21 de mayo de 1851, abolición de la esclavitud en Colombia, treinta años después de que los grandes latifundistas de la Gran Colombia ahogaran en requisitos y formulismos el más hermoso sueño del Libertador Simón Bolívar. Ya les había manifestado él, al comenzar el Congreso Constituyente de Cúcuta, que podían negarle todo cuanto planteaba, menos una cosa, la razón más íntima de su lucha, la abolición de la esclavitud, el compromiso moral y de vida que había adquirido con Alejandro Petión, el generoso Presidente de Haití que lo socorrió una y otra vez con naves, pertrechos y dinero para la campaña de independencia.
Así que la independencia de las cinco naciones bolivarianas, su libertad, su derecho a caminar libremente por el mundo, tuvo como origen el afecto y la solidaridad de los negros haitianos. De aquellos hombres y mujeres que habían pagado con su vida y su dolor, con cadenas atadas a los tobillos, látigo en su espalda y marca de hierro candente sobre la piel, el florecimiento del capital en Europa, el enriquecimiento y gloria de señores y señoras blancos de la clase distinguida del viejo continente. Vidas negras, sangre de negros, seres humanos humillados, pisoteados y sometidos a la más cruel y vil de las injusticias.
Ellos, dignos, erguidos, hermosos como el Kilimanjaro nos dieron la libertad, nos enseñaron el significado que tiene romper las cadenas. Nadie jamás, para ejemplo de todos los tiempos por venir, podrá borrar el hecho incontrovertible de que la libertad de Nuestra América fue ganada gracias al empuje, al coraje, a la valentía, al amor por la justicia de los negros haitianos. Por eso hoy, día de las comunidades afrocolombianas, queremos rendir nuestro respetuoso y admirado homenaje a los hombres de piel negra que nos marcaron el ejemplo a seguir. Nada pudo el cepo, nada pudieron las más infamantes torturas y descuartizamientos. Los negros vencieron, los negros señalaron el camino, los negros nos inspiraron.
¡Qué gente! ¡Qué raza humana tan maravillosa que no odia, sino que enseña a perdonar y amar! Para todos ellos nuestro abrazo agradecido, solidario y combativo. Aquí también hay negras y negros alzados en armas, herederos de aquellos titanes de la independencia nuestra americana. Aún los persiguen de modo implacable, todavía los acechan y asesinan con singular sevicia. Como al negro Eliécer, Comandante de las FARC caído apenas dos días atrás en las montañas del Catatumbo tras más de treinta años de heroica rebeldía. Como sucedió con BenKos Biojó, el primer hombre que gritó libertad en el Caribe, todavía las oligarquías se regocijan tendiendo celadas para asesinar a quienes claman por justicia y por respeto para su pueblo.
Estas negras, estos negros, estos indios, estos campesinos, estos combatientes llegados de todo el país, este pueblo colombiano perseguido y asesinado terminará por vencer. Sin importar cuanta sangre y dolor haya que poner para conseguirlo. La sangre de Eliécer nos alienta. Gracias negritudes, por ustedes aprendimos como es que florece la libertad.