LA EXPERIENCIA INSURRECCIONAL DEL MOVIMIENTO REVOLUCIONARIO TÚPAC AMARU*
MARIO MEZA BAZÁN
Historiador (Colegio de México)
RESUMEN: Una década después de la caída del fujimorismo, la historia de la violencia política en el Perú ha quedado parcialmente relegada en la mentalidad de los peruanos. Como experiencia traumática se ha preferido olvidarla, omitirla y condenarla. Pocos son capaces de afirmar qué fueron estos grupos armados en el Perú. Los investigadores de la violencia política que han abordado este tema, han circunscrito dicho fenómeno al PCP Sendero Luminoso (de ahora en adelante SL) en el contexto de la precarización de una democracia atenazada por la crisis económica y política en la década de 1980. Poco hemos entendido, tal como ha sugerido Cecilia Méndez en este foro, cuál fue la naturaleza bélica de la violencia política peruana entre 1980 y el 2000; cuáles fueron las condiciones que hicieron posible desembocar entre sectores izquierdistas radicalizados un fenómeno insurreccional no senderista, un correlato adicional a la violencia desencadenada por SL.
En esta oportunidad presentaré la experiencia insurreccional del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA) no como una parte agregada de las violencias desplegadas por SL, el Ejército y la población civil, sino como parte de una historia mayor: las que construyeron y legitimaron tradiciones insurreccionales y revoluciones armadas en el mundo, en el continente latinoamericano y en el país. El MRTA es parte de esa historia que legitimó la violencia política contemporánea como una cultura experimental de la utopía liberadora de la humanidad, pero también como experiencia trágica de la misma. No es por tanto una dimensión marginal de la guerra interna librada en el Perú. Para mí la insurrección del MRTA fue la actividad de un grupo armado moldeado por ideologías creyentes de la liberación social, la igualdad y la esperanza en lo nacional, popular, socialista y antiimperialista, que generó paradójicamente, y en tiempos de democracia, represión y persecución, conduciéndonos a la fragmentación social. Esto no significa que desentendamos al MRTA en el contexto de la violencia dominada por el conflicto SL versus Ejército teniendo a la sociedad peruana en medio, sino que resituemos esa experiencia insurreccional como un ingrediente esencial de la violencia política peruana.
Mi hipótesis es que la violencia política y la guerra interna librada en Perú entre 1980 y 2000 anudaron varias guerras e involucraron muchos niveles de conflictos soterrados y evidentes en el país. Los diferentes actores políticos y armados eran conscientes de qué y cómo dirigían esas violencias, reivindicando tradiciones “insurreccionales” o armadas. Para los insurrectos no senderistas, la violencia revolucionaria surgía de escenarios predeterminados por la historia o la lucha de clases, por lo que pensaron que unir necesidad y determinación histórica con voluntad y legitimación insurreccional daría finalmente consistencia a sus motivos revolucionarios. Esto los llevó a la conclusión de que hacer una insurrección debía reivindicar antes que nada la defensa de culturas y tradiciones que habían dado forma a una identidad revolucionaria de izquierda. Para ellos, esta identidad insurreccional representaba los auténticos intereses populares y era lo que los distinguiría de SL. De allí la relevancia de entender la particular experiencia insurreccional del MRTA, más allá de considerarla un agregado subordinado de un conflicto mayor entre SL y el país, es comprender cómo se estaba desarrollando una lógica histórica de la violencia en el país. Conocer y comprender la experiencia insurreccional del MRTA nos acerca a redescubrir como fue la historia de esta guerra olvidada.
FUENTE: Grupo Memoria. Documento preliminar. 07/12/2011.
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* Versión sintetizada de la tesis doctoral en Historia, defendida en enero de 2012 en El Colegio de México.