Saludo a los Trabajadores en su Día Internacional

SALUDO A LOS TRABAJADORES EN SU DÍA INTERNACIONAL

Comando Central

“Arriba los pobres del mundo.
De pie los esclavos sin pan”…

Es un crimen de humanidad que el 82 por ciento de la riqueza del mundo se concentre en el 20 por ciento de la población (mil cuatrocientos millones) mientras un 80 por ciento de la población (cinco mil seiscientos millones) son obligados a sobrevivir con el 18 por ciento de la riqueza mundial.

Esta brecha abismal de injusticias es la patética esencia del capitalismo que no contempla las posibilidades de dar vida digna a la humanidad.

La crisis del capitalismo es global y se descarga sobre los trabajadores y el pueblo en general. La desocupación crece al ritmo de los despidos masivos; las garantías sociales y derechos conquistados en centenarias luchas, se niegan en casi todos los países del mundo, porque se recorta la inversión social para salvar al capital financiero.

Hoy Sólo los gobiernos democráticos, revolucionarios y progresistas de izquierda se esfuerzan en una política de bienestar y aumentan los niveles de inversión social para distribuir las riquezas, llevar justicia social a sus pueblos y pagarles la deuda social.

Colombia es un mar de miseria, que golpea con crudeza al pueblo y los trabajadores. El proceso de industrialización se cambió por la des industrialización, cerrando muchas fábricas y así la destrucción del empleo productivo mientras engorda el empleo improductivo con el fortalecimiento de las Fuerzas Armadas con medio millón de personas y un gasto astronómico de más del 6 por ciento del PIB.

Casi todas las empresas del Estado han sido privatizadas, luego de una crisis preconcebida por medio de la corrupción y desmantelamiento de sus bases de producción, para justificar con ello su privatización. Ahora ha sido develada la farsa porque el capital privado es igual de corrupto al público.

En ciudades y campos, cunde el desempleo; largas colas se ven todos los días solicitando enganche por días o semanas, sometidas a la tercerización, modalidad que exprime el sudor de quienes consiguen trabajar en condiciones indignas, desprovistos de elementales derechos laborales y sociales .

El campo fue destruido en su base económica que garantizaba el autoabastecimiento de alimentos y trabajo masivo; los cultivos promocionados ahora son los ligados a los agro-combustibles y la producción minera que son los que generan menos empleo y mayores daños ambientales.

La economía informal es atacada y agredida por los intereses capitalistas que ordenan el desalojo del espacio público; política que en vez de orientarse al desarrollo y fortalecimiento de este campo de la economía, los empresarios buscan su desaparición, aumentando más la injusticia, la violencia y la criminalidad.

Sin embargo, las ventas callejeras, la pequeña producción, las millones de tiendas agrupadas en cooperativas de producción y consumo, llamadas también informal, es utilizada en el discurso de los gobernantes con doble propósito:

Cuando se trata de mostrar tasas de desempleo bajas, se acude a ella; pero a la vez es agredida con saña, estigmatizándolas como nido de delincuencia y drogadicción para justificar su criminalización.

Basta de esa doble moral. Dignificar la vida de los colombianos es la solución.

Cada año se hace la pantomima de convocar la concertación del salario mínimo y en realidad no es un aumento de salario para todos los trabajadores sino para una minoría que todavía gana el mínimo, pues la gran mayoría tiene ingresos por debajo del mínimo legal. Además el aumento del llamado salario mínimo, termina siendo impuesto por el gobierno en contubernio con los empresarios, desconociendo siempre las demandas de las Centrales Obreras, que al final se limitan a dejar constancia que sus propuestas no han sido tenidas en cuenta.

Colombia necesita empleo digno, decente y seguridad social, para todas y todos los trabajadores. Hay que consagrar el subsidio a todos los colombianos desempleados en capacidad de trabajar.

Es injustificable que las mujeres devenguen menos salario que los hombres, realizando el mismo trabajo. Sobre ellas los capitalistas ejercen la más cruel explotación, lo cual le permite al capital amasar más fortuna, para la minoría opulenta que gobierna.

Las maquilas textiles, del sector floricultor, las empresas productoras de camarón, el mal llamado trabajo doméstico, las grandes cadenas comerciales, hasta la prostitución, llamada trabajo sexual, testifica la sobreexplotación y pisoteo a la dignidad de los trabajadores y trabajadoras.

Las trabajadoras y trabajadores son la fuerza que sostiene el capitalismo. Sin ellos ese capitalismo no puede existir; son el motor principal de la sociedad y ganar y hacer sólida su conciencia dentro de la sociedad, es trascendental para perfilar las soluciones económicas políticas y sociales que necesita Colombia.

En las manos de las trabajadoras y trabajadores, está empeñado el futuro de Colombia, unidos con el conjunto de la clase popular, como está ocurriendo en otros países del continente, donde la unidad de los trabajadores y pueblo en general, avanza a la vanguardia de las transformaciones democráticas y revolucionarias, en el rescate de la soberanía nacional y popular y por el nacimiento de una nueva sociedad de justicia real.

Estos cambios en América Latina son el faro que debe iluminar la acción de los trabajadores hacia un NUEVO GOBIERNO DE NACIÓN PAZ, Y EQUIDAD.

Es urgente canalizar hoy la organización y unidad de todas y todos los trabajadores, a partir de su experiencia de lucha centenaria, su potencial movilizador para agruparse con el conjunto de los oprimidos y explotados, contra el capital y sus agentes nacionales y transnacionales.

Hoy ha emergido una clase trabajadora nueva, que tiene que reconocerse heredera de una tradición histórica de lucha, a quien le urge auto validar su memoria de nación, que se funda en resistencia. Organizar y movilizar esta joven clase obrera, es uno de los retos revolucionarios de hoy, para un futuro de patria dignificada.

Esta lucha por una nueva Colombia va ligada indisolublemente a la conquista de la paz verdadera, que hoy convoca a millones y que como torrente de cambio, la clase obrera debe ser protagónica en unidad con el pueblo y la sociedad entera.