Las interrogantes tras la ira de diciembre
Jorge Lofredo
Una de las consecuencias que se desprende de lo sucedido el primero de diciembre es el anuncio de ¿dos nuevas organizaciones? (vale, para el caso, el exceso por los signos de interrogación), que se definen como clandestinas, armadas y revolucionarias. La referencia es al Comando de Resistencia Urbana Saltillo (CRUS) y el Ejército Popular Magonista de Liberación Nacional (EPM—LN), que dieron a conocer respectivamente sus primeros comunicados en forma pública para la misma ocasión y con los que obtuvieron una significativa repercusión informativa.
1. ¿Presentación legítima o clásica impostura?
En el México actual, vértice de violencias con distintos signo y sentido, el acto de reivindicación de una figura histórica determinada no confiere nada a la organización que lo reclama hasta que su accionar lo confirme a lo largo del tiempo. No todo grupo se reclama revolucionario es tal sólo porque así se ha bautizado, ni tampoco aquel que se denomine de “liberación nacional” será capaz de encabezar, y quizá ni tan siquiera integrar, un movimiento donde todas las clases sociales confluyan en una lucha por liberar la nación de lo que la oprime hasta que lo demuestre en forma efectiva. Y más aún, siempre en el mismo sentido y como siempre en estos casos, la única emisión de un escrito no vuelve real, viable o concreta la experiencia que dicen representar. Por lo tanto, no es “guerrilla” u “organización revolucionaria” por el mero hecho de reclamarse tal o por la mera posesión de armamento, sino aquel decidido a usarlo en pos de un programa e ideología revolucionarias. El resto es simplemente un elemento más de este entrecruzamiento de violencias disímiles con irreconciliables, y a veces irreconocibles, objetivos.
El accionar de una organización político-militar deberá contener siempre cada una de estas variables en sus actos, por lo tanto, estarán ligados a una reivindicación política encuadrada en la estrategia y táctica que se imponga esa organización. En este sentido, y dentro de un terreno sumamente subjetivo, cada acción emite un mensaje, beneficia o afecta a otros y confirma su objetivo; pero si ello acaba por beneficiar a quien en los papeles hubieron de definir previamente como “enemigo” entonces poco sirvió lo dicho, en cambio es su actuación la que más hablará sobre ellos. Tampoco alcanza la participación en alguna refriega callejera y realizar actos de sabotaje para alcanzar la condición de revolucionaria ni de organización político-militar pues, si ello fuese así, distintas organizaciones que apelan al sabotaje como táctica, que no son clandestinas ni revolucionarias, se convertirían, automáticamente, en organizaciones de este tipo.
2. Brevísimo apunte sobre el caso CRUS y EPM—LN
De la misma manera por lo sucedido en Michoacán en octubre, algunas versiones han denunciado la participación directa del Ejército Popular Revolucionario (EPR) durante los hechos del primero de diciembre pasado. Con algunas diferencias entre uno y otro hecho —antes se afirmó que los eperristas encabezaron el conflicto, ahora que sólo han participado en él—, cierto es que el grupo ha apoyado a los inconformes, posteriormente a lo sucedido, a través de comunicados. Y ello es lógico debido a que una organización de estas características jamás se abstendrá de observar en forma puntual cada muestra de inconformidad social que se produce. Pero si se considera que el eperrismo (o sea, la totalidad de las organizaciones que de alguna u otra forma se han vinculado a la experiencia del EPR desde 1996) es un espacio signado por el fraccionamiento interno y si además se le suma que su estrategia declarada es de largo aliento (bajo los cánones de la guerra popular prolongada), es altamente probable que la participación eperrista en dichos sucesos haya sido antes a nivel individual que organizativo. De hecho, es probable que el EPR considere a estas situaciones como la ocasión propicia para el reclutamiento de nuevos y futuros miembros antes que de participación. La participación directa en estos hechos expondría al grupo a un muy alto riesgo de seguridad interna.
Sin olvidar este contexto, en los comunicados de CRUS y EPM—LN se encuentra un punto de coincidencia muy interesante que merece ser destacado: ambas aducen alguna forma de acercamiento a la experiencia eperrista, ya contemporánea o intencionadamente histórica, tanto en forma directa o indirecta. Por una parte, CRUS se presenta, en forma explícita, como parte integrante del EPR; en tanto que EPM—LN lo hace en forma implícita, y más sutil, pero siempre refiriendo a la historia reciente del eperrismo. Por supuesto que lo afirmado por CRUS no se vuelve cierto de inmediato ni el eperrismo necesita que hablen por él. Por lo tanto, no son suficientes sus dichos sino que será necesario que el propio EPR defina una confirmación o desmentida, ya que sería la primera vez que el EPR accione bajo otra denominación. Por su parte, el caso del EPM—LN es diferente. En su texto refieren a la experiencia eperrista y a no repetir el pasado, como si se tratase de una organización proveniente de esa experiencia, o bien como ruptura de alguna de las siglas que la componen. Si ello resulta ser así, por lo visto hasta el momento de poco ha servido sino para continuar las divisiones entre las distintas expresiones clandestinas; en cambio, si así no fuese, entonces se trata de una situación de injerencia cuyos objetivos y alcances no han sido manifestados. Para ambos casos, cada cuestión puede abordarse desde dos formas opuestas: una de estas aspira a descubrir una suerte de reclamo de un espacio dentro del espectro de las organizaciones clandestinas conocidas hasta la fecha —esto es, las eperristas— tanto sea para ser reconocidas como tales o bien para integrar algunas de las organizaciones preexistentes; por el sentido contrario, están procurando injerir dentro de la dinámica divisionista que ha sufrido el eperrismo, ya sea para profundizar los clivajes que las divide o para infiltrarlas.
La aparición de un nuevo grupo armado, lo que no parece representar una sorpresa en el México contemporáneo, siempre conlleva estos riesgos ya que cualquier intención que surja desde o hacia ese espacio de clandestinidad no podrá evitar o negar la experiencia desarrollada por el eperrismo. Para desentrañar esta madeja, será necesario confirmar si éstas, como es el caso puntual de CRUS y de EPM—LN, se sustentarán en el tiempo o acabarán siendo, como tantas otras, efímeras.
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[Publicado en El Sur, Acapulco, 17 de diciembre de 2012, p. 16.]