1. El modelo económico sigue siendo exitoso para las clases dominantes.
En el transcurso del segundo semestre del año pasado (y durante el primero del 2012) el Gobierno transmitió por todos los medios posibles la idea de una potencial crisis económica, consecuencia del desplome económico del primer mundo. Sin embargo, y pese a que muchos economistas burgueses (y no tan burgueses) se inclinaban hacia esa posibilidad, la crisis no fue tal. La estabilidad macro-económica se ha mantenido e incluso ha logrado aumentar considerablemente, alcanzando niveles de crecimiento cercanos a un 5,4% este segundo trimestre. De esta forma, Chile, se ha posicionado como una de las economías continentales de mayor crecimiento durante este año, anotando un aumento de 1,7% respecto este primer trimestre, superando ampliamente las expectativas económicas del Banco Central (realizadas el año pasado) que calculaban un crecimiento cercano al 4% para este año. Todo indica que el crecimiento promedio anual será superior al 5%; ello convierte a nuestro país en una de las economías más estables y con mayor crecimiento de América Latina y del exclusivo club OCDE.
Pero no sólo el crecimiento del PIB expresa la estabilidad del modelo y la expansión económica: las exportaciones, en los dos primeros trimestres, suman un crecimiento acumulado superior al 6,8%, mientras las importaciones han crecido, hasta la fecha, cerca de un 8,8%, mientras que la inversión no baja del 7% y el dólar se mantiene estabilizado (controlado) en un conveniente precio ($470) para exportadores e importadores.
El capital bancario (en manos de los mismos grandes grupos económicos que el capital productivo), anotó importantes ganancias. El Banco Chile (grupo Luksic), ganó durante este primer semestre más de $250.000 millones de pesos, con una rentabilidad sobre el patrimonio de un 25% aproximadamente. El Banco Santander Chile (propiedad del Santander España) ha obtenido cerca de $250.000 millones de pesos en ganancias, con una rentabilidad sobre el patrimonio de un 10% aproximado. El Banco BCI (grupo Yarur), obtuvo ganancias cercanas a los $145.000 millones de pesos, con una rentabilidad aproximada de un 19%. En cuarto lugar se ubicó el Banco BBVA, también de propiedad española, con ganancias cercanas a los $36.000 millones de pesos, y de una rentabilidad cercana al 19% sobre su patrimonio. Finalmente, el Banco Estado obtuvo ganancias cercanas a los $53.000 millones de pesos, con una rentabilidad aproximada de un 9,1%. Por otro lado, el IMACEC creció cerca de un 5,3% respecto al mismo mes del año pasado, impulsado principalmente por los sectores se servicios, comercio y generación eléctrica. Los Retail crecieron un 7,9%, los servicios un 8,8% y la producción minera un 5,1%.
Pero sin duda las cifras más relevantes, desde el punto de vista de la estabilidad del modelo económico y la expansión de la tasa de ganancia de la burguesía, son los porcentajes de crecimientos ligados al capital trasnacional. Durante este primer semestre el crecimiento de la inversión extranjera[1] alcanzó el histórico record de 80%[2], del cual un 47% es directamente reinversión de capitales. Un 60% de las nuevas inversiones realizadas en nuestro país durante este primer semestre fue dirigido a la producción minera.
Las últimas cifras no hacen más que reafirmar nuestros planteamientos contrarios a una potencial crisis económica y el temor (de la clase capitalista) a una desaceleración o estancamiento productivo, ya que ello estuvo completamente alejado de la realidad. La verdad, es que esto respondió a una táctica diseñada desde el poder ejecutivo con la finalidad de frenar las exigencias impulsadas desde el movimiento de masas, que demandaba un aumento en el gasto social (especialmente en educación). El patrón de acumulación funciona sin grandes dificultades. Los aprietos y turbulencias experimentadas por las principales economías mundiales no han afectado, no afectan, ni afectarán el sólido sistema de explotación capitalista chileno.
El Banco Central estima un crecimiento superior al 5% para este año, mientras el resto de los países OCDE alcanzan sólo un 2%. Nuestro país supera ampliamente la cifra anterior y es por ello que se le ubica como uno de los grandes referentes económicos mundiales. Chile es utilizado como ejemplo de un sistema económico “serio” y “responsable”: un modelo mundial de explotación.
La política económica “responsable” de todos los gobiernos de la Concertación y la derecha, sobre todo de los gobiernos posteriores a la Crisis Asiática, ha permitido mantener un ritmo de crecimiento “aceptable” para las clases dominantes. Es cierto que Chile ya no posee las tasas de crecimiento superiores al 7% que exhibió durante los mandatos de Aylwin y Frei, y que en el transcurso de la segunda mitad del gobierno de Bachelet disminuyera hasta un promedio anual de -1,5% el año 2009 (en plena Crisis Subprime). Sin embargo, durante el Gobierno piñerista, el PIB ha logrado mantener una alta tasa de crecimiento, promediando un 5,3% el año 2010 y un 5,9% el año 2011. Dichas cifras no se alejan de la promesa de campaña de Piñera, que aseguraba retomar el ritmo de crecimiento anterior a las Crisis Subprime de al menos un 6% anual.
Sin pretender, por el momento, profundizar en las causas que han permitido el alto nivel de crecimiento, es importante para nosotros señalar que esto no sería posible sin las condiciones de pauperización, tercerización laboral, cesantía estructural (que permite una mayor “regulación” del “mercado laboral” por parte de los explotadores), la estabilidad del régimen de democracia restringida burgués (aunque en un proceso ascendente de descomposición y pérdida de su hegemonía) y el re-direccionamiento de las exportaciones hacia los países del bloque BRICS. También, cabe mencionar el secuestro (por parte de la burocracia sindical liderada por el reformismo pequeñoburgués) de las organizaciones de trabajadores, además de la dispersión ideológica de la clase obrera y el campo popular, y la fragmentación evidente de la izquierda revolucionaria.
El capitalismo en Chile goza de buena salud, y los dueños del poder y la riqueza lo comprenden a cabalidad. Nuestro pequeño país se ha convertido (en época de crisis mundial generalizada, inestabilidad económica y proliferación de gobiernos relativamente proteccionistas) en un paraíso financiero para la inversión extranjera, especialmente para el capital imperialista que arriesga perder sus jugosas tasas de ganancia en los países aún sacudidos por las turbulencias económicas.
1.1. Dos claves del modelo de explotación: precarización laboral y cesantía estructural.
“Desde el punto de vista social, la clase obrera es, -por tanto aun cuando se encuentra fuera del proceso inmediato de trabajo- un accesorio del capital de la misma forma que el instrumento inanimado de trabajo”
El Capital, Carlos Marx
No puede haber clases dominantes sin clases dominadas. No puede haber burguesía sin proletariado. No puede haber explotadores sin explotados. No pueden existir en Chile, ni en ningún país capitalista del mundo, altas tasas de ganancias para la burguesía si no es a costa de la precarización laboral, que facilita y asegura a la parasitaria clase burguesa, la apropiación del trabajo del obrero.
El capitalismo en Chile funciona “bien”, generando altas tasas de ganancias a un muy bajo costo. El sueldo mínimo se encuentra bajo la línea de la pobreza, lo cual le permite a la clase patronal tener una fuerza laboral de casi un millón de trabajadores en condiciones de súper-explotación; “regulados” y amparados por la Ley Laboral.
Según la OIT, cerca del 40% de los asalariados chilenos están ubicados en los sectores informales de trabajo; quienes poseen las peores condiciones laborales (13% de la fuerza laboral se desempeña en microempresas con menos de 5 personas contratadas, 20% por cuenta propia y 6% en servicios domésticos). Por otra parte, del total de trabajadores del país, cerca de un 20% no posee ningún tipo de contrato ni entrega boletas de honorarios. Es decir, están trabajando sin ningún tipo de protección laboral y completamente fuera de la ley.
Como si no bastara, nuestro país mantiene una alta tasa de desocupación juvenil, superior al 16% (casi tres veces más que el 6,5% general), con un promedio de $100.000 pesos menos de salario que la media nacional. Por otro lado, las mujeres rodean el 10% de desempleo (doblando a los hombres), promediando un 13% menos de salario que los varones. Evidentemente las mujeres menores de 30 años son las que mantienen las mayores tasas de cesantía, precarización laboral y desigualdad salarial, convirtiéndose en el sector laboral más abusado de nuestro país.
Piñera, al comienzo de su mandato, anunció la creación de un millón de empleos durante los cuatro años de su período presidencial. En el discurso del 21 de mayo pasado señaló que ya habían sido creados setecientos mil empleos nuevos. Sin embargo, precisamos que cerca del 80% de los nuevos trabajos creados son tercerizados; corresponden a subcontratación, servicios transitorios y suministro de personal; empleos de pésima calidad, temporales y sin protección laboral. La misma cifra se encumbra a un 99% en el caso de las nuevas asalarias. Por lo demás, de los doscientos mil nuevos empleos creados cada año, se pierden, en el mismo transcurso de tiempo, cerca de ciento cuarenta mil puestos de trabajo.
La cesantía estructural, que ahora se encuentra cercana al 6,5%, es también clave a la hora de comprender las altas tasa de ganancia de la clase dirigente. Los propios economistas neoliberales recomiendan una cesantía aproximada de un 5%, a la cual llaman “pleno empleo”. Este porcentaje de desocupados cumple un doble propósito. Por un lado es posible mantener un alto número de trabajadores produciendo y engrosando las ganancias de los dueños del gran capital junto a un “mercado laboral” con suficiente mano de obra disponible. Esto permite que no se produzca un “disparo inesperado” de los salarios. De esta forma se produce un leve y controlado aumento salarial (inferior al 2% anual; por debajo del IPC), manteniendo siempre una cantidad importante de trabajadores súper-explotados (casi un millón de asalariados que no alcanzan a cubrir la Canasta Familiar, aquellos trabajadores y trabajadoras apenas aseguran su propia reproducción como clase) y con un 40% de trabajadores informales. Año a año, los grandes grupos económicos acumulan mayores ganancias, aumentando, de paso, la brecha de desigualdad y concentrando aún más el capital. Chile, en la última década, ha duplicado el PIB per cápita, encumbrándose sobre los $17.000 dólares anual por persona (muy cerca de los 20.000 dólares que se estiman para que un país sea considerado como “desarrollado”). El FMI, estima que el 2013 Chile lograría superar a la republica Argentina, posicionado a nuestro país en el primer lugar de América Latina en cuanto a ingreso per cápita, pero a la vez con la peor brecha de desigualdad del continente y con el ingreso mínimo mas bajo de todos los países con mayor desarrollo económico de Nuestra América y de los países del OCDE.
Reiteramos, no solo no hubo, no hay, ni habrá crisis económica para los dueños del poder y la riqueza de este país. El patrón de acumulación funciona perfectamente; no presenta ni fisuras, ni debilidades, ni tampoco existe un cuestionamiento desde los explotados o desde sus organizaciones sindicales. El modelo económico genera condiciones de explotación y pauperización laboral sin oposición organizada ni cuestionamiento alguno desde el campo popular; esto permite que además la clase trabajadora sea utilizada, sin disimulos, como mecanismo de regulación y amortiguación de los vaivenes económicos y crisis cíclicas del capitalismo.
1.2. El eslabón más débil de la explotación.
Lenin indicaba, a propósito del proceso revolucionario en la Rusia semi-feudal, que la cadena del imperialismo se rompía por el eslabón más débil. El parafraseo anterior, no es ni aleatorio ni antojadizo, el viejo y sabio maestro bolchevique nos indica algo muy importante para el actual periodo de lucha de clases; la cadena se esta rompiendo justamente allí donde es más débil. El movimiento estudiantil es un claro ejemplo de esta realidad, los estudiantes más combativos han sido aquellos que estudian en los liceos técnicos, en los liceos de las periferias, en los liceos que alguna vez fueron emblemáticos, pero ante el “olvido” del Estado han quedado en la deriva económica y educativa. Otra expresión clara, de eslabón más débil, fueron los alzamientos populares de Dichato, Magallanes y Aysén, que ante la pobreza extrema, la cesantía, el abuso se levantaron en radicales protestas contra el Gobierno central, la marginalidad y el olvido. Lo mismo sucede con los trabajadores portuarios, con los pobladores de Freirina, la protestas en Coquimbo, lo trabajadores del retail, las protestas de los sub-contratados, etc.
El patrón de acumulación capitalista genera, evidentemente, una explotación brutal de la clase obrera. Más aun, el modelo neoliberal profundiza de manera más radical las condiciones de explotación por medio de la desregularización, la flexibilización y la externalización del trabajo. La desregularización, por ejemplo, se expresa en la falta de protección social, la inexistencia de contratos definidos y la informalidad del trabajo en general. La externalización, otro ejemplo, aparte de dividir a los trabajadores en asalariados de segunda y tercera categoría, atomiza a nuestra clase; marginándolos, incluso, dentro del mismo proceso productivo.
El trabajador formal sigue siendo el más relevante pese a que las transformaciones del proceso productivo han hecho disminuir considerablemente su número. Sin embargo, el miedo a perder un trabajo estable (como el caso de los funcionarios públicos), cierta comodidad económica (como los obreros de la “alta minería” y algunos trabajadores del sector energético) y la hegemonía del sindicalismo dirigido por los partidos tradicionales, hacen que este sector se encuentre muchas veces dominado por posiciones conservadoras; propias del reformismo obrero y el reformismo pequeñoburgués. En cambio, los sectores de trabajadores no tradicionales (trabajadores terciarios, subcontratados, por cuenta propia, etc.) se dan dos importantes características: por un lado, hay mayores grados de abuso laboral (flexibilización, contratos definidos, subcontratación, etc.) y por otro lado, un menor grado de afiliación a sindicatos, a federaciones y centrales de trabajadores cooptados por las diferentes expresiones del reformismo y la socialdemocracia. Esto ha detonado que este sector de la cadena productiva se convierta actualmente en la franja más activa de los trabajadores en cuanto a huelgas, paros y niveles de combatividad; debido, como decíamos, a los brutales niveles de explotación y las distancias con el sindicalismo moderado.
De las últimas veinte huelgas legales (hay muchas huelgas que no son “legales” y son muy difíciles de contabilizar; los datos son muy escasos) que se produjeron entre agosto y octubre de este año, quince han sido protagonizados por trabajadores subcontratos y de servicios. A continuación los señalamos: Trabajadores de Konecta, trabajadores de Ripley, trabajadores subcontratados de la Mutual de Seguridad, trabajadores de Claro, Sindicato de Algueros de Coronel, trabajadores subcontratados de Lan Express, Sindicato Gimnasio Pacific, trabajadores de TERPEL, trabajadores subcontratados de El Mercurio Antofagasta, trabajadores subcontratos de METALCAV (CODELCO) , trabajadores subcontratos de Gardilcic (División Andina), trabajadores del Hotel Diego de Almagro de Puerto Montt, peonetas de Coca-Cola, trabajadores de Tur Bus y Sindicato de Guardias Protec. Y sólo cinco huelgas legales en los sectores tradicionales de la producción y de funcionarios públicos: trabajadores de la Superintendencia de Educación, trabajadores de la Universidad Austral, trabajadores de Chuquicamata, trabajadores municipales de la Región de los Ríos y trabajadores de la Aduana.
Es muy difícil poder recoger datos exactos de los últimos conflictos laborales, la información es escueta, difusa y escasamente cubierta por los medios de comunicación de las clases dominantes. No obstante, no dudamos que si incluyéramos los datos que no tenemos en nuestro poder, la proporción no variaría significativamente, e incluso (probablemente) aumentaría la brecha entre un sector y otro. Finalmente, no hay que perder de vista, que la gran mayoría de los sindicatos movilizados no se encuentran afiliados a la CUT, sus dirigentes mantienen un discurso muy crítico a la mafia sindical que ha hegemonizado la central los últimos años, y han reconocido, muchas veces, la necesidad de recuperarla y re-fundarla bajo los mismos principios clasistas que fue creada el año 1953.
La izquierda revolucionaria no puede pasar por alto esta situación en el proceso de reconstrucción del movimiento obrero chileno. Debemos desarrollar una política revolucionaria y clasista al interior de estos sectores en lucha; transfórmalos en una fuerza política pujante. Esto no significa dejar de lado la acumulación de fuerzas al interior de los sectores productivos estratégicos, sino más bien comprender, con flexibilidad táctica, la actual dinámica de la lucha de clases, para sacarle un mayor provecho a los enfrentamientos parciales contra la burguesía y su Estado.
2. Caracterización del actual periodo de lucha de clases.
Los últimos dos años han estado marcados por un proceso ascendente de movilización de masas y de reactivación social, con un importante componente de clase, y que es, en el transcurso de las ultimas dos décadas, el punto más alto de lucha y protesta en nuestro país. Sin embargo, nosotros, no confundimos la reactivación social con un proceso de ascenso de la lucha popular; un periodo pre-revolucionario o una fase caracterizada por la dualización del poder. Muy por el contrario, pensamos, con humildad y sinceridad, que las grandes movilizaciones de masas son sólo el primer paso del lento (y muy retrasado) re-armamiento de la conciencia y la organización de clase en nuestro país. Sin duda hay sectores sociales avanzados, como parte importante del movimiento estudiantil. Sin embargo, las fuerzas motrices de la revolución; las que tienen en sus manos la verdadera capacidad de remecer los cimientos de la explotación y la dominación capitalista, son los que aún se encuentran más retrasados, desmovilizados, dispersos, desorientados y divididos.
Pese a los cuestionamientos (marginales) al modelo económico y al régimen político de dominación (desde puntos de vistas predominantemente heterogéneos y desclasados) el sistema capitalista, en términos globales, goza de estabilidad institucional, cultural, política e ideológica. ¡En Chile no hay crisis de las clases dominantes, ni de su proyecto estratégico, ni de su institucionalidad burguesa!
La Comisión Política del MIR, en octubre de 1972, definió de forma general pero muy exacta este tipo de periodos de lucha de clases:
“(…) en épocas “normales” o “estables”, en las cuales predomina la ideología de la clase dominante y el sistema capitalista funciona “normalmente”; la clase dominante es la que fundamentalmente controla y esta en permanente actividad política, incluso, solo fracciones y segmentos de ella. Se desarrolla la vida política a través de los canales restringidos, el aparato de Estado canaliza y absorbe la mayor parte de ellos, el parlamento, el ejecutivo, la justicia. Las fuerzas armadas están pasivas y dependientes directamente del aparato de dominación. Se resuelven a favor de una, los choques entre las distintas fracciones de la clase dominante. La clase obrera, como tal, se expresa casi fundamentalmente a través de la lucha sindical, predomina el reformismo en ella, y solo fracciones restringidas, segmentos de la clase obrera están en la actividad política propiamente tal. Menos todavía, están en gran actividad las capas aliadas. La característica esencial que modifica ese estado de cosas, cuando se entra en un periodo pre-revolucionario es por un lado: el ascenso de la lucha, la conciencia, la organizaciones de la clase matriz, y por otro lado, la convulsiones y efervescencia que "activa" al conjunto del pueblo"[3].
A nuestro parecer, todas las características antes mencionadas están, en nuestro país, presentes en la actualidad. La fase de reactivación social dista mucho de poder conseguir romper con la “estabilidad” y la “normalidad” del capitalismo en Chile. Pero pese a ello, poco a poco, están floreciendo, de manera irregular por las condiciones en que las luchas se han sucedido y cómo se repliegan, las condiciones para una situación de mayor agudización de la lucha de clases. Es tarea de la franja revolucionaria: comprender, profundizar y ampliar dichas condiciones, antes que sean revertidas por las clases dominantes.
3. La crisis de hegemonía del bloque dominante y la potencial crisis orgánica de los partidos políticos tradicionales.
“En cierto momento de su vida histórica, los grupos sociales se separan de sus partidos tradicionales. Esto significa que los partidos tradicionales, con la forma de organización que presentan, con aquellos determinados hombres que los constituyen, representan y dirigen; ya no son reconocidos como expresión propia de su clase o de una fracción de ella.”
Antonio Gramsci
Si bien, hoy no es tal, pensamos que de prolongarse y profundizarse la crisis de legitimidad del régimen político de dominación, combinado con un avance importante en el proceso de re-construcción del movimiento obrero y popular chileno, efectivamente podría ocurrir una crisis orgánica de los partidos tradicionales.
Ciertamente, en este momento, no se desarrolla una crisis orgánica en nuestro país (un divorcio objetivo y subjetivo entre las clases y los partidos políticos) sí podemos señalar la existencia de una descomposición orgánica galopante entre los diferentes partidos políticos[4] y las distintas clases y capas sociales existentes en nuestra sociedad. Es más, desde el punto de vista de la representación política, sólo los partidos de las clases dominantes se encuentran aún legitimados frente a los intereses de su propia clase. El resto de los partidos políticos, especialmente los socialdemócratas y reformistas, se encuentran completamente divorciados de los grupos y capas sociales. Incluso, la izquierda revolucionaria, la cual representa objetivamente los intereses históricos del proletariado, se encuentra complemente aislada de su propia clase y de las clases subalternas en general; no existe una articulación orgánica real entre movimiento revolucionario y movimiento obrero y popular.
Hay un “acuerdo” transversal (e interclasista) en que el régimen de democracia restringida atraviesa una grave crisis de representación, legitimidad y participación. Los diagnósticos sobre cuáles son los orígenes de esta situación son bastante amplios y diversos. No obstante, ni desde del bloque en el poder, ni desde la izquierda, han sido especificadas la razones más profundas de esta situación o sus posibles consecuencias.
A nuestro parecer, lo más relevante de esta realidad, no está en su expresión mas concreta: la abstención electoral. Para nosotros, la falta de participación, la crisis de representación y de legitimidad, son la expresión de la ausencia relativa de hegemonía de una clase sobre la otra, que facilite el ejercicio de una dominación con menos grados de coerción. Sin embargo, esta ausencia relativa, no es tampoco la manifestación de una “nueva hegemonía” (o contra-hegemonía) que ha nacido o esta naciendo desde el movimiento obrero y popular, de hecho esto se encuentra muy lejos de suceder.
Si, como decíamos anteriormente, la ausencia relativa de hegemonía no es igual a la existencia de una nueva hegemonía obrera y popular, las salidas a corto y mediano plazo de la crisis de representatividad, se estarían jugando más en el plano de la decisiones políticas (reformas) y maniobras varias que sea capaz de acordar el bloque en el poder, que de la iniciativa unitaria de los trabajadores y el pueblo organizados como fuerza movilizadora y transformadora. El campo popular, pese a los niveles de madurez alcanzados durante el último ciclo de movilizaciones sociales, no posee (aún) la suficiente fuerza acumulada como para dar una salida rupturista a los problemas de representatividad y legitimidad del modelo político de dominación y transformar la actual coyuntura en un escenario más agudo de lucha de clases. La iniciativa la tienen casi completamente las clases dominantes y sus partidos políticos. Es por ello, que pese a que los problemas de participación llevan casi diez años expresándose, el bloque en el poder se ha tomado con calma las posibles soluciones burocrático-institucionales a estas dificultades. Incluso, la iniciativa política está tan del lado de las clases dominantes, que al interior del bloque en el poder baraja la posibilidad de una Asamblea Constituyente, la que hace algunos años hubiese parecido imposible para algunos sectores.
De ahí el peligro de la “consiga-táctica” de la Asamblea Constituyente, la cual, en un periodo de lucha de clases caracterizado por una correlación de fuerzas completamente favorable a la burguesía, termina siendo una jugada regresiva para el movimiento de masas. Una Asamblea Constituyente bajo las actuales condiciones de fragmentación y dispersión del movimiento obrero y popular, y con una izquierda revolucionaria estéril y orgánicamente minúscula, terminaría por “entregar en bandeja” los pequeños avances de acumulación de fuerzas del movimiento de masas a la institucionalidad restaurada de las clases dominantes.
Como hemos señalado en otros análisis, para el ejercicio de una dominación efectiva y extensa que permita la profundización de los niveles de explotación contra la clase trabajadora, es necesario un régimen político legitimado.
En principio, la Coalición se planteó la necesidad de recuperar las altas tasas de ganancias de los primeros diez años de gobiernos de la Concertación (perdidas en el transcurso de las administraciones Lagos-Bachelet, como consecuencia de las crisis económicas mundiales). Para retomar los niveles de crecimiento sobre el 6%, era necesario, en principio, recuperar los grados de gobernabilidad democrática y legitimidad política propia de los años noventas; sin un modelo de dominación efectivo es imposible profundizar en los grados de explotación. De ahí la decisión de impulsar el voto voluntario con inscripción automática y la disposición para discutir posibles cambios en el binominal (además de otras reformas parciales. Sin embargo, gran parte del crecimiento económico ha sido recuperado (sobre el 5%) sin necesidad de abrir demasiado el régimen político a otras fuerzas. Además, el movimiento de masas que diera grandes dolores de cabeza a los dueños del poder y la riqueza, se ha sumergido en un reflujo durante todo este año, sacando del escenario político a un importante sector crítico de nuestra sociedad.
Frente a este panorama, la recomposición del régimen político, pasa de ser la centralidad programática del bloque en el poder, a un variable importante pero secundaria. Los resultados en las elecciones municipales dan un piso político de mayor seguridad, ya que si bien los niveles de abstención fueron altos, no hubo un cambio importante en la correlaciones de fuerzas a nivel nacional: la derecha disminuyó levemente y la Concertación aumentó también levemente, mientras que las candidaturas independientes y provenientes “del movimiento social” fueron completamente aplastadas.
Este barómetro electoral permite sacar algunas conclusiones evidentes y positivas para los intereses de la clase patronal. Por un lado, en las próximas elecciones, no abría un cambio importante en la correlación de fuerzas políticas, tan sólo se estarían jugando algunos senadores y diputados más o menos. Como segunda conclusión, tenemos que los niveles de abstención electoral estarían dentro de los marcos aceptables; comparativamente con los países más desarrollados, por lo tanto no “urge tanto” la solución a este problema, y da más tiempo para pensar un rediseño institucional que cambie algunas reglas del juego electoral pero sin afectar mayormente la estabilidad del régimen político ni del patrón de acumulación.
En nuestro país no vivimos una contradicción aguda entre clases subalternas y participación político-electoral, ni menos aún una inestabilidad institucional o una crisis de dominación, somos parte y testigos de una agotamiento del régimen político burgués que combinado con una gran estabilidad del modelo de acumulación, pero con una ausencia relativa de hegemonía, da un buen pie para la acumulación de fuerzas y el desarrollo de una política con independencia de clase; el despliegue de una táctica de masas basada en la lucha democrático-popular, ergo revolucionaria, sostenida sobre las demandas y reivindicaciones populares. Si somos capaces de desarrollar una acumulación importante dentro de las actuales condiciones, podemos empujar a una crisis orgánica de los partidos políticos tradicionales y agudizar el proceso de descomposición del régimen de democracia restringida.
Sin embargo, si no somos capaces de aprovechar esta coyuntura, lo más probable es que mediante la Asamblea Constituyente u otro mecanismo burocrático-institucional, el bloque dominante vuelva a recuperar parte de la hegemonía sobre el conjunto del campo popular, subordinando(relativamente) a la dominación político–ideológica a los trabajadores y al pueblo, haciendo mucho más complejas la tarea de reconstrucción del movimiento obrero y popular, como las tareas embrionarias de acumulación de fuerza social revolucionaria y del desarrollo del poder revolucionario de la clase obrera y el pueblo.
El camino en el cual se encauce esta nueva fase de lucha de clases en Chile, está claramente determinada por la capacidad de las fuerzas populares para dar coherencia a un proyecto político rupturista, que mediante la movilización masiva, el despliegue de la acción directa de masas y la confrontación de plataformas de lucha populares con el modelo económico y la institucionalidad de los ricos, pueda contribuir efectivamente en el re-armamiento político de las clases populares; agudizando, de manera mas clara, los antagonismos de clases.
El bloque en el poder ya comenzó la apertura del régimen político de dominación, los tiempos y la profundidad de los cambios dependerá de la estabilidad del patrón de acumulación y de la existencia de un movimiento de masas activo que presione, directa o indirectamente, en el sentido de la “democratización” institucional. Sin embargo, con más o menos reformas, con o sin binominal, con elecciones de intendentes o gobernadores, con Asamblea Constituyente o con una mayor inclusión social en el desarrollo de políticas públicas, lo cierto es que la burguesía no permitirá transformaciones profundas en el modelo político o económico.
Probablemente será en el transcurso del próximo Gobierno, seguramente de Bachelet, el que llevará adelante las reformas más importantes en materia de participación política. Bachelet, debido a su carisma, liderazgo social y simpatía ciudadana, tendrá mucha mayor capacidad de capitalizar el “valor agregado” de estas modificaciones y transformar esa fuerza subjetiva presente en las masas populares, en votos y legitimidad para una Concertación, que en el poder y con el apoyo (subordinación) del PC, tendrá muchas mas posibilidades de recomponerse como agente político hegemónico y, junto con ello, profundizar el proyecto económico y político del capitalismo en Chile. No obstante, no dudamos que la contradicción capitalismo-democracia seguirá marcando la pauta política de los próximos años.
4. La coyuntura electoral del bloque en el poder.
“ni por las elecciones los trabajadores conquistaran el poder, porque la burguesía no está dispuesta a acatar las mayorías parlamentarias, ni toda la fuerza del pueblo se expresará en los resultados electorales. Sabemos que las elecciones nunca resuelven por sí mismas los problemas de las clases, sólo los plantean."
Miguel Enríquez
Sin lugar a dudas todo este año 2012 estuvo marcado por la coyuntura electoral (del bloque en el poder) y por supuesto el 2013 no será la excepción. Es más, a nuestro parecer, la contienda electoral ya está comenzando, al menos en la elección presidencial con la salida del gabinete a los otrora ministros Allamand y Golborne; acompañado de la ofensiva mediática de los dos principales periódicos burgueses de nuestro país (La Tercera y El Mercurio) que apuestan desde ya al posicionamiento comunicacional de sus candidatos.
Respecto a los resultados obtenidos por la Concertación en la reciente disputa electoral, y salvo por los triunfos obtenidos en las denominadas “comunas emblemáticas”, se puede ver que no obtuvieron ningún cambio importante en la correlación de fuerzas, salvo como indicamos, algunos ajustes menores. Por otra parte, y contrariamente a lo que predecían erróneamente muchos pensadores y analistas del bloque en el poder, el cambio en el padrón electoral (que ahora incluye a millones de votantes más) no significó ninguna participación masiva, se mantuvieron los niveles de participación relativamente estables respecto a las elecciones anteriores. Tampoco la irrupción de las candidaturas “progresistas” (PRO, MAIZ, IC, etc.) ni las candidaturas desde los “movimientos sociales” (como el Partido Igualdad) resultaron ser una sorpresa en los resultados finales. Ni sus escasos candidatos triunfantes, ni los porcentajes de votos obtenidos son relevantes en términos electorales, ni representan una preocupación para los administradores del modelo político y económico. Sin embargo, hay importantes lecciones que extraer de la contienda recién pasada. Debemos analizar en profundidad de qué forma este panorama político afectará el desarrollo de la lucha de clases, el movimiento de masas y la próxima triple elección en nuestro país.
Como ya hemos señalado, la “ampliación” del régimen de democracia restringida es una necesidad para los dueños del poder y la riqueza, ya que es de suponer (para la burguesía) que a mayores niveles de “democratización” del modelo político, los niveles de movilización social y la des-legitimidad de los partidos del bloque dominante disminuirían ostensiblemente, lo que permitiría casi de “forma automática”, articular una base social mucho menos resistente a reformas económicas que profundicen aún más el modelo de explotación en Chile. Sin embargo, con inscripción automática y voto voluntario, los niveles de participación electoral se mantuvieron prácticamente idénticos a las elecciones pasadas. La pérdida de legitimidad del modelo político y la ausencia relativa de hegemonía de las clases dominantes, no será superada mediante reformas parciales, las cuales evidentemente, no afectan realmente la estructura de dominación ni la estabilidad del régimen político burgués. La hegemonía, obviamente, no es una “cosa” que se pueda tomar o perder, es producto de un desarrollo histórico extenso, sofisticado y complejo, donde una clase por sobre la otra, logra imponer sus criterios culturales e ideológicos, convenciendo que su proyecto económico, social y cultural, es el mejor de todos los “proyectos posibles”. Es por ello, que la reconstrucción de la hegemonía de las clases dominantes no será producto de un “paquete de reformas” cosméticas al régimen de democracia restringida burgués, ni tampoco será producto de la incorporación gradual de “políticas progresista” a los objetivos programáticos de los partidos que componen el bloque en el poder. Sin embargo, es posible que un liderazgo carismático y populista como el de Bachelet, pueda suplir momentáneamente la ausencia de una agente político hegemónico y contribuir a la recuperación parcial de la hegemonía burguesa.
4.1. Resultados electorales: cambio y continuidad.
Como se ha difundido por todos los medios de comunicación burgueses y no burgueses, los resultados electorales comparativamente con las elecciones pasadas, vivieron una merma de votantes. En las elecciones municipales del 2008 concurrieron cerca del 58% de los ciudadanos en edad de votar a las urnas. Mientras que en las elecciones del 2012, el porcentaje de votantes disminuyó hasta un 41%. Hubo entonces, cerca de 1.100.000 votantes menos: el 2008 fueron 6.362.130 votos y el 2012 el número descendió hasta los 5.261.069 (de un universo cercano a los 13 millones de ciudadanos en edad de votar). No esta demás recordar que en las presidenciales de 1989 participó el 84,2% de los ciudadanos en edad de votar, en las presidenciales de 1993 un 81,5%, en las presidenciales del 1999 un 71,7%, en las presidenciales del 2005 un 63,7% y en las presidenciales del 2009 un 59,6%. Por lo tanto, la disminución de la participación de los ciudadanos en edad de votar desde 1989 hasta la fecha es de un 43% aproximadamente. La des-legitimidad del régimen de democracia restringida es evidente.
4.2. El cambio
La ampliación del padrón electoral (de 8 a 13 millones de personas aproximadamente), traerá como consecuencia la especial intención de los partidos del ala izquierda del boque en el poder de intervenir en los sectores populares (que representan a la mayoría de la sociedad chilena) en torno a su movilización electoral. Por tanto, este sector, estaría desarrollando, en el mediano plazo, un intento acelerado de “politización” social, volcando grandes esfuerzos a la re-inserción político-social.
Ligado con lo anterior, podemos desprender que aquellos electores que efectivamente participaron del proceso, representan un voto más ideológico y programático, debido a que quienes concurren a las urnas son sectores políticamente más convencidos de su voto.
Por último, otro elemento relevante a considerar, es que porcentualmente quienes más participan de la votación, son los sectores más ricos de esta sociedad de clases y quienes menos participan son, precisamente, los sectores explotados y marginados. Las tres comunas con mayor participación electoral fueron: Providencia (42,19%), Vitacura (44,65%) y Ñuñoa (42,84), todas dentro de las cinco comunas más ricas de la Región Metropolitana y de nuestro país. Las tres comunas con menores porcentajes de participación fueron: La Pintana (29,7%), La Granja (30,81%), y San Ramón (35,68%), todas dentro de las cinco comunas más pobres de la Región Metropolitana. Por lo tanto, no nos debe sorprender que estos datos conduzcan el re-direccionamiento de la política electoral hacia los sectores que indudablemente si participan de forma más activa del régimen político. Pensamos que esto puede significar que en las siguientes contiendas electorales, los partidos del bloque en el poder y en parte también el reformismo, dirigirán su discurso político-electoral hacia los sectores de la pequeña burguesía productiva e intelectual, constituyendo un giro electoral hacia el centro político, abandonando o relegando los escasos contenidos de clase que aún se encuentran presentes en sus respectivos programas políticos.
4.3. La continuidad.
Los únicos ganadores de las elecciones pasadas fueron los intereses políticos y económicos de la burguesía local y del imperialismo. Los grandes derrotados fueron los intereses de la clase obrera y el pueblo. Triunfó, claramente, el régimen de democracia restringida y todos los partidos del bloque dominante, incluida su ala izquierda: el PC.
Se mantuvieron más o menos estables los porcentajes de votaciones para los dos más grandes conglomerados políticos del bloque dominante. La Concertación recupero parte del terreno cedido hace dos elecciones, pero no subió más arriba de su piso histórico, lo mismo sucedió con la Coalición por el Cambio, que disminuyó sus porcentajes a su tercio tradicional.
También se mantuvo, relativamente estable, la votación etaria votó mayoritariamente el tramo mayor a los cuarenta años (los inscritos del plebiscito). Esto aseguró y asegurará un discurso mucho más conservador de parte de los partidos del bloque en el poder y descarta, en gran parte, los denominados “temas valóricos” tan delicados para la burguesía conservador y patriarcal criolla. La juventud trabajadora participó mínimamente de estas elecciones, es de suponer que sus intereses y necesidades quedarán marginados de las agendas programáticas de los partidos dominantes.
Por último, otro elemento de continuidad es el absoluto confinamiento a la marginalidad de todos los partidos, agrupaciones y candidatos provenientes desde “los movimientos sociales”. Esta circunstancia, que rebasa absolutamente una mera situación coyuntural, asegura y consolida el dominio absoluto del bloque dominante sobre el sistema de partidos, reafirma la estabilidad del régimen de democracia restringida y sienta un buen precedente (para la clase patronal) para llevar adelante más reformas al régimen, sin temor, por supuesto, a una penetración masiva de sectores que puedan “criticar” el régimen político y el modelo económico de la burguesía.
4.4. Los resultados electorales de los partidos del bloque dominante.
En esta elección, la Coalición Por el Cambio obtuvo 23 alcaldías menos que el 2008, lo que representa una disminución de tan sólo un 3% respecto a la contienda anterior. Claramente la alianza de derecha mantuvo relativamente estables sus porcentajes de votación. Los golpes recibidos por parte de la oposición burguesa, fueron más simbólicos que reales, nos referimos por ejemplo, a los triunfos en Providencia y Santiago. El total obtenido por la Coalición fue de un 33% (el tercio histórico).
Tampoco para la Concertación el aumento fue sustancial, lograron ganar 21 alcaldías más y sumar un 4,1% más de votos (incluimos al PC en este cálculo) que los obtenidos en la elección del año 2008. El total de la Concertación fue de un 49,1%.
Los análisis políticos que intentan explicar las razones por las cuales la Coalición disminuye sus votaciones y la Concertación-PC las aumenta, no son muy distintos unos de otros. En el caso de la oposición burguesa, ésta desplegó una fuerte política de bisagra con el movimiento social en general y el recogimiento de parte de las demandas del movimiento estudiantil, recordemos la candidatura de Ballesteros por Estación Central y las incursiones mediáticas y actividades propagandísticas de Camila Vallejo, además del aprovechamiento de la simpatía que provoca la imagen de Bachelet, y el potenciamiento de candidaturas femeninas, las cuales están siendo muy bien vistas por el electorado.
Lo que pesó bastante en las candidaturas del oficialismo, fueron los conflictos sociales mal manejados por el Gobierno, la figura desprestigiada de Piñera (quien no apareció en ninguna foto acompañando candidatos), la des-legitimidad de Hinzpeter (quien terminó siendo removido de su poderoso ministerio) y las figuras extremadamente agresivas para la sociedad que representan Labbé, Sabat y Zalaquett.
Pese a los cambios en algunas comunas y el aumento leve del apoyo hacia las candidatos de las Concertación, la correlación de fuerzas se mantiene sin grandes modificaciones, esto pese al intento de penetración de nuevas (y no tan nuevas) fuerzas sociales y políticas, como el Partido Progresista y el Partido Igualdad, que en la práctica no lograron afectar absolutamente en nada la correlación de fuerzas de los gobiernos comunales. Reiteramos que los dueños del poder y la riqueza y su modelo político y económico, triunfaron completamente en estas elecciones municipales.
4.5. Los resultados del “nuevo” reformismo.
El “nuevo” reformismo ha sido vergonzosamente derrotado por el régimen de democracia restringida y por las candidaturas de la derecha y la socialdemocracia. El modelo político no puede ser burlado con facilidad; está especialmente diseñado para desmantelar cualquier candidatura que pretenda, aunque tibiamente, llevar adelante transformaciones estructurales al modelo político o económico.
A nuestro parecer, son principalmente dos los errores de las candidaturas desde “los movimientos sociales”, esencialmente del Partido Igualdad. Por un lado, presuponer la existencia de un electorado con una conciencia de clase desarrollada o al menos avanzada al cual dirigir su discurso y, por otro lado, pensar que es posible “romper” o “resquebrajar” el régimen político desde dentro y con sus propias reglas. A partir de las mencionadas presuposiciones, el Partido Igualdad, desplegó una táctica electoral que pretendía transformar aquella “conciencia de clase” y descontento social, supuestamente existente, en votos y candidatos electos. Los resultados están a la vista: sólo lograron ganar un concejal de los 135 presentados y ninguna alcaldía (fracaso total). No existe en Chile ni una conciencia y ni una organización de clase que pueda ser capitalizada electoralmente. Y, aunque así fuera, ¿sería realmente útil direccionarla hacia el régimen político burgués?
Debemos aceptar, con responsabilidad y humildad, que las tareas de la izquierda están aún puestas en la re-articulación y la reconstrucción del movimiento obrero y popular; desmantelado durante estos más de veinte años de dominación burguesa. No debiesen si quiera ser planteados este tipo de aventurismo electoral sin un avance sustancial en la conciencia y la organización de la clase explotada. Además, debemos comprender que el régimen de democracia restringida está siendo ampliamente cuestionado por la sociedad y es por ello que debemos advertir que nuestras tareas del periodo deben estar centradas precisamente, en profundizar la des-legitimidad del régimen burgués, para, mediante ello, agudizar con más fuerza la contradicción capitalismo-democracia. Actualmente, aquellas tareas entran en contradicción con el desarrollo de una táctica electoral que se muestra obtusa, anacrónica y regresiva, condenada, por los presupuestos equívocos e irreales de los que parte, al fracaso político (tal como ya lo hemos podido comprobar).
Intentar irrumpir en el modelo político, por las características propias del régimen de democracia restringida de nuestro país, implica necesariamente renunciar a las formas de lucha extra-institucionales, mediante las cuales el movimiento de masas se ha expresado los últimos años, ha obtenido los triunfos más importantes de su propia historia y además tiene las mayores posibilidades de crecimiento.
Nuestra visión estratégica prioriza el desarrollo de un movimiento obrero y popular constituido como fuerza social revolucionaria, en confrontación directa, radical y armada contra la burguesía y sus aparatos de dominación y represión política; organizada en organismos de clase democráticos, independientes y antagónicos al Estado burgués. Creemos que esta visión estratégica, brevemente esbozada, es la única que nos puede llevar a la conquista del poder por la clase obrera y los pobres del campo y la ciudad.
5. Escenarios posibles para el bloque en el poder… más allá de las elecciones y los problemas de legitimidad y representación.
Como ya hemos indicado, la iniciativa política la tienen casi completamente las clases dominantes. En Chile, no existe un movimiento de masas articulado, combativo y clasista, así como tampoco existen organizaciones naturales de los trabajadores y el pueblo con capacidad de articulación y convocatoria social. Menos aún, existen organizaciones o partidos revolucionarios con la fuerza de movilizar amplios sectores del campo popular hacia confrontaciones parciales contra el capital y sus verdugos. Por lo tanto, reconocemos que estamos en gran medida supeditados a las diferentes maniobras de las clases dominantes y sus partidos políticos, como también, en parte, sujetos al estado de ánimo de las masas que aún se encuentra retrasado en sus niveles de conciencia y organización.
Como ya hemos dicho, la lucha por el sillón presidencial y por un parlamento para el próximo presidente o presidenta comenzó inmediatamente terminadas las elecciones municipales. Si bien, no está en juego la continuidad del capitalismo en Chile, ya que cualquiera de los dos conglomerados que triunfe sabrá asegurar la continuidad del modelo económico y el régimen político. Sí está en disputa, entre las dos fracciones del bloque en el poder, quien llevará adelante la tarea de recomponer la hegemonía burguesa.
Quien gobierne no es un hecho menor: una administración seudo-tecnocrática con poca “afinidad social” y torpe en el manejo de los conflictos sociales (tipo Piñera) probablemente co-ayudará a profundizar los problemas de legitimidad y dará espacios a un movimiento de masas con mayor protagonismo social y político. Un gobierno carismático, populista, que “preste más atención” a los conflictos sociales y con una política social mediática y ampliada, como seguramente sería la administración de Bachelet, permitirá aumentar los grados de dominación sobre las clases explotadas, facilitando, aunque de forma transitoria y superficial, la tarea de mantener la estabilidad del régimen político y económico, así como de aumentar la tasa de ganancia media de la burguesía de nuestro país. Además, podría al menos en el transcurso del primer año de gobierno, mantener mayor control sobre el movimiento de masas y sus demandas; redirigiéndolo, ante cualquier nueva reactivación, hacia el parlamento burgués para su desarticulación; favoreciendo el reflujo, la dispersión y la fragmentación.
Pero, independiente de que puedan existir liderazgos carismáticos que puedan suplir la ausencia relativa de hegemonía y dar una estabilidad (transitoria) al régimen político y económico, sin un agente político hegemónico con un fuerte arraigo sobre las masas y que logre subordinar social, política e ideológicamente a las clases explotadas, tal como lo hizo la Concertación durante sus diez primeros años de gobiernos, la estabilidad del proyecto estratégico de la burguesía y del imperialismo no está completamente asegurada; presenta las fisuras suficientes para que el movimiento de masas siga desarrollándose y ampliándose con fuerza, dando espacios de maniobra a la izquierda revolucionaria para seguir adelante con el trabajo de reconstrucción del movimiento obrero y popular, acumulando fuerzas, con un táctica de masas adecuada, entre los trabajadores y el pueblo.
5.1. La táctica electoral de la Coalición por el Cambio.
Piñera triunfa frente a la candidatura de Frei, principalmente por dos factores: la descomposición política del agente político hegemónico, que lo lleva a presentarse, después de múltiples escisiones; dividida y deslegitimada, enfrentada contra si misma y sin capacidad de generar acuerdos internos coherentes. En segunda instancia, por la imposibilidad de presentar un rostro político capaz de concitar un mayor consenso social; presentan a un Frei desgastado, envejecido y políticamente escuálido.
El triunfo de la derecha no es producto de una acumulación de fuerzas importantes. La derecha no es, evidentemente, hegemónica dentro de nuestra sociedad de clases. De hecho los problemas que ha tenido para mantener una mayor estabilidad democrática se ubican precisamente en esta contradicción. La Coalición por el Cambio triunfa, principalmente, producto de una coyuntura política particular (división transitoria de la Concertación) y en menor medida por el despliegue de una táctica populista acompañada de coqueteos con el centro político.
Como la derecha comprende que en esta elección parte varios pasos atrás, respecto a la elección anterior, es que tendrá que re-diseñar sus tácticas en función de constituir una candidatura que logre, mediante una agresiva campaña populista, cooptar amplios sectores sociales aún descontentos con la Concertación, enfatizar las imposibilidades de la oposición burguesa de mantener coherencia interna y buscar acercar su discurso a los movimientos sociales y al centro político. En este sentido, la candidatura más óptima, por su mayor énfasis populista que podría competir contra la eventual candidata Bachelet, es la de Golborne.
Por su parte, el Gobierno, de forma más o menos directa, también entrará en el juego electoral. La Coalición por el Cambio comprende que parte del retroceso electoral que vivió en la elección municipal, se debe a la falta de “sintonía” con las demandas sociales. Por ello, el ejecutivo buscará, precisamente, acercarse a estas demandas y a estos actores sociales. Por un lado, se reducirá el grado de criminalización de la protesta, se detendrán por un tiempo las leyes que buscan el perfeccionamiento del Estado policial y contra-insurgente. Estos proyectos serán nuevamente retomados (independiente de quien gane) por la próxima magistratura ya que poseen un sentido estratégico la burguesía y sus esbirros. Por otro lado, habrá una suerte de “congelamiento” de la agenda represiva, esto se ha manifestado, por ejemplo, en la salida en Hinzpeter del Ministerio del Interior. Las leyes y reformas que apuntan a mayores grados privatización y liberalización del mercado, como la Ley de Pesca, también serán semi-congeladas, con el objeto de reducir las posibilidades de posibles nuevos “estallidos sociales”. Por otro lado, entrando en la tierra derecha del populismo, serán gastados multimillonarios recursos en bonos para la tercera edad, bonos de invierno, bonos de marzo, ingreso ético familiar y re-ajustes salariales (como el acuerdo CUT-Gobierno, que significo un aumento salarial de un 5% a los trabajadores del sector público). Finalmente, uno de los argumentos más potentes que serán desplegados desde el Gobierno para destacar su gestión política en la dirección del Estado y justificar la “necesidad” de continuar su gestión por cuatro años más, será la estabilidad y el crecimiento económico alcanzado durante los últimos años.
El último año de Gobierno de Bachelet, producto de los golpes producidos por la crisis económica mundial, además de un agotamiento estructural del modelo económico, Chile alcanzo un crecimiento de un 3,5% el año 2008 y un -1,5% el año 2009. Frente a este panorama, la candidatura de Piñera planteó el desafío de retomar un crecimiento superior al 6% anual. Si bien, este crecimiento no fue alcanzado, sí es cierto que el Gobierno logro mantener una tasa de crecimiento anual superior al 5% con perspectivas de alcanzar el 6% durante el año 2013. Estas cifras de crecimiento, que no significa para nada una mejora real en las condiciones de vida de la clase trabajadora, serán una fuente importantísima de argumentos para el Gobierno. De acuerdo a estas tesis, el Gobierno sostendrán que han sido “ellos” quienes han recuperado las mejores tasas de crecimiento de nuestro país de la última década, convirtiendo a Chile en un importante “modelo de crecimiento” económico a nivel continental; rumbo a ser un país “desarrollado” antes de lo esperado y con un porcentaje de cesantía bajo y controlado. Evidentemente, los datos de que Chile es el país con mayor desigualdad del continente y con los salarios mínimos, dentro de los países más “desarrollados” de Nuestra América, más bajos de todos no estarán presentes.
Por otro lado, de forma coordinada entre candidaturas y Gobierno, serán adquiridos mayores compromisos hacia el “perfeccionamiento” del régimen de democracia restringida, tales como el remplazo del binominal y la elección de Intendentes. Incluso, ya que el tema de la Asamblea Constituyente será tocado por la candidatura de la oposición burguesa, la Colación se verá en la necesidad aceptar, con reparos, esta posibilidad.
5.2. La táctica electoral de la Concertación.
Todo el primer semestre estará marcado por dos situaciones muy concretas. Por un lado, el intento de todos los sectores de la oposición burguesa para que Bachelet sea la candidata unitaria de toda la oposición, y por otro lado, el intento de construir un programa que logre convencer al PC y a la DC, que a la vez este cargado de ideas “progresistas” y que se encuentre en sintonía con los movimientos sociales. Si la oposición burguesa logra articular todo aquello, el triunfo de Bachelet será aplastante, seguramente superando el 55% de las preferencias electorales. El programa de la oposición burguesa estará marcado, en parte, por las resoluciones del Congreso Social, organizado por el ala izquierda del bloque en el poder. En este programa estarán contenidas una serie de reformas al régimen político y la idea de asumir definitivamente el rumbo de la Asamblea Constituyente.
La Concertación, en lo discursivo, explotará al máximo los conflictos sociales que el Gobierno no pudo contener, el tema de la represión policial y falta de disposición a reformas el régimen político burgués. En el caso de ser Bachelet la opción presidencial y de que su candidatura recoja parte importante de las reivindicaciones sociales, se harán parte, de forma activa, la dirigencias (en mano del PC) de la CUT, Colegio de Profesores, así como también la ANEF y otro gremios controlados por el reformismo y la socialdemocracia.
Por último, en la elección pasada la candidatura de Marco Enríquez-Ominami cobró una gran importancia, ya que dividió y confundió al electorado histórico de la Concertación, en esta ocasión vendría mucho más debilitado. MEO ya no es la “novedad” como lo fue en la elección pasada y su participación como individualidad en la contingencia nacional no a tenido ni el peso ni el protagonismo que si tenia en la contienda anterior. El candidato del PRO, probablemente, disminuirá considerablemente sus porcentajes de votación.
6 El campo popular
“Sólo movilizando, organizando, elevando la conciencia de los trabajadores es posible combatir a las clases dominantes (…). La única forma de movilizar al pueblo es por sus intereses y reivindicaciones. A partir de sus frentes, en contra de sus patrones, mostrándoles el enemigo”
Miguel Enríquez
La estabilidad del régimen político y del modelo económico por un lado, la desarticulación de las fuerzas populares junto a la fragmentación social, la dispersión ideológica y la atomización orgánica por otro, son las características propias del actual periodo de lucha de clases en Chile. Sin embargo, producto, principalmente, del agotamiento estructural del régimen político de dominación y la perdida de legitimidad del bloque dominante, es que dentro del campo popular se están dando mejores condiciones para el despliegue de una táctica revolucionaria de masas. Aunque que chocamos fuertemente contra dos sectores.
Desde un lado existe una izquierda sectaria; ensimismada, con liderazgos unipersonales y mesiánicos; caudillistas, imposibilitada políticamente de aterrizar una táctica coherente con el periodo y carente de un marco estratégico con una real perspectiva de poder. Este tipo de izquierda es la más nociva entre los sectores más radicales, proliferan como pequeñas parcelas de poder de unos pocos “conductores” aislados parcial o totalmente de la clase obrera y el pueblo. De todas formas, este tipo de izquierda, viene en baja hace algunos años, ha ido desapareciendo, extinguiéndose en peleas intestinas y disputas de “poder”. Por otro lado, prolifera con fuerza la izquierda pequeñoburguesa, que en algunos casos se muestra crítica de la institucionalidad burguesa y sus mecanismos de cooptación política y en otros casos se presenta con como el ala izquierda del bloque en el poder, como el PC. El reformismo del PC es sin duda el más peligro, son quienes conducen gran parte de los sindicatos y agrupaciones de trabajadores más importantes de la CUT y la central propiamente tal. El PC hace mucho tiempo que abandonó toda concepción de clase en su estrategia y tu táctica política. Por ende su desplazamiento desde los sectores obreros y populares en los que tiene presencia, es una tarea impostergable para la franja revolucionaria.
Las perspectivas de lucha para los sectores de trabajadores organizados, mayoritariamente cooptados por el reformismo, en un año electoral, son muy pocas. Más bajas aún son las posibilidades de algún triunfo parcial. El PC moverá sus piezas en las dirigencias sociales claves, intentando no “espantar” a la DC que aún duda en establecer puentes de diálogo que permitan ampliar la Concertación hacia la izquierda. También, el reformismo intentará movilizar sus rostros más visibles socialmente en torno a sus candidaturas a diputados, que seguramente serán las mismas tres de la elección pasada más Ballesteros, Cariola y Vallejo. Por tanto, veremos un PC y una Concertación buscando volcar toda su energía y capacidad a las elecciones de fin de año, a costa de cualquier potencial lucha que pueda significar algún triunfo para los sectores populares. Salvo los sectores de trabajadores que han sido protagonistas de las últimas movilizaciones; retail y algunas áreas productivas claves pero menores y el movimiento estudiantil, donde el reformismo y la socialdemocracia no tienen una hegemonía instalada, no vemos mayores posibilidades de movilizaciones masivas este 2013.
7. Las tareas del periodo
“porque precisamente esto es lo que hace falta, en un momento de profundo viraje de la lucha de clases, en un momento de crisis en que se requieren nuevas conducciones. Se requiere de mayor audacia, de dar saltos hacia adelante, de no someterse a las exigencias ni las vetustas estructuras y normas de una institucionalidad burguesa reaccionaria y caduca"
Bautista Von Showen
Estamos claro que la izquierda revolucionaria aún se encuentra relativamente aislada de la lucha de masas en general, especialmente de los sectores estratégicos de la clase obrera. Nuestra influencia en los enfrentamientos de clase es limitada y pocas veces determinante, salvo pequeños casos relacionados con sectores terciarios de la economía, algunos sectores estudiantiles (los más avanzados) y ciertos conflictos particulares que han estallado en el movimiento de pobladores. Sin embargo, hace algunos años ha comenzado en nuestro país un viraje importante en la lucha de clases que, desde el lado de los explotados, se ha caracterizado por un mayor nivel combatividad y radicalidad en sus demandas. Los ciclos de la lucha de clases son cada vez más extensos y profundos, entregando un importante margen de maniobra a los sectores clasistas de la izquierda chilena.
A diferencia de la fase de lucha de clases anterior al ciclo de movilizaciones iniciada a principios de los años 2000 caracterizada por la dominación y la hegemonía casi total de las clases en el poder, hoy en Chile existe una institucionalidad profundamente cuestionada. Las instituciones burguesas están siendo vistas como caducas, obtusas e incapaces se resolver los conflictos sociales. En Chile se está abriendo una brecha importante entre los dueños del poder y la riqueza y la clase trabajadora y el pueblo, lo que entrega mejores condiciones para un enfrentamiento más radical entre los explotados y los explotadores su Estado y sus instituciones de dominación y represión.
Necesitamos dar saltos adelantes con valentía y con audacia, debemos desafiar el poder de los ricos y de los poderosos. Debemos atrevernos constituir frentes de masas clasistas; corrientes revolucionarias no sujetas a las estructuras de dominación burguesas, con plataformas lucha que recojan reivindicaciones claras y coherentes. Debemos seguir organizando a los trabajadores, al pueblo y a todos los sectores auxiliares de la revolución en sus respectivos frentes y contra del poder de lo explotadores.
El Movimiento de Izquierda Revolucionaria impulsa:
a. El desarrollo de un política anticapitalista, de clase y con perspectiva de poder:
La construcción de nuestra política revolucionaria se sostiene sobre un diseño estratégico de acumulación de fuerzas enfocado en los diferentes frentes de lucha y organización donde se encuentra presente la clase obrera y el pueblo. Si bien, el problema de la acumulación de fuerzas aún se encuentra en una etapa muy embrionaria de su desarrollo, creemos que hoy nuestros esfuerzos deben estar puestos en poner en primer plano los problemas de la explotación y la exclusión. Es decir, las terribles condiciones bajo las cuales vive la clase obrera chilena.
Dado que el modelo económico y el régimen político no posee más “salidas” que su profundización, es que debemos agudizar al máximo la polarización de sus contradicciones. El centro de nuestra acción está puesto en evidenciar las contradicciones: explotadores-explotados y capitalismo-democracia.
Claramente, como nuestro objetivo no está ubicado en “ampliar” los espacios de participación política sino en construir formas propias de organización de la clase explotada, es que el desarrollo de la política revolucionaria para el periodo no deber perder de vista la necesidad de construir formas de organización popular independientes al Estado burgués. En este periodo de lucha de clases debemos sentar las bases del poder revolucionaria de los trabajadores y el pueblo.
b. La alianza entre todos los sectores explotados y marginados:
El modelo de acumulación ha producido un nivel brutal de explotación, caracterizado por las desregularización de las formas de trabajo y la predominancia del “trabajo informal”. Esto ha empujado a la marginalidad a amplios sectores de trabajadores, sin ningún tipo de protección social y atomizándolos organizativa y socialmente. Este sector de excluidos, marginados y semi-marginados, más los sectores de las áreas productivas tradicionales representan el núcleo básico de articulación del movimiento obrero; base de la fuerza social revolucionaria. El desarrollo de su articulación y su unidad organizativa es una tarea perentoria para el periodo.
c. El desarrollo de formas superiores de enfrentamiento:
Trabajamos en avanzar en el desarrollo de formas superiores de lucha y enfrentamiento. Cada ciclo de lucha de clases que se abre, lo hace con más fuerza y profundidad que el inmediatamente anterior. En cada ciclo avanzamos en la profundización de las nuevas formas de lucha que se van desarrollando desde el movimiento de masas, llevándolas a niveles más avanzados, no solo con el objetivo de educar a las masas en el ejercicio de la violencia popular y la autodefensa de masas, sino que también para que estas formas de lucha se conviertan en un instrumento de desestabilización de la institucionalidad burguesa.
d. La convergencia política entre las distintas expresiones revolucionarias:
Somos conscientes de que ningún proceso de lucha revolucionaria que pretenda realmente ser exitoso, puede ser emprendido sin la unidad de los revolucionarios consecuentes y honestos. Chile se caracterizado precisamente por lo inverso. En nuestro país la unidad revolucionaria no solo ha pasado a ser solo una frase cliché presente solo en discursos y consignas vacías de acciones concretas. Todas las formaciones revolucionarias chilenas estamos atomizadas y fragmentadas, incluso, en algunos casos, la izquierda revolucionaria esta enfrentada entre si. La matriz miristas es un claro ejemplo de está cuestión. Comprendemos que los procesos unitarios y convergentes más relevantes serán producto, necesariamente, del desarrollo mismo de la lucha de clases. Sin embargo, no nos debemos quedar esperando que estos procesos se den “por si solos”. Nuestro esfuerzo organizativo y de reconstrucción orgánica se pone en disposición franca y sincera de llevar adelante procesos de unidad que apunten a la construcción del Partido revolucionario del proletariado chileno.
e. El desarrollo de un destacamento revolucionario de vanguardia:
Partiendo de la base científica de que el Partido revolucionario del proletariado no existe en Chile. Pero, que su construcción es una necesidad histórica que debe ser emprendida por toda la franja revolucionaria, es que nosotros llevamos adelante la construcción de este espacio organizativo que, con las dificultades y traspiés propios de cualquier trabajo de reconstrucción, pretende ser un aporte concreto al desarrollo de la lucha de clases y a la emancipación de nuestra clase.
Nuestro destacamento revolucionario se organiza como un partido marxista-leninista, político-militar, clandestino, de trabajadores y trabajadoras, socialmente arraigado, combativo y experimentado, con una férrea disciplina, formado por cuadros escogidos y de carácter internacional.
¡! CON LA FUERZAS DE LOS TRABAJADORES Y EL PUEBLO ¡!
¡! LA LUCHA CONTINÚA ¡!
Movimiento de Izquierda Revolucionaria
MIR de Chile
Secretariado Nacional
Diciembre, 2012
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[1] El capital imperialista que mas invirtió fue (en orden de inversión): Japón, Canadá, Suiza y Estados Unidos
[2] US$12.275 millones.
[3] Informe de la Comisión Política al ampliado del Comité Regional Santiago, 30 de octubre de 1972.
[4] Nos referimos a todos lo partido políticos, no tan solo los de clases dominantes, sino que también a los partido reformistas y revolucionarios.