SALVEMOS EL RÍO MAGDALENA
DIGAMOS NO A LA REPRESA DEL QUIMBO
El Río Magdalena es quizás el símbolo más auténtico de Colombia. La atraviesa casi toda de sur a norte, recogiendo aguas de todas sus cordilleras. Hasta la sierra Nevada de Santa Marta participa de su reinado, al permitir que de sus nieves perpetuas desciendan ágiles aguas cantarinas como las del Cesar, para enriquecer aún más su serpentino caudal.
Aprendimos que antes de la conquista, los indígenas que rodeaban a La Tora lo llamaban Yuma, río del país amigo, porque en la que sería más tarde Barrancabermeja confluían los pueblos aborígenes de la cordillera a mercadear con los nativos de las sabanas costeras. Por este río ascenderían conquistadores como Quezada camino a fundar a Bogotá casi en el páramo.
La música folclórica de bambucos, pasillos y bundes es rica en letras que exaltan al río Magdalena, a sus orillas, a sus muchachas hermosas y morenas, a sus cámbulos, guaduales y gualandayes, a sus pescadores y hasta a sus imaginarios cisnes. Tal vez sea por eso que las gentes del interior la llaman orgullosamente música colombiana.
Gabriel García Márquez escribió Cien años de soledad, la famosa novela que lo encumbraría al cenit de la gloria literaria mundial, e inmortalizó a Macondo como el fantástico pueblecito que representa a los colombianos en el mundo. Pero se vio obligado a escribir luego El amor en los tiempos del cólera, para contar la historia trágica del río Magdalena y retratar completo al país.
No podemos entendernos los colombianos sin el río Magdalena. Es uno de nuestros vitales componentes, un vaso comunicante que enlaza nuestra nacionalidad, una arteria que ha alimentado con sus subiendas a millones de compatriotas durante siglos. Rodeado de tierra caliente es el destino natural, más cercano y barato de los turistas cordilleranos y sus niños.
Columna vertebral de la patria, el río Magdalena, nuestro primer patrimonio histórico, se halla enfrentado a un peligro mortal por obra de las locomotoras santistas patrocinadas por el gran capital transnacional. Al sur del Huila, en aras de un gigante proyecto de infraestructura, se aprestan a desviarlo de su cauce natural para ponerlo a correr entre tubos de concreto.
Mucho se ha dicho y escrito sobre los devastadores efectos del modelo económico neoliberal sobre la naturaleza y la vida. Citándonos millones de vatios, fabulosos réditos por ventas al exterior de energía, índices de crecimiento del producto interno, pretenden convencernos de la importancia de propinar esta estocada final al río de la patria.
Los campesinos desplazados para hacer posible la obra de inundar miles y miles de hectáreas de seis municipios, llevan tiempo denunciando y oponiéndose a semejante locura. Meterse con el río Magdalena es meterse con el más sagrado y ancestral recurso de los colombianos. No podemos dejar que nos hagan esto, a tanto no puede llegar nuestra indiferencia.
Hay cosas con las que nadie puede permitir que se juegue. El río Magdalena es para los colombianos una de ellas. Nadie puede tragarse el cuento de que los inciertos millones de pesos o de dólares que producirá en un futuro la obra, tendrán por objeto el desarrollo de las comunidades más pobres del país. El gran negocio será para los inversionistas extranjeros.
Digamos NO a la represa del Quimbo. Que respeten, que no sean apátridas.
Secretariado del Estado Mayor Central de las FARC-EP
Montañas de Colombia, 1 de marzo de 2012.