A CUARENTA AÑOS DEL 23 DE SEPTIEMBRE.
EL ESTADO DE LAS COSAS
Jorge Lofredo
jorge.lofredo@gmail.com
Una de las ideas fuerza que permite ensayar una explicación y además abordar el cuadro de situación del movimiento insurgente armado y clandestino mexicano actual es la que afirma una «continuidad histórica» de lucha guerrillera no interrumpida desde el asalto al Cuartel Madera en 1965; además durante estos cuarenta años ocurrieron hitos históricos que excedieron la realidad nacional (masacres, sismos y movimientos populares masivos, fraudes, revoluciones, cambios de régimen y fin de dictaduras) que no sólo permiten dividir la «continuidad» en espacios temporales sino que la cargan de significado político y simbólico.
La dimensión histórica para las organizaciones es de suma importancia y la contemporánea generación de guerrilleros mexicanos recurrentemente se esmera en destacar; así, las FLN constituyen el antecedente del EZLN y el PROCUP-PDLP del EPR y de los grupos escindidos de su seno. La reivindicación de la historia propia continúa además con la persistencia de los liderazgos de décadas anteriores: el núcleo «duro» de comandantes de las FLN conserva un papel destacado y guarda influencia sobre el actual zapatismo; mientras que en un reciente texto del EPR caratulado «Un poco más de historia» reconoce por vez primera que uno de los mitos fundacionales de la guerrilla no zapatista de los noventa, la conjunción de catorce agrupaciones en un proyecto armado común, ha sido un «invento».
Zapatistas y eperristas coinciden en un silencio armado interrumpido esporádicamente por grupos ligados a la experiencia del PROCUP. Esta coyuntura sin embargo los muestra en caminos divergentes. El zapatismo abdicó de la vía armada a favor de la reivindicación indígena y se convirtió en un referente de la vida política nacional. El actual PROCUP-EPR en cambio comenzó a desangrarse desde 1998 y todavía no se encuentran razones concluyentes para considerar que el proceso de rupturas internas hayan culminado. Entre los rupturistas las divisiones se muestran como puntos sin retorno. Las etapas que recorren cada una de ellas y el grado de debilidad manifiesta por la desunión son poderosas razones que explican este silencio. Existe además una línea de influencia proveniente de la experiencia del EZLN que provoca otra circunstancia de división entre organizaciones del mismo tronco que alcanza en ocasiones a replantear algunas de sus estrategias particulares.
Junto a la diáspora eperrista, que supone la existencia de no menos de seis agrupaciones armadas, otras han anunciado su existencia y su decisión de combatir por las armas al gobierno y ejército mexicanos y que alcanza, según la referencia, a diez estados de la república. Frente a ello, la actual administración federal y las corporaciones de seguridad aseguran que es una estrategia del PROCUP-EPR como expresión propia y no se condice con una verdadera existencia de movimientos armados. La «continuidad histórica» que representa el zapatismo con sus perspectivas innovadoras se manifiesta hoy en construcción aunque con un destino distinto expresado originalmente. En contrapartida, la experiencia del PROCUP se encuentra actualmente devaluada y rodeada de incertidumbre. Este proceso que reconoce 41 años de existencia se reconoce vulnerable y sin iniciativa política, aunque a diferencia del EZLN mantiene en la clandestinidad a sus estructuras.
La combinación de la vía militar y política aún guarda vigencia en el México actual, hecho que se destaca tras cuarenta años y se reafirma con la existencia de grupos diversos que proclaman el camino de las armas. No obstante tampoco han existido esfuerzos serios de los distintos gobiernos para comprender la emergencia y fundamentos de las organizaciones: otro elemento fundamental que le provee contexto y razón de ser a los proyectos armados.