La Habana, República de Cuba.
Sede de los diálogos por la paz con justicia social para Colombia.
REFLEXIONES SOBRE LA AGENDA DE LA HABANA VIII
LAS FARC, Ejército del pueblo han presentado en el día de ayer el esbozo general de una primera propuesta para abordar con ritmo y compás, resonancia y sinfonía el problema agrario de desigualdad y miseria que padece Colombia y que es causa fundamental de la confrontación política, social y armada que ahora tratamos de resolver por la vía del diálogo. Esperamos que el gobierno nacional sin dilaciones coloque sobre la Mesa sus propuestas de solución pensando en el bienestar de las mayorías y no en el beneficio de las élites latifundistas o los inversionistas trasnacionales como hasta el momento ha sido su práctica.
La fuente fundamental de inspiración que tiene la iniciativa de las FARC-EP y los desarrollos que iremos presentando a consideración de la opinión ciudadana durante el desenvolvimiento de las conversaciones, está en los aportes diversos que llegan a la Mesa de Conversaciones por las diversas vías habilitadas para ello, las cuales deberán ser ampliadas para garantizar la más activa participación y decisión de la población colombiana, pues insistimos en que es el soberano quien deberá darle dinámica, construcción y legitimidad al proceso de paz hasta llegar a un acuerdo sensato, de beneficio nacional, que deberá ser refrendado por una Asamblea Nacional Constituyente.
Las FARC-EP consideran un contrasentido y de mal augurio para el país, que mientras se coloca como fundamental en la búsqueda de la paz, la discusión de la política de desarrollo agrario integral, y para nutrir esa discusión se recogen opiniones ciudadanas mediante foros y otros mecanismos, el gobierno siga avanzando en el propósito de aprobar una legislación de tierras y desarrollo rural que persiste en la inconveniente determinación de entregar mayores concesiones a los terratenientes y a los rentistas, beneficiarios fundamentales del despojo sangriento que ha sufrido el campo colombiano. Nos preguntamos si nuevamente se van a escamotear las opiniones y los anhelos de la gente del común y si entonces la apertura al debate sobre el asunto en la Mesa de Diálogos es el amargo capítulo de otra farsa más.
Por lo trascendental del asunto, las FARC-EP llaman a que el Ministro Juan Camilo Restrepo comparezca ante la Mesa de Conversaciones de la Habana a sustentar el proyecto y precisar si se tendrá en cuenta las conclusiones que contengan los posibles Acuerdos para el establecimiento de la paz estable y duradera.
Los debates se abordan en la Mesa de Conversaciones, en medio de las declaraciones mentirosas del hermano mayor del Presidente Juan Manuel Santos, quien rompiendo un pacto de confidencialidad aprovecha su condición de ex-plenipotenciario designado para abordar las conversaciones exploratorias, para difundir versiones distorsionadas de los hechos que antecedieron al Acuerdo General de la Habana y hasta para descalificar a parte de los voceros insurgentes y posicionar la idea falsa de que si no ha habido más avances en el proceso la responsabilidad le corresponde a las FARC-EP.
Nuestras propuestas de soluciones a cada dificultad han sido determinantes y oportunas, enfrentando incluso la intensa guerra mediática desatada contra las FARC y el proceso, lo mismo que la guerra verbal desenfrenada de un ministro de la guerra que dice que nada se nos puede creer. Nos preguntamos entonces, ¿con quién dialoga, porqué dialoga y para qué dialoga su gobierno en la Habana? ¿Es este un gobierno que realmente está buscando la paz o es un gobierno que toma el camino de profundizar la guerra?
Estos asuntos, mezclados con el ambiente y los afanes electoreros que suelen tomar los ritmos gubernamentales, son factores que pueden hacer daños irreparables al proceso de diálogos.
Las FARC-EP llegaron a la Habana a buscar mediante el diálogo caminos incruentos de solución a los grandes problemas sociales, de miseria, violencia y luto que padece Colombia; no vinimos a firmar un acta de capitulación. Con esta visión, seguiremos insistiendo en la necesidad de que el gobierno genere un mejor ambiente para la paz, en que se establezca una tregua legislativa que amaine el nocivo bombardeo neoliberal que favorece la extranjerización de la tierra y la entrega de la soberanía nacional. La paz solo será posible en Colombia con una profunda reforma rural y agraria con enfoque territorial que cambie definitivamente la estructura latifundista de la tierra y democratice su tenencia y uso en función de las mayorías nacionales y la soberanía patria.