Sobre el Gobierno Provisional de Amplia Participación y otras cuestiones del proceso salvadoreño

SOBRE EL GOBIERNO PROVISIONAL DE AMPLIA PARTICIPACIÓN Y OTRAS CUESTIONES DEL PROCESO SALVADOREÑO

Todo proceso revolucionario se revela, a lo largo de su difícil, costoso y contradictorio camino, mucho más complejo que lo que los conductores revolucionarios, las organizaciones de vanguardia y el pueblo mismo en su percepción inmediata se imaginaban al iniciar el camino de su liberación. Y no son pocos los que abandonan la lucha a los que ante las dificultades encontradas, muchas veces de manera inconsciente, asumen posiciones o actitudes equivocadas frente a decisiones tomadas por la dirección del movimiento revolucionario cuyo verdadero alcance escapa a la comprensión inmediata.

Y que conste. No partimos de la infalibilidad de quienes tienen bajo su responsabilidad directa la conducción de la lucha ni de la inutilidad de la crítica o el cuestionamiento a decisiones tomadas, siempre y cuando éstas partan de un sano esfuerzo por comprender la génesis y la forma asumida por estas decisiones. Siempre y cuando contribuyan a sumar fuerzas y no a restarle ésta a la lucha revolucionaria.

En estos días, a raíz de la presentación pública que hiciera el FMLN-FDR de la propuesta de constitución de un Gobierno Provisional de Amplia Participación, han surgido en varias partes voces que se levantan criticando fuertemente el planteamiento hecho. No es nuestro objetivo en este trabajo deslindar cuales de estas voces nacen con un espíritu positivo de preocupación y contribución o cuales nacen mezcladas o impactadas con estados de ánimo por los tropiezos que las organizaciones del FMLN han tenido desde su surgimiento y consolidación y particularmente durante estos difíciles años de guerra revolucionaria abierta. Intentamos, únicamente, explicar el carácter revolucionario de esta propuesta pues creemos firmemente que muchas de las criticas surgen a partir de esquemas de la historia y la revolución que no recogen las formas concretas, específicas de la lucha revolucionaria del pueblo salvadoreño.

Nos referimos entonces a continuación a cinco puntos alrededor de la propuesta de constitución del GPAP y a otras cuestiones esenciales del proceso revolucionario salvadoreño.

1 En el planteamiento de una estrategia revolucionaria y en el desarrollo de las tácticas durante el proceso, el programa revolucionario juega un papel necesario pero no puede jugar el papel determinante, total y se modifica como los demás elementos de la linea y la acción revolucionaria.

A la luz de una transposición directa de experiencias revolucionarias europeas pasadas o de una posición doctrinaria extrema, ambas incapaces de captarlas peculiaridades de las luchas revolucionarias actuales en América Latina, la afirmación anterior puede verse como una herejía y es susceptible de ser calificada como una renuncia al marxismo-leninismo o como expresión de posiciones políticas reformistas.

Sin embargo la historia avanza y las luchas de liberación nacional, que no anulan ni eluden la contradicción fundamental de clases, sino que la contienen como una contradicción interna que deba irse resolviendo en forma particular en cada proceso concreto, a la vez que manifiestan el hecho esencial de que en nuestros países la clase obrera y sus aliados del campo popular deben necesariamente conquistar primero el poder político para transformar a partir de él la estructura social, expresan la obligación que tenemos los revolucionarios de comprender el programa revolucionario y su papel desde una perspectiva que rompa definitivamente con la mistificación a que ha sido sometido y que puede inducir a conclusiones erróneas tal como ha ocurrido con el planteamiento del Gobierno Provisional de Amplia Participación hecho por el FMLN-FDR.

Porque es a partir de esta visión equivocada que más de alguna voz sostiene que este planteamiento viene a sustituir al del establecimiento de un Gobierno Democrático Revolucionario hecho por nuestros frentes en 1980, y a partir de allí desarrollar toda una demostración en base a la comparación de los contenidos de las dos plataformas progmáticas. Grave error que comienza por "descubrir" intenciones de retroceso donde no existen más que readecuaciones tácticas y que olvida la ubicación temporal y el espacio político en que ambas se desenvuelven.

Porque ni el GPAP sustituye al GDR ni éste ha sido echado al cesto de la basura. Constituye el primero un planteamiento táctico y no una simple maniobra, que da cuenta de la correlación actual de las fuerzas internas y externas, políticas y militares cuyo objetivo es la creación dé condiciones para desarrollar la lucha con mayores ventajas, en una correlación de fuerzas más favorable al despliegue de las acciones de masas y una contribución para tratar de impedir la intervención militar directa y masiva de imperialismo yanqui.

Porque para nosotros el problema esencial de la lucha revolucionaria es el problema del poder, y el carácter revolucionario (o reformista, por qué no decirlo), del programa, está mediado y determinado por el primero, y cualquier comparación entre tal o cual plataforma programática, abstrayéndose del problema del poder, cae en el campo de una discusión doctrinaria que muy poco contribuye al diseño de tácticas concretas que son las que orientan correcta o incorrectamente la lucha.

La relación entonces entre estrategia y programa, y la relación táctica-programa no puede analizarse ni plantearse al margen del problema del poder y de la lucha por alcanzarlo. Hacerlos así impide comprender la dialéctica lucha de liberación lucha de clases y captar revolucionariamente las contradicciones entre las diferentes fracciones de la burguesía en nuestros países, llegándose al extremo de afirmar que al constatar la existencia de una fracción burguesa no oligárquica (por débil que ella sea económica y políticamente como es el caso en El Salvador), el FMLN-FDR llegó a la conclusión de que era posible pactar alianzas con ella para la formación de un gobierno, en un ejemplo del terror maximalista que ha impedido a no pocos revolucionarios hacer posible una perspectiva de triunfo revolucionario en nuestros países.

Ni el FMLN-FDR ha planteado jamás semejante alianza, ni puede, sin darle la espalda a la realidad concreta, dejar de reconocer la existencia de fracciones y contradicciones en el campo enemigo y diseñar los movimientos tácticos necesarios para su aprovechamiento.

Unicamente agregaremos a este punto esencial que sólo una visión mistificada del papel del programa en los procesos revolucionarios sumada a la separación formal entre lo político y lo militar (cuya base está en la incomprensión del carácter político-militar de las nuevas organizaciones revolucionarias latinoamericanas), puede llevar a la afirmación de que la discusión de los elementos políticos de la guerra, entre ellos el programa, pasan de ser regidos por las "leyes de la revolución" a ser regidos por las ' leyes de la guerra", sin explicar que las "leyes de la guerra revolucionaria" (y no de cualquier "guerra"), son parte integrante y subordinada a las leyes políticas de las leyes generales de la revolución, aunque la forma de lucha determinante sea la militar y como estas adquieren formas concretas en cada caso particular.

La afirmación de que las modificaciones en la táctica no significan modificar el programa es la expresión de quienes no trascienden mas allá del "programa máximo" y no logran por ello aterrizar en el campo de la táctica concreta.

2 También en el planteamiento de una estrategia y en el desarrollo de las tácticas revolucionarias, el problema de la organización y el partido revolucionario es crucial, pero la existencia de un partido único no es de obligada necesidad para el triunfo de la lucha de liberación nacional o popular, y en el caso salvadoreño éste se está construyendo en un proceso de síntesis contradictorio.

Estamos aquí ante una nueva herejía para los doctrinistas y maximalistas que no han aprendido de las experiencias cubana y nicaragüense, pero debemos también rebatir a los que, desconociendo el desarrollo real de las fuerzas revolucionarias en El Salvador y amparando caducas posiciones hegemonistas, van al extremo de oponerse a la necesaria construcción del partido único de la revolución salvadoreña a través de la fusión de todas las organizaciones de vanguardia y plantean, en cambio, la combinación entre el frente de organizaciones revolucionarias y la construcción de un partido marxista de la clase obrera, lo que no constituye otra cosa más que asignar el papel de vanguardia a una sola de ellas.

Contrapongamos a esta visión hegemonista nuestra tesis de la vanguardia síntesis. Partimos para ello de la constatación de que en El Salvador se está desarrollando casi a plenitud uno de los rasgos esenciales de la revolución latinoamericana: la vanguardia revolucionaria se construye en un proceso contradictorio a partir de la síntesis de núcleos dispersos de vanguardia que han surgido y se han desarrollado históricamente de manera paralela y separada.

En este proceso de síntesis no hay ninguna organización que a priori, y por una disposición externa a este proceso, juegue el papel del núcleo alrededor del cual se deban aglutinar las otras organizaciones revolucionarias; este papel se define a lo largo del proceso de síntesis y lo asume aquella organización cuya percepción y análisis de la realidad le posibilite impulsar los lineamientos político-militares más adecuados para ese momento. En El Salvador, este papel lo han asumido distintas organizaciones en distintas coyunturas, siendo ésta una de las formas peculiares que asume este proceso de síntesis en el país.

Este proceso de síntesis de la vanguardia dispersa no finaliza necesariamente antes del triunfo de la revolución popular, pero su concreción a niveles superiores es un requisito indispensable para poder avanzar hacia estadios superiores del proceso revolucionario que conduce a la construcción de la sociedad socialista.

Pero hay una cuestión previa: hasta que las distintas organizaciones de izquierda se constituyen en verdaderas organizaciones político-militares, es que se logran convertir en núcleos de vanguardia. En El Salvador el desarrollo táctico-organizativo diferenciado entre 1970-1980 produjo una extraordinaria complementariedad (no buscada conscientemente), social y geográfica, y distintas organizaciones, aunque no todas, vanguardizaban alternativa y coyunturalmente (por ejemplo en lo que respecta a la organización y acción de masas o en la constitución de los núcleos del futuro ejército revolucionario, etc.), hasta que, en 1979-80, este mismo desarrollo exacerbó esta contradicción y se dio el paso la dispersión inicial a la necesaria unificación.

Nos hemos detenido en este punto porque el no entender las peculiaridades de este proceso de unificación impide comprender la complejidad del desarrollo, también contradictorio de la táctica y del programa en la lucha revolucionaria salvadoreña.

3 Cuando el FMLN-FDR planteó la constitución de un Gobierno Provisional de Amplia Participación, algunas voces cuestionaron la viabilidad de la propuesta olvidando que partiendo de su correspondencia con la realidad, todo planteamiento táctico debe alcanzarse a través de la lucha que arranca concesiones a las clases opuestas.

Por eso es que no podemos aceptar los argumentos de que la administración Reagan se opone a todo diálogo contando para ello con el apoyo bipartidario, o que las fuerzas dominantes de la burguesía salvadoreña tampoco lo aceptan como un hecho inmutable. Las fuerzas revolucionarias y democráticas salvadoreñas tienen la obligación, considerando las determinaciones concretas, de luchar incansablemente y creadoramente por modificar estas posiciones o al menos para reducir al máximo sus bases de sustentación. Para los revolucionarios no existen determinismos políticos como tampoco determinismos geopolíticos o geográficos (siguiendo esta posición no hubiera sido posible desarrollar la guerra de guerrillas en El Salvador). Los revolucionarios no pueden negar las posibilidades de la revolución sin perder su carácter.

De allí que tampoco, apoyándose en ineluctables leyes generales, aceptemos que nuestro planteamiento de una autodepuración de las fuerzas armadas burguesas es inviable o que se argumente en contra de esta propuesta del FMLN-FDR basándose en deducciones especulativas sobre el desarrollo, necesariamente contradictorio por su extrema complejidad, de esta problemática en el interior de las organizaciones revolucionarias y democráticas.

Sostener entonces que este planteamiento del FMLN-FDR constituye un retroceso respecto a la propuesta del GDR de 1980 es pensar en el desarrollo del proceso revolucionario salvadoreño en términos lineales y atribuir a los revolucionarios un giro hacia la derecha o actitudes claudicantes que el accionar diario del FMLN echa por tierra con suma evidencia.

Llegamos así a la calificación de "maniobra táctica", tipificada además de ingenua, al planteamiento de constitución del GPAP, desconociendo los largos meses de esfuerzo y reflexión, no exentos de dudas, que ha exigido la elaboración de este planteamiento táctico para poder dar una respuesta política a la coyuntura nacional y centroamericana que acompañe, y se corresponda además, al desarrollo del extraordinario avance en el campo de lucha que para el FMLN y el FDR sigue siendo el fundamental y determinante: la lucha armada. Evidentemente este planteamiento hecho en la dinámica de la lucha misma no carece de vacíos e imprecisiones que hay que desarrollar y llenar al menor plazo posible, pero la corrección o incorrección de este planteamiento táctico será determinado por la práctica revolucionaria y no en una discusión al margen de ella, sin que esto conduzca a su supresión ni mucho menos, tal como lo prueba el presente escrito.

4 El FMLN-FDR siempre ha concebido el diálogo y la negociación como un instrumento auxiliar de lucha, como una acción complementaria arrancada a las clases dominantes y al imperialismo como producto de los avances de la forma fundamental de lucha: la lucha armada revolucionaria, y la forma que adquiere no puede ser una transposición mecánica de otras experiencias revolucionarias.

Por eso es que jamás hemos planteado una tregua incondicional ni mucho menos la entrega de las armas, pero tampoco esto debe llevarnos al desaprovechamiento de las contradicciones en el seno del ejército enemigo ni a agotar todos los esfuerzos por ampliar nuestro campo de alianzas y por impedir la intervención masiva directa de tropas imperialistas.

Plantear el carácter táctico o estratégico del diálogo y la negociación al margen de los planteamientos globales y las acciones reales de las fuerzas revolucionarias, puede conducir a un discusionismo estéril. Ubicado este instrumento dentro de estos planteamientos y acciones exige al contrario analizar exhaustivamente su viabilidad en cada coyuntura concreta y garantizar que no se desvíe de los planteamientos estratégico-tácticos revolucionarios o que pueda ser utilizado por las fuerzas enemigas. Pero esto, que es totalmente diferente, sólo puede ser hecho al interior de la conducción concreta del proceso con todos los riesgos y limitaciones que esto implica pero, ¿qué proceso revolucionario no conlleva riesgos aún estratégicos?

5 En cada proceso revolucionario, en cada revolución particular, los dirigentes históricos surgen, se desarrollan y juegan un papel con características propias y querer asignarles una dimensión más allá de sus potencialidades reales solo revela concepciones voluntaristas; en El Salvador la peculiar constitución de las organizaciones de vanguardia no han permitido hasta el momento el surgimiento de un dirigente único y máximo del proceso.

Esta afirmación, además de una peculiaridad de la lucha salvadoreña constituye una de sus mayores debilidades. En efecto, durante toda la década de los años 70, el desarrollo de las distintas organizaciones revolucionarias se caracterizó, entre otros, por dos rasgos: primero, las direcciones de éstas eran esencialmente colectivas y clandestinas, a tal grado que aún la mayoría de la militancia desconocía por quienes estaba constituida (esto permitió, entre otras cosas, desarrollar una extraordinaria capacidad de resistencia a la represión pues muchos de los compañeros de dirección nunca fueron dirigentes públicos de masas); segundo la organización y concientización de las amplias masas del campo y las ciudades giraban alrededor de los lineamientos político-militares planteados y no alrededor de personalidades; es hasta el inicio de la forma abierta de la guerra revolucionaria en 1981 que nuestro pueblo y los militantes de las distintas organizaciones empiezan a conocer quienes son sus conductores.

Estos dos rasgos no son ajenos a lo que podríamos denominar una "cultura política del silencio", a que fue obligado nuestro pueblo luego de la masacre de 1932 y que se interiorizó profundamente durante casi 50 años hasta que se empezó a romper con el despliegue abierto del movimiento popular de masas en 1979.

Decíamos que esto constituye además una de las mayores debilidades del movimiento popular y revolucionario salvadoreño pues la no existencia de un lider máximo de la revolución dificulta la cohesión ideológica de las masas y estorba el proceso de unificación de la vanguardia dispersa. Actualmente y como un justo reconocimiento negado por la historia oficial burguesa, el FMLN ha reinvindicado el nombre de Farabundo Martí y otros líderes revolucionarios pasados; aún así, nuestro pueblo y los militantes y combatientes de las fuerzas revolucionarias siguen remitiendose a una practica concentizadora y organizativa que responde ante todo a organizaciones y lineas y no a dirigentes.

Es esto lo que explica porque el FMLN en su conjunto y las distintas organizaciones en particular hayan podido resistir sin deserciones ni fraccionamientos sustanciales los errores cometidos por los dirigentes aún los de máximo nivel. Esta cuestión no ha sido entendida, al remitirse nuevamente a ejemplos exteriores y a partir de conclusiones generales, por muchos colaboradores y observadores externos a la lucha del pueblo salvadoreño, y conducido a una sobreestimación de algunos dirigentes otorgándoles carácter de dirigentes de la totalidad de las masas del país y llevar, más allá de lo real, las consecuencias de sus actos y actitudes.

Al ubicar de esta forma el problema, insistimos en no negar las debilidades que en el campo ideológico-político acarrea esto al proceso, ni descartamos la posibilidad de que en esta lucha alguno o algunos de los actuales dirigentes lleguen a jugar los máximos papeles.

Una última cuestión: toda dirigencia revolucionaria tiene la obligación de informar a los militantes, colaboradores y al pueblo en su totalidad sobre las diferencias, dificultades, errores y aciertos en la conducción del proceso, pero esto no puede hacerse de manera general e indiferenciada ya que la revolución trasciende al individuo en general y abstracto.

Y no sólo es que las condiciones de la guerra revolucionaria abierta impongan determinadas limitaciones obligadas por la acción del enemigo; (en las duras condiciones de la construcción clandestina de las organizaciones durante los años 70 la situación era más restrictiva) sino que todo proceso revolucionario, toda organización revolucionaria, rompe con el mito burgués del pleno derecho de todos los "ciudadanos" a la "total" información y todo lo que ello oculta como bien sabemos. Es que también la democracia revolucionaria otorga derechos diferentes de información y decisión en razón de los distintos niveles de participación. Olvidar esta verdad elemental de la organización revolucionaria conduce a exigencias no ganadas y a derechos autoasumidos de especulación al margen de la conducción concreta. Y queremos aclarar, para que no se nos entienda mal, que con lo antes afirmado no justificamos los errores provenientes de ocultar la información necesaria o su tergiversación para imponerse en un debate ideológico. Si estos errores se cometen, bienvenida la critica, pero que no sirva esto para exigir información en forma indiscriminada. La obligación de los revolucionarios es también educar a todo el pueblo y no sólo a los militantes y combatientes en la desmistificación de las concepciones burguesas sobre la "libertad de información" y sobre la "libertad de expresión".
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Fuente: Periódico Anastasio Aquino, Nº 14. El Salvador, C. A., mayo-junio de 1984.