuerza aérea y todos los cuerpos policiacos represivos.

Contra ese enemigo común es contra el que están apuntadas nuestras armas, de las cuales ya les dimos una probadita, como un pequeño aviso de lo que estamos dispuestos a hacer si el gran capital y su lacayo, el gobierno federal, no frenan sus ímpetus guerreristas y sus desmedidas ambiciones expoliadoras contra la sociedad.

La lectura que públicamente ha impulsado el gobierno federal ante estas acciones que hicimos y la que realizaron las Fuerzas Armadas Revolucionarias del Pueblo en la ciudad de Puebla contra el CISEN, tiene el objetivo, entre otros, de minimizar el potencial político que podemos desplegar todas las fuerzas que impulsamos la lucha armada como expresión viva y creciente de sectores de la sociedad, que ven con simpatía esta forma de lucha y la van protegiendo y fortaleciendo.

Pero sobre todo, el objetivo principal del gobierno es negar la realidad de un movimiento social que poco a poco está despertando y que tiene expresiones legales, pacíficas, electorales, armadas y clandestinas. Un movimiento general con muchas particularidades y diferencias entre sí, pero que va aprendiendo a guiarse hacia objetivos comunes, definiendo al principal enemigo de todos. Un movimiento que abarca a todos los sectores sociales que despliegan sus esfuerzos y luchas contra el enemigo neoliberal, y que a pesar de sus estrecheces culturales y teóricas, y con todo y sus diferencias, intolerancias e inmadurez, va aprendiendo a captar la enorme fuerza que entraña la unidad de lo diverso, va sintiendo el estímulo y el aliento que cualquier lucha, cualquier esfuerzo en el rincón más apartado del país, puede aportarle al movimiento social en su conjunto.

Ese es el peligro fundamental que teme el gobierno federal. Por esa razón minimiza, condena y trata de desvirtuar las razones y los métodos que utiliza cualquier movimiento u organización, sea legal y pacífica, o armada y clandestina.

Por desgracia, esa actitud del gobierno federal es reforzada por las declaraciones erráticas de algunos funcionarios del gobierno del Distrito Federal, que también minimizan y desdeñan los objetivos políticos de nuestro accionar militar. Tal pareciera que les preocupa demasiado el hecho de tener que afrontar la realidad de la existencia de accionar revolucionario armado en esta entidad.

Aclaramos que los objetivos militares que hemos atacado en el DF son de carácter federal, y remarcamos que vamos a seguir realizando hostigamientos contra las fuerzas militares y policiacas represivas en todas las entidades donde lleven a cabo represiones contra la población.

El que hayamos empezado a realizar acciones militares en el DF obedece a la simple razón de que es la entidad donde el ejército federal y las fuerzas policiacas federales tienen sus sedes principales.

Con esto también queremos recalcar que ya es hora de que los artífices y conductores de la represión y la guerra en Chiapas, Guerrero, Oaxaca, Hidalgo, Chihuahua y demás entidades militarizadas sientan que también ya son blancos de las acciones revolucionarias. Sientan en sus cuarteles principales la incertidumbre de ser atacados en cualquier momento, y vean que la impunidad con que se han acostumbrado a orquestar masacres y represiones puede empezar a recibir el castigo merecido.

Aclaramos también que la proliferación de hallazgos de granadas y artefactos explosivos, que se ha presentado “casualmente” en las últimas en la capital del país, obedece esencialmente a la guerra psicológica que ha desatado el Estado mexicano, responsabilizando a organizaciones de tal hecho. La intención es crear un ambiente de terror y zozobra en la población, para inducirla a rechazar a las organizaciones revolucionarias y aceptar el despliegue represivo que realicen los militares y los cuerpos policiacos, supuestamente para conjurar el peligro.

Reiteramos que vamos a reivindicar toda acción militar que lleven a cabo nuestros combatientes contra las fuerzas represivas, en el lugar que sea. No acostumbramos andar dejando regados las armas y explosivos que utilizamos. En el caso de los morteros que dejamos en los lugares desde donde atacamos a la PFP y a la base militar aérea de Santa Lucía, los dejamos porque en la modalidad táctica que utilizamos en esa ocasión, después de usados una vez, ese tipo de mortero se convierte en desechable, ya no nos sirve.

Con respecto a los morteros y granadas que utilizamos, hemos decidido enviar a los diferentes medios de comunicación las fotografías de los que usamos en nuestras acciones. En dichas fotos se podrá observar el tipo de granada militar que disparamos contra la PFP y la base aérea mencionada.

Para concluir, con motivo de las manifestaciones que se llevaron a cabo el 10 de abril, enviamos un saludo fraterno y revolucionario a todas las luchas campesinas, indígenas y populares de todo el país y unimos nuestro esfuerzo y espíritu en homenaje al General Emiliano Zapata, conscientes de que la lucha cotidiana contra los opresores constituye la mejor ofrenda que se pueda brindar a su ejemplo revolucionario.

Al pie de tu sepulcro,
mi General Zapata,
en nombre de la patria
recibe una blanca flor.

Valiente guerrillero,
bendito hijo del pueblo
tu gente te saluda
y aclama tu valor.

También brindo mi canto
para tus generales
aquellos hombres leales,
valientes como tú.

Para ellos una rosa,
a ti verdes laureles,
para seguirte fieles
mi gran Jefe del Sur.

¡Ay, ay, ay!
descansa en paz
bajo el cielo que amaste,
donde vive tu frase de

¡Tierra y Libertad!
¡Con la fuerza de la razón, por la nueva Revolución!

COMANDO CENTRAL DEL
EJERCITO VILLISTA REVOLUCIONARIO DEL PUEBLO

Abril de 2000