Por: Jesús Santrich, Integrante del Estado Mayor Central de las FARC-EP
A Juan Camilo Restrepo no podríamos tildarlo de Pastorcito Mentiroso, porque sus palabras no encierran mentiras inocentes. Sus argumentos obedecen al desenvolvimiento de planes bien diseñados en el marco de la guerra de baja intensidad y de la guerra psicológica que adelanta el régimen contra la insurgencia colombiana.
Se le olvidó el índice Gini a Juan Camilo. Se le olvidaron las masacres del paramilitar Rodrigo Cadena, de la casta política tradicional y la Infantería de Marina.
La aplicación de procedimientos propios de los "conflictos de baja intensidad" no son novedosos en Colombia, pues siempre han tratado de separar a los combatientes que luchan por la justicia y la democracia, del resto de la población, ya utilizando el desplazamiento forzoso de los pobladores hacia zonas vigiladas, ya procurando "neutralizar" a los individuos sospechosos de ser combatientes, ya persiguiendo, encarcelando, desapareciendo, estigmatizando a quien se oponga al régimen. Y en esto, toda la casta política oligárquica pone "su granito de arena".
Durante este período Juan Camilo Restrepo se ha dedicado de lleno a la ejecución de la propaganda sucia contra las FARC-EP, en momentos en que se trata de sacar adelante un proceso de paz en el cual el pueblo ha cifrado todas sus esperanzas. Ante la realidad que las FARC-EP reivindican los intereses de millares de campesinos, con propuestas que surgen del seno de las comunidades, al señor ministro no le queda más remedio que desprestigiar a su contraparte y de paso encubrir a sus amigos de club.
Juan Camilo conjuga lo concerniente a la guerra sin fusiles, como actor al que corresponde el empleo planificado de la propaganda y de la acción psicológica orientada a direccionar la conducta de la población en contra de la insurgencia. Obviamente, para ello tiene que mentir, y al mentir tiene que tapar lo inocultable, que son los crímenes del terrorismo de Estado en los Montes de María.
No poco daño hace este señor cuando con sus argumentos se propone metas de control social, político y hasta militar, complementando con la propaganda contra insurgente el uso de las armas. Su propósito de fondo es aniquilar el prestigio de las FARC frente al pueblo.
Esa es la realidad de sus declaraciones recientes en Sucre y sus posteriores pataleos en los que nos pide que aceptemos "la verdad sobre despojo de tierras".
¿Pero, cuál verdad es la que quiere el señor Restrepo? Ya hemos conminado al gobierno a que se organice una Comisión con participación internacional que verifique la realidad sobre el despojo de tierras en Colombia.
¿Por qué No han querido aceptar esta medida? ¿A qué le temen?
Seguramente a tener que sacar nuevamente a la luz pública esa repulsiva realidad de la acumulación de tierras que a sangre y fuego, con desplazamientos y masacres han hecho durante décadas los latifundistas, aplastando al pueblo, y sobre todo a ese campesinado que ahora trata de organizarse en Zonas de Reserva, a las que el señor ministro sataniza llamándolas, con lenguaje franquista, "republiquetas independientes".
Ahora bien, a Juan Camilo Restrepo le debe quedar muy fácil decir que "son las propias víctimas las que dicen quiénes despojaron las tierras y por eso las FARC tienen que aceptar que sí se apropiaron ilegalmente de muchos predios en Colombia, y entender que la verdad siempre es la mejor amiga de los procesos de paz y reconciliación". Esta farsa sólo refleja su afán protagónico, con el cual no le da ni para tomar el nombre de Louis de Rougemont, sencillamente porque sus propósitos son ruines. Pues bien sabe él que una de las condiciones verbales que en la oficina de restitución de tierras, exigen para hacer trámite rápido a las solicitudes de los despojados, es que argumenten que el despojo lo hizo la FARC.
No más mentiras, señor Restrepo. Lo exhortamos a un debate público sobre el tema. El país necesita la verdad.