La paz es la más noble, justa y legítima aspiración de nuestro pueblo. La guerra ha sido una imposición de las clases dominantes para perpetuarse en el poder y para sostener un régimen político elitista, intolerante, injusto, corrupto e incapaz de dar solución a las más sentidas necesidades de la nación.
La violencia ha sido una característica de las clases dominantes en Colombia. Como respuesta a esa agresión ha surgido y se ha desarrollado por más de 50 años la insurgencia armada como una expresión política que levanta las banderas de participación democrática, de inclusión social para los pobres y todos los excluidos, de defensa de la soberanía nacional ante la entrega desmesurada de nuestras riquezas al capital transnacional. Desde esa perspectiva la solución política al conflicto social y armado, que implica el cese de la guerra sucia y la agresión contra el pueblo, es parte de nuestro horizonte estratégico por la paz en Colombia.
Para hacerlo posible se necesita la más amplia unidad, coalición y movilización de todos los sectores populares, pueblos originarios, comunidades afrodescendientes, las clases medias, personalidades democráticas, artistas, iglesias, mujeres, comunidad LGBTI, la juventud en todas sus expresiones, los intelectuales, los académicos y los más diversos matices que integran la izquierda en Colombia, para neutralizar políticamente al militarismo y la extrema derecha que son los que insisten en la guerra sin cuartel.
La paz de Colombia requiere la lucha de mayorías para enfrentar al neoliberalismo, sus tratados de libre comercio, al voraz capital internacional y sus corporaciones transnacionales, para defender lo nuestro, los recursos naturales, los ecosistemas, la biodiversidad, la economía e industria nacionales, los intereses del pueblo y sus trabajadores, y así poder construir un futuro de bienestar y de buen vivir para todos. Esto exige abandonar actitudes dogmáticas y sectarias, estar abiertos a una amplia dinámica de alianzas que conduzca a edificar la Nueva Colombia.
La solución política no puede ser entendida como la simple desmovilización y desarme de las guerrillas, sin cambios estructurales para que todo siga igual, sino como el camino que conduzca a la solución de las causas que generaron la guerra y hacia una democratización plena.
Esta solución política requiere de garantías para que la sociedad participe e instrumentos que viabilicen la transición a una sociedad en paz con justicia social. Una Asamblea Nacional Constituyente sería un mecanismo idóneo por cuando convocaría a nuevos y auténticos consensos construidos con la más amplia y plena participación de la sociedad.
Para que dicha Asamblea Nacional Constituyente cumpla los objetivos de asegurar la paz y la justicia social para los colombianos debe contar con la participación representativa de la insurgencia y la participación democrática de todos los sectores que integran la nación. Que tanto su convocatoria, su composición y su mandato constituyan un verdadero tratado de paz estable y duradera para Colombia.
La nueva realidad de Nuestra América observa expectante los desenlaces positivos hacia la paz de Colombia, por cuanto todos sus pueblos son conscientes que la Paz de Colombia es la Paz del Continente. El ELN y las FARC-EP agradecemos y valoramos el apoyo brindado por la comunidad internacional y países en particular a esos esfuerzos, al tiempo que destacamos especialmente el legado del Comandante Hugo Chávez Frías para hacer realidad este sueño.